martes, 16 de enero de 2018

La lechuza ciega, de Sadegh Hedayat




La lechuza ciega
de Sadegh Hedayat

Jesús Guerra

La lechuza ciega es un libro extraño, pero (o: y) fascinante. Comienzo con mi historia con el libro: Hace un buen número de años compré, en una librería de viejo de la Ciudad de México, este libro de título raro, La lechuza ciega, de un autor, en ese entonces, completamente desconocido para mí, llamado Sadegh Hedayat. Había sido publicado otros tantos años antes, en octubre de 1966, por la editorial mexicana Joaquín Mortiz, en su famosa Serie del Volador, y el original había sido publicado en iraní, o persa, o farsi —como quieran llamar al idioma de Irán—, pero no en Irán sino en La India, con un tiraje pequeñísimo, en el año de 1936. La traducción al español es de Agustí Bartra, a partir no de alguna edición en farsi sino de la traducción al francés, a cargo de Roger Lescot, que se había publicado en Francia en 1953.




Cuando lo adquirí lo leí, o quizá sólo lo medio leí, y lo guardé. Y el libro, junto con el resto de mis libros de entonces, me acompañó en varias mudanzas y luego se quedó en la sección de libros en «añejamiento», hasta que hace poco lo rescaté y lo leí. Lo leí casi de un tirón, pues se trata de una novela corta, y si bien su redacción es perfectamente comprensible, y tiene pasajes deslumbrantes, su significado y su interpretación no son sencillos. Entre otras cosas por su utilización de una mezcla de simbolismos, de la cultura folclórica de Irán —aunque por fortuna cuenta, por lo menos la edición de Joaquín Mortiz, con un apartado de notas—, y simbolismos oníricos y por tanto psicoanalíticos, especialmente jungianos, y algunos otros que no soy capaz siquiera de percibir, ya no digamos de interpretar.




Ahora, gracias a Internet —instrumento inexistente para el público cuando adquirí el libro—, me entero de que el libro está considerado como la obra maestra de Sadeg Hedayat, y el escritor como uno de los grandes autores de Irán del siglo XX. Sin embargo, así como fue de extraña y, en parte, tremenda, la vida del autor así ha sido también la trayectoria de este libro, el cual, como comenté, se publicó en La India en 1936, con la nota de que estaba prohibida su venta y su publicación en Irán, pues en esos momentos políticamente el libro no hubiera sido bien recibido, por decir lo menos. Cuando finalmente se publicó en Irán, en los años 40, la novela causó revuelo y muy pronto sufrió de intentos de censura, y uno de sus defensores, fuera de Irán, fue André Bretón, pues a los surrealistas franceses les había entusiasmado mucho la obra. Finalmente, el libro fue censurado, así como otras obras de Hedayat (y muchos otros autores), y con la revolución islámica de 1979, la censura de libros no ha hecho más que empeorar en ese país.




Sadegh Hedayat —su nombre también puede aparecer en español como Sadiq Hidayat—, nació en 1903, en Teherán, en el seno de una familia aristocrática; tuvo muy buena educación y fue a estudiar su carrera a París a fines de los años 20. Iba a estudiar odontología, carrera que abandonó para estudiar una ingeniería, carrera que abandonó igualmente para estudiar literatura, gracias a su contacto, ahí, con la literatura occidental. Varios años después regresó a Irán y comenzó a publicar cuentos y ensayos, y a traducir del francés obras de Maupassant, de Sartre, de Chéjov y de Kafka, y se convirtió en una figura importante del panorama intelectual y literario de su país. Al parecer, sin embargo, para fines de los años 40 se dio cuenta que no podía producir las obras que quería y que su público esperaba de él, y también estaba decepcionado de la vida política de Irán. Su única esperanza era regresar a vivir a París, lo cual hizo en 1950, pero ya fuera porque el París de la postguerra no era la ciudad que conoció en su juventud, ya por la frustración que sentía por no poder escribir como deseaba, ya porque estaba demasiado imbuido del pensamiento del absurdo de la época, ya porque fuera un solitario melancólico, o porque —lo diríamos hoy— sufría de depresión, o quizá por todo eso junto, se quitó la vida en su departamento rentado de París en abril de 1951, dos meses después de haber cumplido 48 años de edad.




¿Pero de qué trata el libro?, se preguntarán ustedes. Bueno, eso depende, pues como comenté antes, tiene varias interpretaciones posibles. El narrador escribe para su sombra, para la sombra que proyecta sobre la pared mientras escribe y que parece una lechuza que fuera leyendo al mismo tiempo que él redacta. Según unas interpretaciones el narrador es un demente, según otras es un pintor fumador de opio y el texto es su delirio, según otra es un muerto que describe su confusión... Por supuesto, estas interpretaciones no son excluyentes: podría perfectamente tratarse de un adicto al opio cuyos delirios son idénticos a los de un demente que describe las sensaciones y la confusión de un muerto, o bien de un muerto que describe sus pensamientos y sensaciones creyendo estar en el delirio del opio, o cualquier variación que se les ocurra. En todo caso, hay una obsesión con el delirio onírico y con la muerte, y el personaje-narrador, que en ciertos pasajes está solo y, en otros, acompañado de algunos personajes misteriosos y siniestros, va participando a lo largo de la narración de la identidad de los otros personajes...

En todo caso, el libro es una locura, y, como apunté ya, es una obra fascinante. Curiosamente hay una adaptación cinematográfica de esta novela, de 1987, una adaptación muy libre del realizador chileno de cine de arte Raúl Ruiz, quien hizo toda su carrera en Francia (murió en el año 2011).

Si les interesa leer esta novela, evidentemente no van a conseguir ya, a menos de que sea en una librería de viejo, la edición mexicana de Joaquín Mortiz, pero hay ediciones españolas recientes, una de Ediciones Hiperión (su edición lleva el título El búho ciego) y otra de Ediciones Siruela, con traducción de María Isabel Reverte y María Teresa Gallego Urrutia. Esta edición de Siruela, se consigue con cierta facilidad y consta de 120 páginas.



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