viernes, 30 de diciembre de 2011

París no se acaba nunca, de Enrique Vila-Matas



Anagrama.
Narrativas hispánicas.


París no se acaba nunca,
de Enrique Vila-Matas

Jesús Guerra

Siguiendo con la idea de dejarse llevar por los libros para elegir las lecturas [ver mis dos reseñas anteriores: Adiós, Hemingway y París era una fiesta], la continuación más lógica al libro de Hemingway es la novela autobiográfica (por llamarla de alguna manera) París no se acaba nunca del escritor español Enrique Vila-Matas, sin duda alguna un autor imprescindible.

Anagrama. Compactos.
Digamos que siguiendo a Hemingway en sus memorias juveniles sobre París (el libro del español lleva el título del último capítulo de la edición original del libro del norteamericano), Vila-Matas nos narra los dos años que vivió en París, aunque al contrario del Premio Nobel estadounidense, quien apuntó que en París fue “muy pobre pero muy feliz”, el autor español nos dice que fue “muy pobre y muy infeliz”, aunque la verdad no se lo creemos demasiado. De hecho, hay muchas cosas que no deberíamos creerle del todo, pues su libro de memorias es en realidad una novela en la que toma una parte de su vida y aunque la sigue, también inventa libremente. El asunto es que para Vila-Matas los «hechos reales» no son tan importantes como la «verdad», y la verdad puede encontrarse más en la invención que en la realidad. Una idea (similar) que Vargas Llosa desarrolla en el prólogo de su libro La verdad de las mentiras.

Edición italiana. Feltrinelli.
París no se acaba nunca es una novela que pretende ser una conferencia de tres días que pretende relatar las memorias de (quizá un doble de) Vila-Matas mientras éste vivía en la capital francesa a mediados de los años setenta (medio siglo después que Hemingway), y en efecto las relata, mezclando el ensayo y la reflexión junto con la narración, y nos cuenta los dos años en que, viviendo en un minidepartamento (en realidad una chambre de bonne) que le rentaba ni más ni menos que Marguerite Duras, redactó el primer borrador de su primera novela (la segunda en la realidad, la primera según esta memoria verdadera) llamada La asesina ilustrada, en la que el joven autor pretendía que la lectura de su texto matara a sus lectores.

Edición francesa.
Christian Bourgois.
Nos cuenta de su viaje y su estancia en París (y de sus románticos motivos para irse a vivir ahí); de la redacción de su novela; de sus relaciones amistosas y de casera-inquilino con Marguerite Duras; de sus amigos; de las fiestas a las que asistía; de los cafés en los que pasaba horas y horas; de los cines a los que iba y las películas que veía; de los libros que leía; de las personas que conoció; de sus reflexiones; de sus problemas para escribir… y todo esto mezclado con la visita que hizo a la ciudad acompañado de su mujer, ya en el siglo XXI, para intentar recordar y reencontrar lugares, tanto de su propia experiencia como del famoso «tour Hemingway», y con referencias constantes a otros autores.

Edición estadounidense.
New Directions.
Algo que es muy divertido es el asunto de la hoja que le dio Marguerite Duras con unos cuantos consejos apuntados con rapidez cuando Vila-Matas le pidió que le dijera cómo se escribe una novela; las preguntas a sus amigos para intentar aclarar dichos consejos, la angustia para entenderlos. Y siempre, como elemento central, la ironía. El autor apunta: «…me siento impulsado a decirles que sé perfectamente que la ironía juega con fuego…», y «…cuando me oigan decir, por ejemplo, que París no se acaba nunca, lo más probable es que lo esté diciendo irónicamente». Y aclara: «No me gusta la ironía feroz sino la que se mueve entre la desilusión y la esperanza».

Edición en portugués. Brasil.
Cosac & Naify.
El libro está lleno de frases y pasajes memorables, y si me pusiera aquí a citar algunos ejemplos, lo más probable es que terminara transcribiendo medio libro, así que lo mejor es que lo lean directamente. Ahora bien, Enrique Vila-Matas es uno de mis autores preferidos, pero no sé si este libro sea el más adecuado para comenzar a leer su obra, aún así, teniendo en cuenta que sus libros no se encuentran en todas partes, les doy un consejo práctico: lean cualquier cosa que encuentren de él.

Edición de Portugal.
Teorema.
Vuelvo a París no se acaba nunca: se trata de una obra con tantas líneas de reflexión que el libro pide a gritos una o varias relecturas, aunque no necesariamente inmediatas. Es uno de esos libros a los que uno sabe que volverá con el tiempo (bueno, en realidad eso sucede con todos o casi todos los libros de Vila-Matas.) Quizá, por lo menos de manera superficial, se trata de un libro «para escritores», aunque esto podemos extenderlo a «todos aquellos interesados en la escritura», y luego un poco más a «todos aquellos interesados en la literatura», y más aún «a todos los buenos lectores», aunque esto es un tanto vago y crea una pregunta automática: ¿hay algún lector que se considere tal y que se autocalifique como «mal lector»?

En todo caso, léanlo. Es un libro que trata de cuestiones serias y también de otras que no lo son tanto, y todo, o casi todo, de manera muy divertida y muy inteligente.

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París no se acaba nunca. Enrique Vila-Matas. Anagrama. Narrativas Hispánicas. 2003. Barcelona. 233 págs.

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Para leer sobre el autor, sobre sus libros y las ediciones de los mismos en otras lenguas, además de algunos de sus artículos, de sus ensayos y de sus entrevistas, los remito a su sitio personal de Internet, que es particularmente divertido e informativo:

lunes, 19 de diciembre de 2011

Primeras líneas… París era una fiesta, en dos idiomas


Primeras líneas…

París era una fiesta
en dos idiomas




 A Good Café on the Place St.-Michel

Then there was the bad weather. It would come in one day when the fall was over. We would have to shut the windows in the night against the rain and the cold wind would strip the leaves from the trees in the Place Contrescarpe. The leaves lay sodden in the rain and the wind drove the rain against the big green autobus at the terminal and the Café des Amateurs was crowded and the windows misted over from the heat and the smoke inside.

[Versión original en inglés de Ernest Hemingway. A Moveable Feast. Charles Scribner’s Sons. 1964.]

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Un buen café en la Place Saint-Michel

Para colmo, el mal tiempo. Se nos echaba encima en un solo día, al acabarse el otoño. Teníamos que cerrar las ventanas de noche por la lluvia, y el viento frío arrancaba las hojas a los árboles de la Place Contrescarpe. Las hojas se pudrían de lluvia por el suelo, y el viento arrojaba lluvias al gran autobús verde en la parada de término, y el Café des Amateurs se llenaba y el calor y el humo de dentro empañaba los cristales.

[Traducción al español de Gabriel Ferrater. Editorial Seix Barral.]


domingo, 11 de diciembre de 2011

París era una fiesta, de Ernest Hemingway





París era una fiesta
de Ernest Hemingway

Jesús Guerra

Hay muchas maneras de construir una secuencia de lecturas. Se puede leer a partir de las listas de los libros más vendidos, o seguir las lecturas de un crítico literario; se puede leer lo que nos recomiendan los amigos, o leer una sección determinada de la biblioteca del abuelo, o, como uno de los personajes de la novela La náusea, de Sartre, se puede leer una biblioteca en orden alfabético. Se puede leer por autores o por géneros; se puede leer «lo que nos caiga en las manos» o se puede hacer un análisis muy serio de los libros disponibles.

Otra de las maneras, quizá una de las más divertidas, es dejarse guiar por los propios libros. Por ejemplo, en la entrada anterior de este blog comenté el libro Adiós, Hemingway, de Leonardo Padura, y una de sus dos tramas transcurre durante los últimos meses que pasó el escritor norteamericano en su casa de las afueras de La Habana, la Finca Vigía, cuando escribía, quizá, A moveable feast, cuyo título en castellano es París era una fiesta. ¿Qué lectura es la más recomendable, siguiendo el método de dejarse llevar por los libros, después de leer la novela de Padura? Pues ese libro que Hemingway escribía en esos momentos, el cual, aunque fue publicado de manera póstuma, en 1964, es ahora uno de los más conocidos y gustados del Premio Nobel.



París era una fiesta es un libro un tanto extraño, es un libro de memorias que según el propio autor puede leerse como una obra de ficción, cosa que, por otra parte, podemos hacer con cualquier libro de memorias, no sólo por la voluntad consciente del autor de embellecer ciertos pasajes de su vida, sino, sobre todo, por los mecanismos inconscientes que ya se encargan de hacerlo de manera natural. Pero no es por eso que digo que este libro es algo extraño, sino por su fragmentariedad. Más que unas memorias propiamente dichas es un libro de recuerdos —por decirlo de alguna manera y aunque parezca que son lo mismo—, como si se tratara de relatos que, a pesar de que forman una unidad a final de cuentas (o de cuentos), conservan su autonomía. A Hemingway esto le gustaba, no por nada fue uno de los maestros del cuento durante la primera mitad del siglo pasado. En algunos casos la anécdota es la importante, en otros el ambiente. Hay momentos, incluso, en que nos parece que nos está contando chismes… chismes de escritores, claro. Y a este respecto, contiene pasajes que hoy son célebres y que muchos lectores, pero sobre todo muchos escritores, conocen de memoria.

Y precisamente quienes desfilan por estas páginas son muchos escritores (es decir, los recuerdos quizá ficticios de Hemingway sobre esos escritores), algunos de los cuales fueron muy buenos amigos del que sería, años después, Premio Nobel de Literatura, con los que, por lo menos algunos de ellos, terminó peleado. En el desfile encontramos a Gertrude Stein, James Joyce, Aldous Huxley, Sherwood Anderson, Marie Belloc Lowndes, Ford Madox Ford, Scott Fitzgerald y Ezra Pound, entre otros. A algunos sólo se les menciona, se cuentan cosas sobre ellos, a otros los encontramos en plena interacción con Hemingway, bebiendo, hablando de literatura y paseando por París, o por otras ciudades de Francia, como el viaje que hizo el autor con Scott Fitzgerald.

En este libro el autor nos habla de la pesca en el Sena, de carreras de caballos, de leche de cabra, de vivir el presente, del hambre, de su interesante aprendizaje acerca de la literatura a partir de las pinturas que veía en museos, de los cafés, de la gente que iba a esos cafés, de viajes a España y a Austria, de las calles y los parques y los monumentos de París, de librerías, de libros, de la librería Shakespeare & Company y de su dueña, Sylvia Beach, quien le prestaba libros al joven periodista y aprendiz de escritor, de escritura y de su manera de escribir; y tiene páginas detalladas acerca de su aprendizaje de la escritura.

Esta obra, que nos relata hechos de los años que van de 1921 a 1926, contiene frases contundentes que nos permiten entender un poco la psicología de los sobrevivientes de la Primera Guerra Mundial, como ésta: «En aquellos días, no teníamos confianza en nadie que no hubiera estado en la guerra, pero además no teníamos plena confianza en nadie…» Espléndidos consejos de lectura, como éste que le dio Gertrude Stein a Hemingway: «Debería usted leer sólo lo verdaderamente bueno o lo francamente malo».

Contiene también la anécdota sucedida a Gertrude Stein que terminó por darle nombre a la generación literaria a la que pertenecía Hemingway, la famosa Generación Perdida. Es interesantísimo cómo una frase que ella escuchó en un taller mecánico terminó por imponerse. Luego, Hemingway nos dice que después de la conversación con ella, él pensó la siguiente frase, terrible y verdadera: «…Pensé que todas las generaciones se pierden por algo y siempre se han perdido y siempre se perderán…»

El libro, bastante breve en realidad, está lleno de frases memorables, que ya forman parte de la mitología hemingwayana, como el epígrafe: «Si tienes la suerte de haber vivido en París cuando joven, luego París te acompañará, vayas adonde vayas, todo el resto de tu vida, ya que París es una fiesta que nos sigue». Y por supuesto el final: «Yo he hablado de París según era en los primeros tiempos, cuando éramos muy pobres y muy felices». Claro que esta frase suena mucho mejor en inglés, con ese engañoso inglés «sencillo» que hizo famoso a Hemingway: «But this is how Paris was in the early days when we were very poor and very happy». Y es que la traducción de Gabriel Ferrater si bien no es mala, no es tampoco siempre acertada, pero hay que concederle que traducir a Hemingway no debe ser nada sencillo, precisamente por la aparente sencillez de su estilo. Además, está en español ibérico y tenemos que aguantarnos frases como «Oh, por favor, no te me pongas pelma», donde en inglés dice «Oh Dear. Don’t be so tiresome».

Hemingway viajaba mucho. Cuando vivía en París iba a España y a Austria, entre otros lugares, con su primera esposa, Hadley Richardson. Cuando se mudó a Florida, con su segunda esposa, Pauline Pfeiffer, viajaba a París y se quedaba en el hotel Ritz. En algún momento de esos viajes, alrededor de principios de los años 30, quizá, Hemingway dejó en ese hotel una maleta llena de escritos suyos, notas y borradores… y la recuperó en los años 50. Esos papeles le ayudaron a escribir París era una fiesta. Llama la atención lo detallado de ciertos pasajes. Hemingway apuntó las direcciones de los departamentos en los que vivió con Hadley (74, rue du Cardinal-Lemoine, primero, y luego en 113, rue Notre-Dame-des-Champs), del hotel en el que rentaba un cuarto que usaba como oficina para escribir (39, rue Descartes), del edificio en donde se encontraba el departamento de Gertrude Stein (27, rue de Fleurus), y muchos sitios y direcciones más. Están también los muchos bares y cafés citados: Les Deux Magots, la Brasserie Lipp, el Café de Flore, La Closerie des Lilas, La Coupole, La Rotonde, Le Dôme, el Café de la Paix, Harry’s New York Bar, y muchos más… además de mencionar varias veces los Jardines de Luxembourg y las calles y avenidas por donde le gustaba pasear. Tan conocido es su circuito de los años 20 que en París se puede incluso hacer un «Tour Hemingway», guiado o solo, para caminar por las calles que él caminaba, ver los monumentos y plazas que él veía, beber y comer donde bebió y comió, y pararse delante de los edificios en los que habitó.

París era una fiesta es, sobre todo, un libro de una nostalgia estremecedora y contagiosa, a ratos tierno, a ratos sorprendente, a ratos muy divertido.

El libro con el que contamos en español es la traducción del libro «clásico», el publicado de manera póstuma en 1964, editado por su cuarta esposa, Mary Welsh, quien en el prólogo da a entender que Hemingway dejó el libro terminado. Ahora sabemos que no fue exactamente así, pues en 2009 apareció en inglés una nueva edición llamada A Moveable Feast: The Restored Edition (si utilizamos el mismo nombre que conocemos en español, sería «París era una fiesta: la edición restaurada»), editado por Sean Hemingway, nieto del autor de su segundo matrimonio. Según el prólogo de esa nueva edición, el libro no tiene demasiados cambios, pero sí significativos. Por mencionar alguno, el capítulo final del volumen «clásico», llamado «París no se acaba nunca», en realidad no existía como tal. Hemingway dejó dos capítulos diferentes, dos borradores, completos pero no revisados, que llevaban cada uno su propio título, y así aparecen en la nueva edición. En la «clásica» estos dos capítulos fueron editados y fundidos en uno, y el título, mencionado en el texto, se lo puso su segunda esposa.

Pero esto, en realidad, es un asunto para especialistas y fanáticos de Hemingway. Con el libro que tenemos es suficiente. Yo le sugiero que corra a conseguirlo y lo lea, y se deje llevar por esta nostalgia de Hemingway por el París de los años 20 del siglo pasado. Esa época en esa ciudad es famosísima, por su importancia literaria, sobre todo para la literatura norteamericana y su «generación perdida», y, de hecho —lo dejo como una nota final—, es el fondo que utiliza el cineasta estadounidense Woody Allen en su más reciente y espléndida película, Medianoche en París («Midnight in Paris»), la cual, por cierto, también le recomiendo que corra a rentar para que la disfrute hoy mismo.

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París era una fiesta. Ernest Hemingway. Traducción de Gabriel Ferrater. Seix Barral. Biblioteca Ernest Hemingway. Colección Booket. Buenos Aires, 2004. 208 págs.

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Para leer sobre la vida y obra de Hemingway:



lunes, 17 de octubre de 2011

Primeras líneas... Adiós, Hemingway en dos idiomas






Primeras líneas...

Adiós, Hemingway
en dos idiomas

Primero escupió, luego expulsó los restos del humo agazapado en sus pulmones y finalmente lanzó al agua, propulsándola con sus dedos, la colilla mínima del cigarro. El escozor que sintió en la piel lo había devuelto a la realidad y, de regreso al adolorido mundo de los vivos, pensó cuánto le hubiera gustado saber la razón verdadera por la cual estaba allí, frente al mar, dispuesto a emprender un imprevisible viaje al pasado.

[Versión original en español de Leonardo Padura]

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First he spat, then he expeled the remainder of the smoke from deep within his lungs and finally he threw the tiny cigarette butt into the water, flicking it with his fingers. The burning sensation on his skin brought him back to reality, and, once back in the world, he thought how much he would have liked to know the real reason for his being here, looking out to sea, preparing to undertake an unpredictable journey into the past.

[Versión en inglés de John King]



sábado, 15 de octubre de 2011

Adiós, Hemingway, de Leonardo Padura





Adiós, Hemingway
(serie Mario Conde 5)
de Leonardo Padura

Jesús Guerra

Desde 1939 y hasta 1960, Ernest Hemingway (1899-1961) vivió en Cuba, en la Finca Vigía, a unos 24 kilómetros de La Habana, aunque también vivió en ese período temporadas en otras partes del mundo. Después del episodio histórico de Bahía de Cochinos, en 1961, el gobierno cubano expropió la finca, junto con la biblioteca del escritor, que tenía entre 4,000 y 6,000 volúmenes. Por una serie de circunstancias, como la de haber estado en España durante la guerra civil del lado de los republicanos, por tener amigos «comunistas» y, a últimas fechas, también por vivir en Cuba, el FBI vigilaba a Hemingway.

Éste es el contexto histórico de la estupenda novela Adiós, Hemingway, del escritor cubano Leonardo Padura (La Habana, 1955), que escribió a pedido de sus editores brasileños para una serie llamada «Literatura o Muerte». La novela la terminó en el verano del año 2000 y fue publicada en 2001, pero por razones contractuales no fue sino hasta 2006 que fue publicada en español por la editorial Tusquets.

Nueva portada en Andanzas
de Tusquets
Padura es el creador del investigador cubano Mario Conde, a estas alturas de fama internacional. Publicó una tetralogía llamada Las Cuatro Estaciones con el Conde como protagonista, de la que forman parte las novelas Pasado perfecto, Vientos de Cuaresma, Máscaras y Paisaje de otoño. Cuando el autor pensaba darle un descanso al personaje fue cuando recibió la invitación de sus editores brasileños; la novela debía de tratar sobre un escritor y Padura eligió a Hemingway, autor con el que tenía una relación de amor-odio, según nos dice en la nota inicial de la obra, así que recurrió de nuevo a su investigador y le pasó sus obsesiones al Conde, personaje que, al final de la tetralogía, renuncia a su cargo en la policía de La Habana para intentar convertirse en escritor; en Adiós, Hemingway, al que encontramos es al ex inspector, escritor en ciernes y, para vivir, comerciante de libros usados. James Parker escribió en su crítica para The New York Times que «El ex inspector Conde es el detective aficionado a la literatura con el que soñaría cualquier lector de Paul Auster».

Como ya quedó asentado, la relación de Mario Conde con Hemingway, como escritor, es de amor-odio. En 1960, cuando Conde era un niño y paseaba de la mano de su abuelo, vio a Hemingway en la playa. De joven, comenzó a escribir bajo la influencia de Hemingway e hizo excursiones con sus amigos de la escuela al que ya para entonces era el Museo Finca Vigía, la casa del famoso escritor que recibió el Premio Nobel cuando vivía en Cuba. Ya más grande se enteró de que Hemingway no siempre era una buena persona, comprendió que era un gringo que en realidad nunca entendió a los cubanos a pesar de haber vivido en el país por dos décadas, que había demasiado mito y autoconstrucción de una personalidad legendaria en la biografía del escritor y que había demasiada muerte en su vida. Aún así, como autor, seguía siendo fundamental en la vida literaria del Conde.
Edición italiana

Es entonces cuando, a fines de los años 90, Mario Conde recibe la visita de su ex compañero de trabajo, el teniente Manuel Palacios, quien le comunica que acaban de descubrir, en los terrenos de la Finca Vigía, los restos de un hombre que lleva alrededor de 40 años muerto, que murió a causa de dos impactos de bala en el pecho, y que, para agravar las cosas, junto al cadáver apareció una placa del FBI. El Conde decide sumarse a la investigación porque sabe que si el caso, que suena difícil por la distancia de los acontecimientos, no se cierra de manera concluyente, cuando se dé a conocer a la prensa, los rumores le cargarán el muerto a Hemingway, pues la idea es tentadora para cualquiera, y más para sus detractores.

Edición en inglés
Adiós, Hemingway nos narra esta investigación, pero también, en capítulos intercalados, nos cuenta lo sucedido en los primeros días de octubre de 1958, desde la perspectiva del propio Hemingway, quien se siente envejecido y cansado, a quien se le dificulta escribir, a quien le han prohibido beber y aún así bebe, aunque con cierta moderación. Un Hemingway que comienza a tener problemas de memoria y aún así recuerda su vida con una nostalgia feroz.

La investigación es interesante y los descubrimientos de la misma todavía más. El Conde y el Hemingway de esta historia son dos personajes deliciosos, y la novela está llena de momentos y de frases que se quedan en la memoria.

Para propósitos de este blog libresco, apunto estas líneas de la novela, en la que se expresa el amor de Mario Conde por los libros:

Además, zambullirse entre libros, dispuesto a buscar lo que quizá nadie había buscado en las obras y la vida de Hemingway, le provocaba una agradable sensación, exclusiva de los bibliófilos incurables. En momentos así el Conde disfrutaba con la idea de que los libros podían hablar, cobraban vida y autonomía. Entonces comprendía que su amor por aquellos objetos, gracias a los cuales ahora vivía y de los que a lo largo de los años había obtenido una felicidad diferente a todas las otras modalidades posibles de la felicidad, era una de las cosas más importantes de su vida, en la cual cada vez quedaban menos cosas importantes, [...]

Adiós, Hemingway, es una novela sumamente recomendable, inteligente, muy bien escrita, espléndidamente ambientada y con detalles maravillosos, entre los que sobresale, obviamente, una prenda íntima de Ava Gardner.

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Adiós, Hemingway. Leonardo Padura. Tusquets Editores. Colección Andanzas. España, febrero de 2006. México, marzo de 2006. 190 págs.

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Información sobre el autor:

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Te puede interesar leer:
(haz clic en los títulos)

Pasado perfecto [Mario Conde 1],

Primeras líneas de Pasado perfecto, en dos idiomas


Primeras líneas de Vientos de Cuaresma, en dos idiomas

Primeras líneas de Adiós, Hemingway, en dos idiomas








lunes, 10 de octubre de 2011

Primeras líneas… En busca del tiempo perdido (con un agregado)




Ya habíamos publicado, desde diciembre de 2009, estas primeras líneas del primer volumen de la famosísima novela de Proust en tres idiomas (francés, inglés y español), pero ahora hemos querido agregar una segunda versión en nuestra lengua; así, se suma a la ya clásica versión de Pedro Salinas la de Estela Canto, que es bastante más contemporánea.


Marcel Proust


Primeras líneas…

En busca del tiempo perdido
en tres idiomas
(con dos diferentes versiones en español)




À la recherche du temps perdu


Du coté de chez Swann

Première partie

Combray

1.

Longtemps, je me suis couché de bonne heure. Parfois, à peine ma bougie éteinte, mes yeux se fermaient si vite que je n’avais pas le temps de me dire: «Je m’endors.» Et, une demi-heure après, la pensée qu’il était temps de chercher le sommeil m’éveillait; je voulais poser le volume que je croyais avoir encore dans les mains et souffler ma lumière; je n’avais pas cessé en dormant de faire des réflexions sur ce que je venais de lire, mais ces réflexions avaient pris un tour un peu particulier; il me semblait que j’étais moi-même ce dont parlait
l’ouvrage: une église, un quatuor, la rivalité de François Ier et de Charles Quint.


[Versión original en francés de Marcel Proust]

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In Search of Lost Time


Vol. 1

Swann's way

Overture

For a long time I used to go to bed early. Sometimes, when I had put out my candle, my eyes would close so quickly that I had not even time to say «I'm going to sleep.» And half an hour later the thought that it was time to go to sleep would awaken me; I would try to put away the book which, I imagined, was still in my hands, and to blow out the light; I had been thinking all the time, while I was asleep, of what I had just been reading, but my thoughts had run into a channel of their own, until I myself seemed actually to have become the subject of my book: a church, a quartet, the rivalry between François I and Charles V.


[Versión en inglés de C. K. Scott Moncrieff]

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En busca del tiempo perdido


Vol. 1
Por el camino de Swann

Primera parte: Combray

Mucho tiempo he estado acostándome temprano. A veces, apenas había apagado la bujía, cerrábanse mis ojos tan presto, que ni tiempo tenía para decirme: «Ya me duermo». Y media hora después despertábame la idea de que ya era hora de ir a buscar el sueño; quería dejar el libro, que se me figuraba tener aún entre las manos y apagar de un soplo la luz; durante mi sueño no había cesado de reflexionar sobre lo recién leído, pero era muy particular el tono que tomaban esas reflexiones, porque me parecía que yo pasaba a convertirme en el tema de la obra, en una iglesia, en un cuarteto, en la rivalidad de Francisco I y Carlos V.

(Alianza Editorial. Versión en español de Pedro Salinas)

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En busca del tiempo perdido


I. Del lado de Swann


Primera parte: Combray

Durante mucho tiempo me acosté temprano. A veces, apenas había apagado la bujía, los ojos se me cerraban tan pronto que no tenía tiempo de decirme: «Me estoy durmiendo»; y una media hora después, la idea de que ya era tiempo de dormirse me despertaba; trataba de dejar el libro que creía tener aún entre mis manos y soplar la llama; mientras dormía no había cesado de reflexionar sobre lo que acababa de leer, pero estas reflexiones habían tomado un sesgo un poco peculiar; me parecía que yo mismo era lo que la obra decía: una iglesia, un cuarteto, la rivalidad entre Francisco I y Carlos V.


(Editorial Losada. Versión en español de Estela Canto)


jueves, 6 de octubre de 2011

Leer... (2)






Hace cinco años, en la Novena Feria del Libro Saltillo, se utilizaron, para la promoción y la decoración de la misma, una serie de frases sobre libros. Ahora rescatamos algunas de ellas:


Un libro, como un viaje, se comienza con inquietud y se termina con melancolía.

—JOSÉ VASCONCELOS


El arte de leer es, en gran parte, el arte de volver a encontrar la vida en los libros y, gracias a ellos, de comprenderla mejor.

—ANDRÉ MAUROIS


De los diversos instrumentos inventados por el hombre, el más asombroso es el libro; todos los demás son extensiones del cuerpo... Sólo el libro es una extensión de la imaginación y la memoria.

—JORGE LUIS BORGES


Los libros son los portadores de la civilización... Son compañeros, maestros, magos, banqueros de los tesoros de la mente. Los libros son la humanidad impresa.

—BARBARA W. TUCHMAN


Quien no lee buenos libros no tiene ninguna ventaja sobre quien no puede leerlos.

—MARK TWAIN


Quien sabe leer tiene el poder de magnificarse, de multiplicar sus maneras de existir, de enriquecer su vida, de hacerla significativa e interesante.

—ALDOUS HUXLEY


Lee y conducirás, no leas y serás conducido.

—SANTA TERESA DE JESÚS


Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca.

—JORGE LUIS BORGES



lunes, 3 de octubre de 2011

Novedades de la librería Julio Torri (6)






George Steiner en The New Yorker

George Steiner

Entre 1967 y 1997 George Steiner escribió más de ciento cincuenta artículos para el semanario The New Yorker; la agudeza y la diversidad de estos textos dibujan una silueta de extraordinaria erudición. La ciudad de Viena, el ajedrez y el Risorgimento italiano interesan a Steiner tanto como las elucubraciones de Borges, Céline o Benjamin. Excelente narrador y sabio de inusual precisión, George Steiner esboza una trayectoria ideal que conduce del pensador a la esencia del pensamiento, del escritor al espíritu de la escritura y del acontecimiento fortuito a la historia cultural. Los ensayos de esta compilación no dejarán de sorprender al lector: Canetti, Russell, Cioran, Chomsky, Orwell y el historiador y espía Antonio Blunt conforman, entre otros, un irresistible elenco de protagonistas.

Fondo de Cultura Económica
Precio: $257.00




After Dark

Haruki Murakami

Cerca de media noche, Mari se toma un café en un restaurante. En una habitación, Eri se ha sumido en una dulce inconsciencia; el televisor cobra vida y empieza a distinguirse en la pantalla una imagen turbadora. Lo más inquietante: el televisor no está enchufado…

Desde una distancia variable, como una cámara versátil, Murakami recorre escenarios habitados por personajes solitarios, reproduce encuentros accidentales que más parecen desencuentros y capta una amenazadora pero difusa sensación de peligro que todo lo impregna.

Tusquets Editores
Precio: $99.00





Teoría literaria

Alfonso Reyes

Alfonso reyes debe de haber sido el último modernista: entre Rubén Darío y Jorge Luis Borges, Reyes nos liberó de las interpretaciones traumáticas de la cultura hispanoamericana y nos demostró que somos capaces de venir de todas partes, con inteligencia y con ironía, gracias a la saga literaria de vivir aquí todos los tiempos. Esa fe en la cultura americana como territorio legítimo tiene en su teoría literaria una guía de diálogo fundador y renovador.

Fondo de Cultura Económica
Precio: 95.00



Historia de la belleza
Historia de la fealdad

A cargo de Umberto Eco

«En realidad no hay belleza más auténtica que la sabiduría que encontramos y apreciamos en ciertas personas. Prescindiendo de su rostro, que puede ser poco agraciado, y haciendo caso omiso de la apariencia, buscamos su belleza interior». Plotino


«La muerte y la belleza son dos cosas profundas
Que tienen tanto de azul como de negro
Y parecen dos hermanas, terribles y fecundas,
Con un mismo enigma y similar misterio». Víctor Hugo


Historia de la belleza
De Bolsillo
Precio: $289.00

Historia de la fealdad
Lumen
Precio. $299.00