viernes, 28 de agosto de 2015

Otra máscara de esperanza, de Adriana González Mateos




Otra máscara de esperanza
de Adriana González Mateos

Maru Galindo

Que las enormes dificultades que enfrentamos en el presente 
y la cruel represión e impunidad, no nos harán bajar los brazos, 
ni abandonar la lucha, y así, mañana cuando hablemos con nuestros hijos, 
será posible decirles que quizá no alcanzamos nuestros objetivos, 
incluso podremos decirles que nos derrotaron, 
pero no podremos decirles, mirándolos a los ojos, 
que viven como viven porque no luchamos.

El 20 de enero del 2015 la Caravana del Hambre cumplió 65 años de haber salido desde Nueva Rosita hasta la ciudad de México. Un grupo de aproximadamente cinco mil personas, comandadas por los compas Francisco Solís y Ciro Falconi, caminaron 1,400 kilómetros en 50 días para exponer sus demandas al presidente, el licenciado Miguel Alemán.

La huelga de Nueva Rosita fue un movimiento laboral, que tuvo lugar en 1950 en el mineral de Nueva Rosita, Coahuila, en contra de la empresa Mexican Zinc Co., filial de la American Smelting and Refining Co. El objetivo del programa del gobierno alemanista fue alcanzar un considerable nivel de desarrollo económico para México, y para lograrlo se necesitaban cuantiosos recursos económicos, los cuales debían de provenir de la iniciativa privada nacional y extranjera; la cuestión de fondo se centró en el ámbito laboral, los sindicatos no habrían de convertirse en una amenaza para las cuantiosas utilidades que los inversionistas pretendían obtener.

La creación de Nueva Rosita obedeció a intereses extranjeros, ya que era rica en carbón y coque, un negocio muy rentable para las familias Rockefeller y Guggenheim. La región poseía una mina subterránea de carbón, con una capacidad anual de aproximadamente 300 mil toneladas métricas de carbón, y una coquizadora con 21 hornos capaces de producir 120 mil toneladas métricas de coque metalúrgico al año.

Durante 1923 y 1924 llegan los primeros norteamericanos a Nueva Rosita, contratados desde Nueva York, y comenzaron con la construcción de la colonia Americana, que debía contar con un hotel, un hospital, canchas de tenis, boliche y viviendas para acomodar a los norteamericanos que serían contratados en Nueva York; también se inició la construcción de la colonia del Seis para que habitaran los primeros mexicanos contratados por ASARCO.

Asarco recortó las prestaciones de los trabajadores, además de que las condiciones laborales en la mina eran deplorables. El conflicto se prolongó seis meses. A pesar de la solidaridad nacional e internacional los recursos económicos resultaron insuficientes para sostener el considerable número de familias; en la capital del país se formó el Comité de Defensa y Solidaridad con las huelgas mineras, campesinos de la Laguna también apoyaron la huelga, la Federación Sindical Mundial envió su contribución. La Alianza Femenil Socialista Coahuilense se dedicó, entre otras cosas, a la labor de convencimiento de los vacilantes. Después de tres meses el desgaste era considerable. El Fondo de Resistencia era cada vez más escaso, y el gobierno sostenía su postura, de no negociar hasta que se reconociera al comité que había impuesto el Charro Carrasco. Los obreros de Rosita y Cloete consideraron la situación insostenible, y en asamblea decidieron realizar una marcha a la ciudad de México para entrevistarse con el presidente Miguel Alemán.

El jefe de la policía prohibió a todos los integrantes de la caravana salir del Campo 18 de Marzo, dónde los colocaron cuando llegaron a México, hasta que no llegase el tren que debía transportarlos de regreso. Éste resultó ser un convoy de carros-jaula para ganado. El 12 de abril el presidente Miguel Alemán anunció, desde el norte del país, que el conflicto estaba liquidado pues la comisión gubernamental había confirmado el dictamen del 2 de octubre de 1950, negando personalidad jurídica a los huelguistas, y cuatro días después el juez primero de distrito les negó el amparo.

La huelga se perdió. La comisión gubernamental dispuso que las empresas de Nueva Rosita y Cloete repusieran a mil trabajadores en sus derechos de antigüedad y que las vacantes fueran cubiertas de preferencia con quienes habían participado en la caravana. Se ofrecieron tierras y crédito a quienes desearan dedicarse a la agricultura, y empleo en obras públicas a los obreros especializados. De aquellos casi cinco mil mineros de Nueva Rosita, muchos volvieron al trabajo, otros se convirtieron en peones agrícolas o cruzaron la frontera como braceros con una digna historia que contar.

Es en este contexto donde la vida de Esperanza se desarrolla hasta llegar al desenlace fatal. Basada en un hecho real que la detona, la novela inicia con la noticia de que Esperanza López Mateos estaba muerta. La lectura de esta historia la podemos realizar en varios niveles, iniciamos con el primero: ¿qué le sucedió a Esperanza? Contaremos con la ayuda de un personaje que cuestiona, indaga e instiga a hablar a los sospechosos porque tiene prisa por cerrar el expediente pero se enamora del caso.

Ya para las doce del día de ese 19 de septiembre Roberto Figueroa, esposo de Esperanza, había confeccionado un relato verosímil, capaz de satisfacer a sus inquisidores, sobre todo a Marco Tulio Aldama, el agente del Ministerio Público encargado de investigar la muerte de Esperanza. (P. 13.)

Otro personaje que nos ayuda a la reconstrucción de la historia es Salvador Novo, quien con su agudeza mental trae en jaque a todas las personalidades de la sociedad de México. Todo lo sabe, especialmente el tejemaneje de los políticos.

Tenemos a un narrador omnisciente en tercera persona, cercano a la historia, gracias a él sabemos lo que los personajes sienten y piensan. El recurso que utiliza el narrador es la memoria de todos los personajes involucrados para reconstruir a esa luchadora social segregada de la historia oficial, y paralelamente a las historia existe una denuncia social.

Roberto Figueroa encontró muerta a su esposa, con un tiro en la cabeza. En el funeral estuvieron presentes todas las personas que tuvieron relación con ella, lo cual no pasó desapercibido para Marco Tulio: ahí encontró mineros, políticos, intelectuales, pintores, periodistas, compañeros de la bohemia y a Adolfo Ruiz Cortines, por lo que deducimos que la vida de Esperanza abarcaba muchos escenarios.

La novela posee una narración fluida, con ejes narrativos formulados a través de hipótesis, y es la curiosidad la que atrapa al lector desde el inicio de la historia. Iniciamos con la reconstrucción de los hechos y la primera hipótesis: Esperanza se suicidó porque estaba deprimida. ¿Realmente se suicidó o fue asesinada? La segunda hipótesis: desde la esfera de la cosa pública se ordenó su desaparición porque no convenía a los planes gubernamentales: Cuando muere, su hermano Adolfo era senador y un año después sería nombrado secretario del Trabajo en el gabinete de Ruiz Cortines. Era un político en ascenso, identificado con el régimen y con don Isidro Fabela, el fundador del grupo Atlacomulco.

Esas hipótesis nos llevan a otra, el cuestionamiento de la existencia del escritor de origen alemán B. Traven, ¿fue el verdadero padre de los López Mateos o era el seudónimo que utilizaba Esperanza para poder escribir sobre subversión? Todas estas cuestiones se entrelazan con la historia de la huelga minera de Nueva Rosita (historia no consignada en los anales de la historia oficial, donde los mineros decían: el régimen de derecho es de derecha), con el sindicalismo en la historia política de México durante los años cincuenta y con el paso de México a una era moderna.

Marco Tulio Aldama realiza una serie de entrevistas a la gente cercana a Esperanza para hacer su reporte y es a través de esos interrogatorios que empezamos a conocer a Esperanza López Mateos, hermana del senador Adolfo López Mateos.

Gabriel Figueroa comenta sobre Esperanza: “era muy independiente, le gustaba defenderse sola, salir de cacería” (p. 24); “Mi cuñada trabajó en la SEP durante el sexenio de Cárdenas. Ahí entró en contacto con muchas personas, se vinculó con gente clave de la izquierda… Esperanza se dedicó a la política casi desde que era niña. (P. 30.)

Ellos, los Figueroa, crecieron juntos, y Roberto, que con el tiempo se convertiría en esposo de Esperanza, dice de ella: “era una preciosidad. Desde que era una niña de trenzas. Su cabello dorado, esa ráfaga que flotaba tras ella cuando andaba a las carreras. Apenas hace seis meses estaba apoyando la huelga de Nueva Rosita en dónde se enfrentó con el general que perseguía a los mineros, estuvo muy ligada al sindicalismo y a la huelga”. (P. 25.)

Siempre fue una mujer muy querida y admirada, rodeada de afecto. Y además muy valiente… muy inteligente: ella tenía una visión muy aguda de los acontecimientos pues no sólo estuvo en contacto con los huelguistas; también podía levantar el teléfono y pedir citas con gente muy poderosa… (p. 29).

Delfina, la cocinera, expresó de su patrona: “andaba en mil cosas, era una persona muy ocupada y muchas veces lidiaba con asuntos difíciles, pero estaba acostumbrada. Ella hacía su real gana pero se llevaba bien con su esposo”. (P. 34.)

Hortencia, mujer integrante del grupo de los mineros dijo: “yo quise mucho a Esperanza. Yo la vi llena de vida y de planes. Y si empezamos a decir que se mató ella sola, que le ganó la tristeza porque no veía salida, ya estamos hincándonos frente a los que quieren acabar con el movimiento”. (P. 41.)

La amenazaron muy feo. Habíamos estado en una reunión, decidiendo lo que íbamos a hacer, y yo la acompañé de regreso a su hotel. Al rato me habló y me dijo que había encontrado su cuarto revuelto, sus cosas rotas y regadas por todas partes, faltaban algunos papeles. Fui corriendo por ella, me la llevé a que se tomara un caldo y se calmara un poco…. Luego ya nos alcanzó en la caravana, pero en ese momento ya no se podía quedar en Nueva Rosita. (P.p. 40-41.)

Maira, opositora del nazismo, huye de Europa, y en México se convierte en traductora de Esperanza, de la correspondencia extranjera entre el sindicato de Nueva Rosita y la Federación Sindical Mundial de Mineros, que está en Bruselas. Además del contacto con organizaciones sindicales con varios países sindicales en Alemania, Polonia, Checoeslovaquia, en Rumania y con los rojos de Estado Unidos. (P. 71.)

Salvador Novo… “ella era atea, como toda su familia. Su abuelo y su tío pelearon en las guerras de Reforma del lado liberal. A uno lo fusilaron entre los mártires de Tacubaya. Cuando ella tenía como trece años entró a trabajar de enfermera al Hospital de Jesús y empezó a corromper a las monjitas porque le dieron lástima”. (P. 90.)

Henry Schnautz, guardia de Trotsky en México, amante de Esperanza a quien le dice: “llevo días extrañándote, aguardando tu regreso, planeando este encuentro. Tú sabes cuánto quisiera que dejaras todo para vivir conmigo. Podríamos tener hijos…” (P. 83.)

Aunado a las voces encontramos en la historia otro elemento para continuar construyendo a Esperanza: nueve cartas. Unas dirigidas a su amante, otras a su padre. La primera: “Corazón de melón, mi mero mole, Mi corazón, Cariño, Te escribo desde el avión, Herr T querido, Corazón de corazones, Herr T, T querido, mi B.” Ella escribe sobre sus sentimientos e ideas políticas, sobre su origen, sobre su historia familiar. Encontramos a una Esperanza íntima, a la mujer adelantada a su época. Esencialmente revolucionaria en todos los sentidos, Esperanza López Mateos, una mujer en busca de la justicia social. La voz de los explotados, de los expatriados, de los subversivos y de la mujer que ama sin atavismos, libre de espíritu.

“Dan toda su fuerza, se desviven trabajando, pero no se dan ninguna importancia. Cargan la huelga en el lomo. Les parece normal. Son las más valientes, las que dan ideas. No dejan que nadie se eche para atrás”. (P. 45.) Esto decía Esperanza López Mateos de las mujeres de los mineros, que con voluntad férrea caminaron los más de mil kilómetros entre nueva Rosita, Coahuila, y la ciudad de México en busca de justicia.

Todo este tiempo, no solo desde la huelga de los mineros, desde antes, cuando empecé a trabajar con ellos, a supervisar la creación del hospital, de la secundaria donde educarían a sus niños sabía de ciertos vínculos del sindicato con los países del bloque soviético, con organizaciones y gentes de las cuales desconfío aunque Lombardo se mantiene en buenos términos con ellas. (P. 64.)

La novela tiene varios momentos narrativos intensos, como el diálogo duro y directo entre Esperanza y Fito quienes nos hacen partícipes de lo que piensan sobre una tragedia histórica en la vida de los mineros de Nueva Rosita:

Este gobierno no va a permitir que los trabajadores le ganen a la ASARCO. Tampoco va a dejar que el sector obrero tenga, ni mucho menos aparezca públicamente como si tuviera tanto peso dentro del régimen. (P. 150.)

—Adolfo esa lucha no se va a ganar con amenazas. Los mineros están decididos a pelear… Son todos los trabajadores, todos los sindicatos. Hay que escucharlos. Están pidiendo lo justo.

—A ver: para eso se hizo la revolución. Es un sindicato construido desde la solidaridad, desde el trabajo. Desde la valentía de sus integrantes. Ahí hay unión y ningún líder corrupto va a torcer las cosas. (P. 150.)

—Eso crees tú. Ya hay negociaciones, gente entrando en razón. Entre los mineros hay muchos dispuestos a abandonar la huelga porque ya la ven perdida. (P. 151.)

—Sí, hay algunos panzas blancas… Son gente de Ramírez Vázquez contratados para romper la huelga. Pero la mayoría está decidida a pelear. No se van a agachar tan fácil. Tienen fuerza. Hay esquiroles… (P. 150.)

—Tú lo sabes: este gobierno tiene muy clara su política, y no es una política a favor de huelgas y rebeliones, sino de trabajo, desarrollo económico y estabilidad.

—Esperanza, el movimiento obrero es sólo un aspecto del problema. El otro aún más serio: la eterna lucha por los recursos naturales en este país, que es y ha sido víctima de los saqueos. (P. 152.)

Estás tratando con gente corrupta, sin escrúpulos. ¿Crees que no lo sé? Están sobornando a algunos mineros; no me extrañaría si lo intentaran en niveles más altos. (P. 153.)

Y él le contestó: qué pena me das. Yo sólo puedo defenderte si eres razonable.

Ese diálogo fue el último que sostuvieron los hermanos. Él había sido hostil con ella, no precisamente el recuerdo que quería guardar. No era un recuerdo justo y lo sabía muy bien… (P. 147.)

Ya presidente de la república, Fito inauguró una escuela de enfermería en Nueva Rosita que actualmente lleva el nombre de Alfonso R. Riddle, una unidad quirúrgica de tórax, que luego se convirtió en Hospital de Neumología, y autorizó la creación de la Escuela de Minería y Metalurgia. Tal vez, con esta actitud, Fito pudo expiar alguna culpabilidad; y regresó Esperanza a los descendientes de la Caravana del Hambre.

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Otra Máscara de Esperanza. Adriana González Mateos. Editorial Océano. Colección Hotel de las Letras. 2015. 200 págs.

jueves, 20 de agosto de 2015

La piscina, de Yoko Ogawa




La piscina
de Yoko Ogawa

Jesús Guerra

La piscina es el primer libro que leo de Yoko Ogawa, a pesar de que es —nos informa el texto de contraportada de este libro de la editorial española Funambulista— «la novelista más leída en Japón desde hace dos décadas». Su novela más conocida es La fórmula preferida del profesor, y la mencionada editorial ha publicado también El embarazo de mi hermana, Perfume de hielo, La residencia de estudiantes y La niña que iba en hipopótamo a la escuela.
 
Edición en inglés
La piscina, aparecida en Japón en el año 1990 y en español en abril de 2012, es una novela corta, de apenas 101 páginas de formato pequeño, que tranquilamente puede leerse de un tirón, y me parece que por su brevedad es una buena puerta de entrada a la obra de esta autora ya que nos permite conocer su estilo y el tipo de historias que narra en un volumen que terminamos con rapidez, y con esto podemos decidir si la obra de Yoko Ogawa es una que queremos seguir. Yo, por ejemplo, he decidido que sí buscaré y leeré otros de sus libros; su prosa me ha gustado mucho, es clara y precisa, limpia, y la traducción de Héctor Jiménez Ferrer es muy buena. La historia que esta novela nos cuenta es un tanto extraña, muy sencilla en un nivel y muy compleja en otro, de manera simultánea, en la que la interioridad del personaje central, y además narrador de la historia, es más importante que los acontecimientos narrados. Es un estilo muy representativo de la cultura japonesa. Aya escribe: «De repente me di cuenta de que me embargaba una sensación desagradable e incoherente. Era la primera vez que me ocurría. Quizás fuera la leche de la higuera o la blandura del cuerpo de Jun. O quizás ya tuviera esta mala sensación desde antes de nacer».

Edición en francés
El personaje central es Aya, una adolescente hija de una pareja que tiene un orfanato. Aya ha pasado su vida con niños y jóvenes que son como sus hermanos pero a los que en algún momento ha tenido que decir adiós, cuando cada uno de ellos ha sido adoptado. Así, aunque Aya no es huérfana, ha crecido con la sensación de serlo y además sin la posibilidad de algún día ser adoptada y llevada a otra parte.

Por meses, después de las clases, Aya va a sentarse a las gradas de la piscina de la escuela, en donde Jun —un adolescente que vive en el orfanato de los padres de Aya—, practica sus clavados. Evidentemente Aya está enamorada de Jun, aunque ella ni siquiera es capaz de aceptar este hecho. Sabe, eso sí, que le gusta ver el cuerpo de Jun cuando se lanza desde el trampolín. Aya dice, en una de las primeras páginas del libro: «A veces, me gustaría saber por qué me siento tan feliz cuando lo observo, durante esos segundos que transcurren desde que levanta las manos para agarrar un punto en el aire hasta que desaparece en el agua. Pero no soy capaz de entenderlo. Quizás sea porque cae en un valle donde el tiempo es tan silencioso que no se oyen las palabras».

Otra edición en inglés
Quizá su relación con él es confusa. Quizá todo su mundo es confuso. Quizá simplemente se siente sola. La adolescencia es una edad turbulenta, y para Aya las cosas no han sido fáciles, con un padre silencioso que además es religioso; una madre atolondrada que habla demasiado, y rodeada de hermanos que no lo son en realidad, el mundo interior de esta chica es como un volcán a punto de explotar, aunque en la superficie todo parece tranquilo y en paz.

Hay también, en esta obra, una inquietante exploración de la crueldad juvenil, un elemento sintomático que forma parte del universo de Aya, de este universo hipnótico tan hábilmente descrito, creado a partir de la acumulación de pequeños detalles. «Mientras jugaba en la arena, Rie [una bebé del orfanato] se me acercaba con regularidad para que le sacudiera la mano, cada dos o tres minutos. Aquella regularidad provocó en mí un sentimiento de crueldad. No era un sentimiento desagradable. Contenía incluso una especie de secreta sensación placentera».

Otra edición en francés, junto
a otros dos libros de Ogawa
Yoko Ogawa, nacida en marzo de 1962, tiene una gran cantidad de libros publicados en su país. Lamentablemente en español se han traducido apenas un puñado de ellos; quizás el francés sea la lengua occidental que más traducciones tiene de su obra. Tres de sus novelas han sido adaptadas al cine, la primera en Francia en el año 2005, y las otras dos en Japón, en 2006 y en 2014. La cinta de 2006 es la adaptación de La fórmula preferida del profesor.

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La piscina. Yoko Ogawa. Traducción de Héctor Jiménez Ferrer. Editorial Funambulista. Colección Los Intempestivos. Madrid, 2012. 104 págs.



sábado, 8 de agosto de 2015

Así en la paz como en la guerra, de Guillermo Cabrera Infante





Así en la paz como en la guerra
de Guillermo Cabrera Infante

Jesús Guerra

Catorce cuentos y quince viñetas intercaladas componen este libro, así, cada cuento está precedido por una viñeta, más una viñeta final que cierra el volumen. Las viñetas son relatos muy breves que muestran situaciones terribles relacionadas con la lucha revolucionaria cubana, con la represión, y, como apunta el autor en el prefacio, «las viñetas anteceden y contradicen los cuentos, en la medida que la Revolución calibraba y barría la realidad que aparece en los cuentos». Es interesante leer el libro en el orden propuesto por el autor, pero es igualmente interesante leer los cuentos en el orden en que se nos antoje, y leer luego todas las viñetas juntas que formarían así una suerte de álbum de recortes que nos muestran la otra realidad cubana durante la década de los 50.

En el prefacio de la primera edición del libro, de 1960 (que reproduce la edición mexicana de la Editorial Diana, de 1988), Cabrera Infante nos informa que con excepción del cuento «Las puertas se abren a las tres», que es de 1949, todos los demás fueron escritos entre 1950 y 1958. Y la mayor parte de las viñetas las escribió en 1958, a partir de noticias reales y asesinatos, entre otros, de personas que él conocía. Y apunta, «Nadie quiso imprimir las viñetas cuando fueron escritas. Se publicaron un año más tarde en Carteles, ya en la Liberación. Después fueron reproducidas en Lunes de Revolución, ocasión en que añadí tres viñetas más —una de ellas narraba la muerte violenta de otro amigo, Enrique Hart—. Hay otras dos viñetas que fueron escritas para este libro». 

El prefacio termina así: «De los cuentos, prefiero a todos a "El gran ecbó". Después me gustan "Josefina, atiende a los señores" y "Abril es el mes más cruel". Las viñetas me gustan todas por igual. Con la misma fuerza detesto a "La mosca en el vaso de leche"».




Ahora bien, hay que recordar que Cabrera Infante se fue muy pronto de la Cuba revolucionaria. A principios de los años 60 vivió en España y poco después estableció su residencia definitiva en Londres, y nunca regresó a Cuba, de la que estuvo nostálgico el resto de su vida. En 1994, la editorial Alfaguara publicó una nueva edición del libro, y ésta tiene un nuevo texto introductorio de Cabrera Infante. Una parte del texto es muy similar a la del prefacio original, pero contiene también otros datos. Este prólogo del 94 inicia así: «Este libro había sido vetado por mí antes. Me molestaba que una parte, las viñetas, enjuiciara a todo el libro cuando se publicó por primera vez en Cuba en 1960. Era un libro sartreano. Es decir, realista socialista. Pero un día descubrí que era la posición no la oposición de las viñetas la que resultaba onerosa. Si se las omitía en la lectura quedaba el libro limpio: quedan sólo los cuentos solos con su torcida o recta manera de ver la vida entonces. Casi diría que trataba únicamente de modos no de modelos de vida en La Habana de ayer, hoy desaparecida. Son ecos entre las ruinas».

Y de las viñetas dice lo siguiente: «Las viñetas, por supuesto, no me interesan más. Pero hay que decir en su favor que dieron lugar a Vista del amanecer en el trópico». Y más adelante: «Mi asombro último viene de que las viñetas, aquí y allá todas trágicas, hayan sido leídas por algunos lectores como bocetos cómicos. Obviamente, la comedia es infinita». Y termina: «La veda de este libro queda levantada ahora».

De los 14 cuentos, sólo cuatro fueron incluidos en la enorme antología de su obra Infantería (compilación, selección de textos e introducción de Nivia Montenegro y Enrico Mario Santí; FCE, 1999). Los cuentos son: «Josefina, atiende a los señores», «Un nido de gorriones en un toldo», «En el gran ecbó» y «Ostras interrogadas», además de tres viñetas, la primera, la séptima y la décima. Y sólo uno («Josefina...») se encuentra en la antología de cuentos personal de GCI, Todo está hecho con espejos. Cuentos casi completos (Alfaguara, 1999).




A pesar de que 10 de los 14 cuentos (o 13 de los 14, dependiendo de la selección que utilicemos como referencia) no se encuentran entre sus mejores cuentos, Así en la paz como en la guerra es un libro importante y, sobre todo, interesante y disfrutable. Además, el libro tiene una importancia histórico-literaria, por llamarla de alguna manera, en primer lugar porque se trata de su primer libro de cuentos, y estas obras las escribió entre los 20 y los 29 años de edad. En segundo, porque estos cuentos los escribió en Cuba y la primera edición del libro se publicó en Cuba, y de alguna manera este libro fue, en su país, algo así como un best-seller en su momento.

1. Un rato de tenmeallá (1950)
El cuento narra unas horas de un día particularmente malo de una familia que vive en la miseria, les avisan que si no pagan la renta al día siguiente los van a desalojar de la habitación en la que viven. En pocas páginas tenemos un panorama de las relaciones entre el padre, la madre y sus dos hijas, una adolescente y una niña. Lo que sucede es terrible, pero lo que hace que el cuento sea más interesante aún, como ocurre siempre con la literatura de Cabrera Infante, es el lenguaje. El texto, de unas 11 páginas (dependiendo de la edición que se tenga) está contado o platicado, si se quiere, por la niña pequeña, en una suerte de fenesí, como hablan los niños, todo de corrido; y para lograr este efecto, el texto está escrito sin puntuación alguna y sin acentos: así, una niña cuenta, con toda inocencia, cosas que los lectores sabemos son terribles.

El autor escribe en el prólogo de este libro que este cuento «surgió del ambiente de miseria, promiscuidad y olvido en que vivía el autor con su familia de cinco [...]. Si el personaje es una niña de seis años, es sólo para poder llegar a la espantable realidad por la distancia más larga: el balbuceo, la confusa visión, la comprensión borrosa».

2. Las puertas abren a las tres (1949)
Dice GCI: «El título está tomado de un aviso colgado en la taquilla de un cine, [...] y el cuento no es otra cosa que un poema escrito por un adolescente enamorado de nadie, solo». La verdad es que es un cuento muy bello en el que un adolescente nos cuenta sus intentos de acercamiento a una chica que le gusta, y cómo ella lo evade. Pero me parece que el cuento tiene varias lecturas posibles, desde la realidad alucinatoria o fantasiosa, si se prefiere, de un joven enamorado, hasta una interpretación fantástica.




3. Balada de plomo y yerro (1951)
Escribe Cabrera Infante de este cuento: «describe el mundo del gansterismo criollo como las películas del oeste describen la vida de la frontera y la planicie: por medio de la peripecia brutal. El cuento ganó al autor un premio especial: fue detenido, encarcelado y multado por la policía y los tribunales de Batista, cuando se publicó en octubre de 1952. Razón [...] atentaba contra las buenas costumbres, aunque el juez que me condenó era un inmoral notorio y los policías que me detuvieron hablaban un lenguaje capaz de hacer enrojecer al carretonero habitual».

Ya desde el título, que incluye un juego de palabras, el cuento mezcla la preocupación por el habla cubana y una situación criminal. El cuento incluye algunas de las llamadas «malas palabras», y ahora nos resulta increíble que a Cabrera Infante lo hayan detenido por haber escrito el texto así.

4. Resaca (1951)
Cuenta la huida en espantosa circunstancias de dos trabajadores azucareros, García y Cheo, quienes, cumpliendo las órdenes del secretario de la Federación Nacional de Trabajadores Azucareros, quien quería incendiar todos los campos de caña de azúcar como represalia por no recibir el aumento demandado, prendieron fuego a los campos en que laboraban y recibieron varios disparos pues el ejército ya estaba enterado de los planes. Hay varios diálogos de los personajes sobre lo que esperan que suceda luego de que triunfe la revolución, que son enternecedores, porque esperan en realidad el paraíso ya que su visión no es política del todo, sino mesiánica. Dice GCI en el prólogo acerca de este relato: «El cuento no ha sido corregido nunca. Es por eso que sus toques de presciencia —la revolución hecha por los guajiros, un héroe de la Sierra Maestra, la quema de cañaverales y esa línea, "Cuando llegue la revolución, tú y yo... seremos los que gobiernen"— son el orgullo del autor». Y es que el inicio oficial de la revolución cubana se marca en 1953 y el cuento fue escrito en 1951.

5. Josefina, atiende a los señores (1952)
El autor dice en el prólogo que este cuento «se ocupa de la degradación moral y física de los prostíbulos», y es que el texto es el monólogo de la dueña de un prostíbulo en el que le habla a uno de los clientes y, tratando de quedar bien, se hace pasar como una muy buena persona, quizá porque ella misma lo cree, pero con cada cosa que dice nos va dando un retrato terrible de la situación así como de su propio egoísmo y ceguera ante la realidad. Debido precisamente a que este texto está contado por un personaje, podemos ver una de las preocupaciones centrales de Cabrera Infante, el lenguaje de los cubanos y en particular de los Habaneros en los años 50. Es un cuento breve, espléndido. En el prólogo de la edición de 1994 GCI añade que «la correosa anfitriona de un burdel impone su distancia con errores de gramática parda. Pero lo que me divirtió al escribirlo es que había entonces un anuncio en vallas y carteles que proponía a toda La Habana la Ortopedia Díaz como ideal para miembros tullidos —y añadía: 'Josefina atiende a las señoras'».

6. Un nido de gorriones en un toldo (1955)
El autor apunta en el prólogo que este cuento «parece autobiografía, pero no lo es». Y que «es literalmente, un ejercicio en imaginación realista» y por tanto no se explica «por qué el cuento resulta tan irreal». El personaje central se llama Silvestre (un nombre que Cabrera Infante utiliza varias veces en el libro en cuentos diferentes, y esos personajes así llamados podrían ser el mismo personaje o no), y él y su mujer se dan cuenta que unos gorriones están construyendo su nido en el toldo del balcón de la casa vecina, en la que vive una pareja de norteamericanos de edad avanzada. Y ese toldo casi no lo abren. Silvestre y su mujer deciden entonces que es necesario avisarles a los vecinos acerca del nido de gorriones, para que no vayan a abrir el toldo un día de ésos y destruyan el nido. Después de la oficina, Silvestre llega a la casa de los americanos y no los encuentra, pero está una chica a la que nunca había visto, que dice ser la nieta de los duelos de la casa. Una chica guapa con una personalidad realmente extraña. La escena que se da entre ella y Silvestre es en efecto casi surrealista.




7. Mar, mar, enemigo (1954)
De este texto, el autor nos dice al inicio del libro, que «es un experimento fallido. Si está en la colección es porque hay dos o tres imágenes, dos o tres diálogos que me gustan a pesar del tiempo. Otro personaje-eje lejano es pariente próximo de los pistoleros de "Balada". ¿Añadiría algo decir que es una parodia encontrada de El viejo y el mar?» El cuento es un vistazo a una historia de amor entre personajes aparentemente opuestos, que se queda en suspenso, y luego la larga espera por una reunión improbable. Esta "parodia encontrada" de la célebre novela de Hemingway trata de lo mismo, desde una perspectiva completamente diferente: una terca tarea inútil. La espera de la mujer a que aparezca en el mar alguna señal del regreso de su amado.

8. La mosca en el vaso de leche (1953)
Este cuento muestra la pobreza y la soledad de una mujer que vive casi esclavizada por sus hermanos, así como por una sociedad indiferente, y sobre todo el momento de crisis de esta mujer que está literalmente a punto de explotar. Es un muy buen texto acerca de unas circunstancias y momento espantosos. El autor apunta que el cuento «está basado en un recuerdo: una muchacha de la calle Amargura, que envejecía [...] pegada a la máquina de coser. El autor creyó descubrir en ella una frustración sexual [...]». Al final del prólogo, Cabrera Infante escribió: «Las viñetas me gustan todas por igual. Con la misma fuerza detesto a "La mosca en el vaso de leche"». Aunque por supuesto, no queda del todo claro si lo que detesta es el texto mismo o lo que significa.

9. En el gran ecbó (1958)
Cabrera Infante señala que éste «es el cuento de mayores ambiciones literarias del libro y a mi juicio casi todas están logradas. Hay varios temas —la pérdida de la virginidad, el adulterio, la discriminación racial— que pertenecen a todas las clases sociales cubanas». Pero en el prólogo de la edición de 1994 contradice esta idea. Dice: «"En el gran ecbó" es el cuento de mayores ambiciones literarias de la colección. No deben de estar todas logradas pues he escrito este cuento por lo menos tres veces con distintos resultados». Es un texto complejo y muy bien escrito. Una pareja está comiendo en un restaurante de La Habana y llueve. Ellos esperan que deje de llover para poder ir a una ceremonia religiosa popular en un pueblo cercano. Mientras esperan y luego durante el trayecto, la pareja conversa y nos dejan ver sus problemas. La culminación se da en la ceremonia santera, cuando una desconocida se acerca a la mujer y, como una vidente, le da un consejo. De alguna manera el autor se las arregló para que el cuento parezca una escena, aunque caribeña, de una película de la Nueva Ola francesa, que estaba de moda en esa época.




10. Cuando se estudia gramática (1958)
El autor confiesa en el prólogo que este cuento es una broma privada. Y en efecto, el texto parece una travesura. Silvestre, otra vez, es uno de los personajes. Mariella es la otra. Ella tiene 15 años. Ambos estudian gramática en la casa de la chica. Esa tarde en particular, no están en la casa ni la sirvienta ni la madre de Mariella. Los chicos están solos. Y sin embargo, la escena que se produce entre ambos, además de estudiar y merendar, es casi tan irreal como la del cuento «Un nido de gorriones en un toldo».

11. Jazz (1958)
Este cuento es también «una broma dada a un amigo», dice el autor. Es un texto breve en el que dos hombres jóvenes, quizá de alrededor de 18 años (uno de ellos es el narrador, y para variar se llama Silvestre), tratan de impresionarse el uno al otro con lo que saben, sobre todo de jazz, la música del momento. Y con otros elementos, como la mariguana. Es una escena de un momento muy específico del crecimiento de la gente con aspiraciones de conocimiento cultural, que retrata muy bien no sólo a sus personajes sino a su tiempo.

12. Abril es el mes más cruel (1958)
Este cuento, dice Cabrera Infante, «descubre algunas ideas del autor sobre el suicidio». Pero dice también algo de particular interés, que tanto este cuento como «Jazz» y «Cuando se estudia gramática» fueron «escritos en la madrugada del 5 de julio de 1958. Nadie podrá explicar por qué son cuentos tan disímiles». El cuento relata un momento, uno particularmente importante, en el viaje de bodas de una pareja en la costa. Tiene también, o a mí me lo parece, una cercanía con el cine europeo de esa época.




13. Ostras interrogadas (1957)
GCI escribió que «es un cuento casi folklórico: el personaje central existe, la muchacha ha sido vista alguna vez por el autor en "El Carmelo" de Calzada, el final pertenece a las regocijadas leyendas de la alta burguesía nacional. Mucha gente ha encontrado a "Ostras" divertido, el autor lo encuentra repugnante», y aquí sí está claro que lo que no le gustaba a Cabrera Infante era lo que retrata el texto y no el cuento en sí. Y lo que retrata, de manera fugaz pero precisa, es una relación entre un hombre de más de 60 años y una jovencita, algunas pocas de las repercusiones de la misma, y por supuesto la justificación que da el hombre a dicha situación.

14. El día que terminó mi niñez (1956)
Este cuento, nos dice el prólogo «fue hecho de encargo: en Carteles [que era la revista en la que Cabrera Infante escribía sus famosas reseñas de cine y de la que llegó a ser jefe de redacción] hacía falta un cuento de Día de Reyes. Aquí aparecen muchos elementos que el autor pensaba utilizar en un viejo proyecto, "Allá en el patio": una serie de cuentos que ilustraran los recuerdos de los días de infancia en la tierra natal». Es otro de los cuentos sobre las etapas del crecimiento de este libro, en este caso del paso de la infancia a la adolescencia, y también de la caída de ciertas fantasías, de la pérdida de ciertas inocencias, del traspaso de ciertas fronteras.

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Así en la paz como en la guerra. Guillermo Cabrera Infante. (Edición original, 1960.) Editorial Diana, México, 1988. 184 págs. Alfaguara, 1994. 208 págs.

Edición francesa


lunes, 3 de agosto de 2015

Recomendaciones de la LFCM


Recomendaciones
de la Librería del Fondo Carlos Monsiváis




La caída
Memorias de un padre en 424 pasos
Diogo Mainardi

El libro arranca con una frase escueta, demoledora: «Tito tiene parálisis cerebral.» Es el primero de los 424 pasos en que se divide este testimonio literario escrito a pinceladas, a fogonazos, sin caer en el sentimentalismo desbordado, sin dejarse arrastrar por la autocompasión. Diogo Mainardi es un periodista y escritor brasileño. Cuando nació su hijo Tito, él y su familia vivían en Venecia y un error imperdonable de la ginecóloga provocó que al niño le faltase oxígeno durante el parto. Lejos de sucumbir a la desolación, el autor se hizo un propósito: «Yo acepté la parálisis cerebral de Tito. La acepté con naturalidad. La acepté con deslumbramiento. La acepté con entusiasmo. La acepté con amor», porque, como dice más adelante: «Tener un hijo con parálisis cerebral es la aventura más emocionante que existe.»

La caída es el relato de esta aventura, la lucha por sacar adelante a Tito, por comunicarse con él, por conseguir que camine, en un recorrido que lleva de Venecia a las playas de Ipanema, a Boston y de regreso a Venecia. Y esta aventura se lleva a cabo con un bagaje cultural que ayuda al padre a entender lo sucedido y a plasmarlo literariamente: desde Proust y su obsesión por la memoria y las analogías con Rembrandt y su hijo, también llamado Tito, hasta Freud, Abbott y Costello, Dante, John Ruskin, Ezra Pound, el videojuego Assassin’s Creed II, los componentes de U2 y su amigo de infancia, Vértigo de Hitchcock, Pietro Lombardo y Tintoretto, Shakespeare, Leopardi, pasando por Neil Young, que también ha vivido la experiencia de tener un hijo con parálisis cerebral... El resultado es un libro bellísimo, lúcido e inimitable que nos habla de la paternidad, del amor, de la voluntad de superación, de la comprensión del diferente y de la pasión por la vida.

«El conmovedor retrato de la relación con un niño y un lugar. Es un libro singular: alternativamente desgarrador, furioso y lírico» (Edmund de Waal).

«Un enriquecedor paseo sin concesiones al lugar común por la paternidad, la parálisis cerebral, la historia del arte y ese misterio cotidiano que es el amor. Un libro sabio, bondadoso y emocionante» (David Mitchell).

«La novela de un amor incondicional. Una historia de todos» (Roberto Ferrucci, Corriere del Veneto).

«Experimental y rebosante de cultura. Veraz y literario. Artificioso y al mismo tiempo de una honestidad y de una sinceridad apabullantes. Lleno de dolor y lleno de felicidad. Vital y con reflexiones rebosantes de sabiduría» (Roberto Cotroneo, Il Messaggero).

«Un libro maravilloso, en el que cada página, cada espacio en blanco, cada párrafo, es una caricia de amor incondicional de un padre hacia su hijo» (Marco Filoni, Il Fatto Quotidiano).

«Un libro conmovedor y hermoso, lleno de rabia y de preguntas, lírico y literario» (Iain Finlayson, Saga).

«Una obra maestra en la mejor tradición memorialística» (New York Times Book Review).

Diogo Mainardi (São Paulo, 1962) es escritor, productor, guionista de cine y columnista en la revista Veja. Además participa en el programa televisivo Manhattan Connection, del canal GloboNews. Ha publicado las novelas Malthus (Premio Jabuti), Arquipélago, Poligono das secas, Contra o Brasil y las crónicas de A tapas e pontapés y Lula é minha anta. Vive en Venecia.

Anagrama
Traducción de Rita da Costa
Panorama de Narrativas
176 págs.

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Dora Maar
Prisionera de la mirada
Alicia Dujovne Ortiz

Dora Maar, la musa de Man Ray, la compañera de Louis Chavance y de Georges Bataille, la amante de Picasso que, tras someterse a sus pruebas de humillación, no las supera y termina convirtiéndose en «la mujer que llora»; retratada por muchos, posando para ojos siempre escrutadores de su representación, se descubre en esta biografía como una esteta, una artista cuya gran obsesión reside en su mirada y que encuentra el placer de su tortura en su ser como Mira-Dora. Alicia Dujovne describe toda una época y nos invita a recorrerla junto a las estrellas del arte de vanguardia, con el pretexto de conocer a una mujer icónica y misteriosa y de desvelar los detalles de una personalidad sensible, pero oculta.

Escrita en un estilo detectivesco, descubriendo paso a paso nuevas pistas, la autora nos conduce, a través de los hechos, las relaciones y la psicología, hacia las razones que determinaron el doble encierro de Dora Maar: el terrenal, en el manicomio de Sainte-Anne de París, y el espiritual, en un misticismo solitario que se prolonga hasta su muerte en 1997.


La autora:
Alicia Dujovne nació en Buenos Aires (Argentina, 1940) en el seno de una familia atípica que marcará su obra de manera indiscutible. Hija de una escritora feminista y de un comprometido activista político fundador del Partido Comunista Argentino, Dujovne heredará el amor por la letra escrita y el orgullo y la carga de un espíritu nómada, marginal, crisol de culturas, razas y religiones.

Su amplia trayectoria periodística arranca en diarios patrios como La Opinión cuya oposición a la dictadura forzó su huída a Europa, concretamente a París donde reside desde 1978. Dicha partida marca un antes y un después en su obra pasando de una etapa mística (especialmente poética) a otra centrada en el exilio qué dará lugar a su segunda novela: El agujero en la tierra (1983).

Desde entonces su fructífera voz alternará entre indispensables biografías de personajes célebres cargadas de empatía (Maradona soy yo [1993], Eva Perón, la biografía [1995] o El camarada Carlos [2007]), a novelas de tintes autobiográficos e históricos como Mireya (1998), Anita cubierta de arena (2003), Las perlas rojas (2005), La muñeca rusa (2009), Un corazón tan recio (2012) o ¿Quién mato a Diego Duarte? Crónicas de la basura (2012).

Vaso Roto
Colección Umbrales
360 págs.

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Viaje
Crónicas
Eugenio Partida

Entre imágenes de reiterados estereotipos del cine estadounidense y una áspera y constante confrontación con la realidad —las diversas, pasmosas y paradójicas realidades—, Eugenio Partida narra con una prosa a veces aerodinámica y a veces parsimoniosa —siempre ruda, desaseada a veces, sin florituras— lo que pasa ante sus ojos y, principalmente, lo que le sucede a él. Es el propio autor el protagonista de estas crónicas que algo tienen de gonzo y algo más de agobiante viaje iniciático; introspección en una isla frente a las costas de Alaska; odisea interior en bares de Tijuana o Lisboa; estudio de la naturaleza humana en el zoco de Marrakech. Travesías que son a un tiempo búsqueda y persecución del ideal del escritor —si es que hay tal. Por estas historias se perciben las huellas fantasmales de Lowry, de Bukowski, de Hemingway, de Bowles. Lo cual no significa que la escritura de Partida sea subsidiaria o derivativa. Todo lo contrario. Su voz original es atropellada, bronca e inconforme, inundada de una franqueza dolorosa que nos lleva a sentir y compartir su solitaria desazón, sus resacas irremediables, su admiración y su contento, su fastidio. Nada más alejado de las definiciones habituales del periodismo correcto y cansón que nos asestan los nuevos héroes del «nuevo» «periodismo narrativo». La crónica no es un extravagante ornitorrinco, no éstas que escribe Partida: reportajes de sí mismo en el centro de la vorágine demoníaca que se materializa en cada paraje que pisa. Un demonio grande y bonachón que ordena las palabras solamente para que nosotros podamos atisbar y sentir el vértigo en la orilla de un mundo en perfecta entropía. [Del prólogo del libro, de Rogelio Villarreal]

Ediciones El Salario del Miedo / UANL / Almadía
300 págs.

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