La lotería
de Shirley Jackson
(Primera de dos partes)
Jesús Guerra
La conmoción de «La lotería»
En el comentario sobre la novela La maldición de HillHouse escribí brevemente acerca de la vida de la escritora norteamericana
Shirley Jackson (nacida en California en 1916, y fallecida en Vermont en 1965,
a los 48 años), y apunté que dicha obra es considerada por muchos como una de
las grandes novelas de terror del siglo XX. Sin embargo, ya sea que hayan leído
la novela o no, es importante que no se queden con la idea de que Shirley
Jackson era una escritora de literatura de terror. Esa novela es más bien la
excepción en su obra, aunque sea su novela más famosa. Si quieren realmente
conocer su estilo y sus temas tienen que leer su libro de cuentos La lotería,
que en español lleva sólo el título de su relato más conocido, aunque contiene
otros 24; dos o tres algo extensos, la mayoría relativamente cortos.
Subrayado lo anterior, también es importante que no se
queden con la idea de que Shirley Jackson no es una escritora de literatura de
terror… Lo que sucede es que al hablar de literatura de terror pensamos
automáticamente en el terror sobrenatural, como las obras de Stephen King o
Clive Barker, o en el terror natural salvaje, como la película Masacre en
cadena (The Texas Chain Saw Massacre, 1974, de Tobe Hooper), pero el
terror que se arrastra en los relatos de Shirley Jackson no tiene nada que ver
con esto, es mucho más sutil pero también más cercano, es, por llamarlo de
alguna manera, el terror de la vida cotidiana.
Creo que comentar este cuento en particular, «La lotería»,
implica recordar la conmoción que causó cuando fue publicado por primera vez,
en la revista The New Yorker, en el número correspondiente al 26 de
junio de 1948.
Según un artículo de esa misma revista, pero del 25 de
junio de 2013, escrito por Ruth Franklin, cuando se publicó el relato de
Jackson de inmediato comenzaron a llegar cartas de los lectores de la revista,
algunos molestos, otros confundidos, algunos con insultos, otros amenazando con
cancelar su suscripción a la revista. Llegaron más de 300 cartas, que es el
máximo recibido por The New Yorker acerca de un relato literario.
No puedo comentar nada relacionado directamente con el
argumento del cuento, pues no quiero echárselos a perder a quienes no lo hayan
leído aún. Sólo les puedo decir que, en efecto, es un relato cuyo final nos
deja aturdidos. ¿Qué significa?, es lo primero que pensamos al terminar de
leerlo. Pero 70 años después de publicado, estamos acostumbrados a piezas
literarias desafiantes, y aunque no lo comprendamos al cien por ciento, yo creo
que la mayor parte de los lectores actuales podemos acercarnos a una
interpretación bastante aproximada. Por eso es sorprendente la conmoción que
causó este relato, hace apenas siete décadas. Llegaron cartas de amas de casa,
de jóvenes estudiantes, pero también de antropólogos, sociólogos, productores
de televisión... en fin, de todo tipo de lectores.
Edición en inglés |
La autora del artículo explica que parte de la confusión
posiblemente se debió a que en esa época la revista no etiquetaba sus textos,
es decir, no decía que tal texto era un artículo, este otro un ensayo, ese un
relato de ficción y aquel un reportaje. Así que hubo quienes pensaron que el
cuento era una crónica de un suceso real, y eso resultaba aterrador. Sin
embargo, quienes sí entendieron que se trataba de un cuento, una obra de
ficción producto de la imaginación de la escritora, lo que no lograban entender
era el significado del relato. Y al parecer durante el resto de su vida,
Shirley Jackson siguió recibiendo cartas de lectores que le pedían una
explicación.
Es claro, por lo menos ahora, que no se debe pedir la
explicación de una obra artística, ni tampoco dar esa explicación, pues eso
limita el abanico de interpretaciones posibles, pero fue tanta la demanda, tal
el número de lectores enojados y confundidos que la revista tuvo que asignar
una redactora para que respondiera las cartas de los lectores con un párrafo
aprobado por la autora del relato, una respuesta que no era una explicación
específica, pero sí daba una idea de la intención general del relato. Y en
conferencias, la autora tuvo también que hablar varias veces acerca de su
intención al escribir ese relato.
Es posible que cualquier persona que lea «La lotería»
ahora termine su lectura también con una gran interrogación en la cara. Sin
embargo, si en lugar de leer sólo ese relato, de manera aislada, se leen los 25
cuentos del libro, termina el lector por entender el estilo de la autora y su
manera de proceder ante determinados temas, es decir, se comprende su manera de
ver la realidad.
A pesar, o quizá por eso mismo, de haber comenzado este
cuento su vida pública con una conmoción, el relato se hizo famosísimo y es uno
de los cuentos más antologados de la literatura norteamericana, y se estudia en
los cursos de literatura en las escuelas de los Estados Unidos, no sólo por sus
diversas interpretaciones, sino también porque está espléndidamente bien
escrito y es una construcción literaria de una eficacia evidente. Si no fuera
así, no habría recibido tantas cartas.
De hecho, nos dice la autora del artículo, nosotros
también podemos interpretar el hecho de que la gente haya reaccionado así a la
lectura de este relato. Podemos decir, quizá, que la gente sí entendió el
relato, aunque fuera sólo a nivel inconsciente, se vieron reflejados ahí, quizá
no en lo personal pero sí como parte de la sociedad, y no les gustó lo que
vieron en ese espejo. El relato es bastante breve, tiene sólo 13 páginas en la
edición de bolsillo.
. . . . . . . . . . . . . . .
La lotería. Shirley Jackson. Traducción de
Hernán Sabaté. Debolsillo (1a. ed., marzo 2015). 326 págs.
. . . . . . . . . . . . . . .
Te puede interesar:
* El estupendo artículo de Ruth Franklin en The New Yorker
* Comentario de La maldición de Hill House
No hay comentarios:
Publicar un comentario