sábado, 14 de julio de 2012

Una tarde de M. Andesmas, de Marguerite Duras





Una tarde de M. Andesmas
de Marguerite Duras

Jesús Guerra

Esta novela de Marguerite Duras, publicada en Francia en 1962 con el título L’après-midi de M. Andesmas, y que en ediciones recientes lleva la palabra ‘señor’ completa, L’après-midi de Monsieur Andesmas, se llama en español, en la edición castellana de Seix-Barral, de 1963, Una tarde de M. Andesmas. Yo casi siempre estoy en desacuerdo con los títulos castellanos de libros y películas cuyos originales están en otros idiomas. A mí me parece que este libro debió llamarse «La tarde del señor Andesmas».

Esta edición de Seix-Barral de 1963, con traducción de Caridad Martínez, que yo adquirí hace algunos años en un establecimiento de libros usados, es la que leí (por supuesto Seix-Barral hizo varias reimpresiones posteriores). Si alguien se interesa por leer esta novela de Duras (y ojalá les interese) tendrán que buscar la nueva edición española de la editorial Demipage, de 2011, con nueva traducción, en este caso de la poeta Amelia Gamoneda, que desafortunadamente le cambia el título. Esta nueva edición se llama La siesta de M. Andesmas. ¡Qué lata con ese «M. Andesmas»! ¿No entienden que están traduciendo? El traductor y la editorial norteamericanos sí lo entendieron y la novela en inglés se llama The afternoon of Mr. Andesmas.

La novela es breve, extraña (y más para los lectores de nuestra época: hay que tener en cuenta que la novela fue escrita dentro de las corrientes narrativas francesas de hace medio siglo) pero muy bella. Hay quienes dicen que es la novela más «poética» de Duras. Es una de esas obras en las que aparentemente no pasa casi nada, y ese ‘aparentemente’ es porque, en efecto, en el exterior casi no sucede nada, pero sí en el interior de los personajes. Eso por una parte, por otra, independientemente de lo que pase o no, lo más importante es el lenguaje, no la narración sino el texto. No se trata tanto de retratar la realidad sino de literaturizar la realidad. Es una novela que pretende, como muchas de esa época, contarnos lo que realmente sucede cuando casi no sucede nada. Algo así como captar «la verdad» de un momento (que fue, digamos, lo que intentó también Salvador Elizondo, de otra manera, con su ‘crónica de un instante’ [Farabeuf]), aunque paradójicamente la búsqueda de esta verdad se realiza con la propuesta de interpretaciones de lo ocurrido. ¿El señor Andesmas se quedó dormido y parte de lo que se supone que sucedió esa tarde, en realidad sólo la soñó? No lo sabemos a ciencia cierta, por eso no me gusta el nuevo título, La siesta de M. Andesmas, porque subraya una de las interpretaciones, y si no la subrayó ni la autora ni la editorial original, ¿por qué la subrayan la traductora y la editorial española?

¿Qué es lo poco que sí sucede? El señor Andesmas, de casi 70 años de edad y bastante dinero, que tiene apenas un año de vivir en un pueblo francés del Mediterráneo junto con su muy joven hija, Valérie, acaba de comprar una casa que se encuentra en la parte alta del pueblo —con vista al bosque, a la plaza del pueblo y al mar—, precisamente para su hija, porque a ella le gustó, quedó de ver a un contratista llamado Michel Arc, para construir en el terreno frente a la casa una terraza, una especie de mirador. Quedaron de verse al quince para las cuatro de la tarde, y el señor Andesmas está ahí a la hora fijada, con todos sus años y todos sus kilos. Su hija lo llevó y lo dejó ahí, quizá para ir a buscar al constructor.

El señor Andesmas está sentado en un sillón de mimbre, que hace ruido cada vez que él se mueve, y está en el terreno que se supone será la terraza. La luz del sol es fuerte a esa hora, Andesmas tiene calor y espera.

De la plaza del pueblo sube música. Una canción de moda que se repite toda la tarde. La gente del pueblo baila en las calles, en la plaza.

Mientras espera, Andesmas ve un perro rojizo. Luego a una «niña» (así dice el texto, pero en realidad es una adolescente) que le dice que es hija del constructor y que él está bailando en el pueblo, que llegará más tarde. Andesmas espera, y piensa, y habla en voz alta, y platica con la muchacha, y recuerda, y piensa en su hija, y en algún momento se duerme, no sabemos, ni él, exactamente cuánto tiempo duerme, y sigue observando el paisaje, el pueblo, el mar. La muchacha se va y luego llega la esposa del constructor y dice que su marido llegará a la cita. Y Andesmas y la mujer esperan.

El tiempo de la espera es importante en la literatura francesa, es el tiempo inmóvil e inmovilizador que permite recordar, pensar, platicar si se está acompañado, hablar de lo que pasó y de lo que podría pasar… Quizá exageran quienes escriben que esta novela de Marguerite Duras es una obra maestra… Finalmente es cuestión de gustos. Pero de que es una obra interesante, inteligente, fascinante a su manera y bella, no hay duda. Y también a su manera es una obra que se ha convertido en una novela de culto. Tiene fans muy interesantes. Uno de ellos es el novelista español Enrique Vila-Matas, quien escribió un texto buenísimo sobre esta novela en el diario El País, el cual, entre otras cosas, nos da algunas claves importantes para la comprensión de esta obra.

Póster de la película

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Una tarde de M. Andesmas. Marguerite Duras. Traducción de Caridad Martínez. Editorial Seix Barral. Barcelona. 1963. 118 págs.

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La siesta de M. Andesmas. Marguerite Duras. Traducción y prólogo de Amelia Gamoneda. Demipage. Madrid. 2011. 119 págs.

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