El exilio y el reino
de Albert Camus
(Primera de dos partes)
Jesús Guerra
Hace poco comenté aquí la novela Meursault, caso revisado, del argelino Kamel Daoud, una novela reciente, publicada en
francés en 2013 y en español en 2015, que es una suerte de respuesta o de
confrontación a la novela El extranjero, de Albert Camus, pero
desde el punto de vista árabe. Un libro interesantísimo que les vuelvo a
recomendar, sin duda alguna. (De hecho, les vuelvo a recomendar también la
lectura o la relectura de la novela de Camus.)
La novela de Kamel Daoud muestra, por si alguien lo
dudaba, la relevancia que aún tiene la literatura de Camus, Premio Nobel de
Literatura de 1957, a casi seis décadas de su muerte. Por eso, hoy quiero recomendarles
otro libro de Albert Camus, uno importante como todas sus obras —pero menos
famoso, digámoslo así, que El extranjero—, que contiene seis relatos más
o menos largos (entre 20 y 40 páginas) llamado El exilio y el reino. Los
títulos de los relatos que componen el volumen son: «La mujer adúltera», «El
renegado o un espíritu confuso», «Los mudos», «El huésped», «Jonás o el artista
en el trabajo» y «La piedra que empuja» (este último, en algunas ediciones es
llamado «La piedra que crece»).
Aunque a lo largo del tiempo se han publicado diversas
ediciones de este libro en español (incluida la edición de las «Obras
completas» de Camus en ediciones Aguilar), y algunas de ellas aún se consiguen
en librerías de viejo o en algunos sitios de Internet, es muy probable que la
que conseguirán con mayor facilidad es la de Alianza Editorial, que tiene las
publicaciones más recientes de la obra de Camus en nuestro idioma. El texto de
contraportada de esta edición de Alianza dice así:
«Libro publicado en el mismo año en que le fue concedido a
su autor el Premio Nobel de Literatura (1957), El exilio y el reino
reúne seis relatos de Albert Camus regidos por un mismo propósito ético y
estético. La fraternidad humana, la pregunta sobre el sentido de la existencia
y la añoranza de un universo moral que sirva de protección frente al nihilismo
y la infelicidad constituyen el trasfondo de los diferentes argumentos. Los
personajes de los relatos viven diversos tipos de exilio, desde el
extrañamiento físico y social ("El renegado o un espíritu confuso",
"El huésped", "La piedra que crece") hasta ese exilio
personal o interior que evidencia mejor lo absurdo de la condición humana
("La mujer adúltera", "Los mudos", "Jonás o el artista
trabajando").»
El título del libro tiene connotaciones bíblicas. El exilio
en estos relatos significaría, entonces, el problema de los personajes
centrales de cada una de las narraciones —pues todos están en algún tipo de
crisis fuerte o de sensación o comprobación real de algún tipo de fracaso— para
encontrarle un sentido a su vida. El reino, por lo tanto, sería la
salida positiva de dicha crisis, el encuentro del sentido. No en todos los
relatos se llega a un verdadero reino, y si se llega, no en todos es duradero.
Porque el sentido de la propia existencia es una búsqueda y tal vez un
encuentro diario. Estos seis relatos son, entonces, sólo seis casos, sólo seis
ejemplos, sólo seis contextos, de los millones de crisis y contextos posibles,
y de los millones de posibles respuestas.
En el caso del primer relato «La mujer adúltera», el
personaje central es Janine, una ama de casa de Argelia. Su marido, Marcel, es
un vendedor de telas en alguna ciudad importante del país. Durante la guerra
(es decir, la Segunda Guerra Mundial), el comercio quedó en ruinas en el país,
y para este momento, en que comienza a normalizarse, Marcel ha decidido
eliminar de sus negocios a los intermediarios, a los viajantes comerciales e ir
él directamente a ofrecer sus productos a los comerciantes de los pueblos del
sur del país. E invita a su mujer, Janine, a que lo acompañe. Janine no quería
ir pero le resultó más fácil aceptar que negarse. Ella imaginaba que las
molestias mayores de ese traslado en autobús serían el calor y el ruido. Pero
con sorpresa se da cuenta que las molestias reales son el frío, el silencio de
los demás viajeros, y la arena. Las tormentas de arena hacen viajar al autobús
como si transitara por bancos de niebla.
Por fin llegan al primer pueblo de la ruta trazada por su
marido. Están en un oasis. El cuarto que les asignan en el hotel tiene las
paredes desnudas, una cama y un clóset. No hay ni siquiera en donde sentarse. Y
está helado. Es la característica del desierto: frío de noche, calor de día.
Janine sabe que su matrimonio está en problemas. Sabe que su marido no la ama,
aunque la necesita. Y ella, en realidad, tampoco lo ama, aunque está acostumbrada
a él.
Esa tarde salen a ver a los comerciantes del lugar. De
tienda en tienda. En algunos lugares Marcel hace algunas ventas, en otros no.
Están cansados. Janine se pregunta qué hace ella ahí. En alguna parte alguien
les sugiere subir a la terraza del fuerte, en el límite de la población, para
que puedan admirar el panorama. En la noche, Janine le pide a su marido que la
acompañe a ese punto. Marcel acepta de mala gana. Suben y Janine tiene una
visión del cielo estrellado, del desierto que los rodea y del lejano horizonte
que la deslumbra y tiene una especie de revelación...
Ya no les cuento más, para que ustedes descubran el resto
de esta historia, y con ello realicen su propia interpretación. Es un texto
ambiguo e intenso, sumamente disfrutable.
El segundo relato, «El renegado o un espíritu confuso», es
la histria de un misionero francés, narrada o pensada por él mismo en un
monólogo alucinado, en el que pasa de lo que le sucede en el presente a cómo
llegó a estas circunstancias presentes. Este sacerdote, muy ortodoxo, tiene una
personalidad extraña, y está obsesionado con el propio sufrimiento como una
demostración de fe y amor por Dios, y cuando escucha hablar de un pueblo del
sur de Argelia llamado Thagaza, el cual tiene la fama de estar habitado por una
tribu verdaderamente bárbara y salvaje, y de que los pocos que han llegado a
ese lugar no han regresado para contar lo que vieron, se entusiasma con la idea
de llegar a ese lugar como misionero. Tiene la fantasía narcisista de ser el
primero que logre dominar a esos salvajes, mostrarles lo equivocados que están,
y aunque sabe que en un principio lo harán sufrir cree que con su solo ejemplo
llegará a convertirlos al cristianismo.
Edición francesa |
Cuando él lo comenta, sus maestros del seminario le
responden que aún no está preparado para semejante reto, y que de hecho no hay
misiones en ese lugar. Que se tome las cosas con calma y vaya primero al
seminario de Argel, y que el tiempo dirá si podrá realizar lo que se propone.
Pero este misionero no está dispuesto a esperar más de lo esencial. Desprecia a
otros misioneros por no hacer lo suficiente; así que, ya en el seminario de
Argel, roba el dinero del seminario y se escapa. Viaja por el desierto con
dirección a Thagaza, el pueblo de de sus sueños, sin tener una idea clara de lo
que encontrará ahí.
Por supuesto, al llegar, lo toman prisionero los salvajes
habitantes de ese pueblo, y mediante tortura, son ellos ahora quienes pretenden
convertirlo a él para que adore a su dios. Lo esclavizan y lo torturan, y la
visión de la bondad y de la maldad que tenía este misionero cambia
radicalmente...
Ya no puedo contarles más de este relato estupendo, sólo
puedo invitarlos a leerlo. Es un texto fuerte pero sobrio, que fácilmente
podría ser adaptado como un cuento de terror. Es de esas narraciones que dan
muchos elementos para la reflexión y que se quedan con nosotros mucho después
de haberlos acabado de leer.
El tercer relato se llama «Los mudos». El personaje
central es Yvar. La narración comienza con él de camino a su trabajo, un taller
en donde se fabrican toneles, barriles, barricas para el vino. Yvar es
tonelero. Tiene una pierna inutilizada. Va en una bicicleta que tiene algunos
arreglos para que él la pueda utilizar. Está triste e inquieto. Es el primer
día de trabajo después de la huelga fallida. Al llegar ve ahí a sus otros
compañeros. El taller es pequeño, apenas emplea a 15 obreros. Les abre
Ballester, el empleado más viejo del taller y el único que se opuso a la
huelga. Todos están cabizbajos y silenciosos. Entran, se cambian de ropa y se
ponen a trabajar, casi sin hablar.
En los alimentos que llevan para comer a mediodía se nota
lo empobrecidos que están todos por el tiempo que pasaron sin trabajar por la
huelga. Yvar comparte su sándwich con Said que sólo llevó unos higos. En un
momento dado entra el patrón, el joven señor Lasalle. Los saluda como de
costumbre pero ninguno de los obreros le responde. Siguen molestos, y, sin
embargo, están incómodos porque el patrón les cae bien, se porta bien con
ellos, y lo conocen desde hace mucho pues es el hijo de su antiguo patrón.
Siempre se han tratado con cortesía. Pero el enojo, e incluso la torpeza
posterior al enojo y a la tristeza por no haber conseguido lo que pedían, les
impide hablar con el patrón... De ahí el título de esta narración.
Edición en inglés |
El patrón sale del taller sintiéndose igualmente incómodo,
torpe... manda llamar a dos de los empleados, uno de ellos Yvar, y les dice que
no ha podido ceder a las demandas porque los negocios no están bien para el
taller, y que cuando mejoren, él mismo les dará lo que sabe que merecen antes
de que lo pidan. Pero sus empleados insisten en no hablar, o más bien, siguen
sin poder hablar con él. Pero él no puede saberlo.
Y así sigue el trabajo de ese día, hasta que sucede algo
que... no puedo contarles... El relato es sumamente interesante porque nos
muestra, por lo menos a los lectores, aunque los personajes seguramente lo
intuyen, que hay cosas que están por encima de los puntos de vista opuestos,
que tienen que ver con nuestra condición de semejantes, aunque a veces las
cosas no puedan aclararse. La verdad, es un texto muy recomendable, y que como
todo lo que escribió Camus, nos obliga a pensar y a sentir.
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El exilio y el reino. Albert Camus. La edición más fácil
de conseguir es la de Alianza Editorial, la cual tiene 176 págs.
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