Delito por bailar el chachachá
de Guillermo Cabrera Infante
Jesús Guerra
Guillermo Cabrera Infante fue un escritor cubano
importantísimo para la literatura no sólo cubana sino hispanoamericana —nacido
en Cuba en 1929 y fallecido en Inglaterra en 2005—. Aquí mismo he comentado su
novela La ninfa inconstante, publicada póstumamente, en el año 2008, así
como su primer libro de cuentos Así en la paz como en la guerra, publicado
por primera vez en Cuba en 1960; y en otro blog, recomendé hace pocas semanas su
libro de memorias Mapa dibujado por un espía, publicado póstumamente en el año
2013.
Hoy les recomiendo otro libro suyo, bastante breve, publicado
en 1996 en Alfaguara, llamado Delito por
bailar el chachachá (luego este libro ha sido publicado también en Alfaguara
Bolsillo, y por Punto de Lectura, también como libro de bolsillo).
El volumen está compuesto por tres relatos. El primero de
ellos, llamado «En el gran ecbó», ya lo conocíamos sus lectores, pues apareció
en su primer libro de cuentos. De él, comenté lo siguiente cuando hablé de Así en la paz como en la guerra: «Es un
texto complejo y muy bien escrito. Una pareja está comiendo en un restaurante
de La Habana y llueve. Ellos esperan que deje de llover para poder ir a una
ceremonia religiosa popular en un pueblo cercano. Mientras esperan y luego
durante el trayecto, la pareja conversa y nos muestra sus problemas. La
culminación se da en la ceremonia santera a la que asisten, cuando una
desconocida se acerca a la mujer y, como una vidente, le da un consejo que
evidentemente tiene repercusiones en su relación con el hombre. De alguna
manera el autor se las arregló para que el cuento parezca una escena, aunque
caribeña, de una película de la Nueva Ola francesa, que estaba de moda en esa
época. «Ecbó», por supuesto, es una palabra de la religión afrocaribeña
practicada en Cuba».
El segundo relato se llama «Una mujer que se ahoga». Este
texto es una variación al relato anterior. También una pareja está en un
restaurante y ordenan algo de comer. Afuera llueve. La lluvia es importante
porque en el trópico cuando llueve, llueve de verdad, como un diluvio. Y el
sonido de la lluvia es importante en estos dos relatos. La pareja conversa. Los
lectores nos damos cuenta que la pareja está en problemas, quizá en la parte
final de su relación. El hombre le platica un hecho a la mujer, la desaparición
de una americana al salir de un hotel bajo la lluvia. La mujer se hundió en una
alcantarilla y nunca encontraron su cuerpo. Este relato contado por el
protagonista de alguna manera refleja la situación de la mujer.
Aunque estos dos cuentos son diferentes, son variaciones
de un mismo tema. Hay incluso algunos diálogos, y algunos pasajes narrados que
son idénticos. El tercer cuento, aunque es también una variación de los dos
primeros, es muy diferente: es el más largo de los tres, y su nombre es el que
le da título al libro: «Delito por bailar el chachachá». Aquí, en un
restaurante de diferente nombre pero que podría ser el mismo de los cuentos
anteriores, una pareja conversa también. Ella es actriz y en un momento dado
ella se va, pero entendemos que lo hace porque va a trabajar al teatro cercano.
El hombre la esperará ahí, mientras toma café y fuma, e intenta leer su
ejemplar en inglés de La tumba sin
sosiego de Cyril Connolly. Pero se sienta a su mesa un funcionario cultural
del régimen y la conversación, que en parte es una amenaza del funcionario al
hombre —que es un periodista cultural y editor— gira en torno a la cultura
vista desde el régimen revolucionario recién instaurado. Esta conversación, que
un momento trata sobre la percepción de la política cultural oficial sobre
algunos ritmos de moda (como el mambo y el chachachá) como influencias del
imperialismo norteamericano, nos permite entender el título del cuento y la utilización
de esa línea de la letra de una pieza de chachachá.
Edición francesa |
El autor aclara en el prólogo lo siguiente: «Los tres
cuentos de este libro están hechos de recuerdos. Dos ocurren en el apogeo del
bolero, el tercero después de la caída en el abismo histórico. El tiempo es por
supuesto diverso, pero el espacio, la geografía (o si se quiere, la topografía:
todos los caminos conducen al amor) es la misma». Y líneas después termina así:
«La ciudad es siempre la misma. ¿Tengo que decir que se llama La Habana?»
Al inicio de este prólogo explica también este juego de
repeticiones literarias que es su libro: «No hay arte sin etiqueta y la
etiqueta ahora es minimalista. Pero no se trata del minimalismo literario sino
del minimalismo musical: esa música repetitiva a la que da sentido (pero no
dirección) su infinita repetición que es una fascinación». Líneas más abajo,
dice: «La literatura repetitiva trata de resolver la contradicción entre
progresión y regresión al repetir la narración más de una vez. Se trata de un
juego de narraciones que quiere superar la contradicción entre realidad y
ficción».
En la parte final, el libro tiene un epílogo del autor en
el que nos explica otras cosas. En la parte central dice: «...quería que
ustedes lo leyeran [este libro] como una modulación. Es decir, como “digresiones
del tono principal” según una teoría musical. [...] El paso (y el peso) del
ritual de la santería en la primera historia, que arrastra consigo a la
narración y a los protagonistas, suena o debe sonar en la segunda historia como
un bolero, una canción con un ritmo apenas perceptible por la carga literaria
de su letra. A la tercera historia la culmina “ese ritmo sin igual”. Es decir,
el chachachá».
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Delito por bailar el chachachá. Guillermo Cabrera Infante. Alfaguara
(y Punto de Lectura). En la edición de bolsillo, el libro tiene 108 págs.
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