viernes, 29 de marzo de 2024

Los destrozos, de Bret Easton Ellis

 



Los destrozos
de Bret Easton Ellis
 
Jesús Guerra
 
En mi reseña de Menos que cero, de Bret Easton Ellis, apunté que la releí hace poco como preparación para leer su más reciente novela, Los destrozos [The Shards, 2023] (lo cual recomiendo), debido a que están ubicadas en la misma época y con personajes similares. En Menos que cero el narrador es Clay, un joven de unos 17 años, una especie de alter-ego del autor, por lo menos en términos generales, y Los destrozos (publicada 13 años después de su novela anterior, Suites imperiales [Imperial Bedrooms, 2010], cuatro años después de su libro anterior, de no ficción, Blanco [White, 2019], y 38 años después de Menos que cero [Less Than Zero, 1985]) tiene como narrador a Bret Easton Ellis, pero ojo, el narrador es el Bret Easton Ellis de más o menos 2021, el escritor de 57 años, que recuerda los acontecimientos que les sucedieron a él y a su grupo de amigos en Los Ángeles en 1981, en el tiempo en que el Bret Easton Ellis de ese año estaba escribiendo Menos que cero. En este punto lo importante es entender que este libro es una novela, específicamente una autoficción, lo que significa que, si bien el narrador y el personaje central son reales, puesto que son el autor del libro, y por lo tanto muchos de sus sentimientos, estados de ánimo y opiniones son también reales, los acontecimientos narrados (aunque no sabemos con exactitud cuáles) son ficticios.

 

Edición estadounidense


El narrador revisita el universo “real” (es conocido el dicho de que “real” y “realidad” siempre deben escribirse entre comillas) en el que vivió a los 17 años y que retrató, con un estilo muy distinto, en Menos que cero: la preparatoria para jóvenes muy adinerados, el grupo de amigos, las fiestas, los bares, los conciertos de rock, las relaciones amorosas y sexuales de los miembros del grupo, y las relaciones con el mundo adulto. Pero este universo de amigos y colegio, de descubrimiento del mundo, empezando por la ciudad de Los Ángeles, de experimentación, de autodescubrimiento, de sexo, enamoramientos y amistades, de autos y lujos, de música, cine, libros, etc., se ve afectado por varios acontecimientos externos: uno de ellos es la existencia en esos momentos de un asesino en serie activo en Los Ángeles, llamado por la prensa el Arrastrero, y otro es la llegada al colegio de un estudiante que viene de Nueva York, Robert Mallory, un joven que se une al grupo muy selecto de amigos al que pertenece también el narrador y que parece encantar a todos: guapo, rico, simpático, atlético, misterioso, pero que al narrador no termina de gustarle (aunque al mismo tiempo parece fascinarlo) y que por una serie de detalles que no contaré, termina de convencer a Bret de que Robert es un tipo mentiroso, que oculta algo importante y oscuro de sí mismo y de su pasado. El asunto se complica cuando Bret empieza a sospechar que existe alguna relación entre Robert Mallory y el Arrastrero o que, incluso, sean la misma persona, y más a partir de que uno de los amigos del grupo muere en condiciones extrañas, condiciones que pueden ser interpretadas como un raro accidente o como un asesinato ritual, aunque esta última interpretación sólo es de Bret, a partir de una serie de pistas y datos que nadie más parece relacionar.
 
Edición francesa


Todos estos elementos de thriller criminal y psicológico, y a su manera también de novela de terror, están mezclados y muy inteligentemente dosificados en medio de una novela de maduración y de autodescubrimiento, compuesta a partes iguales por un drama adolescente y por una narración con una fuerte dosis de escenas eróticas. El autor ha declarado en entrevistas que algunos críticos han dicho que el libro tiene demasiadas escenas sexuales, y su respuesta a esto es que cómo no va a tener mucho sexo una novela cuyos personajes principales tienen 17 años (teniendo en cuenta que esta novela pretende ser un retrato realista de estos personajes en el sur de California a principios de la década de los años ochenta).
 
Esta novela es también un paseo, y a su manera una visita guiada, a una ciudad de Los Ángeles que ya no existe, con paradas en clubes, bares, restaurantes y cines. El narrador menciona y comenta los libros que leía, las películas que veía y, sobre todo, la música que escuchaban él y su grupo de amigos, o sea que éste, como todos los libros del autor, viene con su propia playlist integrada (de hecho, el autor dijo en una entrevista que alguien había creado la playlist de Los destrozos en Spotify, que incluye más de cien canciones. Por supuesto, la busqué y no encontré una sino varias, unas más completas que otras [busquen “playlist The Shards”], estupendas y terriblemente nostálgicas).

 

Edición inglesa


La novela es compleja entre otras cosas porque toca muchos temas, mezcla varios géneros, tiene diversos tonos, y, como siempre, en el caso de este autor, es sumamente ambigua, pero nunca se diluye. Sí, es posible que le sobren páginas en las secciones de drama adolescente, y sin embargo está tan bien escrita que no podemos dejar de leerla y, de pronto, nos damos cuenta de que ya hemos llegado a la última de sus 674 inteligentes, entretenidas, emocionantes, sorprendentes, intensas y en ocasiones violentas páginas. Si ya BEE nos había sorprendido con Menos que cero, y nos había deslumbrado con American Psycho (que es un verdadero tour de force), ahora en Los destrozos nos confirma su calidad y su madurez literaria. Esta novela es, sin duda, la mejor que ha escrito (hasta ahora).
 
 
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Los destrozos. Bret Easton Ellis. Traducción de Rubén Martín Giráldez. Random House. 674 págs.
 
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