martes, 3 de noviembre de 2009

El arte de amar


El arte de amar

Mercedes G. Luna Fuentes


Pensé hace tiempo que sería conveniente comenzar a leer algunos de los libros más antiguos para orientarme un poco en el camino. Para ello sirven, entre otras cosas, las grandes obras. No sabía lo que acababa de comprar aquel día, mis manos tomaron el libro que Publio Ovidio Nasón escribió una decena de años antes del nacimiento de Jesucristo: El arte de amar. Pensé que lo más antiguo sería lo más bello, en parte así fue, pero lo que no esperaba fue que estos códigos del amor fueran tan actuales. Me topé con posturas libres que probablemente eran mejor vistas en aquella época que en la nuestra, aunque ahora en su mayoría se practican veladamente. Digamos que en aquel entonces era tener clase, estilo para amar.

Al amor lo contempla Ovidio no como una entrega permanente hacia una sola persona, sino como entregas fugaces que lo dan todo, y aún así, al acabar una relación se termina con más elementos y nuevas palabras para ofrecer en la siguiente.

El arte de engañar para conseguir un momento de placer es defendido a toda costa, nos sugiere que uno se puede valer de lágrimas, tristezas y enfermedades falsas, que es válido proyectar una imagen de espíritu destrozado y que todo ello lo que realmente encubre es la verdadera máscara del deseo o de la curiosidad; el único riesgo que se corre es el siguiente: al fingir amor puede una quedar a merced de este sentimiento, es decir, encontrarse al final verdaderamente enamorada.

Era todo un epicúreo este Ovidio, no daba importancia a la edad, aspecto físico o condición de sus amantes, su interés era meramente el trofeo de dar placer a aquella que perseguía. Más que amante perfecto pareciera un superhéroe con alma de madre Teresa de Calcuta; se veía a sí mismo como un guerrero; incansable por cierto.

El arte de amar me resultó acertado, divertido, sumamente apasionado; no obstante, también provocó en mí una reducida molestia: este libro tiene dos códigos dirigidos a lectores masculinos y un único código dirigido a las mujeres, y por si no fuera suficiente la desventaja, el número de páginas del código femenino es escaso. Puede ser que Ovidio temiera dar más armas a sus futuras amantes, o sencillamente, por su condición, le pareciera suficiente. Que lástima, si este código dirigido a las mujeres, fuera más amplio —me conformaría con que el autor hubiera agregado unas cuantas páginas más—, bastaría para colocar en graves problemas a más de uno hoy en día (o incluso a la sociedad misma).

El autor maneja la alternativa de la incertidumbre, de los celos provocados, como una manera de mantener el interés. Digamos que el hacer sufrir esporádicamente es medio eficaz para retener a la persona que se quiere, o para interesar a la que se pretende.

Era extraordinario este hombre, escribió elaborados códigos amorosos que, sin duda alguna, dan resultado. ¿Cuánto tiempo dedicó Ovidio a conocer mujeres? ¿Dormía acaso? Me lo imagino bajando de un balcón con la idea en su cabeza, ¿en qué otra ventana o puerta entraría?, o pensando a qué criado convencer de guardar silencio. ¿Enamoraría a la esposa de un algún político importante? Puede ser que ésta última haya sido una de las causas de su destierro al Mar Negro.

A lo largo de la lectura, me topé con argumentos encontrados. En el código dirigido a los Apolos dice en una de sus partes:

No andéis escasos en prometer: las promesas cautivan a las mujeres. Poned a cualesquier dioses por testigos de lo prometido. Júpiter desde las alturas ríe del perjurio de los amantes, y manda a los vientos de Eolo que lleven los que son nulos, Júpiter solía jurar en vano a Juno por el lago Estigio, y él mismo nos alienta con su ejemplo (…).



Y en el código opuesto, en el dirigido a las Pentesileas dice:

Hay hombres que engañan con la apariencia de un falso amor y por los medios tales consiguen vuestra deshonra.



Un poco más delante dice:

Oh hijas de Cecrops, no creáis a los juramentos de Teseo, porque hará después de haber jurado lo que hizo antes.


¿Qué tal? Los argumentos contrarios que menciono, son elementos que el autor da a ambos sexos para luchar, dudar y debatir en el proceso de obtener el amor o entregar los favores del mismo, todo ello en un ambiente de cuestionamiento interior constante, lo que lo hace complicado y bello. ¿Quién tendrá la verdad del amor en uno de tantos encuentros? ¿Quién estará verdaderamente enamorado dejando a un lado su simple curiosidad y su egoísmo? No lo sabremos nunca, sólo quien lo vive.

Este libro no me dio respuestas, más bien representa una pequeña parte de lo que alguien es capaz de hacer por obtener amor o pasión sin remordimiento.

Me quedo con unas pregunta al cerrar el libro: ¿Qué fue lo que motivó a Ovidio a escribir estos códigos? ¿El amor, la desilusión o el cinismo de los que saben mucho?

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El arte de amar. Ovidio. Editorial Alba. Madrid, España, 2001. 96 págs.

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Ver también:


* Sobre Ovidio:
http://es.wikipedia.org/wiki/Ovidio
* Sobre El arte de amar: http://es.wikipedia.org/wiki/Arte_de_amar
* El libro se puede leer en PDF en: http://www.edu.mec.gub.uy/biblioteca%20digital/libros/O/Ovidio%20-%20El%20arte%20de%20amar.pdf


[Lecturas 3. Enero-mayo de 2004]


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