miércoles, 26 de septiembre de 2012

Entrevista a Adriana Grimaldo


Fotografía de Adriana Grimaldo,
cortesía de Mario Emiliano Fernández 


Ecos de la FILS 2012

Entrevista a Adriana Grimaldo

Jesús Guerra

Adriana Grimaldo nació en Monclova, Coahuila, y quizá porque es, como ella misma dice, «un poquito hiperactiva» su vida ha sido muy movida: cursó estudios de Filosofía en Pamplona, España, pero no acabó la carrera, en cambio sí se licenció en Administración de Empresas, carrera que estudió en Guadalajara. Luego regresó a Monclova, en donde comenzó a escribir la trilogía que ahora promueve. Va y viene. Los tres libros los ha escrito, lo dice con mucho orgullo, en la casa de sus papás, en Monclova. El más reciente apareció en abril de este año. Actualmente vive en Querétaro, y está a punto de comenzar a estudiar una maestría. Esta charla se llevó a cabo poco después de que sostuviera una plática con jóvenes durante la Feria Internacional del Libro Saltillo 2012.

Jesús Guerra: Platícame de qué se trata tu trilogía.
Adriana Grimaldo: Hace rato estuve en una presentación aquí, con jóvenes, y se me ocurrió decirles: «cuando vas a un restaurante y pides un platillo, preguntas qué ingredientes tiene y así te das una idea de a qué sabe», y se me ocurrió contarles algunas cosas para que se dieran una idea a qué les podían saber mis libros, hablándoles de los ingredientes. Uno de los ingredientes de mis libros es la filosofía. Yo estudié filosofía. Entonces, hago novelas en las cuales, a través de los diálogos o de las escenas develo contenido filosófico. Es decir, no te vas a leer nunca las letritas chiquitas de los filósofos, pero vas a entender la filosofía aplicada a situaciones reales y contemporáneas. En el primer libro utilizo la filosofía de Heráclito. Piensa en su frase «nadie se baña dos veces en las aguas del mismo río». Nadie tiene dos veces exactamente la misma oportunidad. Tenemos siempre miles, pero la misma exactamente sólo una vez. Lo que hago en el primer libro es recrear un no mundo, y ése sería otro de los ingredientes, si habláramos de una receta. Nunca vas a leer en mis libros «sucedió en Saltillo el día tal». Son atemporales, y el lugar me sirve a mí para utilizar la metáfora y hacer alusión a otro mensaje. En el caso particular del primer libro, que se llama Valles y alturas, el escenario en el que comienza la historia es un valle, que alude metafóricamente a la infancia de los personajes, y las alturas al punto en el que terminan los jóvenes de la historia. Y ése es otro ingrediente de mis libros: no menciono las edades, las doy a entender. Utilicé doce personajes en un no-mundo porque quiero enganchar al lector. Doce, un abanico de personalidades.

En el segundo libro, que se llama De noche, los ingredientes son: la filosofía de Parménides, que trata de encontrar la esencia de la vida y de la personalidad, y el reencuentro de cinco de los doce personajes de la primera historia, y después de que pasan un tiempo juntos viven únicamente de noche, un problema, una oscuridad, y si tú me lo preguntas yo les doy a estos chicos una edad de adolescentes.

Y en el último libro, que se llama Viento austral, sólo se encuentran dos personajes, ahora ya son adultos, y la historia se narra en una noche; la narración de esa noche contiene sus vivencias de los últimos años y en ambos coincide que sus vivencias están relacionadas con el miedo. Ambos han experimentado el miedo, de forma colectiva y de forma individual. La filosofía que se encuentra en este libro es la de Pitágoras en su antítesis de la unidad. El miedo. Este libro, que es el que estoy presentando actualmente, me parece sumamente actual. Obviamente no se acaba el mundo el 21 de diciembre, pero estamos viviendo momentos difíciles. El país está viviendo violencia, el mundo vive violencia, hay muchas supersticiones... Lo que busco en este libro es retratar estos escenarios, es un libro con muchas referencias históricas, hablo del comunismo, de Sri Lanka, de las Madres de la Plaza de Mayo en Argentina, de Pinochet y Chile, obviamente de lo que ha pasado en México, y lo que busco es atrapar al lector y que ubique que vive en una situación y que vivimos con miedo. Todas las noticias que escuchamos, ¿qué hacemos con ellas? Sólo dos personajes de los doce del principio supieron hallarle a la movida de cómo se vive con el miedo. Presento entonces a dos personajes sumamente valientes que enseñan cómo se afronta el miedo.




JG: ¿De qué extensión son tus novelas?
AG: Cuando las editamos, las pensamos para que en una lectura de dos horas acabaras estas historias, cada libro. Son de una extensión muy corta, oscilan entre las 140 y las 160 páginas. Pero en tiempo es eso, te sientas a leer el libro y te tardas dos horas más o menos en leerlo.

JG: ¿Son para lectores de qué edades?
AG: Quienes lo están leyendo están en tercero de secundaria o secundaria completa y preparatoria. Incluso las invitaciones que me están haciendo para platicar son con chavos de esas edades.

JG: ¿Por qué escribir novelas para jóvenes?
AG: Hay una relación curiosa... El primer libro lo escribí en unos meses en los que estuve intentando cosas y no salían, y estuve en Monclova en la casa de mis papás, y yo había estado muchos años sin convivir con mis sobrinos. El primer libro es una historia que escribí para mis sobrinos. Que les sirviera a ellos como una referencia para su vida, y ellos tienen esas edades. Y bueno, gracias a Dios ha llegado a muchos más lectores de esa edad. ¿Por qué escribo para jóvenes? Por la cercanía que tuve con mis sobrinos y luego me encantó la edad, porque los siento súperfrescos, y no sabes cómo disfruto, cuando hay alguna posibilidad de presentaciones, de ver sus miradas vivaces y anhelantes de un mensaje con esperanza. Ahora tengo tres novelas para jóvenes y no sé si vaya a seguir en esa línea pero ahorita con las presentaciones me encanta esa convivencia.

JG: ¿Son edición de autor o están hechos por una editorial independiente?
AG: Cuando saqué el primer libro hice los típicos treinta ejemplares, hechos para la familia y un amigo me sugirió mandarlo a escuelas. Yo mandé un sobre con el libro a un colegio de Torreón y lo leyeron en el área de literatura y me hablaron a la casa y me pidieron 200 ejemplares para cubrir su grado de secundaria y yo pensé «¡200 libros!» Lo que hice fue comenzar a buscar editoriales para ver si podían tomar mi libro para publicarlo, y las editoriales te piden más o menos un año en lo que hacen los dictámenes y hacen todo el proceso. Y yo les explicaba que para agosto los necesitaba y nada. Editorial Progreso, que es con la que tengo un libro de texto de Ética me explicó que si yo ya tenía una venta lo que yo tenía que hacer era editarlo, es decir pagar la edición, y luego pagar los derechos en Indautor, y venderlo. Y así fue como desde el primer libro lo hice así, sin editorial. Estos libros, desde el primero, se pagan solos su edición.





JG: Platícame esa experiencia de las lecturas en escuelas. ¿Qué está sucediendo con eso?
AG: Yo creo que soy un poco hiperactiva (ríe)... Empecé a hacer varias cosas. Una de ellas está enfocada a las escuelas que ya los leen: me invitan y hacemos una plática; pero también estoy haciendo círculos de lectura en Querétaro, donde vivo, en casas-hogares, en el reclusorio, el de menores, y entonces lo que estoy haciendo es que tomo mis libros y toco puertas y hago círculos de lectura. Y ahora estoy concretando conferencias ya directamente para jóvenes. Por otro lado, estoy buscando más instituciones educativas que abran las puertas, como en este encuentro de hoy, independientemente de que asistan chicos que aún no hayan leído estos libros.

JG: ¿Qué reacciones encuentras, por ejemplo con los círculos de lectura?
AG: Son muy diferentes... A mí me da la energía necesaria para seguir escribiendo y seguir en esto. Las reacciones en escuelas son para mí muy alentadoras porque les hace mucha ilusión conocer a quien escribió el libro y me doy cuenta de que se cumple la misión, se logra una reflexión por parte de los jóvenes. Ha habido de todo. Hace poco estuve en un colegio en Texcoco y yo lloraba, a la entrada del colegio había una manta con una foto que habían sacado de internet, y decía algo así como «Bienvenida la escritora...», y al entrar todos los chicos traían un gafete con las portaditas de los libros, y habían preparado sus preguntas, muy bien hechas, chicos que de veras entendieron los mensajes. ¡Qué bonita respuesta! Yo lo que te podría decir de todos los chicos con los que he estado hablando es que los jóvenes necesitan que les dejemos de dar malas noticias, y que los dejemos de asustar sobre que va a estar complicadísimo el mundo, que no van a encontrar trabajo... Los chicos necesitan que les hablemos del mundo real, que es difícil pero que es posible. Eso es lo que encuentro, hoy con los chavos aquí en Saltillo encontré ojos anhelantes de buenas noticias y con una empatía padrísima.


Foto cortesía de Mario E. Fernández


JG: ¿Qué otras reacciones has encontrado, en términos de venta o de número de lectores?
AG: Te voy a contar algo que me tiene muy contenta. Luego uno toca muchas puertas y algunas se abren, ¿no? Un amigo me dijo que él conocía un distribuidor de libros en el Estado de México, que le diera mis libros para intentar algo con ellos. Era marzo, que es una temporada muerta para venta de libros en escuelas, y el distribuidor compró mil libros, y luego yo en agosto entregué otros mil libros en escuelas. La verdad, cada vez es mucho menor mi esfuerzo a la hora de las ventas, y esto está padre porque cada vez se está sumando más gente que distribuye libros, o se van pasando la voz de escuela a escuela... Dicen que los negocios son como los hijos, ¿no?, estos libros ya no son bebés, ya son como adolescentes y ya empiezan a darme algo muy concreto incluso en utilidades económicas.

JG: ¿Cómo definirías tus libros?
AG: En dos palabras: novelas metafóricas. Incluso los escenarios en que se desenvuelven los personajes son metafóricos. Juego con los tiempos y con los climas incluso. Por ejemplo, el último se recrea en «el verano de una bahía». Es decir, en la plenitud de la edad adulta de los dos personajes.

JG: Hay autores que dicen que sus novelas no tienen mensajes, o que son ambiguos, y hay otros que sí tienen mensajes, algunos específicos, otros demasiado específicos...
AG: Tendenciosos, ¿no?
JG: Sí. En este caso, ¿cuál es tu posición al respecto?
AG: Yo no tengo esa pretensión, lo que sí considero es que mi libro podría llegar a provocar una reflexión. Sin embargo, con todo respeto hacia el público o hacia la literatura que enseña métodos existenciales como recetas de haz A más B y obtienes D, yo definitivamente no postulo esa bandera. Los míos, desde la filosofía, son libros que proponen la reflexión y estoy en el entendido de que lo que a ti te funciona en tu vida no me va a funcionar a mí en particular, ¿no?, pero que a lo mejor ambos podemos desarrollar una reflexión para llegar al mismo punto. Lo que buscan estos libros, más que dar un mensaje específico, es provocar una reflexión, o un análisis del tema del que trata el libro, por ejemplo en el último, acerca del miedo.

JG: ¿Qué es lo que tú lees?
AG: Soy muy abierta con respecto a la lectura pero normalmente leo so pretexto de. Hace poco estuve releyendo Los miserables, pero porque de ahí voy a sacar material para dar una conferencia. Estoy leyendo mucho y muy diverso pero por objetivos. Hace poco leí El ruido de las cosas al caer, de Juan Gabriel Vásquez, que ganó el Premio Alfaguara el año pasado, buenísimo, interesantísimo, porque es la primera vez que yo ubico a un escritor, hombre, hablando del sentimiento masculino, y es un libro con muchas referencias históricas; muy interesante. Estoy leyendo de todo pero sé porqué lo leo; estoy enfocada en algo y leo lo que tiene que ver con eso.

JG: ¿Cuáles han sido tus obras o tus autores favoritos?
AG: Es chistoso, porque ni siquiera es la escritora que más admiro, pero me pasó algo con Isabel Allende. Cuando estaba acabando la prepa me encargaron leer su libro Hija de la fortuna; yo cerré ese libro y me dije «quiero conocer el mundo». Es uno de esos libros inspiradores, aunque tal vez si lo leyera ahora ya no haría eso, pero lo leí justo en el momento adecuado, y te digo, no es mi escritora favorita simplemente ha llegado... Después de un tiempo, justo cuando empezaba yo a escribir, leí otro de sus libros, que se llama La suma de los días, otra vez completamente inspiracional, porque me hizo entender que lo mío eran los libros. Y hace poquito releí Paula, su libro sobre la muerte de su hija, y me hizo que volviera a pensar en que hay que tener un rumbo en la vida, porque se nos va a ir. Su hija murió de 28 años. Te repito, no es mi escritora favorita pero casualmente me he topado con sus libros en momentos muy específicos de mi vida.

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