martes, 30 de octubre de 2018

Antología Z núm. 4





Antología Z
(volumen 4)
Zombimaquia

(Primera de dos partes)

Jesús Guerra

Ya estamos de nuevo en esa época del año que muchos lectores y cinéfilos celebramos leyendo cuentos y novelas de terror, y viendo múltiples películas (y series de televisión) de horror. Hay quienes releen sus libros preferidos, y quienes consiguen libros nuevos para darse un festín: Halloween.

Si no han leído a los clásicos de este género, mi recomendación es que lean algunos de dichos libros, pues, la verdad, los van a sorprender. Estoy hablando, por supuesto, de obras como Drácula, de Bram Stoker; Frankenstein, de Mary Shelley; El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde, de Robert Louis Stevenson; cuentos de Edgar Allan Poe; El castillo de Otranto, de Horace Walpole; El fantasma de la ópera, de Gaston Leroux; El Golem, de Gustav Meyrink; Manuscrito encontrado en Zaragoza, de Jan Potocki; Melmoth el errabundo, de Charles Robert Maturin; El retrato de Dorian Gray, de Oscar Wilde; El monje, de Matthew Lewis; Carmilla, de Sheridan Le Fanu y «El vampiro», de Polidori, entre muchas obras. Y si hablamos de autores más recientes, pueden leer obras de Stephen King, Clive Barker, Richard Matheson, Anne Rice, Arthur Machen, H. P. Lovecraft y Dan Simmons, por mencionar sólo a algunos pocos de los escritores de terror más conocidos de nuestro tiempo.

Pero si prefieren que les recomiende un libro en particular y les interesan los relatos de zombis, pueden conseguir el libro que les comento en esta entrada, el cual está destinado —así lo aclara el texto de la contraportada— a lectores adultos. Se trata de la Antología Z, volumen 4, que tiene el subtítulo Zombimaquia. Este libro fue coordinado por el escritor español Rubén Serrano y fue publicado por Dolmen Editorial. La edición es del año 2011, pero aún se consigue, posiblemente en reimpresión. Obviamente hay tres antologías previas a ésta, y unas posteriores, creo que ya van en la número 7 u 8. Yo sólo tengo este volumen, pero después de leerlo me han dado ganas de conseguir el resto de las antologías, pues la verdad ésta, la número 4, vale la pena: tiene en general buenos relatos, y algunos realmente espléndidos.

Este volumen está compuesto de 20 cuentos, 19 de ellos escritos por autores españoles y uno traducido del inglés, del escritor Mike Resnick. La edición de la colección es muy, muy bonita, tanto su portada como sus páginas interiores. Lo que le falta al libro, sin duda, son unas páginas con las fichas de los autores, para que los lectores podamos ubicarlos y enterarnos de qué otras cosas han escrito, de dónde son, qué edad tienen, etcétera.

Rubén Serrano, el antologador, escribe también el prólogo. Comienza por reconocer que «los zombis están de moda» y que los encontramos en todas partes, cine, televisión, cómics, revistas, novelas de ciencia-ficción y de fantasía, en Internet, en videojuegos, juegos de mesa, la música, el arte... Y apunta: «existe toda una cultura zombi; un fenómeno que prolifera, aunque pocos comprenden».


Volumen 1


Este punto de la poca comprensión que se tiene del fenómeno zombi me parece fundamental, pero es un tema para tratar después. Por el momento sigamos con el prólogo de Rubén Serrano, quien líneas después escribe: «[...] por su propia supervivencia, las técnicas de los vivos para hacer frente a la nueva amenaza han tenido que adaptarse y superarse a sí mismas. Surge así la 'zombimaquia', la lucha contra los muertos andantes». (El término zombimaquia es pariente de tauromaquia. Si este último término está formado por las palabras griegas que significan 'toro' y 'lucha', quiere decir que zombimaquia es el arte de pelear con los zombis... Para que vean que todos los días se aprende algo nuevo.) Y para cerrar su prólogo, escribe: «Y al final, casi siempre, los humanos dejan aflorar su verdadero ser, en ocasiones más terrible que el de esos pobres seres putrefactos, haciendo inevitable la pregunta: ¿quién es realmente el monstruo?»

Esta es precisamente la pregunta que muchas de las grandes obras del terror nos obligan a hacernos, comenzando, por supuesto, con Frankenstein.

El libro abre con el cuento llamado «Condemnata Regina», de Elena Montagud. Este relato me parece espléndido y nos narra la parte final del mito de Dido y Eneas, pero con zombis. El efecto es buenísimo, sobre todo debido a la escritura del texto. Los invito a que consulten primero el mito de Dido y Eneas para que verdaderamente puedan saborear esta narración espectacular.

El cuento «Las últimas horas», de Gervasio López, nos cuenta, en efecto, las últimas horas de la relación formada por Martín y Eliza. Son una pareja que vive en ese desolado paisaje posterior al apocalipsis zombi. Pero son atacados. Los zombis son demasiados, y aunque la pareja pelea y resiste por un tiempo pero finalmente tienen que huir, y uno de los zombis logra agarrar del cabello a Eliza e hincarle los dientes en un hombro. Martín despedaza al atacante, pero sabe que todo está perdido para su mujer. Martín recuerda su vida con Eliza mientas observa, lloroso, su metamorfosis. Sabe lo que debe hacer. Sin embargo, espera... no se atreve a hacerlo... ni sabe si se atreverá... Se trata de un relato que explora la muerte y el proceso de cambio, de zombificación, en el seno de una pareja que se ama. Es efectivo e interesante, aunque no sea tremendamente original.

«Carne Tabú», de Fermín Moreno González, es una espeluznante narración postapocalíptica. La gente vive en tribus. El hambre es permanente. Ponen trampas para comer ratas. Los zombis son un peligro constante, así como otros animales, como los osos. Todo ha cambiado. Cuando las personas mueren de muerte natural dejan de ser consideradas gente de la tribu y pueden ser devoradas por la tribu. Como el hambre es permanente, la gente come gente. No pueden matar a las personas para comérselas, hay aún una especie de moral, una especie de ley. Pero los errores suceden, los accidentes pasan, y el castigo de la tribu por comer lo que denominan 'carne-tabú' es aterrador. El final de este relato es siniestramente genial.  

El cuento «Testigo invisible», de Ramón López, me ha parecido interesantísimo, aunque el autor ha quebrantado algunas de las leyes clásicas de la mitología zombi (y no les digo cuáles para dejarlos a ustedes descubrir estas infracciones). Sin embargo, esto no es tan grave, pues al igual que sucede con las obras literarias y cinematográficas de vampiros, de hombres-lobo y de momias, por ejemplo, cada autor agrega o elimina características, según sus gustos o las necesidades de su historia.

En este relato el punto de vista es espléndido pues el narrador es un fantasma. Un hombre va a un hospital a que le hagan una operación que se supone es sencilla y, sin embargo, muere. Él no ve túneles ni luces, sólo ve la sala de operaciones y a los médicos trabajando en su propio cadáver. No sabe qué hacer así que se queda a vagar por el hospital, recorriéndolo todo y disfrutando de su invisibilidad. Luego de algunos días le toca ver la llegada de un hombre con unas mordidas, que por supuesto son de un zombi, pero esto no lo sabe nadie en el hospital. Y ve cómo muere, y cómo revive a los pocos minutos, y lo ve atacar a un médico y a una enfermera... que a su vez reviven para atacar a otros. Y es entonces cuando sucede lo más extraño... como si el hecho de que un fantasma nos narre la historia de unos zombis no fuera lo suficientemente extraño, ¿no? Pero esto, claro, ya no se los voy a contar. Estoy seguro, eso sí, de que los lectores de terror van a disfrutar mucho este relato.

El cuento «Cambio de presa», de María Delgado, está narrado por un sociópata, un asesino en serie. Como verán la idea es también sumamente interesante, y se puede apreciar la importancia del punto de vista de la narración. Cuando la lucha contra los zombis era más desesperada, cuando los ejércitos ya no eran suficientes, se recurrió al reclutamiento de voluntarios, y luego a los presos. Y después a los presos condenados a muerte. Este es el caso del narrador, un asesino en serie condenado a muerte. Le ofrecen cambiarle la pena si acepta luchar contra los zombis. El tipo, por supuesto, acepta... y obviamente no les puedo contar nada más. Este cuento es muy efectivo y bastante original.


Volumen 2


«Es peluznante», así con la palabra separada como si se tratara de verbo y adjetivo, es un relato de Senén Lozano. No son raros los relatos de humor negro en el género del terror. No son raros tampoco los relatos de este tipo que son buenos o muy buenos, pero tampoco se les encuentra todos los días. Esta narración a mí me ha parecido particularmente ingeniosa, y la verdad me gusta muchísimo. El narrador es un coreógrafo famoso al que han llamado, pagándole muy bien, para que le enseñe unos pasos de baile a un grupo de no-muertos que han sido resucitados por un brujo. Ya de entrada la idea es muy buena, pero el desarrollo del relato, el lenguaje del personaje y el final son estupendos. No puedo contarles nada más para no arruinarles su lectura.

Hay otra narración espléndida, escrita por Darío Vilas, de la que no puedo ni decirles el título para no telegrafiarles el argumento. Sólo les puedo decir que se desarrolla poco después de terminada la guerra civil española, en 1939, y que es de esos relatos de venganza que son muy satisfactorios porque en realidad se trata, con todo y sus lamentables pérdidas, de justicia poética.

Otro relato que incluso lleva su tema en el título mismo es «La venganza de Erika», de Lydia Alfaro. Sin embargo, es una narración muy diferente a la anterior, y el motivo para la venganza es también muy diferente, pero lógico. Es una obra mucho más tradicional en su contexto y en su tratamiento que las comentadas hasta ahora. Se ubica en los días posteriores al primer mes de la plaga de los muertos vivientes. Los personajes centrales son un grupo de amigos que se la han pasado sobreviviendo en esa pesadilla en que se ha convertido su mundo y, por supuesto, no terminan de entender qué es lo que sucede. Van de escondite en escondite, durmiendo en casas abandonadas, buscando comida, matando zombis y buscando otros sobrevivientes. En sus conversaciones externan lo que piensan y una de sus sospechas es que esa plaga haya sido provocada por alguna nación o grupo con la intención de deshacerse de una parte de la humanidad. Es sólo una teoría, pero es interesante. Como ya apunté, dentro del género es un relato tradicional, pero es sólido y efectivo.

En el extremo opuesto, es decir en lugar de clásico y de terror es humorístico y experimental, se encuentra el cuento «Me llamo Marcos y soy de Cádiz», escrito por Julián Sancha Vázquez. Es un texto complejo y, por momentos, hasta confuso, pero muy divertido. Es una de esas obras que, en principio, se burlan de todo lo que tocan: los zombis, el machismo, el feminismo, el terror, la sociedad, la manera de hablar de los gaditanos (es decir de los nacidos en Cádiz), los lectores, la literatura, las convenciones editoriales académicas y más. Y lo hace bien.


Volumen 3


Por el momento aquí termina este comentario. Todavía reseñaré algunos cuentos más de este libro que a mí me parece sumamente interesante, y supongo que lo será para todos los adultos jóvenes interesados en la literatura de terror y específicamente en las narraciones de zombis.

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Antología Z, volumen 4, Zombimaquia. Coordinador: Rubén Serrano. Dolmen Editorial. 310 págs.





sábado, 13 de octubre de 2018

El exilio y el reino (2a parte), de Albert Camus





El exilio y el reino
de Albert Camus

(Segunda de dos partes)

Jesús Guerra

En la entrada anterior comento los tres primeros de los seis relatos que componen el libro El exilio y el reino, de Albert Camus, libro publicado en 1957, poco antes de que se anunciara que este autor había ganado el Premio Nobel de ese año. Aunque este libro es menos conocido que sus novelas cortas El extranjero y La caída, y su novela más extensa, La peste, es de todas maneras un volumen importantísimo de su obra. El exilio y el reino fue, además, el último libro literario que publicó en vida, pues Camus murió el 4 de enero de 1960 en un accidente en una carretera francesa, aunque sí publicó después de este libro algunos ensayos y una selección de sus artículos periodísticos.

Aunque los personajes y los ambientes en que se desarrollan estos seis relatos son todos muy diferentes, los temas centrales son los mismos, y están relacionados con los contenidos simbólicos de los sustantivos de su título global: «el exilio» y también «el reino». Paso, pues, a comentarles los siguientes tres relatos de este libro.

El cuarto relato se llama «El huésped». Un maestro rural argelino, llamado Daru, se encuentra solo en la escuela en donde da clases —y al lado de la cual vive—, pues una inesperada nevada ha impedido durante varios días que sus pocos alumnos se presenten al curso. Daru está acostumbrado a estar solo cuando no están los estudiantes. Al cuarto día, ve desde una de las ventanas que dos hombres se dirigen hacia la escuela. Uno va a caballo y el otro a pie, batallando con la nieve acumulada en el monte, aunque ya ha dejado de nevar. Cuando por fin llegan, ve que el hombre a caballo es Balducci, un viejo gendarme de un lugar llamado El Ameur. El otro hombre va amarrado de las manos, y éstas atadas a una cuerda larga que llega a las manos del gendarme. El prisionero es claramente un árabe.

Daru invita a los dos hombres a pasar a la escuela a calentarse, y Balducci le da la noticia al maestro: ese hombre al que lleva amarrado es un prisionero que esperan en el pueblo llamado Tinguit, pero como hay poco personal en la gendarmería de donde viene, se le ha pedido a Balducci que conduzca al prisionero a la escuela rural y que regrese de inmediato, y le ordena que él, Daru, lleve al prisionero a la prisión en donde lo esperan.

Daru pregunta qué es lo que hizo el prisionero. Balducci le responde que asesinó a un hombre en una pelea. Mientras tanto, el prisionero se ha comportado bien ahí, tranquilo, bebiendo el té que les preparó Daru, sentado, en silencio. Pero Daru no quiere cumplir con esa tarea, porque él mismo es árabe y no quiere, por decirlo así, hacerles el trabajo sucio a los franceses de Argel. Y así se lo manifiesta a Balducci. Éste le responde que él sabrá lo que hace, que él, el gendarme, ya cumplió con su parte. Daru le pide que desamarre al prisionero y el gendarme lo hace. El gendarme, luego, le deja una pistola al maestro, pues éste no tiene ni un arma. Y se va.




Daru está muy incómodo. Prepara la cena y ambos hombres cenan y hablan poco. Daru le prepara un catre al prisionero y un rato después se acuestan. Daru batalla para dormir pues no sabe qué intenciones pueda tener el prisionero. Si se escapa, él estaría encantado. Pero no escapa. A la mañana siguiente, Daru aún no sabe si cumplir con la tarea que le encomendaron o dejar escapar al prisionero... Hasta aquí dejo el argumento de este cuento, muy clásico y espléndidamente narrado. Sólo quería llegar hasta el dilema que se le plantea al personaje central, para que puedan entender los lazos temáticos entre los cuentos de este interesantísimo libro.

El quinto relato es «Jonás o El artista en el trabajo», y es uno de los dos relatos más largos del libro. La primera frase del cuento dice: «Gilbert Jonás, artista pintor, creía en su estrella». Y, en efecto, Gilbert tenía muy buena suerte o así lo veía él, pues era un hombre dado a encontrar lo bueno en casi cualquier situación. Gilbert conseguía muchas cosas casi sin proponérselo. Se interesó en la pintura y se puso a pintar todo el tiempo, y si no se hubiera accidentado y tenido que permanecer con los brazos inmóviles por un tiempo, no se hubiera interesado en el amor. Pero hasta eso le llegó, y conoció a Louise Poulin, una buena mujer que lo adoraba, y pronto se casaron.

Un vendedor de arte reconoció el talento de Gilbert y le propuso, como una manera de explotarlo, pero también de darle seguridad, que le pagaría una mensualidad para que se dedicara a pintar sin preocupaciones, a cambio del derecho de ser él el único vendedor de sus cuadros. Gilbert aceptó. Pensó que luego su estrella se encargaría de ayudarlo a mejorar en lo económico. Le alcanzaba para vivir más o menos bien y para rentar un pequeño departamento, el cual pronto se hizo más pequeño, a medida que fueron naciendo sus tres hijos.

Aunque Gilbert no ganaba más, se fue haciendo conocido y luego famoso. Y como parece lógico en estos casos, su casa comenzó a ser visitada por amigos, clientes, críticos de arte, otros pintores y hasta discípulos. Gilbert a todo le veía el lado bueno. Se sentía querido y admirado, y sentía que aprendía algo nuevo en cada conversación que sostenía con sus numerosos visitantes, además no quería portarse mal con nadie. Claro que, en esas circunstancias, cada vez pintaba menos. De hecho, tuvo que hacer algunos arreglos en su casa y acostumbrarse a pintar por pedacitos, rodeado de gente y sosteniendo varias conversaciones...

No sólo cada vez pintaba menos, sino que un día su mecenas le dijo que estaba preocupado porque sus cuadros no se estaban vendiendo tan bien como antes. Y algunas críticas periodísticas y hasta de algunos de sus visitantes decían que Gilbert estaba en decadencia. Entonces Gilbert tuvo que tomar algunas medidas que, en parte lo ayudaron, y en parte —por lo menos al principio— parecieron hundirlo más en la opinión de quienes componen eso que se conoce como el mundillo del arte. Ya no cuento nada más de este relato, pero hemos llegado de nuevo al dilema principal del personaje central.


Edición francesa de bolsillo


El sexto y último cuento de El exilio y el reino, el más extenso del libro, se llama «La piedra que crece» (aunque en otras ediciones, el cuento se llama, en nuestro idioma, «La piedra que empuja»). El personaje central se apellida D'Arrast y es un ingeniero francés que ha llegado a Brasil contratado por la Sociedad Francesa de Río de Janeiro, para realizar varias obras en este país de Sudamérica, y la primera es un dique en el río de un pueblo minúsculo llamado Iguapa, con la intención de evitar las inundaciones periódicas de las zonas más pobres del pueblo.

Así que el ingeniero llega a Iguapa, conducido por un chofer brasileño que habla francés, llamado Sócrates. Lo reciben el alcalde del pueblo y el juez, dos de los notables del pueblo, y lo tratan muy bien. Luego lo llevan a ver las zonas pobres, las que se inundan, y el ingeniero se da cuenta de que son, en efecto, zonas muy pobres, pues las casas son chozas con piso de tierra. Pero la gente es amistosa y lo reciben con mucho respeto.

Por esas fechas se celebran varias ceremonias religiosas importantes en el pueblo. En la plaza principal el ingeniero D'Arrast conoce a un brasileño que habla algo de francés y es muy simpático. Éste le cuenta que es cocinero, y que en una ocasión el barco en el que trabajaba naufragó frente a la costa del pueblo en el que están, y él le prometió a Jesús que en la procesión de su fiesta llevaría cargando una piedra de 50 kilos en la cabeza si lo salvaba. Y como se salvó, está dispuesto a cumplir su promesa en la procesión que se llevará a cabo el día siguiente. Y para esa noche, el cocinero lo invita a la choza de su hermano a cenar una sopa deliciosa que él prepara. E inmediatamente después, lo invita a presenciar un ritual muy africano en honor de San Jorge. El ingeniero asiste tanto a la cena como al ritual, que lo deja muy impresionado. De hecho, el ingeniero siente una mezcla de fascinación y de repulsión por Brasil.

Al día siguiente, el alcalde invita al ingeniero a presenciar la procesión desde uno de los balcones de la Alcaldía. Y en la procesión sucede algo muy importante... Ya no sigo con el argumento, pero sí les puedo decir, por ejemplo, que la estupenda descripción de la ceremonia africana me recordó mucho la ceremonia santera que narra el cubano Guillermo Cabrera Infante en uno de sus cuentos más famosos. Claro que este cuento de Camus es anterior. También les puedo decir que, al igual que los otros cuentos de este libro, «La piedra que crece» cumple con la temática que unifica a las seis narraciones, aunque éste, el cuento final, es el más «optimista» de todos.


Edición francesa de bolsillo


Ya comenté un poco (en la primera parte de esta reseña) la temática de los seis relatos del libro, enunciada desde el título mismo, pero enunciada de manera simbólica. Los personajes centrales están en una crisis, pero no una cualquiera, una que pone en duda el sentido mismo de la propia existencia. Y en la mayor parte de los casos, esa crisis se manifiesta al enfrentar un dilema. La respuesta, o más bien, la selección del camino a tomar puede no resolver las cosas porque entonces queda la culpa. La culpa de no haber tomado el otro camino. Tanto el dilema como la culpa forman parte de ese exilio simbólico, esa sensación de fracaso, de frustración. En algunos casos el dilema es tan terrible que los dos caminos para salir del mismo son, simultáneamente, el correcto y el equivocado. En otros casos el camino correcto es claro, pero cuesta mucho trabajo elegirlo porque implica, también, enfrentar otros problemas, otras crisis, otros esfuerzos. El reino simbólico sería la decisión correcta, la decisión que le da sentido a la vida... No en todos los relatos se llega a un verdadero reino, y si se llega, no en todos es duradero. Porque el sentido de la propia existencia es una búsqueda y tal vez un encuentro diario. Estos seis relatos son, entonces, sólo seis casos, sólo seis ejemplos, sólo seis contextos, de los millones que hay...

Recomiendo muchísimo la lectura de este espléndido libro de Camus, para que ustedes realicen su propia interpretación. Cada uno de estos relatos nos dirá, quizá, cosas diferentes a cada uno de sus lectores.

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El exilio y el reino. Albert Camus. La edición más fácil de conseguir es la de Alianza Editorial, la cual tiene 176 págs.

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Te puede interesar:


* La peste de Albert Camus

* El extranjero de Albert Camus

* Meursault, caso revisado de Kamel Daoud



miércoles, 10 de octubre de 2018

El exilio y el reino (1a parte), de Albert Camus





El exilio y el reino
de Albert Camus

(Primera de dos partes)

Jesús Guerra

Hace poco comenté aquí la novela Meursault, caso revisado, del argelino Kamel Daoud, una novela reciente, publicada en francés en 2013 y en español en 2015, que es una suerte de respuesta o de confrontación a la novela El extranjero, de Albert Camus, pero desde el punto de vista árabe. Un libro interesantísimo que les vuelvo a recomendar, sin duda alguna. (De hecho, les vuelvo a recomendar también la lectura o la relectura de la novela de Camus.)

La novela de Kamel Daoud muestra, por si alguien lo dudaba, la relevancia que aún tiene la literatura de Camus, Premio Nobel de Literatura de 1957, a casi seis décadas de su muerte. Por eso, hoy quiero recomendarles otro libro de Albert Camus, uno importante como todas sus obras —pero menos famoso, digámoslo así, que El extranjero—, que contiene seis relatos más o menos largos (entre 20 y 40 páginas) llamado El exilio y el reino. Los títulos de los relatos que componen el volumen son: «La mujer adúltera», «El renegado o un espíritu confuso», «Los mudos», «El huésped», «Jonás o el artista en el trabajo» y «La piedra que empuja» (este último, en algunas ediciones es llamado «La piedra que crece»).

Aunque a lo largo del tiempo se han publicado diversas ediciones de este libro en español (incluida la edición de las «Obras completas» de Camus en ediciones Aguilar), y algunas de ellas aún se consiguen en librerías de viejo o en algunos sitios de Internet, es muy probable que la que conseguirán con mayor facilidad es la de Alianza Editorial, que tiene las publicaciones más recientes de la obra de Camus en nuestro idioma. El texto de contraportada de esta edición de Alianza dice así:

«Libro publicado en el mismo año en que le fue concedido a su autor el Premio Nobel de Literatura (1957), El exilio y el reino reúne seis relatos de Albert Camus regidos por un mismo propósito ético y estético. La fraternidad humana, la pregunta sobre el sentido de la existencia y la añoranza de un universo moral que sirva de protección frente al nihilismo y la infelicidad constituyen el trasfondo de los diferentes argumentos. Los personajes de los relatos viven diversos tipos de exilio, desde el extrañamiento físico y social ("El renegado o un espíritu confuso", "El huésped", "La piedra que crece") hasta ese exilio personal o interior que evidencia mejor lo absurdo de la condición humana ("La mujer adúltera", "Los mudos", "Jonás o el artista trabajando").»

El título del libro tiene connotaciones bíblicas. El exilio en estos relatos significaría, entonces, el problema de los personajes centrales de cada una de las narraciones —pues todos están en algún tipo de crisis fuerte o de sensación o comprobación real de algún tipo de fracaso— para encontrarle un sentido a su vida. El reino, por lo tanto, sería la salida positiva de dicha crisis, el encuentro del sentido. No en todos los relatos se llega a un verdadero reino, y si se llega, no en todos es duradero. Porque el sentido de la propia existencia es una búsqueda y tal vez un encuentro diario. Estos seis relatos son, entonces, sólo seis casos, sólo seis ejemplos, sólo seis contextos, de los millones de crisis y contextos posibles, y de los millones de posibles respuestas.




En el caso del primer relato «La mujer adúltera», el personaje central es Janine, una ama de casa de Argelia. Su marido, Marcel, es un vendedor de telas en alguna ciudad importante del país. Durante la guerra (es decir, la Segunda Guerra Mundial), el comercio quedó en ruinas en el país, y para este momento, en que comienza a normalizarse, Marcel ha decidido eliminar de sus negocios a los intermediarios, a los viajantes comerciales e ir él directamente a ofrecer sus productos a los comerciantes de los pueblos del sur del país. E invita a su mujer, Janine, a que lo acompañe. Janine no quería ir pero le resultó más fácil aceptar que negarse. Ella imaginaba que las molestias mayores de ese traslado en autobús serían el calor y el ruido. Pero con sorpresa se da cuenta que las molestias reales son el frío, el silencio de los demás viajeros, y la arena. Las tormentas de arena hacen viajar al autobús como si transitara por bancos de niebla.

Por fin llegan al primer pueblo de la ruta trazada por su marido. Están en un oasis. El cuarto que les asignan en el hotel tiene las paredes desnudas, una cama y un clóset. No hay ni siquiera en donde sentarse. Y está helado. Es la característica del desierto: frío de noche, calor de día. Janine sabe que su matrimonio está en problemas. Sabe que su marido no la ama, aunque la necesita. Y ella, en realidad, tampoco lo ama, aunque está acostumbrada a él.

Esa tarde salen a ver a los comerciantes del lugar. De tienda en tienda. En algunos lugares Marcel hace algunas ventas, en otros no. Están cansados. Janine se pregunta qué hace ella ahí. En alguna parte alguien les sugiere subir a la terraza del fuerte, en el límite de la población, para que puedan admirar el panorama. En la noche, Janine le pide a su marido que la acompañe a ese punto. Marcel acepta de mala gana. Suben y Janine tiene una visión del cielo estrellado, del desierto que los rodea y del lejano horizonte que la deslumbra y tiene una especie de revelación...

Ya no les cuento más, para que ustedes descubran el resto de esta historia, y con ello realicen su propia interpretación. Es un texto ambiguo e intenso, sumamente disfrutable.

El segundo relato, «El renegado o un espíritu confuso», es la histria de un misionero francés, narrada o pensada por él mismo en un monólogo alucinado, en el que pasa de lo que le sucede en el presente a cómo llegó a estas circunstancias presentes. Este sacerdote, muy ortodoxo, tiene una personalidad extraña, y está obsesionado con el propio sufrimiento como una demostración de fe y amor por Dios, y cuando escucha hablar de un pueblo del sur de Argelia llamado Thagaza, el cual tiene la fama de estar habitado por una tribu verdaderamente bárbara y salvaje, y de que los pocos que han llegado a ese lugar no han regresado para contar lo que vieron, se entusiasma con la idea de llegar a ese lugar como misionero. Tiene la fantasía narcisista de ser el primero que logre dominar a esos salvajes, mostrarles lo equivocados que están, y aunque sabe que en un principio lo harán sufrir cree que con su solo ejemplo llegará a convertirlos al cristianismo.


Edición francesa


Cuando él lo comenta, sus maestros del seminario le responden que aún no está preparado para semejante reto, y que de hecho no hay misiones en ese lugar. Que se tome las cosas con calma y vaya primero al seminario de Argel, y que el tiempo dirá si podrá realizar lo que se propone. Pero este misionero no está dispuesto a esperar más de lo esencial. Desprecia a otros misioneros por no hacer lo suficiente; así que, ya en el seminario de Argel, roba el dinero del seminario y se escapa. Viaja por el desierto con dirección a Thagaza, el pueblo de de sus sueños, sin tener una idea clara de lo que encontrará ahí.

Por supuesto, al llegar, lo toman prisionero los salvajes habitantes de ese pueblo, y mediante tortura, son ellos ahora quienes pretenden convertirlo a él para que adore a su dios. Lo esclavizan y lo torturan, y la visión de la bondad y de la maldad que tenía este misionero cambia radicalmente...

Ya no puedo contarles más de este relato estupendo, sólo puedo invitarlos a leerlo. Es un texto fuerte pero sobrio, que fácilmente podría ser adaptado como un cuento de terror. Es de esas narraciones que dan muchos elementos para la reflexión y que se quedan con nosotros mucho después de haberlos acabado de leer.

El tercer relato se llama «Los mudos». El personaje central es Yvar. La narración comienza con él de camino a su trabajo, un taller en donde se fabrican toneles, barriles, barricas para el vino. Yvar es tonelero. Tiene una pierna inutilizada. Va en una bicicleta que tiene algunos arreglos para que él la pueda utilizar. Está triste e inquieto. Es el primer día de trabajo después de la huelga fallida. Al llegar ve ahí a sus otros compañeros. El taller es pequeño, apenas emplea a 15 obreros. Les abre Ballester, el empleado más viejo del taller y el único que se opuso a la huelga. Todos están cabizbajos y silenciosos. Entran, se cambian de ropa y se ponen a trabajar, casi sin hablar.

En los alimentos que llevan para comer a mediodía se nota lo empobrecidos que están todos por el tiempo que pasaron sin trabajar por la huelga. Yvar comparte su sándwich con Said que sólo llevó unos higos. En un momento dado entra el patrón, el joven señor Lasalle. Los saluda como de costumbre pero ninguno de los obreros le responde. Siguen molestos, y, sin embargo, están incómodos porque el patrón les cae bien, se porta bien con ellos, y lo conocen desde hace mucho pues es el hijo de su antiguo patrón. Siempre se han tratado con cortesía. Pero el enojo, e incluso la torpeza posterior al enojo y a la tristeza por no haber conseguido lo que pedían, les impide hablar con el patrón... De ahí el título de esta narración.


Edición en inglés


El patrón sale del taller sintiéndose igualmente incómodo, torpe... manda llamar a dos de los empleados, uno de ellos Yvar, y les dice que no ha podido ceder a las demandas porque los negocios no están bien para el taller, y que cuando mejoren, él mismo les dará lo que sabe que merecen antes de que lo pidan. Pero sus empleados insisten en no hablar, o más bien, siguen sin poder hablar con él. Pero él no puede saberlo.

Y así sigue el trabajo de ese día, hasta que sucede algo que... no puedo contarles... El relato es sumamente interesante porque nos muestra, por lo menos a los lectores, aunque los personajes seguramente lo intuyen, que hay cosas que están por encima de los puntos de vista opuestos, que tienen que ver con nuestra condición de semejantes, aunque a veces las cosas no puedan aclararse. La verdad, es un texto muy recomendable, y que como todo lo que escribió Camus, nos obliga a pensar y a sentir.

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El exilio y el reino. Albert Camus. La edición más fácil de conseguir es la de Alianza Editorial, la cual tiene 176 págs.

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* Meursault, caso revisado de Kamel Daoud

* El extranjero de Albert Camus