Así en la paz como en la guerra
de Guillermo Cabrera Infante
Jesús Guerra
Catorce cuentos y quince viñetas
intercaladas componen este libro, así, cada cuento está precedido por una
viñeta, más una viñeta final que cierra el volumen. Las viñetas son relatos muy
breves que muestran situaciones terribles relacionadas con la lucha
revolucionaria cubana, con la represión, y, como apunta el autor en el
prefacio, «las viñetas anteceden y contradicen los cuentos, en la medida que la
Revolución calibraba y barría la realidad que aparece en los cuentos». Es
interesante leer el libro en el orden propuesto por el autor, pero es
igualmente interesante leer los cuentos en el orden en que se nos antoje, y
leer luego todas las viñetas juntas que formarían así una suerte de álbum de
recortes que nos muestran la otra realidad cubana durante la década de los 50.
En el prefacio de la primera
edición del libro, de 1960 (que reproduce la edición mexicana de la Editorial
Diana, de 1988), Cabrera Infante nos informa que con excepción del cuento «Las
puertas se abren a las tres», que es de 1949, todos los demás fueron escritos
entre 1950 y 1958. Y la mayor parte de las viñetas las escribió en 1958, a
partir de noticias reales y asesinatos, entre otros, de personas que él
conocía. Y apunta, «Nadie quiso imprimir las viñetas cuando fueron escritas. Se
publicaron un año más tarde en Carteles, ya en la Liberación. Después
fueron reproducidas en Lunes de Revolución, ocasión en que añadí tres
viñetas más —una de ellas narraba la muerte violenta de otro amigo, Enrique
Hart—. Hay otras dos viñetas que fueron escritas para este libro».
El prefacio termina así: «De los
cuentos, prefiero a todos a "El gran ecbó". Después me gustan
"Josefina, atiende a los señores" y "Abril es el mes más
cruel". Las viñetas me gustan todas por igual. Con la misma fuerza detesto
a "La mosca en el vaso de leche"».
Ahora bien, hay que recordar que
Cabrera Infante se fue muy pronto de la Cuba revolucionaria. A principios de
los años 60 vivió en España y poco después estableció su residencia definitiva
en Londres, y nunca regresó a Cuba, de la que estuvo nostálgico el resto de su
vida. En 1994, la editorial Alfaguara publicó una nueva edición del libro, y
ésta tiene un nuevo texto introductorio de Cabrera Infante. Una parte del texto
es muy similar a la del prefacio original, pero contiene también otros datos.
Este prólogo del 94 inicia así: «Este libro había sido vetado por mí antes. Me
molestaba que una parte, las viñetas, enjuiciara a todo el libro cuando se
publicó por primera vez en Cuba en 1960. Era un libro sartreano. Es decir,
realista socialista. Pero un día descubrí que era la posición no la oposición
de las viñetas la que resultaba onerosa. Si se las omitía en la lectura quedaba
el libro limpio: quedan sólo los cuentos solos con su torcida o recta manera de
ver la vida entonces. Casi diría que trataba únicamente de modos no de modelos
de vida en La Habana de ayer, hoy desaparecida. Son ecos entre las ruinas».
Y de las viñetas dice lo siguiente:
«Las viñetas, por supuesto, no me interesan más. Pero hay que decir en su favor
que dieron lugar a Vista del amanecer en el trópico». Y más adelante:
«Mi asombro último viene de que las viñetas, aquí y allá todas trágicas, hayan
sido leídas por algunos lectores como bocetos cómicos. Obviamente, la comedia
es infinita». Y termina: «La veda de este libro queda levantada ahora».
De los 14 cuentos, sólo cuatro
fueron incluidos en la enorme antología de su obra Infantería
(compilación, selección de textos e introducción de Nivia Montenegro y Enrico
Mario Santí; FCE, 1999). Los cuentos son: «Josefina, atiende a los señores»,
«Un nido de gorriones en un toldo», «En el gran ecbó» y «Ostras interrogadas»,
además de tres viñetas, la primera, la séptima y la décima. Y sólo uno
(«Josefina...») se encuentra en la antología de cuentos personal de GCI, Todo
está hecho con espejos. Cuentos casi completos (Alfaguara, 1999).
A pesar de que 10 de los 14
cuentos (o 13 de los 14, dependiendo de la selección que utilicemos como
referencia) no se encuentran entre sus mejores cuentos, Así en la paz como en
la guerra es un libro importante y, sobre todo, interesante y disfrutable.
Además, el libro tiene una importancia histórico-literaria, por llamarla de
alguna manera, en primer lugar porque se trata de su primer libro de cuentos, y
estas obras las escribió entre los 20 y los 29 años de edad. En segundo, porque
estos cuentos los escribió en Cuba y la primera edición del libro se publicó en
Cuba, y de alguna manera este libro fue, en su país, algo así como un best-seller
en su momento.
1. Un rato de tenmeallá (1950)
El cuento narra unas horas de un
día particularmente malo de una familia que vive en la miseria, les avisan que
si no pagan la renta al día siguiente los van a desalojar de la habitación en
la que viven. En pocas páginas tenemos un panorama de las relaciones entre el
padre, la madre y sus dos hijas, una adolescente y una niña. Lo que sucede es
terrible, pero lo que hace que el cuento sea más interesante aún, como ocurre
siempre con la literatura de Cabrera Infante, es el lenguaje. El texto, de unas
11 páginas (dependiendo de la edición que se tenga) está contado o platicado,
si se quiere, por la niña pequeña, en una suerte de fenesí, como hablan los
niños, todo de corrido; y para lograr este efecto, el texto está escrito sin
puntuación alguna y sin acentos: así, una niña cuenta, con toda inocencia,
cosas que los lectores sabemos son terribles.
El autor escribe en el prólogo
de este libro que este cuento «surgió del ambiente de miseria, promiscuidad y
olvido en que vivía el autor con su familia de cinco [...]. Si el personaje es
una niña de seis años, es sólo para poder llegar a la espantable realidad por
la distancia más larga: el balbuceo, la confusa visión, la comprensión
borrosa».
2. Las puertas abren a las tres (1949)
Dice GCI: «El título está tomado
de un aviso colgado en la taquilla de un cine, [...] y el cuento no es otra
cosa que un poema escrito por un adolescente enamorado de nadie, solo». La
verdad es que es un cuento muy bello en el que un adolescente nos cuenta sus
intentos de acercamiento a una chica que le gusta, y cómo ella lo evade. Pero
me parece que el cuento tiene varias lecturas posibles, desde la realidad
alucinatoria o fantasiosa, si se prefiere, de un joven enamorado, hasta una
interpretación fantástica.
3. Balada de plomo y yerro (1951)
Escribe Cabrera Infante de este
cuento: «describe el mundo del gansterismo criollo como las películas del oeste
describen la vida de la frontera y la planicie: por medio de la peripecia
brutal. El cuento ganó al autor un premio especial: fue detenido, encarcelado y
multado por la policía y los tribunales de Batista, cuando se publicó en
octubre de 1952. Razón [...] atentaba contra las buenas costumbres, aunque el juez
que me condenó era un inmoral notorio y los policías que me detuvieron hablaban
un lenguaje capaz de hacer enrojecer al carretonero habitual».
Ya desde el título, que incluye
un juego de palabras, el cuento mezcla la preocupación por el habla cubana y
una situación criminal. El cuento incluye algunas de las llamadas «malas
palabras», y ahora nos resulta increíble que a Cabrera Infante lo hayan
detenido por haber escrito el texto así.
4. Resaca (1951)
Cuenta la huida en espantosa
circunstancias de dos trabajadores azucareros, García y Cheo, quienes,
cumpliendo las órdenes del secretario de la Federación Nacional de Trabajadores
Azucareros, quien quería incendiar todos los campos de caña de azúcar como
represalia por no recibir el aumento demandado, prendieron fuego a los campos
en que laboraban y recibieron varios disparos pues el ejército ya estaba
enterado de los planes. Hay varios diálogos de los personajes sobre lo que
esperan que suceda luego de que triunfe la revolución, que son enternecedores,
porque esperan en realidad el paraíso ya que su visión no es política del todo,
sino mesiánica. Dice GCI en el prólogo acerca de este relato: «El cuento no ha
sido corregido nunca. Es por eso que sus toques de presciencia —la revolución
hecha por los guajiros, un héroe de la Sierra Maestra, la quema de cañaverales
y esa línea, "Cuando llegue la revolución, tú y yo... seremos los que
gobiernen"— son el orgullo del autor». Y es que el inicio oficial de la
revolución cubana se marca en 1953 y el cuento fue escrito en 1951.
5. Josefina, atiende a los
señores (1952)
El autor dice en el prólogo que
este cuento «se ocupa de la degradación moral y física de los prostíbulos», y
es que el texto es el monólogo de la dueña de un prostíbulo en el que le habla
a uno de los clientes y, tratando de quedar bien, se hace pasar como una muy
buena persona, quizá porque ella misma lo cree, pero con cada cosa que dice nos
va dando un retrato terrible de la situación así como de su propio egoísmo y
ceguera ante la realidad. Debido precisamente a que este texto está contado por
un personaje, podemos ver una de las preocupaciones centrales de Cabrera
Infante, el lenguaje de los cubanos y en particular de los Habaneros en los
años 50. Es un cuento breve, espléndido. En el prólogo de la edición de 1994
GCI añade que «la correosa anfitriona de un burdel impone su distancia con
errores de gramática parda. Pero lo que me divirtió al escribirlo es que había
entonces un anuncio en vallas y carteles que proponía a toda La Habana la
Ortopedia Díaz como ideal para miembros tullidos —y añadía: 'Josefina atiende a
las señoras'».
6. Un nido de gorriones en un
toldo (1955)
El autor apunta en el prólogo
que este cuento «parece autobiografía, pero no lo es». Y que «es literalmente,
un ejercicio en imaginación realista» y por tanto no se explica «por qué el
cuento resulta tan irreal». El personaje central se llama Silvestre (un nombre
que Cabrera Infante utiliza varias veces en el libro en cuentos diferentes, y
esos personajes así llamados podrían ser el mismo personaje o no), y él y su
mujer se dan cuenta que unos gorriones están construyendo su nido en el toldo
del balcón de la casa vecina, en la que vive una pareja de norteamericanos de
edad avanzada. Y ese toldo casi no lo abren. Silvestre y su mujer deciden
entonces que es necesario avisarles a los vecinos acerca del nido de gorriones,
para que no vayan a abrir el toldo un día de ésos y destruyan el nido. Después
de la oficina, Silvestre llega a la casa de los americanos y no los encuentra,
pero está una chica a la que nunca había visto, que dice ser la nieta de los
duelos de la casa. Una chica guapa con una personalidad realmente extraña. La
escena que se da entre ella y Silvestre es en efecto casi surrealista.
7. Mar, mar, enemigo (1954)
De este texto, el autor nos dice
al inicio del libro, que «es un experimento fallido. Si está en la colección es
porque hay dos o tres imágenes, dos o tres diálogos que me gustan a pesar del
tiempo. Otro personaje-eje lejano es pariente próximo de los pistoleros de
"Balada". ¿Añadiría algo decir que es una parodia encontrada de El
viejo y el mar?» El cuento es un vistazo a una historia de amor entre
personajes aparentemente opuestos, que se queda en suspenso, y luego la larga
espera por una reunión improbable. Esta "parodia encontrada" de la
célebre novela de Hemingway trata de lo mismo, desde una perspectiva
completamente diferente: una terca tarea inútil. La espera de la mujer a que
aparezca en el mar alguna señal del regreso de su amado.
8. La mosca en el vaso de leche (1953)
Este cuento muestra la pobreza y
la soledad de una mujer que vive casi esclavizada por sus hermanos, así como
por una sociedad indiferente, y sobre todo el momento de crisis de esta mujer
que está literalmente a punto de explotar. Es un muy buen texto acerca de unas
circunstancias y momento espantosos. El autor apunta que el cuento «está basado
en un recuerdo: una muchacha de la calle Amargura, que envejecía [...] pegada a
la máquina de coser. El autor creyó descubrir en ella una frustración sexual
[...]». Al final del prólogo, Cabrera Infante escribió: «Las viñetas me gustan
todas por igual. Con la misma fuerza detesto a "La mosca en el vaso de
leche"». Aunque por supuesto, no queda del todo claro si lo que detesta es
el texto mismo o lo que significa.
9. En el gran ecbó (1958)
Cabrera Infante señala que éste
«es el cuento de mayores ambiciones literarias del libro y a mi juicio casi
todas están logradas. Hay varios temas —la pérdida de la virginidad, el
adulterio, la discriminación racial— que pertenecen a todas las clases sociales
cubanas». Pero en el prólogo de la edición de 1994 contradice esta idea. Dice:
«"En el gran ecbó" es el cuento de mayores ambiciones literarias de
la colección. No deben de estar todas logradas pues he escrito este cuento por
lo menos tres veces con distintos resultados». Es un texto complejo y muy bien
escrito. Una pareja está comiendo en un restaurante de La Habana y llueve.
Ellos esperan que deje de llover para poder ir a una ceremonia religiosa
popular en un pueblo cercano. Mientras esperan y luego durante el trayecto, la
pareja conversa y nos dejan ver sus problemas. La culminación se da en la
ceremonia santera, cuando una desconocida se acerca a la mujer y, como una
vidente, le da un consejo. De alguna manera el autor se las arregló para que el
cuento parezca una escena, aunque caribeña, de una película de la Nueva Ola
francesa, que estaba de moda en esa época.
10. Cuando se estudia gramática (1958)
El autor confiesa en el prólogo
que este cuento es una broma privada. Y en efecto, el texto parece una
travesura. Silvestre, otra vez, es uno de los personajes. Mariella es la otra.
Ella tiene 15 años. Ambos estudian gramática en la casa de la chica. Esa tarde
en particular, no están en la casa ni la sirvienta ni la madre de Mariella. Los
chicos están solos. Y sin embargo, la escena que se produce entre ambos, además
de estudiar y merendar, es casi tan irreal como la del cuento «Un nido de
gorriones en un toldo».
11. Jazz (1958)
Este cuento es también «una
broma dada a un amigo», dice el autor. Es un texto breve en el que dos hombres
jóvenes, quizá de alrededor de 18 años (uno de ellos es el narrador, y para
variar se llama Silvestre), tratan de impresionarse el uno al otro con lo que
saben, sobre todo de jazz, la música del momento. Y con otros elementos, como
la mariguana. Es una escena de un momento muy específico del crecimiento de la
gente con aspiraciones de conocimiento cultural, que retrata muy bien no sólo a
sus personajes sino a su tiempo.
12. Abril es el mes más cruel (1958)
Este cuento, dice Cabrera
Infante, «descubre algunas ideas del autor sobre el suicidio». Pero dice
también algo de particular interés, que tanto este cuento como «Jazz» y «Cuando
se estudia gramática» fueron «escritos en la madrugada del 5 de julio de 1958.
Nadie podrá explicar por qué son cuentos tan disímiles». El cuento relata un
momento, uno particularmente importante, en el viaje de bodas de una
pareja en la costa. Tiene también, o a mí me lo parece, una cercanía con el
cine europeo de esa época.
13. Ostras interrogadas (1957)
GCI escribió que «es un cuento
casi folklórico: el personaje central existe, la muchacha ha sido vista alguna
vez por el autor en "El Carmelo" de Calzada, el final pertenece a las
regocijadas leyendas de la alta burguesía nacional. Mucha gente ha encontrado a
"Ostras" divertido, el autor lo encuentra repugnante», y aquí sí está
claro que lo que no le gustaba a Cabrera Infante era lo que retrata el texto y
no el cuento en sí. Y lo que retrata, de manera fugaz pero precisa, es una
relación entre un hombre de más de 60 años y una jovencita, algunas pocas de
las repercusiones de la misma, y por supuesto la justificación que da el hombre
a dicha situación.
14. El día que terminó mi niñez (1956)
Este cuento, nos dice el prólogo «fue hecho de encargo: en Carteles
[que era la revista en la que Cabrera Infante escribía sus famosas reseñas de
cine y de la que llegó a ser jefe de redacción] hacía falta un cuento de Día de
Reyes. Aquí aparecen muchos elementos que el autor pensaba utilizar en un viejo
proyecto, "Allá en el patio": una serie de cuentos que ilustraran los
recuerdos de los días de infancia en la tierra natal». Es otro de los cuentos
sobre las etapas del crecimiento de este libro, en este caso del paso de la
infancia a la adolescencia, y también de la caída de ciertas fantasías, de la
pérdida de ciertas inocencias, del traspaso de ciertas fronteras.
. . . . . . . . . . . . . . .
Así en la paz como en la guerra. Guillermo Cabrera Infante. (Edición original, 1960.) Editorial
Diana, México, 1988. 184 págs. Alfaguara, 1994. 208 págs.
Edición francesa |
La primera edición del libro impreso en Cuba, a principios de los 60's, era uno de mis libros mas preciado y leído múltiples veces, por desgracia en una mudada lo perdí y aunque después lo busque en muchas de las librerías de segunda mano de La Habana nunca pude obtener otra copia.
ResponderEliminarAunque después GCI adquirió fama internacional por sus magnificas novelas, creo que en este breve libro de cuentos esta el germen de lo mejor de su estilo.
Gracias por comentar. Completamente de acuerdo. Un saludo.
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