domingo, 19 de abril de 2020

Primeras líneas de Chicos prodigiosos, en dos idiomas



Primeras líneas...

Chicos prodigiosos

de Michael Chabon

en dos idiomas



The first real writer I ever knew was a man who did all of his work under the name of August Van Zorn. He lived at the McClelland Hotel, which my grandmother owened, in the uppermost room of its turret, and taught English literature at Coxley, a small college on the other side of the minor Pennsylvania river that split our town in two.

[Wonder Boys. Versión original en inglés de Michael Chabon. Villard Books (Random House, Inc.), 1995. (La portada mostrada corresponde a la edición de la editorial Picador USA)]



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El primer escritor auténtico al que conocí personalmente fue un cuentista que firmó todas sus obras con el seudónimo de August Van Zorn. Vivía en la habitación del último piso de la torre del Hotel McClelland, propiedad de mi abuela, y enseñaba literatura inglesa en Coxley, una modesta universidad en la otra orilla del insignificante río Pensilvania que divide en dos nuestra ciudad.

[Chicos prodigiosos. Traducción al español de Mauricio Bach. Editorial Anagrama, Barcelona, 1997.]




miércoles, 15 de abril de 2020

Chicos prodigiosos, de Michael Chabon





Chicos prodigiosos
de Michael Chabon

Jesús Guerra

Este año se cumplen 25 de la aparición, en inglés, de la segunda novela del escritor estadounidense Michael Chabon (nacido en 1963): Chicos prodigiosos (cuyo título original es Wonder Boys). En español se publicó dos años después, en 1997, en Anagrama, con traducción de Mauricio Bach. Le fue bien con la crítica y sólo estuvo nominada a un premio, el International Dublin Literary Award. Su gran éxito de crítica y ganadora del premio Pulitzer para ficción fue su siguiente novela, Las asombrosas aventuras de Kavalier y Clay, publicada en el año 2000, y en español, en Mondadori, en 2002 (espero pronto comentarla aquí, también). Sin embargo, Chicos prodigiosos a mí me gusta mucho, quizá porque sus personajes son escritores, aspirantes a escritores, editores y profesores de literatura, es decir, lectores.
 
Edición en inglés
En el 2000, además, se estrenó la versión cinematográfica de Chicos prodigiosos (que en inglés lleva el mismo título del libro, pero en México tiene el ridículo nombre de Un loco fin de semana), una cinta infravalorada que a pesar de que tuvo buenas críticas no funcionó en la taquilla norteamericana (y supongo que tampoco en la mexicana) debido a una mala campaña de publicidad, y aunque tuvo varias nominaciones para los Óscares en 2001, sólo ganó el de Mejor Canción, para Bob Dylan. El estupendo guion lo escribió de Steve Kloves, la magnífica dirección fue de Curtis Hanson (1945-2016), y las deliciosas interpretaciones estuvieron a cargo de Michael Douglas, Tobey Maguire, Frances McDormand, Robert Downey Jr., Katie Holmes y Rip Torn. A pesar de los inevitables cambios en la adaptación, la cinta es formidable.
 
Edición francesa
El personaje central y narrador de la historia es Grady Tripp, un novelista y profesor de escritura creativa de cuarenta y tantos años, exjoven prodigio, autor de un par de novelas de cierto éxito, que lleva siete años sin poder terminar lo que él considera su gran obra... aunque tiene sus dudas. Simplemente no la puede terminar y ya lleva más de dos mil páginas escritas. La novela que escribe se llama, precisamente, Wonder boys (aquí hay que explicar que en inglés esta expresión significa lo que dice el título en español, Chicos prodigiosos, es decir, jóvenes brillantes, muy prometedores, que destacan desde temprana edad, pero también puede tener el sentido que Tripp, jugando con las palabras, le da en su propia novela, que sería simplemente «Los chicos Wonder», pues trata de unos hermanos que se apellidan así).
 
Edición en inglés
publicada para el
estreno del filme
La novela transcurre en un fin de semana; empieza el viernes en la tarde al final de una clase de Grady, en la cual los compañeros de James Leer le hacen pedazos el cuento que presentó al taller. Esa noche hay una fiesta en la casa del director del departamento de Literatura y de su esposa, Sara, pues al día siguiente empieza el Word Fest, es decir, un festival con conferencias de escritores y otros eventos que pretenden reunir a los escritores locales con editores nacionales, etc., y la historia termina el domingo en la noche. Para el evento está invitado Terry Crabtree, amigo y editor de Grady, y asistirá como estudiante y asistente de los organizadores Hannah Green, una alumna de Grady que vive en su casa pues le renta el sótano. Pero esa noche llega también James Leer, que no estaba invitado, y termina invitándolo Grady a pasar a la reunión. Se trata de un fin de semana explosivo porque todos los personajes centrales están en crisis.

Grady está en crisis porque lleva siete años trabajando en una obra que no puede ni sabe cómo terminar, y porque esa misma mañana su mujer —su tercera esposa— lo abandonó, y esa tarde se entera que su amante, Sara Gaskell, la esposa de su jefe, está embarazada y el hijo es suyo, y porque en realidad no sabe qué hacer con su vida pues siente que está envejeciendo y, por supuesto, se niega a aceptarlo. Crabtree está en crisis porque lleva varios años sin publicar ninguna obra de éxito, está a punto de que lo corran, y siente la presión de conseguir un buen libro pronto, y el libro que Grady lleva años prometiéndole simplemente no está terminado... y quizá porque también se niega a madurar. Sara está en crisis porque no sabe qué hacer con su embarazo ni con su matrimonio ni con su amante. Hanna está en crisis —muy controlada— porque está enamorada de Grady... Y James está en crisis porque es joven... y es brillante, y tampoco tiene idea qué hacer con su vida. Así que todos juntos, en una especie de juerga permanente, producen una historia divertidísima y caótica pero también íntima, inteligente, llena de descubrimientos personales y, por supuesto, de referencias literarias y cinematográficas. Chicos prodigiosos es una novela que se lee con un enorme placer. 

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Chicos prodigiosos. Michael Chabon. Traducción de Mauricio Bach. Anagrama, colección Panorama de Narrativas (1ª. ed., 1997, Barcelona). 335 págs.


viernes, 3 de abril de 2020

Vidas escritas, de Javier Marías





Vidas escritas
de Javier Marías

Jesús Guerra

El libro que hoy comento es ligero, entretenido, fresco, se deja leer rapidísimo y es, realmente, delicioso. Se llama Vidas escritas y su autor es Javier Marías, considerado por muchos como el escritor español vivo más importante. No es precisamente una obra nueva. Se publicó originalmente en 1992, en Siruela, luego se hizo una edición corregida y ampliada en el año 2000, si no me equivoco en la editorial Alfaguara, y en marzo de 2007 se publicó en la editorial Debolsillo, en formato ídem, en España, y en México en septiembre de 2008. Se consigue con facilidad en las más importantes librerías en línea, tanto impreso como en edición digital.


El libro original está compuesto por 20 pequeñas notas biográficas de escritores, de las cuales 17 son de hombres y sólo tres de mujeres. Quizá para equilibrar las cosas, en la edición ampliada el autor agregó una sección, llamada «Mujeres fugitivas», con seis notas biográficas de igual número de mujeres de letras. 

Las notas biográficas de la primera sección, llamada como el libro, «Vidas escritas», corresponden a: William Faulkner, Joseph Conrad, Isak Dinesen, James Joyce, Giuseppe Tomasi di Lampedusa, Henry James, Arthur Conan Doyle, Robert Louis Stevenson, Ivan Turgeniev, Thomas Mann, Vladimir Nabokov, Rainer Maria Rilke, Malcolm Lowry, Madame Du Deffand, Rudyard Kipling, Arthur Rimbaud, Djuna Barnes, Oscar Wilde, Yukio Mishima y Laurence Sterne.

Y las notas de las «Mujeres fugitivas» corresponden a: Lady Hester Stanhope, Vernon Lee, Adah Isaacs Menken, Violet Hunt, Julie de Lespinasse y Emily Brontë. Luego viene una sección llamada «Artistas perfectos», compuesta por 37 fotografías de la colección de fotos de escritores de Javier Marías, seguidas por un texto en el que las analiza de una manera muy aguda, comprensiva y con mucho sentido del humor.

El libro concluye con un epílogo llamado «Divertidos como viejos», en el que nos muestra el lado más humano, por momentos enternecedor, de las relaciones amistosas entre Turgeniev y Flaubert, ya grandes. Una buena parte de esa relación se dio sólo por correspondencia, pues Flaubert se la pasaba encerrado en su casa de Croisset, cerca de Rouen, mientras Turgeniev viajaba de un lado a otro de Europa. En un momento dado Turgeniev le avisa por carta a su amigo que le envió una lata de salmón y otra de caviar. En la respuesta Flaubert pregunta por su regalo: «[...] todavía no he recibido ni el caviar ni el salmón. ¿Por qué vía ha remitido usted las dos latas?» Javier Marías nos dice que finalmente todo llegó bien, y Flaubert escribió: «Ayer por la noche he recibido la lata. El salmón es magnífico, pero con el caviar he gritado de voluptuosidad. ¿Cuándo comeremos juntos estas delicias?... Sepa que el caviar me lo como casi sin pan, como si fuera mermelada.»

El título del epílogo proviene, ligeramente adecuado, de unas líneas de una carta de Turgeniev a Flaubert, en donde le dice: «[...] los dos somos viejos, mi buen amigo; eso es indiscutible [...] procuremos al menos divertirnos como viejos».

Cada una de estas notas biográficas que componen Vidas escritas es una verdadera delicia. Están llenas de las manías, obsesiones, supersticiones y excentricidades que caracterizan a los escritores, y a los artistas en general, y, en realidad, a cualquier persona si uno se dedica a buscarlas. La idea de este libro se le ocurrió al autor debido a algo que notó al componer otro de sus libros: una antología de cuentos «únicos», es decir, relatos que o bien fueron los únicos que publicaron los autores recopilados, o bien son los únicos de un cierto género en particular que se les conocen a los autores. El libro se llama, obviamente, Cuentos únicos.

En la introducción a Vidas escritas, Marías explica que los datos acerca de los autores recopilados eran tan escasos, fragmentarios y a veces extravagantes, que al leer todas las notas biográficas juntas, parecían uno más de los cuentos del libro. Y apunta: «Creo, y creí entonces, que ello se debió no sólo a los dispersos y llamativos datos con que contaba acerca de esos autores malogrados y oscuros, sino a la manera de tratarlos, y pensé que lo mismo podía hacerse con los escritores más vigentes y renombrados [...]. La idea era, en suma, tratar a esos literatos conocidos de todos como a personajes de ficción [...]».

Tanto la idea como su ejecución son estupendas y si quiere comprobarlo no tiene más que conseguir y leer este riquísimo volumen de Javier Marías.

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Vidas escritas. Javier Marías. Prólogo de Eliede Pittarello. DeBolsillo, colección Contemporánea. 336 págs.