lunes, 14 de octubre de 2019

La lotería (01), de Shirley Jackson






La lotería
de Shirley Jackson

(Primera de dos partes)

Jesús Guerra

La conmoción de «La lotería»

En el comentario sobre la novela La maldición de HillHouse escribí brevemente acerca de la vida de la escritora norteamericana Shirley Jackson (nacida en California en 1916, y fallecida en Vermont en 1965, a los 48 años), y apunté que dicha obra es considerada por muchos como una de las grandes novelas de terror del siglo XX. Sin embargo, ya sea que hayan leído la novela o no, es importante que no se queden con la idea de que Shirley Jackson era una escritora de literatura de terror. Esa novela es más bien la excepción en su obra, aunque sea su novela más famosa. Si quieren realmente conocer su estilo y sus temas tienen que leer su libro de cuentos La lotería, que en español lleva sólo el título de su relato más conocido, aunque contiene otros 24; dos o tres algo extensos, la mayoría relativamente cortos.

Subrayado lo anterior, también es importante que no se queden con la idea de que Shirley Jackson no es una escritora de literatura de terror… Lo que sucede es que al hablar de literatura de terror pensamos automáticamente en el terror sobrenatural, como las obras de Stephen King o Clive Barker, o en el terror natural salvaje, como la película Masacre en cadena (The Texas Chain Saw Massacre, 1974, de Tobe Hooper), pero el terror que se arrastra en los relatos de Shirley Jackson no tiene nada que ver con esto, es mucho más sutil pero también más cercano, es, por llamarlo de alguna manera, el terror de la vida cotidiana.

Creo que comentar este cuento en particular, «La lotería», implica recordar la conmoción que causó cuando fue publicado por primera vez, en la revista The New Yorker, en el número correspondiente al 26 de junio de 1948.

Según un artículo de esa misma revista, pero del 25 de junio de 2013, escrito por Ruth Franklin, cuando se publicó el relato de Jackson de inmediato comenzaron a llegar cartas de los lectores de la revista, algunos molestos, otros confundidos, algunos con insultos, otros amenazando con cancelar su suscripción a la revista. Llegaron más de 300 cartas, que es el máximo recibido por The New Yorker acerca de un relato literario.

No puedo comentar nada relacionado directamente con el argumento del cuento, pues no quiero echárselos a perder a quienes no lo hayan leído aún. Sólo les puedo decir que, en efecto, es un relato cuyo final nos deja aturdidos. ¿Qué significa?, es lo primero que pensamos al terminar de leerlo. Pero 70 años después de publicado, estamos acostumbrados a piezas literarias desafiantes, y aunque no lo comprendamos al cien por ciento, yo creo que la mayor parte de los lectores actuales podemos acercarnos a una interpretación bastante aproximada. Por eso es sorprendente la conmoción que causó este relato, hace apenas siete décadas. Llegaron cartas de amas de casa, de jóvenes estudiantes, pero también de antropólogos, sociólogos, productores de televisión... en fin, de todo tipo de lectores.


Edición en inglés


La autora del artículo explica que parte de la confusión posiblemente se debió a que en esa época la revista no etiquetaba sus textos, es decir, no decía que tal texto era un artículo, este otro un ensayo, ese un relato de ficción y aquel un reportaje. Así que hubo quienes pensaron que el cuento era una crónica de un suceso real, y eso resultaba aterrador. Sin embargo, quienes sí entendieron que se trataba de un cuento, una obra de ficción producto de la imaginación de la escritora, lo que no lograban entender era el significado del relato. Y al parecer durante el resto de su vida, Shirley Jackson siguió recibiendo cartas de lectores que le pedían una explicación.

Es claro, por lo menos ahora, que no se debe pedir la explicación de una obra artística, ni tampoco dar esa explicación, pues eso limita el abanico de interpretaciones posibles, pero fue tanta la demanda, tal el número de lectores enojados y confundidos que la revista tuvo que asignar una redactora para que respondiera las cartas de los lectores con un párrafo aprobado por la autora del relato, una respuesta que no era una explicación específica, pero sí daba una idea de la intención general del relato. Y en conferencias, la autora tuvo también que hablar varias veces acerca de su intención al escribir ese relato.

Es posible que cualquier persona que lea «La lotería» ahora termine su lectura también con una gran interrogación en la cara. Sin embargo, si en lugar de leer sólo ese relato, de manera aislada, se leen los 25 cuentos del libro, termina el lector por entender el estilo de la autora y su manera de proceder ante determinados temas, es decir, se comprende su manera de ver la realidad.

A pesar, o quizá por eso mismo, de haber comenzado este cuento su vida pública con una conmoción, el relato se hizo famosísimo y es uno de los cuentos más antologados de la literatura norteamericana, y se estudia en los cursos de literatura en las escuelas de los Estados Unidos, no sólo por sus diversas interpretaciones, sino también porque está espléndidamente bien escrito y es una construcción literaria de una eficacia evidente. Si no fuera así, no habría recibido tantas cartas.

De hecho, nos dice la autora del artículo, nosotros también podemos interpretar el hecho de que la gente haya reaccionado así a la lectura de este relato. Podemos decir, quizá, que la gente sí entendió el relato, aunque fuera sólo a nivel inconsciente, se vieron reflejados ahí, quizá no en lo personal pero sí como parte de la sociedad, y no les gustó lo que vieron en ese espejo. El relato es bastante breve, tiene sólo 13 páginas en la edición de bolsillo.

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La lotería. Shirley Jackson. Traducción de Hernán Sabaté. Debolsillo (1a. ed., marzo 2015). 326 págs.
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