Nosotros tres
de Jean Echenoz
Jesús Guerra
Nosotros tres es la sexta novela del escritor francés Jean Echenoz, la cual fue
publicada en Francia en 1992, cuando el autor, nacido en 1947, tenía 45 años,
aunque en nuestro idioma no se publicó sino hasta cuatro años después, en 1996,
en la Editorial Anagrama. La novela es compleja, pero está escrita con una
aparente ligereza y con gran economía de medios, pues suceden muchas cosas en
tan sólo 190 páginas. Y no todo lo que sucede es narrado, es decir, lo que se
cuenta es sólo una parte (de acuerdo, entre otras, a la teoría del iceberg de
Hemingway, quien decía que lo narrado debe de ser sólo un pequeño porcentaje de
lo que sucede) el resto queda debajo (siguiendo la imagen del iceberg), pues el
autor sugiere muchas cosas con pocas palabras. Esto, de hecho, es cierto para
la gran mayoría de los autores, pero en el caso de Echenoz es una de sus
características más notables.
El narrador, de apellido DeMilo, es un astronauta francés,
un hombre exitoso, narcisista, distante, mujeriego, que vive muy bien, y es uno
de los tres personajes principales. El segundo, Louis Meyer, es un ingeniero
que trabaja para la industria espacial, separado, que extraña a su exesposa
pero que no pierde el tiempo a la hora de intentar seducir a cuanta mujer se
cruza en su camino, aunque no siempre con éxito. El tercer personaje central es
una mujer, importante para estos dos hombres, cuya identidad no puedo revelar
para no echarles a perder la lectura de la novela.
El argumento es casi una caricatura, una exageración, una
parodia de diversos géneros. En el curso de esas 190 páginas mencionadas, hay
conferencias, exposiciones de pintura, viajes a la costa, fiestas, seducciones,
accidentes, carros incendiados, encuentros casuales, búsqueda de antiguas
amantes, infidelidades, secretos, malentendidos, terremotos y viajes al espacio
exterior. Es una historia aparentemente absurda que tiene, sin embargo, su
sentido, y en realidad más de uno.
Edición francesa original |
Hay que tener en cuenta a la hora de leerlo, que el autor
está considerado como uno de los herederos de la generación del «Nouveau Roman»
o Nueva Novela, de mediados del siglo pasado, aunque actualizado, menos
ortodoxo. Recordemos que ese movimiento literario, que se corresponde con la
«Nouvelle Vague», la Nueva Ola del cine francés, intentaba quitarles peso a los
argumentos y darle más consistencia al estilo y a la reflexión. Uno de sus
lemas era «Más Flaubert y menos Balzac», y algunos de los miembros de ese
movimiento literario pretendieron, incluso, escribir novelas sin historia, es
decir, sin argumento, sin trama, lo cual era un exceso.
Para Echenoz el argumento sí es importante, pero tiene,
para él, el mismo valor que la escritura misma. Es decir, el estilo y la
historia narrada tienen, más o menos, el mismo peso. Y si bien le quita
importancia a lo que serían ciertos puntos clave de la estructura argumental,
se la otorga a algunos detalles relacionados con los personajes o con el
contexto geográfico de los acontecimientos lo mismo que al ritmo y a las
palabras con que nos cuenta su historia.
A pesar de que lo que acabo de decir puede sonar a que la
novela es aburrida o lenta, la verdad es que se deja leer con fluidez y de
aburrida no tiene ni una línea, lo cual puede parecer extraño, pero la
explicación, evidentemente, está en el estilo del autor. Es irónico, socarrón,
paródico, pero su humor es sutil, no nos provoca carcajadas la lectura de esta
obra, pero sí sonrisas cómplices, arqueos de cejas y rascaduras de cabeza.
Edición francesa de bolsillo |
Algunos de los críticos franceses, además de mencionar la
imaginación y la originalidad del mundo narrativo del autor, celebran su
escritura y no falta quien dice que Echenoz es un virtuoso del lenguaje.
Lamentablemente ese nivel nos lo perdemos quienes leemos la novela en
traducción, la cual, en el caso de la versión española, corrió a cargo de Josep
Escué, y si bien es evidente el trabajo que debió costarle al traductor verter
la prosa de Echenoz al castellano, su versión no tiene ese virtuosismo que
comentan los críticos galos.
Una de las características estilísticas, por lo menos de
este libro en particular, es el tratamiento de los animales, en las
descripciones de sus actitudes, como si fueran seres humanos, y lo mismo sucede
con los objetos y otros elementos, a los que se describe como si fueran seres
vivos. A esta figura se le llama «prosopopeya» o «antropomorfismo», que, por
supuesto, es una figura clásica, pero Echenoz no sólo la utiliza bien sino con
insistencia. Por ejemplo, fíjense en el tratamiento que da a la descripción de
unas cortinas envejecidas y a las imágenes de animales que cubren esas
cortinas:
«En el cuarto piso, las cortinas de una ventana a la
izquierda, no se habían sustituido, jovial tela senegalesa que había
representado, en tiempos, orgullosos leones y tigres altivos sobre fondo azul
vivo, rojo sangre, deslumbrantes, pero que tres años de erosión solar habían
apagado, vuelto sombría, transformando su fondo en gris perla y rosa viejo,
amaestradas todas sus fieras, domesticadas, encorvadas».
Edición en inglés |
Y esta descripción de unas palmeras mientras uno de los
personajes pasa entre ellas:
«Cantidad de alegorías coloniales recargaban la escalera,
enmarcada por dos altísimas palmeras datileras en posición de firmes. Disgustadas
por tener que encarnar aquel empleo tan distante de su vocación indolente,
ondulantes, decepcionadas porque su esencia exótica no se empleara mejor,
aquellas palmeras se volvían amarillas, aprisionadas en su sitio, sin más
perspectiva que ésa...»
Como es una novela breve, uno tiende a leerla rápido,
sobre todo porque su prosa fluye bien a pesar de las complejidades que
conlleva, pero es recomendable leerla con cierta lentitud, o en todo caso,
releerla pronto, pues Nosotros tres es una de esas obras que son muy
sugerentes y que significan mucho más de lo que dicen sus páginas.
Por supuesto, como sucede con la producción de todo
artista, la obra de Jean Echenoz no es para todos los gustos. Habrá quien
piense que es un autor absolutamente genial y, también, quien juzgue que su
obra es extraña, que sus argumentos son intrascendentes, o simplemente que su
estilo no es de su agrado. Cada lector tiene su propia opinión.
Edición italiana |
Jean Echenoz —quien nació en Orange, Francia, el 26 de
diciembre de 1947, lo que quiere decir que a fines de este año cumplirá 70 años—,
publicó su primera novela, El meridiano de Greenwich, en 1979, a los 31
años, pero la traducción no apareció en nuestra lengua sino hasta 1998, casi
dos décadas después, cuando él ya había publicado en Francia siete novelas. De
hecho, otros de sus libros fueron traducidos al español antes que esa primera
novela, como lo pueden ver a continuación.
Echenoz publicó después Cherokee (en Francia en
1983; la traducción al español, en Anagrama, en 1989); La aventura malaya
(Francia, 1986; España, 1990); La ocupación de los terrenos (1988;
2003); Lago (1989; 1991); Nosotros tres (1992; 1996); Rubias
peligrosas (1995; 2004); Un año (1997; 2011); Me voy (1999;
2004); Jérôme Lindon: mi editor (2001; 2009); Al piano (2003;
2004); Ravel (2006; 2007); Correr (2008; 2010); Relámpagos (2010;
2012); 14 (2012; 2013); Capricho de la reina (2014; 2015), y Enviada
especial (2016; 2017).
Entre los premios importantes que ha recibido Jean Echenoz
se encuentran el Premio Médicis 1983 (por Cherokee), el Premio Goncourt
1999 —el de mayor prestigio en Francia— (por Me voy), y los premios
Aristeion y François Mauriac 2006, por su novela Ravel.
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Nosotros tres. Jean Echenoz. Anagrama, colección
Panorama de Narrativas. 190 págs.
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