El Símbolo Perdido
de Dan Brown
Jesús Guerra
El 15 de septiembre pasado terminó la espera de seis años para quienes disfrutamos la lectura del best-seller internacional El código Da Vinci (el libro vendió 81 millones de ejemplares en todo el mundo), y para quienes descubrimos después que existía una aventura anterior del simbologista (una materia que no existe en ninguna universidad, Harvard incluida) Robert Langdon, llamada Ángeles y demonios. La tercera aventura de Langdon se llama The Lost Symbol (la traducción al español se llama El símbolo perdido y se publicó en tiempo récord, mucho más rápido que las traducciones de Harry Potter), y esta vez transcurre en el propio país del personaje, Langdon, y del autor, Dan Brown: los Estados Unidos, específicamente en la ciudad capital, Washington, D.C.
Ahora no se trata de una conspiración contra la Iglesia católica por parte de un sociedad secreta que se creía desaparecida, como en Ángeles..., ni de una conspiración de la Iglesia católica para eliminar un secreto guardado por dos mil años por otra sociedad secreta, como en El código..., sino de un plan por parte de un individuo enloquecido pero muy bien informado para conseguir un objeto celosamente guardado y mantenido en secreto por parte de una sociedad que alguna vez fue secreta, ahora conocida, pero que sigue manteniendo secretos: los masones. ¿Y eso para qué? Porque dicho objeto contiene la información, debidamente codificada (obvio) que conduce ni más ni menos que a los secretos y la infinita sabiduría de los Antiguos Misterios que tienen el poder suficiente de hacer del hombre un dios.
El propio Langdon no cree en la existencia de esta suerte de tesoro, supone que se trata de una metáfora acerca de la sabiduría que debe conducir al ser humano a las alturas, pero como de costumbre con él, Langdon no busca las aventuras (como sería el caso de Indiana Jones) sino que las aventuras lo buscan a él y lo arrastran (como sucedía más o menos con Sherlock Holmes), siempre en carreras contra el tiempo, con la urgente necesidad de descifrar códigos y símbolos para salvar la vida de alguien (en este caso su queridísimo amigo, político y masón, Peter Solomon), más o menos durante 24 horas, hasta que el asunto llega a su término.
Si en Ángeles... le hablan a Langdon a su casa en Estados Unidos para que vaya a Suiza, al CERN (al Centro Europeo de Investigación Nuclear, por sus siglas en francés), porque tienen un cadáver de un científico con unos símbolos grabados en su cuerpo, y de ahí una crisis lo lleva a Roma y al Vaticano; y en El Código... de casualidad, cuando Langdon va a París a dar una conferencia para presentar un libro suyo, asesinan al curador del Louvre con el que se iba a ver (y Langdon se convierte en sospechoso por esto), ahora le vuelven a llamar su casa, el secretario personal de su amigo Peter Solomon, para que vaya de urgencia a dar una conferencia sobre los Masones a Washington, y al llegar se encuentra con que es una trampa, quien le llamó no fue el secretario de Solomon, no hay conferencia programada, y en realidad Solomon ha sido secuestrado, precisamente para obligar a Langdon a encontrar el objeto misterioso y descifrar los símbolos que se encuentren en él.
Siempre la aventura es compartida por Langdon con una mujer guapa, de pelo castaño, muy inteligente, muy culta y relacionada con la víctima o una de las víctimas del caso. Vittoria Vetra es hija del asesinado (Ángeles...); Sophie Neveu es nieta el asesinado (El Código...), y ahora la doctora Katherine Solomon es hermana del secuestrado. Las tres heroínas corren con él de un lado a otro, le dan claves, lo ayudan a descifrar símbolos. Con las tres llega Langdon a tener una relación amistosa que puede llegar a algo más... con Vittoria sucede algo más, definitivamente, con las otras dos se apagan las luces o se cierran las cortinas antes; o Langdon es demasiado serio, o Dan Brown piensa que ese aspecto de la historia es mejor dejárselo a James Bond.
Independientemente de las polémicas desatadas a partir de las declaraciones iniciales del novelista acerca de la veracidad de los datos, organizaciones, instituciones, etcétera, que aparecen en sus obras, leer las novelas de Dan Brown sí nos enseña muchas cosas. Sólo con la información arquitectónica, podemos ver de una manera diferente ciudades como París, Roma, Londres, y ahora Washington, D.C. Y la información histórica, aún sabiendo que quizá no todo lo que el autor nos dice sea o haya sido en realidad como él lo dice, nos invita a investigar dichos temas. Lo importante, creo yo, es el hecho de que estas novelas despiertan la curiosidad del lector no especializado en una serie de temas como la historia de la Iglesia católica, la historia de los Estados Unidos, la masonería, las sociedades secretas, la arquitectura, y un larguísimo etcétera. Quienes se conforman con ver las películas derivadas de las novelas de Brown se pierden lo mejor: el contexto cultural de los misterios que nos plantea en sus obras.
Los críticos literarios, sobre todo los estadounidenses y los ingleses, han atacado a Brown por no ser un escritor refinado. Está bien subrayar este hecho, por supuesto, pero es evidente que Dan Brown no intenta hacer gran literatura sino novelas de entretenimiento, y esto sí lo logra muy bien: sus novelas son muy entretenidas. Lo que Dan Brown sí sabe hacer es armar una novela interesante mezclando misterios del arte y de la historia, teorías sobre complots, creando claves o utilizando las que existen según diversas teorías. Desde esta perspectiva, sus obras funcionan muy bien. Y habría que reconocer que lo que hace no es sencillo.
¿El símbolo perdido es mejor que las dos novelas anteriores en las que aparece Robert Langdon? No para mi gusto. Creo que esas dos novelas son superiores. De hecho, creo que Ángeles... es la mejor de las tres, aunque El código... es más impactante en sus repercusiones debido al tema. El símbolo... es muy interesante pero creo que tiene dos fallas fundamentales, que no aparecen sino hasta el final: las motivaciones del criminal, y el impacto de uno de los misterios paralelos de esta historia. Ya que se ha acumulado la tensión por ver qué es lo que hay en ese video que el criminal ha declarado que publicará, al descubrir de lo que se trata, si bien en efecto suponemos que crearía un escándalo (finalmente explicable), resulta un tanto decepcionante para el lector.
Si bien es cierto que Dan Brown hace en El símbolo... por Washington lo que hizo antes por otras ciudades: descubrírnosla desde otra perspectiva al darnos información histórica poco conocida, por lo menos para el lector medio, el hecho de que el tema no sea tan sensible para tanta gente como sucedió con El Código... ha hecho que el libro no cause el escándalo que convirtió a esa novela en un bestseller internacional. Sin embargo, para los amantes del género y para los seguidores de Dan Brown El símbolo perdido es una lectura obligada y, para la mayoría, satisfactoria en términos generales. Queda una pregunta: ¿cuántos años tendremos que esperar para la próxima aventura de Robert Langdon?
El 15 de septiembre pasado terminó la espera de seis años para quienes disfrutamos la lectura del best-seller internacional El código Da Vinci (el libro vendió 81 millones de ejemplares en todo el mundo), y para quienes descubrimos después que existía una aventura anterior del simbologista (una materia que no existe en ninguna universidad, Harvard incluida) Robert Langdon, llamada Ángeles y demonios. La tercera aventura de Langdon se llama The Lost Symbol (la traducción al español se llama El símbolo perdido y se publicó en tiempo récord, mucho más rápido que las traducciones de Harry Potter), y esta vez transcurre en el propio país del personaje, Langdon, y del autor, Dan Brown: los Estados Unidos, específicamente en la ciudad capital, Washington, D.C.
Ahora no se trata de una conspiración contra la Iglesia católica por parte de un sociedad secreta que se creía desaparecida, como en Ángeles..., ni de una conspiración de la Iglesia católica para eliminar un secreto guardado por dos mil años por otra sociedad secreta, como en El código..., sino de un plan por parte de un individuo enloquecido pero muy bien informado para conseguir un objeto celosamente guardado y mantenido en secreto por parte de una sociedad que alguna vez fue secreta, ahora conocida, pero que sigue manteniendo secretos: los masones. ¿Y eso para qué? Porque dicho objeto contiene la información, debidamente codificada (obvio) que conduce ni más ni menos que a los secretos y la infinita sabiduría de los Antiguos Misterios que tienen el poder suficiente de hacer del hombre un dios.
El propio Langdon no cree en la existencia de esta suerte de tesoro, supone que se trata de una metáfora acerca de la sabiduría que debe conducir al ser humano a las alturas, pero como de costumbre con él, Langdon no busca las aventuras (como sería el caso de Indiana Jones) sino que las aventuras lo buscan a él y lo arrastran (como sucedía más o menos con Sherlock Holmes), siempre en carreras contra el tiempo, con la urgente necesidad de descifrar códigos y símbolos para salvar la vida de alguien (en este caso su queridísimo amigo, político y masón, Peter Solomon), más o menos durante 24 horas, hasta que el asunto llega a su término.
Si en Ángeles... le hablan a Langdon a su casa en Estados Unidos para que vaya a Suiza, al CERN (al Centro Europeo de Investigación Nuclear, por sus siglas en francés), porque tienen un cadáver de un científico con unos símbolos grabados en su cuerpo, y de ahí una crisis lo lleva a Roma y al Vaticano; y en El Código... de casualidad, cuando Langdon va a París a dar una conferencia para presentar un libro suyo, asesinan al curador del Louvre con el que se iba a ver (y Langdon se convierte en sospechoso por esto), ahora le vuelven a llamar su casa, el secretario personal de su amigo Peter Solomon, para que vaya de urgencia a dar una conferencia sobre los Masones a Washington, y al llegar se encuentra con que es una trampa, quien le llamó no fue el secretario de Solomon, no hay conferencia programada, y en realidad Solomon ha sido secuestrado, precisamente para obligar a Langdon a encontrar el objeto misterioso y descifrar los símbolos que se encuentren en él.
Siempre la aventura es compartida por Langdon con una mujer guapa, de pelo castaño, muy inteligente, muy culta y relacionada con la víctima o una de las víctimas del caso. Vittoria Vetra es hija del asesinado (Ángeles...); Sophie Neveu es nieta el asesinado (El Código...), y ahora la doctora Katherine Solomon es hermana del secuestrado. Las tres heroínas corren con él de un lado a otro, le dan claves, lo ayudan a descifrar símbolos. Con las tres llega Langdon a tener una relación amistosa que puede llegar a algo más... con Vittoria sucede algo más, definitivamente, con las otras dos se apagan las luces o se cierran las cortinas antes; o Langdon es demasiado serio, o Dan Brown piensa que ese aspecto de la historia es mejor dejárselo a James Bond.
Independientemente de las polémicas desatadas a partir de las declaraciones iniciales del novelista acerca de la veracidad de los datos, organizaciones, instituciones, etcétera, que aparecen en sus obras, leer las novelas de Dan Brown sí nos enseña muchas cosas. Sólo con la información arquitectónica, podemos ver de una manera diferente ciudades como París, Roma, Londres, y ahora Washington, D.C. Y la información histórica, aún sabiendo que quizá no todo lo que el autor nos dice sea o haya sido en realidad como él lo dice, nos invita a investigar dichos temas. Lo importante, creo yo, es el hecho de que estas novelas despiertan la curiosidad del lector no especializado en una serie de temas como la historia de la Iglesia católica, la historia de los Estados Unidos, la masonería, las sociedades secretas, la arquitectura, y un larguísimo etcétera. Quienes se conforman con ver las películas derivadas de las novelas de Brown se pierden lo mejor: el contexto cultural de los misterios que nos plantea en sus obras.
Los críticos literarios, sobre todo los estadounidenses y los ingleses, han atacado a Brown por no ser un escritor refinado. Está bien subrayar este hecho, por supuesto, pero es evidente que Dan Brown no intenta hacer gran literatura sino novelas de entretenimiento, y esto sí lo logra muy bien: sus novelas son muy entretenidas. Lo que Dan Brown sí sabe hacer es armar una novela interesante mezclando misterios del arte y de la historia, teorías sobre complots, creando claves o utilizando las que existen según diversas teorías. Desde esta perspectiva, sus obras funcionan muy bien. Y habría que reconocer que lo que hace no es sencillo.
¿El símbolo perdido es mejor que las dos novelas anteriores en las que aparece Robert Langdon? No para mi gusto. Creo que esas dos novelas son superiores. De hecho, creo que Ángeles... es la mejor de las tres, aunque El código... es más impactante en sus repercusiones debido al tema. El símbolo... es muy interesante pero creo que tiene dos fallas fundamentales, que no aparecen sino hasta el final: las motivaciones del criminal, y el impacto de uno de los misterios paralelos de esta historia. Ya que se ha acumulado la tensión por ver qué es lo que hay en ese video que el criminal ha declarado que publicará, al descubrir de lo que se trata, si bien en efecto suponemos que crearía un escándalo (finalmente explicable), resulta un tanto decepcionante para el lector.
Si bien es cierto que Dan Brown hace en El símbolo... por Washington lo que hizo antes por otras ciudades: descubrírnosla desde otra perspectiva al darnos información histórica poco conocida, por lo menos para el lector medio, el hecho de que el tema no sea tan sensible para tanta gente como sucedió con El Código... ha hecho que el libro no cause el escándalo que convirtió a esa novela en un bestseller internacional. Sin embargo, para los amantes del género y para los seguidores de Dan Brown El símbolo perdido es una lectura obligada y, para la mayoría, satisfactoria en términos generales. Queda una pregunta: ¿cuántos años tendremos que esperar para la próxima aventura de Robert Langdon?
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El símbolo perdido. Dan Brown. Editorial Planeta. 2009. 619 págs.
The Lost Symbol. Dan Brown. Doubleday. 2009. 509 págs.
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[Las imágenes, arriba: la edición español, la edición inglesa y la edición norteamericana]
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