lunes, 24 de junio de 2019

La sangre de los libros, de Santiago Posteguillo





La sangre de los libros
de Santiago Posteguillo

Jesús Guerra

Hace ya un buen tiempo comenté aquí un libro del escritor español Santiago Posteguillo titulado La noche en que Frankenstein leyó el Quijote, título que, por cierto, me parece estupendo. Ese libro está formado por diversos artículos relacionados con libros o autores importantes, en los que nos narra anécdotas ciertas, historias falsas que se han contado como ciertas, o detalles poco conocidos de lo que podríamos denominar la historia secreta de los libros. Es un libro muy ameno, fácil de leer, ligero e interesante, y la verdad se los vuelvo a recomendar. En esta ocasión quiero comentarles otro libro del mismo autor, con las mismas características del que les acabo de mencionar, llamado La sangre de los libros. Está compuesto por un pequeño prólogo, y 30 artículos breves, de entre cinco y ocho páginas cada uno, acerca de libros y de autores, pero no son ensayos acerca de las obras, sino historias acerca de cómo se escribieron, o de las circunstancias, a veces extrañas, a veces simpáticas, que rodean ciertas obras conocidas. Algunas incluso tienen ese aire sabroso de chisme literario.

El autor del libro, Santiago Posteguillo, es un escritor español nacido en Valencia en el año de 1967. Es profesor universitario de Lengua y Literatura Inglesas; estudió Escritura Creativa en Estados Unidos y Análisis del Discurso y Traducción en el Reino Unido. Es muy conocido por ser el autor de dos trilogías de novelas históricas que se desarrollan en la antigua Roma: la trilogía sobre Escipión El Africano, y la trilogía sobre Trajano, las cuales han tenido mucho éxito de crítica y público en España y en América Latina.

En el prólogo de la obra, Posteguillo apunta: «La sangre de los libros propone un viaje alternativo y diferente por la historia de la escritura. Detrás de grandes clásicos de la literatura universal, sea la Eneida, La vida es sueño, Jane Eyre o Drácula, por mencionar sólo algunos títulos que el lector va a visitar en este viaje en el tiempo, hay misterios y enigmas y, con frecuencia, sangre: la sangre de los escritores esparcida de forma silenciosa por entre las líneas de sus libros».

En el primer texto, titulado «El gran rescate. Cuando Europa del Sur rescató a Europa del Norte», nos narra primero un hecho ocurrido en Roma en el año 62 antes de cristo. Linio Archia, el antiguo maestro griego de retórica de Cicerón iba a ser juzgado pues algunos de sus enemigos querían desterrarlo de la ciudad aprovechando una nueva ley que permitía denunciar «altas erróneas en la ciudadanía romana». El maestro de Cicerón era, por supuesto, ciudadano romano, pero, según decían sus acusadores, no había en los archivos documentos que demostraran que el trámite se había llevado a cabo. El defensor era el propio Cicerón. Tomó la palabra y destrozó a sus oponentes. El tribunal falló a favor de la defensa. Sin embargo, el discurso de Cicerón, nos dice el autor, «como tantas otras obras maestras clásicas, se desvaneció en el olvido del tiempo tras la caída de Roma».

La segunda parte de esta historia se desarrolla más de un milenio después, en el monasterio de Lieja, en 1333. Llegaron al monasterio, a buscar al abad, un joven de 28 años llamado (ni más ni menos que) Francesco Petrarca y su asistente. Ya era tarde. Les dijeron que el abad los recibiría a la mañana siguiente. Les dieron de cenar y luego, mientras les preparaban la celda en donde pasarían la noche, Petrarca se puso a curiosear en la cocina y encontró un montón de rollos manuscritos en un rincón. Le peguntó al monje que los atendía qué era aquello y el hombre respondió que era leña. Que no se preocuparan, que no eran nada importante. Petrarca se puso a revisarlos, varios no eran, en efecto, nada importante, pero de repente se sorprendió: tenía en sus manos un discurso de Cicerón. Precisamente, el discurso que salvó al maestro de Cicerón de ser desterrado. El autor apunta: «El italiano inició uno de los mayores rescates de la historia del mundo: salvar del fuego, de los basureros y de la aniquilación decenas de textos clásicos que se desdeñaban por paganos. A Petrarca lo siguieron Coluccio Salutati, Niccoló Niccoli y Poggio Bracciolini. Entre ellos recuperaron a Cicerón, Virgilio, Lucrecio, Quintiliano, Tito Livio y tantos otros: discursos, poemas, oratoria; historia y literatura salvadas del fuego».




En un formato similar, el autor narra y comenta muchas otras historias de la literatura. En el texto llamado «De una mosca y un mosquito a una obra maestra de la literatura universal» nos cuenta dos historias relacionadas con la figura de uno de los grandes poetas de la antigüedad: Virgilio. «Las tres condenas a muerte» trata de Séneca y su problemática relación con el poder de Roma. En «La biblioteca de Drácula» —artículo de título engañoso, justificable en parte porque el nombre es muy bueno— nos cuenta de las importantes correcciones finales al libro por parte de Bram Stoker, a partir de una nota de pie de página. Este artículo en particular me parece discutible, pues otros libros que he leído sobre este tema dicen que Stoker tenía un conocimiento mucho mayor del personaje histórico en el que se basó para crear a su vampiro de lo que sugiere el autor. Aun así, por supuesto, este relato que nos brinda Santiago Posteguillo me parece de mucho interés para cualquier lector, y más para los admiradores de la obra de Bram Stoker.

En el artículo llamado «Los versos perdidos», el autor nos cuenta del tiempo en que estuvieron perdidos —en realidad ocultos— los últimos 13 cantos de la Divina Comedia, de Dante. «El proyecto secreto y una tumba perdida» nos cuenta la triste historia de Johaness Gutenberg. Para colmo, ni siquiera sabemos ahora en dónde está la tumba de este hombre que murió pobre y desconocido, luego de haberle dado a la humanidad el invento más importante del segundo milenio. En «Una noche de pendencia» se nos narra un episodio en la vida no muy reposada de Pedro Calderón de la Barca, y algo similar nos cuenta en «El arresto», que trata de la impresionante vida de Félix Lope de Vega y Carpio, quien no sólo escribió muchísimo, sino que tuvo una experiencia vital rica en amores, hijos y problemas. ¿A qué hora escribía Lope de Vega, teniendo una vida como la que tenía?

«Un calambur» es uno de los textos más divertidos del libro. Nos narra una de esas anécdotas que no se puede saber si son ciertas o no, pero que por su osadía es más probable que sea falsa, aunque no por ello menos disfrutable, y su estrella es don Francisco de Quevedo. En «Los poetas del Heavy Metal» Posteguillo cuenta las circunstancias —o probables circunstancias— en que nacieron dos poemas importantes del romanticismo europeo, uno del romanticismo inglés, y otro del español. El primero es «La balada de viejo marinero», de Samuel Coleridge, y el segundo, la «Canción del pirata», de José de Espronceda. Y luego nos narra un momento de un concierto del grupo de rock inglés Iron Maiden interpretando «La balada del viejo marinero», y después la «escena» en que el grupo de rock español Tierra Santa grabó su «Canción del pirata». Luego apunta: «Está claro que las bandas de heavy metal, que buscan con frecuencia temas misteriosos o épicos, cuando no ambos a la vez, han sabido ver que la poesía romántica de todas las tradiciones literarias les ofrece exactamente eso que anhelan, y, con audacia, se han lanzado a poner música a esa gran literatura sin atender a limitaciones ni a complejos. El resultado es sorprendente.»

En el artículo titulado «Del poder de Ramsés II al ingenio de Woody Allen» el autor hace una reflexión sobre el paso del tiempo y su efecto en el ser humano, sin importar lo importante y poderoso que alguien pueda ser en un momento dado. Esto se encuentra relacionado con el faraón Ramsés II, con un poema de Percy Shelley, y con un diálogo de una película de Woody Allen. Y señala: «Historia, cine y literatura caminan de la mano mucho más de lo que a veces imaginamos».

Posteguillo nos cuenta también historias sobre Víctor Hugo, sobre las extrañas circunstancias de la muerte de Edgar Allan Poe, sobre Charlotte Brontë y su secreto, sobre los duelos de Pushkin, sobre las extrañas coincidencias relacionadas con la muerte de Gustavo Adolfo Bécquer, sobre las coincidencias entre realidad y ficción en la vida de Robert Louis Stevenson, sobre la agorafobia de Emily Dickinson, y sobre las terribles circunstancias en las que D.H. Lawrence escribió su libro Hijos y amantes, y la conmoción que causó, entre muchas otras historias de la literatura.

Ojalá que les interese este libro, que me parece sumamente ameno, tanto que se deja leer con facilidad y rapidez. Además, esta obra trata de uno de los temas preferidos de los amantes de los libros, la literatura y la lectura.

. . . . . . . . . . . . . . .

La sangre de los libros. Santiago Posteguillo. Planeta (2014). 222 págs. 

. . . . . . . . . . . . . . .

Te puede interesar:

La noche en que Frankenstein leyó el Quijote




No hay comentarios:

Publicar un comentario