miércoles, 8 de junio de 2011

Demasiado amor, de Sara Sefchovich




DEMASIADO AMOR

de Sara Sefchovich


Gerardo Carrera


Una de las múltiples respuestas a la pregunta “¿Qué quieren las mujeres?”, formulada por Freud, se da en la literatura y son las propias mujeres quienes, a través de su visión del mundo, nos muestran lo que quieren, piensan y necesitan, lo justo.

La novela Demasiado amor, de Sara Sefchovich, nos lleva por ese camino que día a día construyen en la búsqueda de su esencia femenina, con un personaje que se va descubriendo poco a poco, revelándonos lo que es nuestro país, la vida y el amor.

El texto transgrede la estructura convencional de la novela ya que utiliza el género epistolar y a la vez una especie de diario con los recuerdos del personaje; aparecen los dos géneros en cada capítulo. La intención de la autora con esta estructura es la de permitir al lector un acercamiento más directo, casi íntimo con el personaje.

La historia parte del deseo de dos hermanas de tener una casa de huéspedes en Italia, frente al mar; ahorran largo tiempo su modesto suelto de oficina hasta completar el pasaje de una y algo más para alcanzar su sueño; las cartas y notas de recuerdos pertenecen a la que se queda en México esperando juntar el dinero suficiente para alcanzar a su hermana, y por estos medios conocemos la vida de ambas.

La obra coincide con algunos rasgos feministas planteados por Francine Masiello en su artículo “Texto, ley, transgresión: Especulación sobre la novela feminista de vanguardia” (Revista Hispanoamericana, números 132-133, julio-diciembre, 1985) como son el presentar una mujer como personaje central, carente de nombre y apellidos, la cual proviene de una familia tradicional, aunque en la época de su vida mostrada en la novela presenta independencia de cualquier lazo familiar; es un personaje solitario que cuestiona la genealogía; no existe figura patriarcal como eje de los procesos de significación, esto le permite construir su mundo fuera del logos, establecer diferentes formas de conducta y habitar en sensaciones nuevas; se destaca también la relación entre las hermanas como continuidad de la fase preedípica.

Una noche, atrapada por la nostalgia, baja de su departamento a tomar un café al Vips, lugar que con sus luces blancas acentúa la soledad de los trasnochados y conoce un hombre con el cual termina haciendo el amor; sólo había hecho el amor con su antiguo novio pensando en el matrimonio y se cuestiona sobre la moral al separar el sexo del amor. Una vez, el hombre le da dinero, y ella se da cuenta que ésa es una manera de alcanzar su sueño, así noche tras noche baja al Vips en busca de clientes. En una ocasión conoce a un hombre (también sin nombre) el cual le hace el amor como nunca lo había experimentado, le permite descubrir su sexualidad y las posibilidades de su cuerpo, la recorre, la huele, se apodera de ella.

“…me hiciste enloquecer una y otra vez, gritar, olvidarme del tiempo, del color de la luz y de la temperatura del mundo…” (pág.16); se vuelven cómplices y pasan durante años cada fin de semana juntos recorriendo el país, pueblos, playas, montañas, ciudades, mercados, hoteles, plazas, callejones, ferias, iglesias, haciendo el amor frenéticamente, descubriendo a la vez la sensualidad y a México y de ambos su misterio, su placer, sus sabores, olores, imágenes y magia. Así la protagonista es varias mujeres a la vez, por la mañana la oficinista, por las noches, la que baja al Vips en busca de clientes, la que vive un gran amor los fines de semana y, por las cartas, su hermana.

A diferencia de otras protagonistas de literatura femenina no rehúye el compromiso erótico para proteger su libertad, a través de él la encuentra. Empieza a vivir su propia experiencia y nos enseña lo que significa ser mujer y ser hombre en nuestra sociedad, inicia la búsqueda de su ser, de un espacio “más allá del espejo” (Irigaray).

El hombre no representa para ella el orden simbólico ya que ellos buscan salirse aunque sea momentáneamente de él e ingresar al mundo de la imaginación; a medida que ella va reconstruyendo su vida, va transformando sus conceptos: surge una nueva propuesta moral. El amor muestra que tiene significados ocultos. Paradójicamente su actividad empieza a reducirse al espacio doméstico pero cambia la noción de familia y de casa, se aleja del mundo, de lo público, y su hogar es el lugar sagrado donde por medio de su cuerpo finca otro tipo de relaciones con los hombres, se convierte en el centro de la deconstrucción, su casa es ahora un lugar sin muebles, sin puertas ni vidrios en las ventanas, lleno de mariposas y palomas, donde la gente anda desnuda. “…se despojan de la rutina, la prisa, la culpa y el hastío…” (p.182)

Rechaza las instituciones, muestra una tendencia a la ruptura con lo normal y cotidiano (Elena Araujo. “La narradora y la diferencia”, Plural, núm. 156, sept. 1984). Así pasa de la puta maldita al ángel del hogar, del nuevo hogar, rechaza la familia como muestra de su resistencia a lo establecido, los hombres que la visitan son en su mayoría casados y tristes.

“…me buscan porque lo que yo tengo es lo que necesitan, no una mujer para mirar sino unos ojos que los vean, no una mujer para atender sino una que los acepta… una oreja enorme capaz de escucharlos en sus palabras y en sus silencios, en sus llantos y en sus mentiras, en sus ilusiones y deseos…” (p.177), entonces los hombres buscamos lo que no creamos. Ella responde a la sociedad con la honestidad.

Helene Cixous menciona que existe la necesidad de construir un sujeto femenino (identidad) en un mundo falogocéntrico, pero ¿qué tan real es ese mundo?, ¿no somos sólo un reflejo en el espejo de lo femenino?

La hermana, por su parte, decide vivir de forma convencional: se casa, tiene hijos, un hogar con jardín, su espacio en la cocina y la familia es la base de su vida. La protagonista descubre que la felicidad tiene demasiadas formas, vive un gran amor, sigue al hombre por diversas regiones, amándolo, construyendo su amor kilómetro a kilómetro, pueblo a pueblo y descubre su inmensidad como la del país; la palabra cliente pierde significado, ahora es sinónimo de paz, calidez, satisfacción, con una inocencia (no la de la niña virginal) cercana al salto metafísico, pasa por deseos, placeres, pequeñas perversiones, encontrándose, reconociéndose mujer, ni buena ni mala, con 72 kilos, “…una buena pancita, unos senos enormes que caen por el peso, unas nalgas redondas apoyadas en muslos bien anchos y en piernas cortas, la cara redonda y el pelo oscuro, cortado hasta arriba de las orejas, sin maquillaje…” (p.176).

Así la protagonista destruye el estereotipo de la heroína y destruye la linealidad del discurso, en una aparente inestabilidad, en el cual mezcla diversos niveles de enunciación.

Nada escapa a su mirada que parece querer formar un nuevo mundo, otra significación de las cosas; por sus ojos pasan rostros, valores, pecados, visiones, que la sitúan más allá del bien y del mal; su preocupación por las cosas cotidianas como la renta, la oficina, la mancha de betabel en la blusa dejan de tener sentido y concentra su energía en el amor, pero el amor es demasiado, “…un gran amor es imposible de soportar…” (p.184), al hombre de sus fines de semana “…lo había convertido en Dios y a Dios hay que arrastrarlo por los templos” (p.185); para terminar ese amor lleva al hombre a su casa, el que nunca preguntó nada de su vida se ve vencido al penetrar en su espacio, así la unidad hombre-país-sociedad queda fuera de él, reduciéndolo a la nada; decide “…dejarse llevar por los amores fáciles, gozosos, que son los únicos que no hacen daño, que no lastiman…” (p.185); da por terminada la correspondencia con su hermana y envía sus notas a su sobrina, y en ella a todas las mujeres para “…que sepan que existe el amor y los sueños…” (p.185).

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Demasiado amor. Sara Sefchovich. Punto de Lectura. México, 2006. 206 págs.

La novela fue publicada por Planeta en 1990 y ganó el Premio Agustín Yáñez; en 2001 fue reeditada por Alfaguara y desde entonces ha tenido varias reediciones. Fue llevada al cine en 2002 con guión de Eva Saraga y dirección de Ernesto Rimoch.

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Sobre la autora:

Sara Sefchovich nació en la ciudad de México en 1949. Es licenciada y maestra en Sociología y doctora en Historia por la Universidad Nacional Autónoma de México. Desde hace más de década y media es articulista semanal en el periódico El Universal. Además es novelista, traductora, profesora y conferencista en México y en el extranjero.

Entre sus libros se encuentran: La señora de los sueños (novela); Vivir la vida (novela); La suerte de la consorte (ensayo); País de mentiras (ensayo); Gabriela Mistral, en fuego y agua dibujada (ensayo); México: país de ideas, país de novelas (ensayo); Ideología y ficción en la obra de Luis Spota (ensayo).



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