Para que no te pierdas en el barrio
de Patrick Modiano
Jesús Guerra
Edición francesa |
A pesar de la extensión en títulos de la obra narrativa de
Patrick Modiano, Premio Nobel de Literatura 2014, en este espacio sólo he
tenido la oportunidad de comentar y recomendar dos de sus novelas, Dora Bruder y El café de la juventud perdida, libros que,
dicho sea de paso, si no los han leído, se los vuelvo a recomendar, porque de
verdad son espléndidos.
Hoy comento su novela más reciente, precisamente la que
publicó en Francia alrededor de dos semanas antes de que se anunciara que era
el ganador del Premio Nobel. Se llama Para que no te pierdas en el barrio.
Esta historia trata de Jean Daragane, un viejo escritor que no siente especial
predilección por la gente y vive casi recluido en su departamento, del cual
sale únicamente algunas noches en que siente una sensación de vacío, ocasiones
en que se contenta con entrar a algún bar cercano a tomar algo y a escuchar las
conversaciones ajenas.
Edición francesa de bolsillo |
Una tarde ocurre un suceso que ya es raro en su vida:
suena el teléfono de su departamento. Lo llama un desconocido —cuya voz le parece
amenazante al escritor— quien le dice que encontró en el restaurante de una
estación de tren la agenda del escritor, y que lo llama para ponerse de acuerdo
para entregársela. Daragane ya ni se acordaba que había perdido su agenda y, a
su pesar, acepta ver al desconocido, pero no en su departamento sino en un café.
Cuando se encuentran, el hombre se presenta como Gilles Ottolini, y lo acompaña
una joven llamada Chantal Grippay.
Ottolini le entrega su agenda a Daragane, y le confiesa
que la hojeó y encontró ahí el nombre de un sujeto llamado Guy Torstel, y dice que
le gustaría que Daragane le hablara de este hombre ya que él, Ottolini, es una
especie de periodista aficionado, y ha estado investigando un hecho criminal
del pasado, en el cual está relacionado de alguna manera ese tal Guy Torstel.
Pero Daragane afirma que ese nombre no le dice nada, que no lo recuerda. Mira
el nombre en su agenda y ningún recuerdo acude a su memoria. Ottolini le dice
que debe recordarlo pues Daragane utilizó ese nombre para un personaje en su
primera novela. Daragane está asombrado. Tampoco recuerda ese hecho, pero
además se siente incómodo ahí, con ese tipo que le resulta amenazante y
extraño, y se va pronto.
Unos días después el hombre vuelve a llamar a Daragane e
insiste en que intente recordar algo sobre ese individuo, Torstel. Y Daragane
le dice que lo va a intentar, aunque no sabe cómo. Una noche, Daragane recibe
otra llamada, pero esta vez es Chantal, la chica que acompañó a Ottolini a la
cita, quien le habla. Ella le dice que en ese momento Ottolini no está en
París, pero que a ella le parece importante que se vean para explicarle algunas
cosas.
Cuando se ven, Chantal le da algunas informaciones
inquietantes acerca de Ottolini, pero le dice que para él es importante que
Daragane lo ayude, y para que pueda intentar recordar algo, le da, en secreto,
una copia de las notas de la investigación de Ottolini. Daragane se va a su
casa prometiendo leer las notas. Entre los papeles hay fotocopias de algunas
páginas de la primera novela del propio Daragane en las que, en efecto, aparece
el nombre de Guy Torstel, hay también unas viejas fotos de un niño «no
identificado», y notas a mano sacadas de un reporte policiaco en el que hay
otros nombres, y uno que sí recuerda: Annie Astrand.
En los días subsecuentes, poco a poco, comienzan a aflorar
algunos recuerdos desconectados en la memoria del viejo escritor. Y entonces,
como una suerte de investigador privado, comienza Daragane a escarbar en su
propio pasado. Recuerda escenas de su infancia, del tiempo indeterminado y
confuso que pasó al cuidado de Annie Astrand, pues la madre de Daragane, por
algún motivo no mencionado, lo dejó encargado una larga temporada con esa
mujer. (¿Cuánto tiempo? ¿Por qué?) Y esos recuerdos lo llevan a recuperar otros
de otra etapa, 15 años después, en la época en que comenzó a escribir su
primera novela. Daragane recorre el barrio en el que vivió cuando escribía su
primer libro, un barrio en el que pasó también unos días, en su infancia, con
esa misteriosa Annie Astrand. Y va luego a la periferia de París, al pueblo en
el que vivió con Astrand, y entrevista gente tratando de encontrar respuestas a
un misterio enterrado en su pasado. Un misterio que deja cabos sueltos, como al
propio Daragane, y, entre líneas, suposiciones e interpretaciones, es decir,
más misterios y algunas posibles respuestas, difusas pero suficientes para
recrear secciones de un rompecabezas, una época y una ciudad transformada, como
la propia vida de Daragane, como la propia vida de los lectores de esta novela
hipnótica.
Muchas de las novelas de Patrick Modiano tienen elementos
comunes, entre ellos: esta reconstrucción del pasado a través de la
reconstrucción de la memoria, ya sea personal o generacional o histórica. En
muchas de ellas hay también, como en ésta, una búsqueda de la identidad, o de
los elementos que la formaron. El pasado visto como un misterio policiaco.
Algunos críticos han escrito que las diferentes novelas de Modiano parecen el
mismo libro, escrito una y otra vez, con variaciones. El propio novelista lo
dijo mejor, que en realidad todos sus libros son como diferentes capítulos de
un mismo libro.
Quienes ya han leído a Modiano por lo general se vuelven
adictos a sus novelas. A quienes no lo han leído, les recomiendo muchísimo que
lean a este autor y quizá Para que no te pierdas en el barrio pueda ser una puerta de entrada a su
obra.
. . . . .
Para que no te pierdas en el barrio. Patrick Modiano. Traducción de
María Teresa Gallego Urrutia. Anagrama, colección Panorama de Narrativas. 152
págs.
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