Entrevista a Carlos Monsiváis
Patricia Galindo
Autor de numerosos libros, periodista de crítica aguda, ensayista, pero sobre todo cinéfilo e insaciable lector, Carlos Monsiváis es uno de los escritores más reconocidos de México. Lo mismo escribe sobre cultura, política e historia como de artes plásticas y literatura, siempre con gran humor e ingenio. Ha recibido múltiples reconocimientos y premios, entre ellos, el premio Anagrama de Ensayo por su libro Aires de familia y el Premio de Ensayo Latinoamericano Lya Kostakowsky.
Más que una entrevista nuestro encuentro fue una amena charla de más de dos horas entre el maestro Monsiváis, Jesús Guerra, editor de esta revista, y yo. Lo que a continuación se presenta es una síntesis de lo que Monsiváis nos dijo sobre su relación con los libros y la lectura.
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Patricia Galindo: ¿En qué momento de su vida se inicia en la lectura? ¿Cómo fue?
Carlos Monsiváis: Bien. Estrictamente, la pequeña distancia cronológica me impide saber cómo fue. Me acuerdo de las circunstancias: yo acababa de terminar mi curso de introducción al desciframiento de signos sobre la página y estaría terminando mi primer año de primaria, y me pasaron un ejemplar de La Odisea en la versión comprimida. Entonces me entusiasmé con Odiseo o Ulises y sé de un modo confuso, entre los debates de la mitomanía, lo que puede ser la exactitud evocativa, que me leí luego La Iliada, La Eneida, una versión también muy reducida de La Divina Comedia y me leí luego toda la editorial Billika. Y luego, a partir del quinto año de primaria, empecé a frecuentar los domingos librerías de viejo que estaban cerca de mi casa y empecé ya a variar. Me leí Los bandidos de Río Frío, no en versión reducida, y fue como descubrí que si yo no sabía hacer nada, hacía nada más gozosamente leyendo.
PG: Entonces usted no empezó con El tesoro de la juventud, como la mayoría de los lectores.
CM: Empecé con El tesoro de la juventud también, pero El tesoro de la juventud me llegó después ya de Billika, y que también tenía biografías de héroes: San Martín, O'Higgins, Juárez, Bolívar, desde luego. En ese tiempo, la Secretaría de Educación Pública publicaba una serie que se llamaba Biblioteca Enciclopédica Popular que a mí me fue muy útil; por un lado, eran locuras como Una excursión a los indios ranqueles del general Lucio B. Mancilla, un libro del siglo XIX, argentino; pero luego había la poesía de Renato Leduc o cosas que me fueron diversificando en lo que va de quinto año de primaria a tercero de secundaria que leí muchísimo de este tipo. De El tesoro de la juventud recuerdo poemas, recuerdo las ilustraciones; El tesoro de la juventud tenía, además, poemas que después encontré que eran portentosos, toda una serie de información internacional sobre las guerras, la gran guerra, en fin. Pero yo no distinguía, vamos, era un continuum de lectura. Sé que leí El tesoro de la juventud dos veces, por lo menos, pero que lo mezclaba siempre; y entonces, en secundaria descubrí la novela policial, que leí compulsivamente. Había la editorial Sopena, que era de Argentina-España, que publicaba una serie... Agatha Christie, que leí lo que pude y que sigo leyendo porque uno nunca acaba de leer un libro de Agatha Christie, siempre se equivoca en la adjudicación de la culpa, desde luego la primera novela, ¿Quién mató a Roger Akroyd?, Navidades trágicas, Tres ratones ciegos, Un triste ciprés, Maldad bajo el sol.
PG: Diez negritos...
CM: Sí, que era una canción infantil que en aquel entonces descubrí pero era Diez inditos... “one little, two little, three little indians, four little, five little, six little indians...” no era Ten little neggers era Ten little indians.[i] Luego, descubrí en la secundaria, enloquecido, a Dashiell Hammet y a Raymond Chandler que han continuado siendo mis lecturas. Entonces leí historia, leí poesía. Yo no sabía que era un lector pero era un lector, eso ya es una vocación y un oficio y una profesión y un encarnizamiento, lo que se quiera.
PG: Y, ¿tiene escritores o libros preferidos?
CM: Bueno, todo el tiempo la Biblia, siempre vuelvo a la Biblia, por lo menos una vez al día la consulto, no soy particularmente religioso pero sí soy particularmente adepto a la Biblia, tanto en la versión de Casiodoro de Reyna y Cipriano de Valera como en la versión que manda a hacer el rey James: The King James' Bible; desgraciadamente no sé alemán para poder leer la Biblia de Lutero que creo que es espectacular. Dickens, siempre vuelvo a Dickens; Balzac; Eça de Queiroz; Christopher Isherwood; Kafka, Borges, no puede pasar un día sin que lea una página de Borges, es lo más reconstituyente; pero, en fin, uno vive organizando sus lecturas.
PG: Entonces, se podría decir que las obras de esos escritores serían sus libros de cabecera...
CM: No, no puedo tener libros de cabecera porque mi cuarto es un desorden regido por los libros; la idea de libros de cabecera va cambiando conforme las torres de libros se precipitan al vacío, entonces hay que ordenarlas, organizarlas, pero estoy con deudas siempre, pagando deudas. Ahora estoy leyendo a Dostoievski con método, inmediatamente después me propongo Chéjov, luego Pushkin, Turgueneiev, es decir, una temporada rusa y luego todo lo que no he leído reciente de Estados Unidos que me interesa, en fin.
PG: ¿Qué autores norteamericanos lee?
CM: ¿De lo reciente? Phillip Roth, leí The Human Stain, me gustó bastante, leo Paul Auster que me gusta mucho, me gustaba mucho Donald Barthelme, todos esos cuentos minimalistas me parecían formidables, y bueno, siempre le recomiendan a uno algo.
PG: ¿Cuáles son los géneros que más lee?
CM: Historia, poesía, novela y literatura testimonial. Hay que leer siempre porque es la manera de mantener el idioma en renovación.
Jesús Guerra: ¿En qué idiomas lee?
CM: Básicamente en tres: español, inglés y francés; si me aventuro, intento el portugués, aunque he fracasado con Lobo Antunez, puedo más o menos con Eça de Queiroz con ayuda de diccionario, con Saramago, pero ya algo muy experimental ya no puedo. Italiano, pero la verdad es que en italiano no he pasado del XIX, cosas del Resorgimentto.
PG: Usted escribe sobre muchos temas, ¿cómo le hace?, ¿qué tanto lee?, ¿a qué horas lee?
CM: Todo el día, todo el día.
PG: ¿Lee periódicos?, ¿lee revistas?
CM: Bueno, pero eso lo leo de 6:30 a 7:30 de la mañana, me cuesta trabajo porque me irritan mucho las noticias, entonces, tengo que asimilar y luego hablar por teléfono como para ir degustando el horror; luego trabajo hasta las 3:00 digamos, si entendemos 'trabajo' de una manera muy generosa, y luego leo.
Jesús Guerra: A mí me impresiona mucho la cantidad de lecturas que hace porque me gustaría ser igual pero no puedo, en general, yo soy muy lento para leer, ¿cuántas revistas lee al mes?
CM: Leo Newsweek, Time, The Nation, eso cada semana regularmente; The Guardian, ésa me gusta bastante; The Independent, Milenio, Proceso, yo creo que ya de revistas.
Jesús Guerra: Y, ¿cuántos libros...?
CM: No, ni idea, como 200 páginas diarias, pero bueno, es que uno tiene que tener un método de lectura rápido y no buscarlo a través de cursos sino de golpes de vista, los periódicos me llevan poco tiempo porque los leo a través de golpes de vista, no me doy cuenta, y si me preguntan, recuerdo, pero es a través de una suerte de lectura fotográfica.
JG: Pero, ¿la literatura no?
CM: Bueno, la literatura puedo recordar, pero si estoy leyendo un libro a saltos, sé que lo voy a dejar, porque no me interesó. Una novela policial ya es raro que la lea tal cual, en general, la leo a saltos porque creo que el género no está en su mejor momento.
PG: Leí una entrevista que le hicieron en uno de sus cumpleaños en la que usted decía que lamentaba no haber leído más, ¿todavía sigue lamentando eso?
CM: Sí, cada vez peor, porque es la sensación de pérdida de todo aquello que pudo haberme enriquecido y que por mi culpa no sucedió.
PG: ¿Por falta de tiempo?
CM: No por falta de tiempo, por dedicarle tiempo a esa superstición que llaman la vida, ¿no?, entonces por conocer, por ejercerme como persona, si tal cosa pudiera, todo eso me quitó muchísimo tiempo. Lamento mucho haberme enamorado, lamento mucho no recordar de quién estuve enamorado, pero es un tiempo que debí invertir de otra manera.
PG: (Risas) Es más constructivo, más productivo.
CM: Sí, sí, en vez de una reconstrucción de cirugía plástica debería de haber una reconstrucción de memoria afectiva.
PG: Y, ¿qué está leyendo en estos días?
CM: Estaba leyendo un libro de un señor que se llama José Miguez Bonino sobre el protestantismo latinoamericano y estaba empezando a leer Tío Vania porque además quiero ver mañana Tio Vania en la calle 42; quiero leer también Tres hermanas porque tengo la versión de Lawrence Olivier y quiero cotejarla; luego tengo ganas de leer una obra de O'Neal, The iceman came in, Llegó el hielero, porque la vi hace mucho y me pareció formidable con un reparto suntuoso encabezado por Robert Ryan. Entonces, como redescubrí esta obra, quiero releer a O'Neal y a Tennessee Williams, la posibilidad de ver además Un tranvía llamado deseo y la película que en inglés se llama The Fugitive Kind con Marlon Brando, y bueno, está la otra obra, De repente en el verano, con Elizabeth Taylor, Montgomery Cliff, Katharine Hepburn; entonces así, releer a Tennessee Williams combinando con las películas. Pero son como disciplinas de fanático, no pretenden otra cosa.
PG:¿Usted cree que de todo libro se puede sacar algo bueno?
CM: Ay, no. La lucha contra corriente puede ser buena pero demasiado fastidiosa. De un libro de Carlos Cuauhtémoc Sánchez se puede sacar el odio a la alfabetización, tal vez, pero no... Estoy exagerando. Toda esa falsa literatura me irrita mucho, aunque me divierta recordada, padezco todo esta quincallería verbal que nos inunda, yo no podría ya.
PG: También con todos los libros de autoayuda, por ejemplo.
CM: Bueno, eso es chistoso si uno piensa que alguien lo pueda leer creyendo en ellos, eso tiene la virtud que uno se imagina una comunidad de ansiosos del éxito que siguen lavando pisos —con todo el respeto para los que lavan pisos, con toda la falta de respeto a los que anhelan el éxito—, pero fuera de eso no me dice nada, salvo eso, salvo imaginarme quién puede leerlos candorosamente, y luego siempre llego a la conclusión que los miembros del gabinete de Fox. No, no, pero no lo digo como crítica, el primer acto del gabinete de Fox, esto es cierto, fue una sesión de autoayuda, porque, pensando en Fox, es aquello en lo que él puede creer, ¿no? "Autoayúdate que Dios te autoayudará", supongo que así piensa que es el refrán.
PG:¿Usted cree que en México se lee poco?, según las encuestas los mexicanos leen un libro al año. ¿Cree que estas encuestas son confiables?
CM: Es obvio que sí. Se lee poco, se lee cada vez menos, el Internet ha centuplicado las posibilidades de lectura pero de un modo que no se relaciona con lo que era la lectura tradicional, ya está todo hecho por fragmentos, por saltos, por el intercutting, entonces ya es una lectura como de montaje, y todavía no sé adónde vaya a concluir y ya no lo sabré, en mi caso sí ya es una conclusión terminal, un adjetivo que uno debe ya aplicar para todo. Espero que Fox sea un presidente terminal y que no vuelva a verlo, por como es... Lo que sucede es no sólo se lee poco, todo lo que se sabía dejó de saberse y no se ha establecido con claridad cuál es el nuevo sistema de conocimientos. José Emilio Pacheco tiene un término que me parece muy ilustrativo, las alusiones perdidas, decirle a alguien algo que cuando yo era adolescente todavía se podía decir sin problema, el tonel de las danaídes, ahora el talón de Aquiles, gracias a Brad Pitt, se ha rehabilitado como metáfora, pero cuántas cosas hay que ya no funcionan: Venus nace de la amarga espuma o todo lo que era de referencia mitológica, de Zeus, de Minerva, de Juno, todo eso ya no está y las referencias cinematográficas, salvo algunos casos, no alcanzan el grado de mitología internacional perdurable, es decir, Red Butler, Scarlet O'Hara, son una excepción, pero, en general uno no puede ya pensar como antes se hablaba de Abelardo y Eloísa, ¿qué quiere decir para un joven Abelardo y Eloísa?, ya nada. Entonces, como se ha perdido ya todo un sistema de alusiones culturales, es obvio que la lectura que respaldaba, nutría, solidificaba el sistema de relaciones culturales está muerta, entonces, ¿qué se está leyendo y cómo se está leyendo?, no sabría decirlo, pero ciertamente el lugar que ocupaba Mefistófeles en el menudo o mayoreo con Fausto, lo ocupa Darth Vader, o los villanos de El señor de los anillos. Ha habido un tal desplazamiento de conocimientos y de referencias que hace pensar que la lectura que se conocía sí está desapareciendo porque implicaba un método que no estaba sustentado en las imágenes y ahora es iconósfera todo, todo es vida de la imagen.
Patricia Galindo
Autor de numerosos libros, periodista de crítica aguda, ensayista, pero sobre todo cinéfilo e insaciable lector, Carlos Monsiváis es uno de los escritores más reconocidos de México. Lo mismo escribe sobre cultura, política e historia como de artes plásticas y literatura, siempre con gran humor e ingenio. Ha recibido múltiples reconocimientos y premios, entre ellos, el premio Anagrama de Ensayo por su libro Aires de familia y el Premio de Ensayo Latinoamericano Lya Kostakowsky.
Más que una entrevista nuestro encuentro fue una amena charla de más de dos horas entre el maestro Monsiváis, Jesús Guerra, editor de esta revista, y yo. Lo que a continuación se presenta es una síntesis de lo que Monsiváis nos dijo sobre su relación con los libros y la lectura.
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Patricia Galindo: ¿En qué momento de su vida se inicia en la lectura? ¿Cómo fue?
Carlos Monsiváis: Bien. Estrictamente, la pequeña distancia cronológica me impide saber cómo fue. Me acuerdo de las circunstancias: yo acababa de terminar mi curso de introducción al desciframiento de signos sobre la página y estaría terminando mi primer año de primaria, y me pasaron un ejemplar de La Odisea en la versión comprimida. Entonces me entusiasmé con Odiseo o Ulises y sé de un modo confuso, entre los debates de la mitomanía, lo que puede ser la exactitud evocativa, que me leí luego La Iliada, La Eneida, una versión también muy reducida de La Divina Comedia y me leí luego toda la editorial Billika. Y luego, a partir del quinto año de primaria, empecé a frecuentar los domingos librerías de viejo que estaban cerca de mi casa y empecé ya a variar. Me leí Los bandidos de Río Frío, no en versión reducida, y fue como descubrí que si yo no sabía hacer nada, hacía nada más gozosamente leyendo.
PG: Entonces usted no empezó con El tesoro de la juventud, como la mayoría de los lectores.
CM: Empecé con El tesoro de la juventud también, pero El tesoro de la juventud me llegó después ya de Billika, y que también tenía biografías de héroes: San Martín, O'Higgins, Juárez, Bolívar, desde luego. En ese tiempo, la Secretaría de Educación Pública publicaba una serie que se llamaba Biblioteca Enciclopédica Popular que a mí me fue muy útil; por un lado, eran locuras como Una excursión a los indios ranqueles del general Lucio B. Mancilla, un libro del siglo XIX, argentino; pero luego había la poesía de Renato Leduc o cosas que me fueron diversificando en lo que va de quinto año de primaria a tercero de secundaria que leí muchísimo de este tipo. De El tesoro de la juventud recuerdo poemas, recuerdo las ilustraciones; El tesoro de la juventud tenía, además, poemas que después encontré que eran portentosos, toda una serie de información internacional sobre las guerras, la gran guerra, en fin. Pero yo no distinguía, vamos, era un continuum de lectura. Sé que leí El tesoro de la juventud dos veces, por lo menos, pero que lo mezclaba siempre; y entonces, en secundaria descubrí la novela policial, que leí compulsivamente. Había la editorial Sopena, que era de Argentina-España, que publicaba una serie... Agatha Christie, que leí lo que pude y que sigo leyendo porque uno nunca acaba de leer un libro de Agatha Christie, siempre se equivoca en la adjudicación de la culpa, desde luego la primera novela, ¿Quién mató a Roger Akroyd?, Navidades trágicas, Tres ratones ciegos, Un triste ciprés, Maldad bajo el sol.
PG: Diez negritos...
CM: Sí, que era una canción infantil que en aquel entonces descubrí pero era Diez inditos... “one little, two little, three little indians, four little, five little, six little indians...” no era Ten little neggers era Ten little indians.[i] Luego, descubrí en la secundaria, enloquecido, a Dashiell Hammet y a Raymond Chandler que han continuado siendo mis lecturas. Entonces leí historia, leí poesía. Yo no sabía que era un lector pero era un lector, eso ya es una vocación y un oficio y una profesión y un encarnizamiento, lo que se quiera.
PG: Y, ¿tiene escritores o libros preferidos?
CM: Bueno, todo el tiempo la Biblia, siempre vuelvo a la Biblia, por lo menos una vez al día la consulto, no soy particularmente religioso pero sí soy particularmente adepto a la Biblia, tanto en la versión de Casiodoro de Reyna y Cipriano de Valera como en la versión que manda a hacer el rey James: The King James' Bible; desgraciadamente no sé alemán para poder leer la Biblia de Lutero que creo que es espectacular. Dickens, siempre vuelvo a Dickens; Balzac; Eça de Queiroz; Christopher Isherwood; Kafka, Borges, no puede pasar un día sin que lea una página de Borges, es lo más reconstituyente; pero, en fin, uno vive organizando sus lecturas.
PG: Entonces, se podría decir que las obras de esos escritores serían sus libros de cabecera...
CM: No, no puedo tener libros de cabecera porque mi cuarto es un desorden regido por los libros; la idea de libros de cabecera va cambiando conforme las torres de libros se precipitan al vacío, entonces hay que ordenarlas, organizarlas, pero estoy con deudas siempre, pagando deudas. Ahora estoy leyendo a Dostoievski con método, inmediatamente después me propongo Chéjov, luego Pushkin, Turgueneiev, es decir, una temporada rusa y luego todo lo que no he leído reciente de Estados Unidos que me interesa, en fin.
PG: ¿Qué autores norteamericanos lee?
CM: ¿De lo reciente? Phillip Roth, leí The Human Stain, me gustó bastante, leo Paul Auster que me gusta mucho, me gustaba mucho Donald Barthelme, todos esos cuentos minimalistas me parecían formidables, y bueno, siempre le recomiendan a uno algo.
PG: ¿Cuáles son los géneros que más lee?
CM: Historia, poesía, novela y literatura testimonial. Hay que leer siempre porque es la manera de mantener el idioma en renovación.
Jesús Guerra: ¿En qué idiomas lee?
CM: Básicamente en tres: español, inglés y francés; si me aventuro, intento el portugués, aunque he fracasado con Lobo Antunez, puedo más o menos con Eça de Queiroz con ayuda de diccionario, con Saramago, pero ya algo muy experimental ya no puedo. Italiano, pero la verdad es que en italiano no he pasado del XIX, cosas del Resorgimentto.
PG: Usted escribe sobre muchos temas, ¿cómo le hace?, ¿qué tanto lee?, ¿a qué horas lee?
CM: Todo el día, todo el día.
PG: ¿Lee periódicos?, ¿lee revistas?
CM: Bueno, pero eso lo leo de 6:30 a 7:30 de la mañana, me cuesta trabajo porque me irritan mucho las noticias, entonces, tengo que asimilar y luego hablar por teléfono como para ir degustando el horror; luego trabajo hasta las 3:00 digamos, si entendemos 'trabajo' de una manera muy generosa, y luego leo.
Jesús Guerra: A mí me impresiona mucho la cantidad de lecturas que hace porque me gustaría ser igual pero no puedo, en general, yo soy muy lento para leer, ¿cuántas revistas lee al mes?
CM: Leo Newsweek, Time, The Nation, eso cada semana regularmente; The Guardian, ésa me gusta bastante; The Independent, Milenio, Proceso, yo creo que ya de revistas.
Jesús Guerra: Y, ¿cuántos libros...?
CM: No, ni idea, como 200 páginas diarias, pero bueno, es que uno tiene que tener un método de lectura rápido y no buscarlo a través de cursos sino de golpes de vista, los periódicos me llevan poco tiempo porque los leo a través de golpes de vista, no me doy cuenta, y si me preguntan, recuerdo, pero es a través de una suerte de lectura fotográfica.
JG: Pero, ¿la literatura no?
CM: Bueno, la literatura puedo recordar, pero si estoy leyendo un libro a saltos, sé que lo voy a dejar, porque no me interesó. Una novela policial ya es raro que la lea tal cual, en general, la leo a saltos porque creo que el género no está en su mejor momento.
PG: Leí una entrevista que le hicieron en uno de sus cumpleaños en la que usted decía que lamentaba no haber leído más, ¿todavía sigue lamentando eso?
CM: Sí, cada vez peor, porque es la sensación de pérdida de todo aquello que pudo haberme enriquecido y que por mi culpa no sucedió.
PG: ¿Por falta de tiempo?
CM: No por falta de tiempo, por dedicarle tiempo a esa superstición que llaman la vida, ¿no?, entonces por conocer, por ejercerme como persona, si tal cosa pudiera, todo eso me quitó muchísimo tiempo. Lamento mucho haberme enamorado, lamento mucho no recordar de quién estuve enamorado, pero es un tiempo que debí invertir de otra manera.
PG: (Risas) Es más constructivo, más productivo.
CM: Sí, sí, en vez de una reconstrucción de cirugía plástica debería de haber una reconstrucción de memoria afectiva.
PG: Y, ¿qué está leyendo en estos días?
CM: Estaba leyendo un libro de un señor que se llama José Miguez Bonino sobre el protestantismo latinoamericano y estaba empezando a leer Tío Vania porque además quiero ver mañana Tio Vania en la calle 42; quiero leer también Tres hermanas porque tengo la versión de Lawrence Olivier y quiero cotejarla; luego tengo ganas de leer una obra de O'Neal, The iceman came in, Llegó el hielero, porque la vi hace mucho y me pareció formidable con un reparto suntuoso encabezado por Robert Ryan. Entonces, como redescubrí esta obra, quiero releer a O'Neal y a Tennessee Williams, la posibilidad de ver además Un tranvía llamado deseo y la película que en inglés se llama The Fugitive Kind con Marlon Brando, y bueno, está la otra obra, De repente en el verano, con Elizabeth Taylor, Montgomery Cliff, Katharine Hepburn; entonces así, releer a Tennessee Williams combinando con las películas. Pero son como disciplinas de fanático, no pretenden otra cosa.
PG:¿Usted cree que de todo libro se puede sacar algo bueno?
CM: Ay, no. La lucha contra corriente puede ser buena pero demasiado fastidiosa. De un libro de Carlos Cuauhtémoc Sánchez se puede sacar el odio a la alfabetización, tal vez, pero no... Estoy exagerando. Toda esa falsa literatura me irrita mucho, aunque me divierta recordada, padezco todo esta quincallería verbal que nos inunda, yo no podría ya.
PG: También con todos los libros de autoayuda, por ejemplo.
CM: Bueno, eso es chistoso si uno piensa que alguien lo pueda leer creyendo en ellos, eso tiene la virtud que uno se imagina una comunidad de ansiosos del éxito que siguen lavando pisos —con todo el respeto para los que lavan pisos, con toda la falta de respeto a los que anhelan el éxito—, pero fuera de eso no me dice nada, salvo eso, salvo imaginarme quién puede leerlos candorosamente, y luego siempre llego a la conclusión que los miembros del gabinete de Fox. No, no, pero no lo digo como crítica, el primer acto del gabinete de Fox, esto es cierto, fue una sesión de autoayuda, porque, pensando en Fox, es aquello en lo que él puede creer, ¿no? "Autoayúdate que Dios te autoayudará", supongo que así piensa que es el refrán.
PG:¿Usted cree que en México se lee poco?, según las encuestas los mexicanos leen un libro al año. ¿Cree que estas encuestas son confiables?
CM: Es obvio que sí. Se lee poco, se lee cada vez menos, el Internet ha centuplicado las posibilidades de lectura pero de un modo que no se relaciona con lo que era la lectura tradicional, ya está todo hecho por fragmentos, por saltos, por el intercutting, entonces ya es una lectura como de montaje, y todavía no sé adónde vaya a concluir y ya no lo sabré, en mi caso sí ya es una conclusión terminal, un adjetivo que uno debe ya aplicar para todo. Espero que Fox sea un presidente terminal y que no vuelva a verlo, por como es... Lo que sucede es no sólo se lee poco, todo lo que se sabía dejó de saberse y no se ha establecido con claridad cuál es el nuevo sistema de conocimientos. José Emilio Pacheco tiene un término que me parece muy ilustrativo, las alusiones perdidas, decirle a alguien algo que cuando yo era adolescente todavía se podía decir sin problema, el tonel de las danaídes, ahora el talón de Aquiles, gracias a Brad Pitt, se ha rehabilitado como metáfora, pero cuántas cosas hay que ya no funcionan: Venus nace de la amarga espuma o todo lo que era de referencia mitológica, de Zeus, de Minerva, de Juno, todo eso ya no está y las referencias cinematográficas, salvo algunos casos, no alcanzan el grado de mitología internacional perdurable, es decir, Red Butler, Scarlet O'Hara, son una excepción, pero, en general uno no puede ya pensar como antes se hablaba de Abelardo y Eloísa, ¿qué quiere decir para un joven Abelardo y Eloísa?, ya nada. Entonces, como se ha perdido ya todo un sistema de alusiones culturales, es obvio que la lectura que respaldaba, nutría, solidificaba el sistema de relaciones culturales está muerta, entonces, ¿qué se está leyendo y cómo se está leyendo?, no sabría decirlo, pero ciertamente el lugar que ocupaba Mefistófeles en el menudo o mayoreo con Fausto, lo ocupa Darth Vader, o los villanos de El señor de los anillos. Ha habido un tal desplazamiento de conocimientos y de referencias que hace pensar que la lectura que se conocía sí está desapareciendo porque implicaba un método que no estaba sustentado en las imágenes y ahora es iconósfera todo, todo es vida de la imagen.
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Nota:
[Lecturas 5. Octubre 2004-marzo 2005]