domingo, 13 de diciembre de 2009

Primeras líneas... En busca del tiempo perdido


Primeras líneas…

En busca del tiempo perdido
en tres idiomas



À la recherche du temps perdu


Du coté de chez Swann


Première partie

Combray


1.

Longtemps, je me suis couché de bonne heure. Parfois, à peine ma bougie éteinte, mes yeux se fermaient si vite que je n’avais pas le temps de me dire: «Je m’endors.» Et, une demi-heure après, la pensée qu’il était temps de chercher le sommeil m’éveillait; je voulais poser le volume que je croyais avoir encore dans les mains et souffler ma lumière; je n’avais pas cessé en dormant de faire des réflexions sur ce que je venais de lire, mais ces réflexions avaient pris un tour un peu particulier; il me semblait que j’étais moi-même ce dont parlait
l’ouvrage: une église, un quatuor, la rivalité de François Ier et de Charles Quint.

[Versión original en francés de Marcel Proust]
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Remembrance of things past


Vol. 1


Swann's way

Overture


For a long time I used to go to bed early. Sometimes, when I had put out my candle, my eyes would close so quickly that I had not even time to say "I'm going to sleep." And half an hour later the thought that it was time to go to sleep would awaken me; I would try to put away the book which, I imagined, was still in my hands, and to blow out the light; I had been thinking all the time, while I was asleep, of what I had just been reading, but my thoughts had run into a channel of their own, until I myself seemed actually to have become the subject of my book: a church, a quartet, the rivalry between François I and Charles V.

[Translated from the French by C. K. Scott Moncrieff]

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En busca del tiempo perdido
Vol. 1

Por el camino de Swann

Primera parte: Combray

Mucho tiempo he estado acostándome temprano. A veces, apenas había apagado la bujía, cerrábanse mis ojos tan presto, que ni tiempo tenía para decirme: “Ya me duermo”. Y media hora después despertábame la idea de que ya era hora de ir a buscar el sueño; quería dejar el libro, que se me figuraba tener aún entre las manos y apagar de un soplo la luz; durante mi sueño no había cesado de reflexionar sobre lo recién leído, pero era muy particular el tono que tomaban esas reflexiones, porque me parecía que yo pasaba a convertirme en el tema de la obra, en una iglesia, en un cuarteto, en la rivalidad de Francisco I y Carlos V.

(Alianza Editorial. Traducción de Pedro Salinas)



[Lecturas 5. Octubre de 2004-marzo de 2005]

sábado, 12 de diciembre de 2009

El Símbolo Perdido







El Símbolo Perdido



de Dan Brown




Jesús Guerra

El 15 de septiembre pasado terminó la espera de seis años para quienes disfrutamos la lectura del best-seller internacional El código Da Vinci (el libro vendió 81 millones de ejemplares en todo el mundo), y para quienes descubrimos después que existía una aventura anterior del simbologista (una materia que no existe en ninguna universidad, Harvard incluida) Robert Langdon, llamada Ángeles y demonios. La tercera aventura de Langdon se llama The Lost Symbol (la traducción al español se llama El símbolo perdido y se publicó en tiempo récord, mucho más rápido que las traducciones de Harry Potter), y esta vez transcurre en el propio país del personaje, Langdon, y del autor, Dan Brown: los Estados Unidos, específicamente en la ciudad capital, Washington, D.C.

Ahora no se trata de una conspiración contra la Iglesia católica por parte de un sociedad secreta que se creía desaparecida, como en Ángeles..., ni de una conspiración de la Iglesia católica para eliminar un secreto guardado por dos mil años por otra sociedad secreta, como en El código..., sino de un plan por parte de un individuo enloquecido pero muy bien informado para conseguir un objeto celosamente guardado y mantenido en secreto por parte de una sociedad que alguna vez fue secreta, ahora conocida, pero que sigue manteniendo secretos: los masones. ¿Y eso para qué? Porque dicho objeto contiene la información, debidamente codificada (obvio) que conduce ni más ni menos que a los secretos y la infinita sabiduría de los Antiguos Misterios que tienen el poder suficiente de hacer del hombre un dios.

El propio Langdon no cree en la existencia de esta suerte de tesoro, supone que se trata de una metáfora acerca de la sabiduría que debe conducir al ser humano a las alturas, pero como de costumbre con él, Langdon no busca las aventuras (como sería el caso de Indiana Jones) sino que las aventuras lo buscan a él y lo arrastran (como sucedía más o menos con Sherlock Holmes), siempre en carreras contra el tiempo, con la urgente necesidad de descifrar códigos y símbolos para salvar la vida de alguien (en este caso su queridísimo amigo, político y masón, Peter Solomon), más o menos durante 24 horas, hasta que el asunto llega a su término.

Si en Ángeles... le hablan a Langdon a su casa en Estados Unidos para que vaya a Suiza, al CERN (al Centro Europeo de Investigación Nuclear, por sus siglas en francés), porque tienen un cadáver de un científico con unos símbolos grabados en su cuerpo, y de ahí una crisis lo lleva a Roma y al Vaticano; y en El Código... de casualidad, cuando Langdon va a París a dar una conferencia para presentar un libro suyo, asesinan al curador del Louvre con el que se iba a ver (y Langdon se convierte en sospechoso por esto), ahora le vuelven a llamar su casa, el secretario personal de su amigo Peter Solomon, para que vaya de urgencia a dar una conferencia sobre los Masones a Washington, y al llegar se encuentra con que es una trampa, quien le llamó no fue el secretario de Solomon, no hay conferencia programada, y en realidad Solomon ha sido secuestrado, precisamente para obligar a Langdon a encontrar el objeto misterioso y descifrar los símbolos que se encuentren en él.

Siempre la aventura es compartida por Langdon con una mujer guapa, de pelo castaño, muy inteligente, muy culta y relacionada con la víctima o una de las víctimas del caso. Vittoria Vetra es hija del asesinado (Ángeles...); Sophie Neveu es nieta el asesinado (El Código...), y ahora la doctora Katherine Solomon es hermana del secuestrado. Las tres heroínas corren con él de un lado a otro, le dan claves, lo ayudan a descifrar símbolos. Con las tres llega Langdon a tener una relación amistosa que puede llegar a algo más... con Vittoria sucede algo más, definitivamente, con las otras dos se apagan las luces o se cierran las cortinas antes; o Langdon es demasiado serio, o Dan Brown piensa que ese aspecto de la historia es mejor dejárselo a James Bond.

Independientemente de las polémicas desatadas a partir de las declaraciones iniciales del novelista acerca de la veracidad de los datos, organizaciones, instituciones, etcétera, que aparecen en sus obras, leer las novelas de Dan Brown sí nos enseña muchas cosas. Sólo con la información arquitectónica, podemos ver de una manera diferente ciudades como París, Roma, Londres, y ahora Washington, D.C. Y la información histórica, aún sabiendo que quizá no todo lo que el autor nos dice sea o haya sido en realidad como él lo dice, nos invita a investigar dichos temas. Lo importante, creo yo, es el hecho de que estas novelas despiertan la curiosidad del lector no especializado en una serie de temas como la historia de la Iglesia católica, la historia de los Estados Unidos, la masonería, las sociedades secretas, la arquitectura, y un larguísimo etcétera. Quienes se conforman con ver las películas derivadas de las novelas de Brown se pierden lo mejor: el contexto cultural de los misterios que nos plantea en sus obras.

Los críticos literarios, sobre todo los estadounidenses y los ingleses, han atacado a Brown por no ser un escritor refinado. Está bien subrayar este hecho, por supuesto, pero es evidente que Dan Brown no intenta hacer gran literatura sino novelas de entretenimiento, y esto sí lo logra muy bien: sus novelas son muy entretenidas. Lo que Dan Brown sí sabe hacer es armar una novela interesante mezclando misterios del arte y de la historia, teorías sobre complots, creando claves o utilizando las que existen según diversas teorías. Desde esta perspectiva, sus obras funcionan muy bien. Y habría que reconocer que lo que hace no es sencillo.

¿El símbolo perdido es mejor que las dos novelas anteriores en las que aparece Robert Langdon? No para mi gusto. Creo que esas dos novelas son superiores. De hecho, creo que Ángeles... es la mejor de las tres, aunque El código... es más impactante en sus repercusiones debido al tema. El símbolo... es muy interesante pero creo que tiene dos fallas fundamentales, que no aparecen sino hasta el final: las motivaciones del criminal, y el impacto de uno de los misterios paralelos de esta historia. Ya que se ha acumulado la tensión por ver qué es lo que hay en ese video que el criminal ha declarado que publicará, al descubrir de lo que se trata, si bien en efecto suponemos que crearía un escándalo (finalmente explicable), resulta un tanto decepcionante para el lector.

Si bien es cierto que Dan Brown hace en El símbolo... por Washington lo que hizo antes por otras ciudades: descubrírnosla desde otra perspectiva al darnos información histórica poco conocida, por lo menos para el lector medio, el hecho de que el tema no sea tan sensible para tanta gente como sucedió con El Código... ha hecho que el libro no cause el escándalo que convirtió a esa novela en un bestseller internacional. Sin embargo, para los amantes del género y para los seguidores de Dan Brown El símbolo perdido es una lectura obligada y, para la mayoría, satisfactoria en términos generales. Queda una pregunta: ¿cuántos años tendremos que esperar para la próxima aventura de Robert Langdon?


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El símbolo perdido. Dan Brown. Editorial Planeta. 2009. 619 págs.
The Lost Symbol. Dan Brown. Doubleday. 2009. 509 págs.


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[Las imágenes, arriba: la edición español, la edición inglesa y la edición norteamericana]


[Sólo en Blog]

jueves, 26 de noviembre de 2009

Shangai baby




Shangai baby

Montserrat Prieto



La novela debut de Wei Hui, Shangai Baby, es la historia —en parte autobiográfica— de Cocó, una joven periodista que abandona su trabajo para dedicarse a escribir una novela. Detrás de la imagen materialista y frívola de Cocó, habita una chica tempestuosa que explora hábil y profundamente la íntima relación entre las oposiciones aparentes de las culturas oriental y occidental, el amor y el deseo, lo natural y lo artificial, lo sagrado y lo profano, el hedonismo y la espiritualidad; esto la lleva a estar en un constante y profundo contacto con sus emociones y en una búsqueda permanente de sí misma.

Cocó, gran amante de la vida nocturna, nos toma de la mano y nos lleva a recorrer las calles shangainesas. Las impresionantes imágenes, logradas a través de las descripciones, ahondan en el oscuro pero resplandeciente corazón de esta cosmopolita y misteriosa metrópoli, logrando que tanto el libro como sus personajes cobren vida. También nos presenta a algunos de sus amigos más cercanos: Madonna, quien hizo una fortuna primero como madame y después como la viuda de un viejo millonario; Tiantian, un joven sensible, talentoso, encantador, casi femenino aunque drogadicto e impotente de quien Cocó vive perdidamente enamorada, en quien ella ha encontrado su alma gemela; Tiantian es mantenido por su madre, una expatriada en España que, de acuerdo a la abuela de éste, es responsable de la muerte del padre de Tiantian. Vive abrumado por la ausencia de su madre, y toda su vulnerabilidad ante la vida lo hace la presa perfecta para caer en el mundo de las drogas. A pesar de esto, es Tiantian mismo quien siempre alenta a Cocó a escribir su novela. Y Mark, un ejecutivo alemán que trabaja en Shangai, que proporciona a Cocó toda la pasión que su amado Tiantian no puede ofrecerle. Atrapada en este triángulo desesperado, desgarrada entre dos amores y atormentada por su traición, lo único que puede salvarla es su propia novela.

Cocó hace un intento por imitar el estilo de vida y de escribir de los beats, pero es demasiado burguesa, demasiado "occidentalizada" como para lograrlo.

Desde el pop hasta el post-punk, con epígrafes desde The Beatles hasta Sylvia Plath, pasando por William Burroughs y Tori Amos, Shangai Baby es una novela de emociones si no maduras, sí auténticas, sinceras e intensas: la pasión, la muerte, el amor, el dolor y la propia Shangai, con sus bellas descripciones, se entremezclan en el relato para hacernos sentir a sus lectores como si realmente estuviéramos ahí.

Shangai baby se ha convertido en un auténtico fenómeno literario y en la referencia de toda una generación de jóvenes chinos, refleja lo que está pasando con las nuevas generaciones chinas: los valores y las actitudes son diferentes a los de hace 30 años, los jóvenes ya no creen en el comunismo, ahora están más influenciados por la cultura, la música y el cine occidentales, y son hedonistas y frívolos. Muchos jóvenes se sintieron identificados y se percataron de que Cocó era, en cierta forma, una vocera de todos ellos al decir cosas que nadie se animaba y al mostrar la realidad actual.
Todo eso ocasionó que Shangai baby fuera prohibida por las autoridades chinas por su naturaleza sensual y su estilo irreverente en 1999, año de su publicación. La novela fue calificada de decadente, viciosa y esclava de la cultura occidental, y se quemaron públicamente 40,000 ejemplares. Obvio que no hay mejor publicidad para un libro que la censura, así que esto no hizo más que disparar la venta en el mercado negro, con más de dos millones y medio de ejemplares vendidos hasta hoy.

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Shangai baby. Wei Hui. Traducción de Romer Cornejo y Liljana Arsovska. Emecé Editores, S. A., Col. Grandes Novelistas. Argentina; 2002. 270 págs.

Existe también una edición de Editorial Planeta.

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La autora

Wei Hui (se pronuncia como en inglés, más o menos: "Way Way") nació en una pequeña isla de la costa este de China. Hija de un estricto oficial del ejército chino, pasó tres años de su infancia en un templo ocupado por el ejército, del que los monjes habían sido expulsados durante la Revolución Cultural. Estudió Literatura en la prestigiosa Universidad Fudán y escribió varios libros de relatos.
Desde que censuraron su novela Shangai baby en China, Wei Hui ha pasado la mayor parte del tiempo en Nueva York estudiando meditación, budismo, confucianismo y taoísmo. Al igual que muchos otros escritores, ha reconocido que el exilio le da una perspectiva muchísimo más clara sobre su país y su cultura. En una entrevista, declaró: "Vivir en Nueva York ha sido algo crucial para mí. Vivir ahí me hace sentir, de cierta manera, más cerca de China, la distancia geográfica me ha llevado a un momento en que me siento emocional y psicológicamente más cerca de mi país. A veces, tienes que alejarte algo para poder obtener una visión más clara de las cosas. Nunca hubiera podido leer libros sobre taoísmo o budismo en China porque allá hay una explosión económica capitalista muy fuerte, un sentir real del materialismo que no siento en Nueva York".
Su segunda novela, Casada con Buda, publicada en español por Emecé Editores en noviembre de 2005, continua con las aventuras de Cocó. Ahora fue ella misma quien se autocensuró al escribir su nuevo libro, después de que el Gobierno Chino le permitiera regresar a su país natal.

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Ver también (en inglés):
Ficha de la película, de 2007: http://www.imdb.com/title/tt0840375/combined


[Lecturas 6. Enero-abril de 2006]

Las confidentes




Las confidentes


Alicia Rico



De un tiempo a esta parte, la narrativa escrita por autores, y especialmente por autoras judías latinoamericanas está cobrando mucha importancia entre los estudiosos de literatura, debido a que en estas obras se da voz a una minoría que hasta hace poco había sido doblemente silenciada, por su condición de mujeres y de mujeres pertenecientes a un grupo minoritario foráneo: los judíos.
México cuenta con un amplio reparto de autoras judías entre las que podríamos mencionar, como ejemplo, a Sabina Berman, Sara Levi-Calderón (quien también publica bajo el nombre de Silvia Feldman), Esther Seligson, Sara Sefchovich y Rosa Nissán. A principios de los noventa, el éxito obtenido por la primera novela de Nissán, Novia que te vea, y su posterior puesta en escena por Guita Shyfter, igualmente judía, sirven para demostrar el interés que este grupo silenciado durante tanto tiempo está despertando.





En el caso de Angelina Muñiz-Huberman (Hyères, Francia, 1936), confluye otra referencia cultural que parece estar cobrando también un lugar prominente, muchos años después del suceso histórico: el exilio español. Hace apenas un año que en Madrid se inauguró una exposición fotográfica y de documentos, mientras que Televisión Española rodó un documental, “Exiliados”, recogiendo parte de las experiencias de los exiliados españoles. Si bien en España es ahora cuando se empieza a rendir homenaje a todos ellos reconociendo su existencia, su presencia en México durante todas estas décadas ha dejado huella en la cultura mexicana por la colaboración que se dio entre los exiliados españoles y los mexicanos que los acogieron. Pues bien, Angelina Muñiz-Huberman lleva desde finales de la década de los sesenta recogiendo estos dos temas en sus obras, no sólo de narrativa sino también en sus ensayos y estudios. Entre sus novelas están Morada interior (1972), ganadora del Premio Magda Donato, Tierra adentro (1977), La guerra del unicornio (1983), Dulcinea encantada (1992); también ha escrito relatos: Huerto cerrado, huerto sellado (1985), El libro de Míriam y Primicias (1990), Serpientes y escaleras (1991), Narrativa relativa (1992); en el campo de la poesía cuenta con El ojo de la creación (1992) y entre sus estudios se encuentran La lengua florida: antología sefardí (1989) y Las raíces y las ramas: fuentes y derivaciones de la Cábala hispanohebrea (1993).



En un relato autobiográfico con el título de “Death, Exile, Inheritance”[1] en que la autora reflexiona sobre sus experiencias y su escritura, afirma no haberse dejado influir por modas o tendencias a la hora de concebir sus obras; para cada una de ellas escogió la forma que mejor serviría al propósito de la historia que quería contar (52-55). En Las confidentes asistimos a un diálogo entre dos mujeres que consiste en ir contando historias de forma alternativa. Dichas narraciones, un total de quince, están enmarcadas por un primer diálogo entre ambas, en el cual proveen al lector con una idea de la estructura que va a seguir la obra, y el colofón de la misma, que es un breve texto de un narrador en tercera persona, informando al lector de la despedida de las confidentes que parten en direcciones diferentes en busca de nuevas historias para recrear otras vidas en el futuro. A su vez, cada uno de los relatos va precedido de una breve introducción que varía en extensión, forma y voces narrativas, ya que además de las dos mujeres también participa el mencionado narrador omnisciente. Algunos de los relatos están plenamente encuadrados por esta técnica narrativa puesto que al final de los mismos intervienen de nuevo las confidentes o el narrador omnisciente o todos; sin embargo, en algunos casos no se da este broche final, realzando así el impacto del término de la historia relatada. Así, las voces de las confidentes y del narrador en tercera persona son el hilo conductor que da unidad a la colección de relatos y se convierte en una obra que no es una novela, propiamente hablando, pero tampoco una colección de historias convencional, aunque cada una de ellas tiene su propio título, adjudicado por las confidentes. Esta estructura se asemeja a la de Agua quemada que publicó Carlos Fuentes en 1981.



En el diálogo que abre la obra, las confidentes se caracterizan una a otra como “la escucha milenaria” y “la cuentista milenaria”, personificando así la tradición oral que mantiene viva la memoria colectiva y que está íntimamente unida a la historia de la cultura judía a la que pertenece la autora, y que hace su aparición, aunque sea sólo en una referencia, en varios relatos. De cualquier modo, hay que señalar la existencia de una historia, “La niña de Auschwitz”, dedicada a una de las supervivientes de este campo de concentración como el propio título indica. Muñiz-Huberman basa sus narraciones en sus diversas fuentes culturales; de ahí que junto al judaísmo, el exilio español y las experiencias de los exiliados españoles a su llegada a México también pueblen las páginas de esta obra, como de tantas otras de la misma autora. Algunos detalles de las vidas de los protagonistas pertenecen a la biografía de la autora que los va insertando en las vidas ficticias creadas. La casi totalidad de los personajes comparten una búsqueda que en muchos casos ni siquiera saben que están llevando a cabo, o cuyo objeto desconocen. La mayoría de ellos está enzarzado en una búsqueda de su propia identidad o de algo que dé sentido a su vida. Esta necesidad de reencontrarse a sí mismos proviene de la sensación de pérdida experimentada al verse obligados a abandonar su lugar de origen por las situaciones trágicas de la Guerra Civil española y la Segunda Guerra Mundial. Aunque los protagonistas se han incorporado a la cultura del país que los acoge, México en la mayoría de los casos, se sienten desarraigados, añorando un lugar que tuvieron que dejar atrás contra su voluntad. Junto al tema del exilio y la sensación de pérdida que esto conlleva, se plantea también el tema de la relación entre madres exiliadas y sus descendientes, hijas principalmente, y la incomunicación entre ellos. La falta de comprensión de los hijos hacia esos sentimientos de pérdida e incluso el rechazo de algunos de ellos a oír las historias de ese pasado familiar, que forma parte de su propia historia, no hace más que acentuar el sentimiento de desarraigo de las madres en estas historias. En definitiva, la desesperanza y la falta de sentido de la vida es un rasgo compartido por muchos de los protagonistas de estos relatos.



El tono de las narraciones va de lo jocoso a lo dramático, rayando alguna de ellas en la crueldad, por lo que pueden llegar a crear una sensación de incomodidad en el lector. Pese a esto, no cabe duda de que todas son portadoras de una voz muy personal que configura un mundo propio, no sólo en cuanto a su contenido, sino también en cuanto a su estilo y a su personalísima forma de narrar, violando hasta las leyes más básicas de la puntuación castellana con el fin de conseguir el efecto deseado por la autora. Así, esta autora reclama un espacio en el que hacer oír su voz a través de sus personajes judíos y exiliados.


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Las confidentes. Angelina Muñiz-Huberman. Tusquets Editores, México, 1997.
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[1] Angelina Muñiz-Huberman, “Death, Exile, Inheritance”, en King David’s Harp: Autobiographical Essays by Jewish Latin American Writers, Ed. Stephen A. Sadow, Albuquerque: University of New Mexico Press, 1999 (pp. 43-56).


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La autora

Angelina Muñiz-Huberman nació en Hyères, Francia, en 1936, lugar al que se trasladaron sus padres, españoles, al estallar la Guerra Civil. Luego viajaron a Cuba y finalmente a México. Es doctora en Letras por la UNAM, y en Lenguas Romances por la Universidad de Pennsylvania. También ha realizado estudios de filología y literatura en El Colegio de México. Es novelista, cuentista, ensayista, traductora y poeta. Se considera que ella introdujo la novela neohistórica y la mística sefardí en la literatura mexicana. Ha obtenido los siguientes premios literarios: Xavier Villaurrutia, Magda Donato, Fernando Jeno, José Fuentes Mares y Sor Juana Inés de la Cruz.



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Ver también:


"Historias del exilio español en Las confidentes de Angelina Muñiz-Huberman", de la propia Alicia Rico: http://www.ucm.es/info/especulo/numero30/confiden.html





[Lecturas 4. Junio-septiembre de 2004]

miércoles, 25 de noviembre de 2009

El caso del secretario italiano

















El caso del secretario italiano

Jesús Guerra




A los lectores del escritor norteamericano Caleb Carr, les tengo una noticia buena y otra no tan buena. La buena es que ya se publicó en español su nueva novela: El caso del secretario italiano (que en inglés se llama sólo The Italian Secretary). La no tan buena es que no forma parte de su serie sobre El alienista. Ahora bien, le tengo una buena noticia a los sherlockianos: la novela forma parte del ciclo post-Conan Doyle de las investigaciones del detective de Baker Street.


Escribir cuentos y novelas de Sherlock Holmes es una suerte de deporte para los escritores de narraciones de misterio de lengua inglesa, hay una buena cantidad de relatos del detective de la pipa y su asistente, el doctor John Watson, escritos por diversos narradores después de la muerte del creador de estos personajes tan conocidos y queridos en todo el mundo. Ahora bien, para que estos relatos tengan una especie de "valor oficial" deben de estar reconocidos por los representantes de los herederos de Sir Arthur Conan Doyle. Para lo cual, supongo, hay que pedirles su autorización para utilizar a los personajes o algo por el estilo.



Breve historia de esta novela



El representante de los herederos de Conan Doyle en los Estados Unidos es Jon Lellenberg, y él, junto con Martin Greenberg y Daniel Stashower planearon una antología de cuentos de Sherlock Holmes, escritos por autores contemporáneos, con una característica en particular: que de alguna manera hubiera un elemento sobrenatural en cada una de estas nuevas historias. Esto, por supuesto, va contra los supuestos de los cuentos y las novelas escritos por Conan Doyle, con la sola excepción de la novela El sabueso de los Baskerville, la cual aunque no tiene una explicación paranormal sí contiene elementos y atmósfera que la acercan a la novela de terror. En eso consistiría, pues, la novedad de esta colección de casos. Los antologadores le pidieron a respetables narradores de obras de misterio que escribieran un cuento para este libro (que finalmente se publicó con el título Ghosts of Baker Street, editado por Carroll & Graf, de Nueva York, en 2006).

Entre los autores invitados se encontraba Caleb Carr, autor de las espléndidas novelas de misterio El alienista y El ángel de la oscuridad, la primera ubicada en la Nueva York de 1894 y la segunda en la misma ciudad tres años después, más o menos en los mismos años en que suceden, al otro lado del Atlántico, algunas de las historias del detective inglés. Caleb Carr aceptó el reto y como historiador de profesión que es, basó su relato en un asesinato de la historia de Inglaterra, el del italiano David Rizzio, secretario, por llamarle de alguna manera, de la reina María de Escocia. Pero el argumento se le alargó a Caleb Carr, no pudo dejar de escribir y terminó con el manuscrito no de un cuento sino de una novela, de ahí que su obra se publicó de manera independiente a la antología, aunque evidentemente está ligado a ella (en Estados Unidos la publicó la misma editorial que la antología de cuentos).

El libro incluye un muy interesante postfacio escrito por Jon Lellenberg en el que, entre otras cosas, hace un análisis de las similitudes y las diferencias entre Sherlock Holmes y el doctor Kreizler y su equipo, personajes de El alienista y El ángel de la oscuridad.


La novela


Sherlock Holmes recibe un telegrama en clave de su hermano mayor, Mycroft, quien tiene un puesto muy importante en el gobierno y es una persona muy cercana a la reina Victoria. Al decodificar el mensaje, encuentran que Mycroft les pide ayuda, a Sherlock y al doctor Watson, para resolver el misterio de dos recientes asesinatos ocurridos en el viejo palacio real de Holyroodhouse, de Edinburgo. El detective y su amigo, asistente y narrador de sus aventuras, Watson, toman el tren hacia Escocia, encuentran a Mycroft y éste les explica los motivos por los cuales dichos asesinatos —el de un arquitecto y su asistente a quienes se les había encomendado renovar el ala más antigua del palacio—, le preocupan y por qué cree que pueden estar relacionados con un asunto político de nivel internacional que podría amenazar la seguridad de la reina y de Gran Bretaña.

No obstante, a Sherlock Holmes estos crímenes le traen a la memoria el asesinato de David Rizzio, secretario privado, profesor de música y confidente de María, reina de Escocia, trescientos años atrás, en el siglo XVI, precisamente en la torre que tenían encomendada remodelar el arquitecto y el constructor, quienes fueron muertos exactamente de la misma manera que Rizzio —detalle que se le ocultó a la prensa—: poignardé à l'écossaise (apuñalado a la escocesa).

El caso es interesante y misterioso, el punto de partida histórico es extraño y sangriento, el ambiente es deliciosamente gótico y la resolución resulta satisfactoria, al igual que la novela en general. A mí, como a una buena parte de los lectores que han disfrutado con las obras de Conan Doyle, me gustan las aventuras de Sherlock Holmes, aunque evidentemente no soy un sherlockiano, es decir, un conocedor de estas obras. Para los sherlockianos, pero también para quienes sin serlo disfrutamos las aventuras del detective más famoso de la literatura, el "campo de estudio" crece día con día, a pesar de que las obras que forman "el canon" son siempre las mismas, y es, por supuesto, gozoso. Luego de leer esta novela de Caleb Carr se antoja volver a los orígenes y releer las novelas de Conan Doyle, como Estudio en escarlata, El signo de los cuatro, El sabueso de los Baskerville, y los cuentos, entre ellos Un escándalo en Bohemia, La liga de los pelirrojos, El carbunclo azul y El problema final.

La verdad, sin embargo, es que, aunque es sumamente disfrutable, esta novela no es ni la mejor de Sherlock Holmes ni la mejor de Caleb Carr, pero no deja de fascinarme la capacidad de Celeb Carr, y de muchos otros escritores, para imitar a otro escritor, de otro siglo, de otro país, y con un estilo narrativo tan conocido. Escribir una novela de Sherlock Holmes implica imitar el estilo de redacción y de organización de la historia del doctor Watson —pues siempre es él el narrador—; implica también conocer a la perfección la psicología de los personajes y su estilo personal de hablar, y en este caso, lo más complicado, estructurar el misterio de tal manera que funcione según el estilo de investigación del detective. No es una tarea fácil y Caleb Carr sale muy bien librado de este reto.

Sin embargo, los fans de Caleb Carr seguimos a la espera de otra novela de su serie de El alienista, aunque ha pasado ya una década desde la segunda novela de la serie: El ángel de la oscuridad.


Las obras anteriores de Caleb Carr


Caleb Carr (nacido en Nueva York en 1955) es historiador de profesión, y está especializado en Historia Militar. Además de numerosos artículos y ensayos sobre esta materia, aparecidos en revistas y libros, Carr ha publicado una novela de juventud (que al parecer es malísima y él mismo desecha) llamada Casing the Promised Land (1980); una especie de biografía novelada de Frederick Townsend Ward, un mercenario norteamericano que luchó en China, llamada El soldado del diablo (1991); las espléndidas novelas de misterio de la Nueva York del siglo XIX El alienista (1994) y El ángel de la oscuridad (1997); una novela futurista, Killing Time (2000), misma que primero publicó por entregas en la revista Time, la cual recibió muy malas críticas y hasta donde sé no ha sido —ni será, creo— publicada en español, y un ensayo acerca del terrorismo, Las lecciones del terror (2003). La obras publicadas en nuestra lengua han sido editadas por Ediciones B.

Las novelas que lo han hecho famoso. El alienista...


Quienes no hayan leído aún El alienista ni El ángel de la oscuridad, no saben de lo que se han perdido. La primera transcurre en 1896. El jefe de la policía de Nueva York era Theodore Roosevelt (el mismo que años después sería presidente de los Estados Unidos) y había en la ciudad un asesino en serie cuyas víctimas eran jóvenes prostitutos. La corrupción policiaca era enorme y la moral pública, que evidentemente dominaba a los medios de comunicación, impedía que se reconocieran ciertos problemas, es decir, no se podía escribir en la prensa de la existencia de la prostitución infantil, por lo tanto ese segmento de la población simplemente no existía y en consecuencia el asesino en serie que victimaba a personas oficialmente inexistentes no podía existir tampoco. Sin embargo, Roosevelt era un hombre honesto y tenía la determinación de atrapar al criminal, así que juntó un equipo de personas, poco ortodoxo, para que realizaran el trabajo de investigación en secreto.

El equipo lo formaron: el doctor Lazlo Kreizler (un "alienista", que era como se le llamaba en esa época a quienes ahora denominamos psiquiatras, debido a que atendían a los "alienados"); su asistente personal, Cyrus Montrose (un negro enorme al que Kreizler había ayudado a salir de problemas legales, que ahora fungía como mayordomo en casa y como guardaespaldas en la calle); su chofer (de carro de caballos, por supuesto), Stevie Taggert (un adolescente al que Kreizler había rescatado de una vida de criminalidad callejera); Sarah Howard (una joven, feminista adelantada a su época, que había intentado trabajar en la policía pero a quien el machismo de la institución le había complicado la existencia); los hermanos Isaacson, Lucius y Marcus (quienes trabajan para la policía pero eran vistos como los patitos feos ya que eran muy serios, estudiosos y analíticos y estaban interesados en las metodologías de investigación más modernas, aunque algunas de las pruebas que conseguían apenas comenzaban a tener valor legal, como las huellas dactilares), y el señor John Schuyler Moore, un periodista. Y es Moore, precisamente, el hombre de letras del grupo, el narrador de la historia, el Watson de ese ente investigador que forman entre todos.

La obra es fenomenal porque mezcla dos tipos de novela policiaca, la de fines del siglo XIX (encabezada por Conan Doyle con su personaje Sherlock Holmes), y el thriller policiaco contemporáneo de asesinos en serie (que podría estar representado por Thomas Harris y su serie de novelas sobre Hannibal Lecter: Dragón Rojo, El silencio de los inocentes y Hannibal).


...El ángel de la oscuridad


Tres años después, Caleb Carr publicó la segunda novela de la serie: El ángel de la oscuridad, en la que reúne al mismo grupo de investigadores. La acción transcurre en la misma ciudad en el año de 1897. En esta caso la investigación no fue una orden del jefe de la policía sino que le fue encomendada a Sara Howard, quien para esas fechas había montado una oficina propia como detective. Sara estaba aburrida de los casos menores que le llegaban cuando de pronto se encontró con uno que era tan complejo que no tuvo más remedio que pedirle a sus compañeros de la aventura anterior que la ayudaran, cosa que, por lo demás, hicieron con gusto: la hija de un diplomático español había sido secuestrada, y la situación política entre España y los Estados Unidos era tan complicada en esos momentos, que la madre de la niña desaparecida tuvo que solicitar los servicios de Sara en secreto.

Para este argumento, Caleb Carr recurrió a otro tema incómodo: las mujeres asesinas de niños, un tema que el autor afirma que perturba a la sociedad ya que las mujeres, en general, y las madres, en particular, son percibidas como amorosas por naturaleza.

Una de las características de esta novela, un tanto desconcertantes al comenzar a leerla, es que esta historia no es narrada por el periodista, John Moore, como lo fue El alienista, sino por Stevie Taggert, el chofer del doctor Kreizler. Esto implica una prosa diferente, un lenguaje menos amplio y mucho más popular, pero ojo, popular en Nueva York en la última década del siglo XIX.

La elección de un narrador diferente se explica porque el proyecto original de Carr incluía una serie de novelas con el mismo grupo de investigadores, y cada una sería narrada por un miembro diferente. Y escribo en pasado acerca del proyecto del autor porque han transcurrido 10 años desde la aparición, en inglés, de la segunda novela de la serie, y Caleb Carr no ha dado muestras de publicar una tercera novela con el doctor Kreizler y compañía como personajes centrales. Sus lectores, sin embargo, no perdemos la esperanza.

Ahora bien, la elección de Stevie Taggert como narrador de El ángel de la oscuridad ha tenido una consecuencia lamentable en la traducción a nuestro idioma: es imposible traducir con fidelidad un lenguaje tan específico como el de Stevie (irlandés de origen, con un pasado criminal en los bajos fondos de una ciudad y un tiempo específicos). No se puede hacer una traducción literal, tampoco se puede inventar un estilo, y tampoco se puede tomar un habla equivalente en nuestra lengua simplemente porque no existe; como consecuencia se tradujo el libro a un español neutro. Si bien la decisión es acertada —y a eso habría que agregar otras decisiones por lo menos discutibles del traductor— la novela en nuestro idioma carece de estilo y, por lo tanto, pierde una buena parte de los elementos que la hacen tan disfrutable en inglés. Otro de esos elementos es el diálogo. La voz de cada uno de los personajes es claramente identificable, en inglés, lo cual también se pierde en español, por el mismo motivo. Y los diálogos están relacionados con la estupenda interacción de los personajes.

Quienes se interesen en leer estas dos novelas de Caleb Carr, deberían comenzar, como es lógico, con la primera. Y quienes se interesen tanto en la literatura de Caleb Carr como en las obras de Sherlock Holmes deberían de apurarse en conseguir y devorar El caso del secretario italiano. No los va a decepcionar.

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El caso del secretario italiano (The Italian Secretary). Caleb Carr. Postfacio de Jon Lellenberg. Traducción: Eduardo Iriarte. (Edición original: 2005, Carroll & Graf, New York) Primera edición en español: abril, 2006. Primera reimpresión: abril, 2006. Barcelona. Ediciones B. Colección "La Trama". 300 págs.

El alienista (The Alienist). Caleb Carr. Traducción: Antoni Puigròs. (Edición original: 1994. Ballantine Books.) Primera edición en español: marzo, 1995. Barcelona. Ediciones B. 528 págs.

El ángel de la oscuridad (The Angel of Darkness). Caleb Carr. Traducción: María Eugenia Ciocchini. (Edición original: 1997, Ballantine Books.) Primera edición en español: 2001. Barcelona. Ediciones B. Edición de bolsillo en Punto de Lectura, marzo, 2001. 984 págs.





[Lecturas 7. Primavera-verano de 2007]

El turno del escriba



El turno del escriba

María Eugenia Galindo






Esta obra es un interesante y fascinante ejercicio de narración compartida cuyo resultado es la recreación de la Génova del siglo XIII: “Y en el año de Nuestro Señor de 1298, estando él, Marco Polo en prisión en Génova, messer Rustichello, ciudadano de pisa, que estaba con él en la misma prisión pensando en los beneficios de hacer públicas las grandes maravillas que Marco Polo había visto, escribió este libro verídico y sin engaño, y lo dividió en tres partes”.


La historia de Rustichello se va entretejiendo con los relatos que Marco Polo le cuenta —es su compañero de celda—, a él, un escriba que seguía ejerciendo su oficio en la cárcel ("A la hora de enumerar sus merecimientos, Rustichello comenzaba por su posición de bibliotecario, lector y calígrafo excepcional en la corte del rey Manfredo en Palermo, y seguía por la de traductor, adaptador, novelista, y hasta consejero real si lo apuraban"), y lo que éste describe desde su visión en la cárcel, desde Génova (considerada en ese momento como la Ciudad-Estado mas fuerte del mediterráneo), desde sus conocimientos y, por supuesto, los conocimientos de su época, y también desde sus propias interpretaciones y fantasías (es decir, como todo escritor), ya que "El pisano tiene la imaginación fácil y algún entrenamiento en urdir ficciones". Tiene también, vale la pena apuntarlo, una preferencia por la sonoridad francesa de su propio nombre: "[...] messer Rustichello, o Rusticien, como le gusta decir a él, ya que prefiere que su nombre vaya montado en los cornetes de la nariz y no en la punta de la lengua [...]".


Las autoras, Graciela Montes y Ema Wolf, ambas argentinas, han escrito una obra que trama finamente una historia que puede semejarse a un juego de espejos, Rustichello inicia su escrito ayudado por las narraciones que Marco le cuenta, en primer lugar para mitigar su estancia aburrida en prisión, pero sobre todo para sostener la esperanza de que al escribir ese maravilloso libro, alguien pueda pagar su rescate y liberarlo de esa horrenda cárcel. Con Marco Polo contando sus historias se alude a las que Sherezada contaba al rey en Las mil y una noches, con la diferencia de que en este relato Rustichello debe mantener en su memoria todo lo que el viajero le cuenta para luego transcribirlo en el pergamino. "El pico mas angustioso se produce al despertar porque la noche anterior se ha dormido seguro de que será imposible olvidar lo que Polo le ha relatado [...] pero al día siguiente al salir del sueño todo aparece roto [...]"


El turno del escriba no es una novela histórica, pero hace uso de la historia, y reta a la oralidad convirtiendo al escriba en escritor. Esta obra se ganó el Premio Alfaguara de novela 2005.

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El turno del escriba. Graciela Montes y Ema Wolf. Alfaguara, México, 2005. 262 págs.

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Las Autoras:

Graciela Montes (Buenos Aires, 1947) es escritora, editora y traductora. Ha publicado libros niños y jóvenes que circulan por todos los países de habla hispana, además han sido traducidos a diversos idiomas y han obtenido importantes premios. Montes es autora, también, de las novelas El umbral (1998) y Elísabet (1999) y de los ensayos La frontera indómita (1999) y El corral de la infancia (2001).

Ema Wolf (Buenos Aires, 1948) es escritora y periodista. Sus libros para niños (Perafán de Palos, La sonada aventura de Ben Malasangüe, Pollos de campo, Historias a Fernández, Libro de los prodigios, Los imposibles, entre otros) han sido traducidos a varias lenguas y han sido merecedores de diversos premios que los hacen figurar en las listas internacionales de libros recomendados.


[Lecturas 6. Enero-abril de 2006]

martes, 24 de noviembre de 2009

Primeras líneas... Don Quijote




Primeras líneas...


El ingenioso hidalgo
don Quijote de la Mancha
en dos idiomas



Primera parte

Capítulo primero

Que trata de la condición y ejercicio del famoso hidalgo
don Quijote de la Mancha



En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lantejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda. El resto della concluían sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas, con sus pantuflos de lo mesmo, y los días de entresemana se honraba con su vellorí de lo más fino. Tenía en su casa una ama que pasaba de los cuarenta, y una sobrina que no llegaba a los veinte, y un mozo de campo y plaza, que así ensillaba el rocín como tomaba la podadera. Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años; era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la caza. Quieren decir que tenía el sobrenombre de Quijada, o Quesada, que en esto hay alguna diferencia en los autores que deste caso escriben; aunque, por conjeturas verosímiles, se deja entender que se llamaba Quejana. Pero esto importa poco a nuestro cuento; basta que en la narración dél no se salga un punto de la verdad.

[Español. Versión original de don Miguel de Cervantes Saavedra]

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Don quixote


Chapter I

Which treats of the character and pursuits of the famous gentleman

don quixote of la mancha

In a village of La Mancha, the name of which I have no desire to call to mind, there lived not long since one of those gentlemen that keep a lance in the lance-rack, an old buckler, a lean hack, and a greyhound for coursing. An olla of rather more beef than mutton, a salad on most nights, scraps on Saturdays, lentils on Fridays, and a pigeon or so extra on Sundays, made away with three-quarters of his income. The rest of it went in a doublet of fine cloth and velvet breeches and shoes to match for holidays, while on week-days he made a brave figure in his best homespun. He had in his house a housekeeper past forty, a niece under twenty, and a lad for the field and market-place, who used to saddle the hack as well as handle the bill-hook. The age of this gentleman of ours was bordering on fifty; he was of a hardy habit, spare, gaunt-featured, a very early riser and a great sportsman. They will have it his surname was Quixada or Quesada (for here there is some difference of opinion among the authors who write on the subject), although from reasonable conjectures it seems plain that he was called Quexana. This, however, is of but little importance to our tale; it will be enough not to stray a hair's breadth from the truth in the telling of it.

[Inglés. Traducción de John Ormsby]



[Lecturas 5. Octubre de 2004-marzo de 2005]

La isla desierta


La isla desierta

Juan Martínez Tristán



Conocido es el juego literario atribuido a Jules Lemaitre y seguido por Gide, en el que se hace la pregunta: “Si tuviera que pasar el resto de su vida en una isla desierta, ¿cuáles son los veinte libros que le gustaría llevarse?” Encuestados de este modo artistas, filósofos, científicos, escritores, lectores interesados, etcétera, las respuestas fueron tan variadas y sorpresivas como las preferencias, actividades, épocas o particularidades de cada quien.

Sin embargo, y pese a lo variado de las contestaciones, sobresalieron en alto porcentaje de mención: La cartuja de Parma, de Stendhal; Madame Bovary, de Flaubert; La montaña mágica, de Thomas Mann y Los hermanos Karamazov, de Dostoyevski.

Hubo también quien extendiera su lista hasta trescientos títulos o que escogiera algo imprevisto, como Mi lucha de Adolfo Hitler; por otra parte, el Ulises de Joyce nadie lo mencionó. Dado que se citaron obras de línea teórica, hubo inclinación por algunos pensadores, en su orden: Bergson, Einstein, Freud y Marx, lo que muestra que hay lectores de toda índole. Camilo José Cela supo del gracioso jueguito y contundente el agudo Nobel arguyó:

—¡Joder! ¡Yo me llevaría el Manual del perfecto náufrago!


[Lecturas 2. Septiembre-diciembre de 2003]

martes, 3 de noviembre de 2009

El arte de amar


El arte de amar

Mercedes G. Luna Fuentes


Pensé hace tiempo que sería conveniente comenzar a leer algunos de los libros más antiguos para orientarme un poco en el camino. Para ello sirven, entre otras cosas, las grandes obras. No sabía lo que acababa de comprar aquel día, mis manos tomaron el libro que Publio Ovidio Nasón escribió una decena de años antes del nacimiento de Jesucristo: El arte de amar. Pensé que lo más antiguo sería lo más bello, en parte así fue, pero lo que no esperaba fue que estos códigos del amor fueran tan actuales. Me topé con posturas libres que probablemente eran mejor vistas en aquella época que en la nuestra, aunque ahora en su mayoría se practican veladamente. Digamos que en aquel entonces era tener clase, estilo para amar.

Al amor lo contempla Ovidio no como una entrega permanente hacia una sola persona, sino como entregas fugaces que lo dan todo, y aún así, al acabar una relación se termina con más elementos y nuevas palabras para ofrecer en la siguiente.

El arte de engañar para conseguir un momento de placer es defendido a toda costa, nos sugiere que uno se puede valer de lágrimas, tristezas y enfermedades falsas, que es válido proyectar una imagen de espíritu destrozado y que todo ello lo que realmente encubre es la verdadera máscara del deseo o de la curiosidad; el único riesgo que se corre es el siguiente: al fingir amor puede una quedar a merced de este sentimiento, es decir, encontrarse al final verdaderamente enamorada.

Era todo un epicúreo este Ovidio, no daba importancia a la edad, aspecto físico o condición de sus amantes, su interés era meramente el trofeo de dar placer a aquella que perseguía. Más que amante perfecto pareciera un superhéroe con alma de madre Teresa de Calcuta; se veía a sí mismo como un guerrero; incansable por cierto.

El arte de amar me resultó acertado, divertido, sumamente apasionado; no obstante, también provocó en mí una reducida molestia: este libro tiene dos códigos dirigidos a lectores masculinos y un único código dirigido a las mujeres, y por si no fuera suficiente la desventaja, el número de páginas del código femenino es escaso. Puede ser que Ovidio temiera dar más armas a sus futuras amantes, o sencillamente, por su condición, le pareciera suficiente. Que lástima, si este código dirigido a las mujeres, fuera más amplio —me conformaría con que el autor hubiera agregado unas cuantas páginas más—, bastaría para colocar en graves problemas a más de uno hoy en día (o incluso a la sociedad misma).

El autor maneja la alternativa de la incertidumbre, de los celos provocados, como una manera de mantener el interés. Digamos que el hacer sufrir esporádicamente es medio eficaz para retener a la persona que se quiere, o para interesar a la que se pretende.

Era extraordinario este hombre, escribió elaborados códigos amorosos que, sin duda alguna, dan resultado. ¿Cuánto tiempo dedicó Ovidio a conocer mujeres? ¿Dormía acaso? Me lo imagino bajando de un balcón con la idea en su cabeza, ¿en qué otra ventana o puerta entraría?, o pensando a qué criado convencer de guardar silencio. ¿Enamoraría a la esposa de un algún político importante? Puede ser que ésta última haya sido una de las causas de su destierro al Mar Negro.

A lo largo de la lectura, me topé con argumentos encontrados. En el código dirigido a los Apolos dice en una de sus partes:

No andéis escasos en prometer: las promesas cautivan a las mujeres. Poned a cualesquier dioses por testigos de lo prometido. Júpiter desde las alturas ríe del perjurio de los amantes, y manda a los vientos de Eolo que lleven los que son nulos, Júpiter solía jurar en vano a Juno por el lago Estigio, y él mismo nos alienta con su ejemplo (…).



Y en el código opuesto, en el dirigido a las Pentesileas dice:

Hay hombres que engañan con la apariencia de un falso amor y por los medios tales consiguen vuestra deshonra.



Un poco más delante dice:

Oh hijas de Cecrops, no creáis a los juramentos de Teseo, porque hará después de haber jurado lo que hizo antes.


¿Qué tal? Los argumentos contrarios que menciono, son elementos que el autor da a ambos sexos para luchar, dudar y debatir en el proceso de obtener el amor o entregar los favores del mismo, todo ello en un ambiente de cuestionamiento interior constante, lo que lo hace complicado y bello. ¿Quién tendrá la verdad del amor en uno de tantos encuentros? ¿Quién estará verdaderamente enamorado dejando a un lado su simple curiosidad y su egoísmo? No lo sabremos nunca, sólo quien lo vive.

Este libro no me dio respuestas, más bien representa una pequeña parte de lo que alguien es capaz de hacer por obtener amor o pasión sin remordimiento.

Me quedo con unas pregunta al cerrar el libro: ¿Qué fue lo que motivó a Ovidio a escribir estos códigos? ¿El amor, la desilusión o el cinismo de los que saben mucho?

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El arte de amar. Ovidio. Editorial Alba. Madrid, España, 2001. 96 págs.

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Ver también:


* Sobre Ovidio:
http://es.wikipedia.org/wiki/Ovidio
* Sobre El arte de amar: http://es.wikipedia.org/wiki/Arte_de_amar
* El libro se puede leer en PDF en: http://www.edu.mec.gub.uy/biblioteca%20digital/libros/O/Ovidio%20-%20El%20arte%20de%20amar.pdf


[Lecturas 3. Enero-mayo de 2004]


lunes, 2 de noviembre de 2009

Presentación del blog


Presentación del blog de la revista Lecturas Tu Red

Jesús Guerra


Como sabemos, el término blog proviene de dos palabras del inglés: web log, es decir, 'registro en la web'. Inicialmente, y para muchos éste sigue siendo su función primordial, era una especie de diario en línea, que podía ser público o privado, aunque el interés, por supuesto, es que fuese público.

Los blogs han pasado a ser publicaciones personales o institucionales para realizar comentarios. Hay blogs de cualquier tema que se nos ocurra. Independientemente de cuestiones técnicas, lo que diferencia a un blog de un sitio de Internet es que el lector tiene la posibilidad inmediata de dejar su propio comentario, su respuesta a lo que el blog publica, y que su respuesta sea visible, automáticamente, para cualquier lector subsecuente. Es decir, no sólo la creación de un blog es muy sencilla para cualquier persona, y además de manera gratuita en la mayor parte de los sitios que prestan este servicio, sino que el lector, también con mucha sencillez, puede aportar su opinión. Un blog, entonces, es una publicación en la que el hecho de la comunicación realmente se pone en práctica pues incorpora la retroalimentación, o por lo menos la posibilidad de la retroalimentación.

En el blog de la revista Lecturas Tu Red, que ahora presentamos, iremos publicando los materiales de las revistas publicadas, así como materiales nuevos, exclusivos del blog; estos textos nuevos, junto con otros, en algún momento nos permitirán publicar nuevos números de la revista en papel, en copia dura, como le llaman en inglés. La enorme ventaja es que no será necesario, para los lectores del blog, esperar a que los editores consigamos el dinero necesario para la impresión de la revista, primero; y segundo, a que realicemos todo el proceso editorial, de impresión y de distribución requeridos para que la revista llegue a sus manos... si es que llega.

El blog de la revista Lecturas ofrece y ofrecerá textos diversos referidos siempre a libros y a la lectura. Reseñas de libros, entrevistas con escritores, pequeños comentarios, notas sobre la Feria del Libro, notas sobre escritores, ensayos sobre libros y sobre autores, etcétera. El blog que ahora presentamos es pequeñísimo, pero irá creciendo todos los días.

El propósito, el objetivo del blog, es ofrecer materiales de lectura tanto a quienes les gusta leer, y leer es una de sus pasiones, como a quienes apenas comienzan a leer. El problema con que se enfrenta quien apenas empieza a leer es, justamente, qué leer. Los editores de este blog creemos que brindar información acerca de libros que vale la pena leer es una manera de promover la lectura en general, al promover libros específicos, libros interesantes, divertidos, importantes, ajenos a criterios moralistas, ideológicos o académicos. Es decir, sólo publicamos textos acerca de libros que nos gustan a quienes escribimos los comentarios. No publicamos reseñas negativas de libros. ¿Cómo vamos a promover la lectura si el mensaje final de un texto es "no leas este libro porque es malísimo"? Los libros malos simplemente los ignoramos. (Entendámonos: no hay un comité de censura del gusto; cada comentarista es responsable de sus recomendaciones, lo único que pedimos es que al reseñar un libro se trate de una obra que le guste a quien la comenta, y si con su texto logra que a quienes lo leemos se nos antoje leer el volumen recomendado, su comentario habrá cumplido su misión, y con ello colabora a que este blog cumpla la suya.)

Los editores del blog invitamos al público en primer lugar a visitar y leer los textos del blog. En segundo lugar, los invitamos a dejar sus comentarios acerca de lo que leen. Dígannos lo que quieran decirnos, a nosotros, como editores, o al autor del texto. Escriban con franqueza pero de manera respetuosa. Por último, los invitamos a participar con nosotros enviándonos comentarios de libros, de autores, ligas a sitios o a otros blogs de libros que a ustedes les gustaría compartir con los lectores de este blog. Para sus comentarios y reseñas de libros, para los sitios que deseen compartir con nosotros, sí les pedimos que nos los manden al correo de la revista, para que los editores podamos colocarlos en el blog en el lugar que corresponde. La dirección de nuestro correo es:
revista.lecturas@gmail.com.

Eso es todo. Esperamos que visiten el blog, que lo lean, que lo disfruten, y que nos ayuden a crecer día con día. Muchas gracias.

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Este texto fue leído por su autor en la presentación del blog, el martes 6 de octubre, en el marco de la Feria del Libro Saltillo 2009.


Publicar en la Red: el espejismo de lo virtual


Publicar en la Red: el espejismo de lo virtual


Jesús de León



Estoy presenciando un fenómeno que me preocupa: encuentro cada vez una mayor resistencia para financiar la publicación de revistas “en soporte papel”, como se dice ahora, y una tendencia cada vez más marcada en transformarlas en publicaciones “virtuales” o blogs. Cualquiera diría, sin preocuparse mucho del asunto, que es una transición natural, motivada por el avance de las nuevas tecnologías de informática y comunicación. Entre las ventajas que los partidarios de la publicación en Internet encuentran, están una actualización muy rápida de los contenidos, un espacio virtualmente ilimitado, que permite publicar textos muy extensos y evita las restricciones que la edición y el diseño en papel imponían a los textos, una distribución instantánea a nivel global y hasta la posibilidad de evitar la censura y limitaciones impuestas por las leyes de cada país a la publicación en libro, revista o periódico.


Esto suena muy bien, pero toda esta argumentación tropieza, desde mi punto de vista, con la palabra “virtual”. Cualquiera que haya seguido con atención los avatares de la política o de los deportes, sabe que no es lo mismo un ganador virtual que un ganador real y oficialmente reconocido. Ya saben: del plato a la boca se cae la sopa y hasta el sistema. Después, la cosa se pone muy pelona. Disfrútenla.

A decir verdad, a mí no me convencen las realidades virtuales. Por muy cuero que esté lo que me pongan enfrente, si no es más que un holograma, no es más que pura jalada: porque ni a mamada llega. Perdónenme que dé la lata con mis achaques de nostálgico y anacrónico, pero todavía insisto en defender un rasgo muy despreciado por los fanáticos de la red: lo tangible. Acaso al escucharme muchos se miren unos a otros, se rasquen la cabeza y arruguen la nariz. “¿Lo tangible? ¿Pero qué carajos está chocheando este viejo?” Pues como el boxeador tuerto, interpretado por Morgan Freeman en Golpes del destino, yo todavía puedo darles pelea con el concepto de lo tangible. Hagan de cuenta que es la herradura que escondo dentro de mi guante para el knockout, porque es herradura de mula, no de caballo.


Antes del auge del Internet, las revistas, lo mismo que los periódicos, eran un factor importante de la vida pública: auténticos foros de expresión y espacios de debate. Todo aquel que quería hacerse de un nombre tenía que pasar la prueba de fuego de echarse a la bolsa al público, ganándose primero esos espacios y después defendiendo su permanencia a base de demostrar que tenía habilidad para la polémica, la deliberación y la argumentación, eso además de talento y oficio: su boleto de entrada. Escritor que no fuera un buen pugilista en la doxa, es decir en la opinión, quedaba relegado a los libros y se convertía en autor de minorías, aunque no necesariamente de élite, los otros se hacían de lectores fieles que seguían paso a paso sus apariciones en la prensa o esperaban ansiosos la aparición de un nuevo libro.


Se hablaba de Vasconcelos, de Reyes, de Valle-Arizpe, como si se tratara de líderes religiosos o políticos; del mismo modo, había quienes buscaban en los puestos de revistas el suplemento de La Cultura en México o Sábado o la Revista Mexicana de Cultura. Aquellos que compraban las revistas Plural, Proceso o Vuelta sabían que estas publicaciones eran, por decirlo de algún modo, el hogar de las opiniones de José Emilio Pacheco, Vicente Leñero, Gabriel Zaid, Octavio Paz y otros autores que eran vistos como voces autorizadas y confiables con respecto a temas de actualidad y relevancia. En síntesis: el criterio de lectura era por autor y por revista. El escritor podría arrogarse el privilegio de gozar del culto a la personalidad que ahora es propiedad exclusiva de políticos, cantantes y actores famosos. Si alguien piensa que lo que ha hecho el Internet es multiplicar y ampliar a niveles exponenciales los foros de expresión representados antes por la publicación en papel, yo estaría de acuerdo siempre y cuando se me permitiera agregar que no veo en esto una mejora, porque la publicación virtual ha cambiado imperceptible, pero drásticamente, los criterios de lectura y la circulación de las ideas.


La publicación en papel hacía que el discurso del escritor siguiera una evolución que enriquecía tanto al autor como a los lectores. El intercambio se daba a través de los periódicos y revistas —recuérdese para tal efecto aquellos artículos que escribía Jorge Ibargüengoitia basados en la copiosa correspondencia que recibía de los lectores de sus columnas en Excélsior. Había una influencia de las opiniones en la vida pública. Si algunos textos llegaban después a publicarse en forma de libro era porque habían probado su valor y permanencia. Al final, sobrevenía la inevitable etapa de institucionalización, en la cual fragmentos de aquellas obras pasaban a formar parte de libros de texto o se reunían, a manera de obras completas, en gruesos volúmenes que dormían el sueño de los justos en los acervos de las bibliotecas públicas. Para entonces ya habían circulado, despertado conciencias, cambiado mentalidades y hasta marcado épocas. La publicación virtual elimina, no de un plumazo, pero sí de un teclazo, este enriquecedor proceso.

¿Y cómo sucede esto? El Internet es como la Biblioteca de Babel borgeana: contiene todos los libros, todas las revistas, pero sin ningún criterio de selección ni orientación para quien desee consultarla. Tampoco existe una garantía de veracidad o fidelidad en lo que se publica. Todos son “editores” de lo que se sube a la red. Cualquiera que tenga una computadora o se meta a un cibercafé. Esto provoca una vertiginosa banalización del fenómeno de la lectura. No es posible distinguir lo bueno o lo malo de lo pésimo o la verdad de la mentira: todo es virtualmente cierto y realmente incierto.


Ustedes dirán: pero es que también las antiguas publicaciones en papel tienen ahora sus propios portales y blogs, con la ventaja de que si uno quiere obtener más información sobre un autor o tema, la propia revista te remite a su página de Internet. Insisto en objetar. Los parámetros de lectura se han alterado radicalmente: no leemos la revista o al autor. Rastreamos temas. Incluso cuando andamos buscando en la red a un autor determinado, él mismo es un tema y sus obras literarias son simples datos a consultar que nos remiten a otros datos relacionados que también se encuentran en la red. Esto lo sabe cualquiera que haya navegado en la red alguna vez. Empiezas buscando algo específico y terminas a la deriva, naufragando en un aluvión de datos que no tienen nada que ver con el tema inicial. A los únicos cibernautas que no les ocurre eso es a los visitantes de páginas porno: ésos van gozosamente de las nalgas a las chiches y viceversa (nunca se salen del tema).

Recapitulando: estamos presenciando un cambio en los criterios de lectura que inevitablemente saca al escritor de la vida pública y lo convierte en un ente fantasmal, de existencia al mismo tiempo llamativa y frágil. Cuando dependíamos de los libros y las revistas, el escritor como persona nos parecía inalcanzable, una figura remota en el tiempo y en el espacio, y no era importante que fuera un autor vivo o muerto, antiguo o moderno, nacional o extranjero; lo valioso era su mensaje, la relación sin duda entrañable que teníamos con sus libros: reciprocidad que podía alcanzar ribetes de intimidad o compañerismo.


Eso no ocurre ahora que la imagen del autor es fácilmente localizable y que sus palabras aparecen divulgadas, a veces con escandalosa torpeza, en páginas de la red; es decir, publicar en Internet se ha convertido en una novedosa forma de añadirle otro ladrillo a la torre de Babel. ¿Quién nos lee en la red? ¿Quién nos entiende? ¿Quién acusa recibo? Todos y nadie. Porque nunca estaremos seguros si la persona que introduce sus comentarios, después de leer el artículo, está firmando con su nombre o con un seudónimo o se limita a dar el correo electrónico que no sabemos si usa en exclusiva o lo comparte con alguien. Somos fantasmas hablando con fantasmas; pequeñas voces monologando adentro de una gigantesca mente colectiva totalmente esquizofrénica. Ya no vivimos en el mundo: somos uno de los tantos hilos de baba de la red. Qué actualidad y que abrumador impacto adquiere esta frase de Borges que pertenecía a un cuento fantástico y ahora parece hecha a la medida del horror —real o virtual— de nuestra incomunicación: “Tú que me lees, ¿estás seguro de entender mi lenguaje?” ¿O prefieres que te ponga un emoticón?


Fue inevitable pensar en esto después de toparme con que han subido a la red la revista Lecturas de la Red de Bibliotecas Públicas del Estado de Coahuila. Tuve oportunidad de ver el blog y sus contenidos me parecieron irreprochables. De la revista impresa aparecieron siete números. Ahí se indicaba dónde encontrar las bibliotecas públicas de la región, se citaban las novedades que habían llegado a esos acervos, se enumeraban los servicios que brindan esos recintos; se presentaban listas de los libros más vendidos, se reseñaban algunos de los más importantes; se incluían notas informativas sobre eventos culturales; se recordaban efemérides relativas a escritores y, por si fuera poco, se entrevistaba a distinguidos intelectuales y hombres de letras para que explicaran cómo había sido su primer encuentro con los libros y exaltaran los beneficios otorgados por la lectura.


No pretendo ser apocalíptico ni mucho menos regionalista, simplemente opino que debemos mesurar nuestro entusiasmo con respecto a la aparición de las nuevas tecnologías y optar por una actitud más sensata y equilibrada. Por tanto propongo que se dé una sana, y en el fondo muy necesaria interacción entre las publicaciones virtuales y las publicaciones en papel. No se trata de que las primeras anulen a las segundas, sino de que unas y otras se complementen. Sinceramente no es cómodo quedarse sentado una hora o dos leyendo textos en la pantalla. Las publicaciones en papel siempre serán más manejables, además de que la información permanece en un soporte más duradero y menos inestable que el disco duro o la memoria USB.


Todo lo anterior me sirve para concluir con la siguiente petición: solicito de la manera más atenta que la revista Lecturas siga publicándose en papel, por lo menos para el consumo de sus lectores inmediatos, y dejar la página de Internet como medio de difusión para lectores más alejados en el tiempo y en el espacio y, por supuesto, como sitio para recibir correspondencia e intercambiar opiniones, porque las redes sociales nos han demostrado que para estos menesteres la red es bastante efectiva.


Claro que hay que distinguir entre el manejo de redes sociales a través de blogs, el chateo ordinario y happenings tales como youtube o los twitters, porque algunos consideran que se puede equiparar el intercambio virtual de opiniones con el chisme o el rumor que circulaban y siguen circulando de boca en boca. Esto se debe a que, aun en el caso del chat o de las payasadas que se suben a youtube, nos enfrentamos siempre con el fenómeno del cuasi anonimato que no es totalmente anónimo (como en el caso de las comunicaciones orales) y que exige el apoyo del lenguaje escrito o del discurso audiovisual. Apoyarse en tales recursos necesariamente cambia la intencionalidad del mensaje; es decir, queda excluida de la cadena de transmisión el factor humano por la sencilla razón de que el chisme podrá pasar de boca a oído, pero no de uno a cero: el código binario no lo permite. Las computadoras son malas emisarias de las pasiones humanas. ¿Acaso usted cree que de veras el signo de dos puntos al lado de un paréntesis que cierra representa una carita sonriente? Yo preferiría mejor que me lo dijeran en clave morse.

Espero que toda esta argumentación a favor de las publicaciones en papel deje en claro lo siguiente: un nuevo avance tecnológico no anula las tecnologías ya existentes, sólo se convierte en una alternativa más de solución de un problema. Y el que no me lo crea, trate de echar a andar su CPU con velas durante un apagón. A ver cómo le va.
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Texto leído por su autor en la presentación de este blog, en la Feria del Libro Saltillo 2009, el martes 6 de octubre.

domingo, 1 de noviembre de 2009

Entrevista a Carlos Manuel Valdés


Entrevista a Carlos Manuel Valdés

Patricia Galindo Lozano



Carlos Manuel Valdés es maestro en Historia; ha publicado varios libros en esta materia entre los que se cuentan Esclavos negros en Saltillo (1989); La gente del mezquite (1995), el cual obtuvo el Premio Nacional Clavijero; el libro de Historia para tercero de primaria (en 1997 la primera edición y en 2000 la quinta, con un tiraje de 325 mil ejemplares), Sociedad y delincuencia en Saltillo en la época colonial (2002) y Ataque a la Misión de Nadadores (2002). Durante siete años dirigió el Archivo Municipal de Saltillo. Actualmente es catedrático de la Escuela de Psicología donde imparte la materia de Psicología existencial. Su relación con los libros es muy completa, pues además de escritor es editor y, por supuesto, un lector voraz.

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Patricia Galindo: ¿Cuándo empezaste a leer?
Carlos Valdés: Empecé a leer a los 10 años, cuando estaba en quinto de primaria. El maestro nos leía en clase El corsario negro de Emilio Salgari. Nos gustaba mucho pero nos parecía que iba muy lento, entonces algunos compañeros y yo comenzamos a comprar libros de Salgari, nos costaban $5.95 y los intercambiábamos entre nosotros. De ahí pasé a Conan Doyle con sus historias de Sherlock Holmes, luego leí a Neruda, Veinte poemas de amor y una canción desesperada.

PG: ¿A esa edad te tocaba la poesía, la entendías?
CV: Tal vez no mucho pero sí me impresionaban sus poemas, sobre todo el 1 y el 20, que hasta me los aprendí de memoria.

PG: ¿Tienes algún libro preferido o los has tenido según la etapa que estabas viviendo?
CV: Bueno, cuando estaba en secundaria leía a los clásicos, me gustaban Balzac, Dostoyevski... de éste estaba prohibida su lectura en el Seminario, así que a sus libros les pegábamos portadas de otros libros como La vida de Santa Teresita de Jesús para que no se dieran cuenta. Todavía tengo por ahí uno con portadas diferentes.

PG: ¿Por qué estaba prohibida su lectura?
CV: Tal vez por la pasión que Dostoyevski imprimía en sus personajes, la rebeldía a la autoridad y a Dios, y el rector del Seminario pensaba que esto nos podría hacer sufrir; los personajes eran muy intensos.

PG: ¿Algún otro libro o autor por el que tengas preferencia?
CV: Releo a Rulfo, a Borges, Camus, Sartre, Kierkegaard. La lectura de los filósofos inspira mi trabajo.

PG: ¿Qué te dan esas lecturas?
CV: De Rulfo disfruto mucho el vocabulario, la sintaxis, el uso y dominio del lenguaje, como en El llano en llamas, “Anacleto Morones”, “Luvina”... Borges, en cambio, es un reto, descubro nuevas cosas cada vez que lo leo, en “Funes el memorioso”, “El Aleph” y otros.

PG: ¿Hay algunos autores que hayan influido en tu vida?
CV: Marx y Freud, en su momento, por haber creado un nuevo modelo teórico; Platón en el aspecto conceptual y de belleza, y algunas partes de la Biblia.

PG: ¿Tienes libros de cabecera?
CV: Antes de dormir me gusta leer poemas de Octavio Paz, Verlaine, Miguel Hernández.

PG: ¿Cuáles serían, a tu juicio, las características de un libro de cabecera?
CV: Primero te divierte, te da placer, y en segundo lugar, algunas visiones concretas sobre temas que te preocupan.

PG: ¿Cuáles son lo géneros que más lees?
CV: Filosofía, historia y literatura. La filosofía me gusta mucho, aunque tengo la obligación de leerla por mi trabajo; y de historia leo principalmente sobre la época colonial.

PG: Hay quienes opinan que en Saltillo, y en Coahuila en general, se lee más sobre historia, ¿tú qué piensas?
CV: Sí, se lee más sobre historia, y literatura, hace tiempo me lo comentó un librero. El volcarnos sobre nuestro pasado es un fenómeno coahuilense, no sólo de Saltillo; en Torreón les interesa mucho, en Múzquiz. Sin embargo, Chiapas está produciendo más que Coahuila, incluso en tzoltzil y tojolobal. Jalisco y Michoacán también están más actualizados, tienen más infraestructura. En Coahuila estamos muy atrasados todavía.

PG: ¿Crees que de todo libro se puede sacar algo bueno?
CV: No. Hay libros malos que no deberían de existir pero que se deben respetar por la libertad de expresión.

PG: ¿Cómo cuáles y por qué los consideras malos?
CV: Porque están mal escritos, con ideas fascistas, racistas, que no deben ser. A mis alumnos les digo que no lean a Luis Pazos, a Carlos Cuauhtémoc Sánchez, a Guadalupe Loaeza, pero es su decisión si lo quieren hacer.

PG: ¿Estás de acuerdo en que se lee poco en nuestros días?
CV: No, yo creo que se lee más, por dos razones: antes había gente que leía mucho pero eran pocos los que tenían acceso a los libros y ahora la gente tiene inquietudes científicas, literarias, trata de informarse, está entendiendo al mundo, aunque es un proceso que va lento. Los mexicanos vamos nueve libros atrás que los uruguayos, lo cual es una vergüenza, porque es un país muy pobre. Tuve una alumna de 61 años que me comentó que conmigo había leído su primer libro en toda su vida. En México se leen pasquines: el libro vaquero, la novela semanal, eróticos, etcétera. México tiene el primer lugar mundial en lectura de monitos y segundo en consumo de refrescos. Pero en 10 o 20 años México va a cambiar.


PG: ¿Qué aconsejarías hacer para incrementar el nivel de lectura en el país?
CV: Existe un programa en una escuela de aquí, en primero de secundaria, en el que se premia al niño lector del mes. El alumno tiene que platicar qué leyó, de qué se trata y escribir algo sobre el tema. Por ejemplo, se lee "El gigante egoísta" de Óscar Wilde, luego lo escriben, con ciertas variaciones en las que incluyen aspectos personales, etcétera, pero aprenden a sintetizar la información y a desarrollar su capacidad de escribir. Yo creo que esto ayuda mucho. Para algunos niños es un gran logro ser el lector del mes, más que tener el primer lugar en futbol o cualquier deporte, incluso hay niños que leen más libros que sus propios maestros.


[Lecturas 1. Mayo-agosto de 2003]