Drácula, el no muerto
de Dacre Stoker e Ian Holt
Jesús Guerra
Luego de la lectura del muy
detallado Drácula anotado, de Leslie S. Klinger (cuya reseña puedes leer
aquí), y teniendo en cuenta la enorme influencia que la novela Drácula
de Bram Stoker ha tenido en la literatura y el cine de terror del siglo XX y lo
que va del XXI, queda uno medio obsesionado con el universo Drácula, con los
ambientes de la era victoriana y con los personajes de la novela, es decir,
quiere uno más. Evidentemente no soy el único pues de Drácula hay una
buena cantidad (aunque no tengo idea de cuántas) de precuelas, secuelas e
historias paralelas, tanto en novelas, películas, cómics y series de
televisión. Aquí iré reseñando algunas novelas, según las vaya consiguiendo y
leyendo.
Comienzo, entonces, con Drácula,
el no muerto (se llama así porque el título que Bram Stoker le iba a dar a
su novela en un principio era “El no muerto”), escrita a cuatro manos entre
Dacre Stoker e Ian Holt, la cual es una continuación de la novela de Bram
Stoker. Se ubica en Londres en el año 1912, 24 años después de los
acontecimientos de la novela original, es decir, 1888 (los autores de esta
secuela determinaron que los hechos narrados en Drácula ocurrieron en
1888 por conveniencia propia, aunque en realidad la novela no precisa el año en
que se desarrollan los hechos narrados, y los especialistas, aunque cada uno
tiene su teoría, nunca se han puesto de acuerdo).
En esta obra reencontramos a
los personajes centrales de la original: Jonathan y Mina Harker (Murray de
soltera), Jack Seward, Arthur Holmwood (lord Godalming) y Abraham van Helsing,
aunque la verdad no los encontramos como nos hubiera gustado. A todos, unos
más, otros menos, la vida los ha tratado mal. Y conocemos a otros, como el hijo
de Mina y Jonathan, Quincey Harker (mencionado, como un niño, en los últimos
párrafos de la novela original), al actor teatral rumano de moda en Europa,
Basareb, al inspector Cotford de Scotland Yard (personaje creado por el propio
Bram Stoker en sus notas para la escritura de su obra, pero eliminado en la
redacción final) y a varios policías más, y entre varios personajes reales
incluidos en la trama se encuentran, por supuesto, el propio Bram Stoker,
aunque aparece en pocas escenas, a Erzsébet Báthory y a Jack el Destripador
(por eso esta secuela indica que la historia original sucedió en 1888, para
hacerla coincidir con los asesinatos del famoso y nunca descubierto
Destripador).
de Dacre Stoker e Ian Holt
El argumento de esta novela
es una locura total, con resultados mixtos, en el mejor de los casos. Los
autores toman personajes reales y ficticios, así como hechos históricos y de la
novela original y los mezclan y modifican a su antojo, para crear esta historia
que tiene su interés (sobre todo para los fans de la obra original) y es más o
menos entretenida, pero con la que no siempre (o casi nunca) estaremos de
acuerdo. Los autores modifican incluso la ubicación de algunos lugares clave,
por ejemplo, el edificio que albergó el hospital psiquiátrico de Jack Seward y
Carfax, que todos sabemos se encuentran (en la novela original) a las afueras
de Londres pero que aquí están en el pequeño puerto de Whitby (el puerto al que
llegó Drácula a Inglaterra en la obra original). Y cuando los personajes
recuerdan algunos episodios del pasado (que aparecen en la novela de Stoker)
éstos son diferentes. Es como si los autores hubieran leído un Drácula
diferente al que hemos leído todos los demás. O, como alguien señaló en alguna
parte de internet, como si esta continuación hubiera sido escrita en un
universo paralelo.
Claro que los autores tienen
una explicación para esto: a Bram Stoker un borracho le contó en un bar la
historia que luego Stoker escribió con algunos cambios. Esta idea es
interesante pero utilizada de una manera bastante torpe. ¿Por qué Bram Stoker
cambiaría la ubicación de Carfax pero utilizaría los nombres reales de los
personajes? Y esto de los nombres es importante porque Quincey Harker lee la
recientemente publicada novela de Bram Stoker y se entera así (y por los
ensayos de la obra teatral) que sus padres tienen una historia de la que nunca
le han hablado...
Pero lo más grave es que los
autores cambian al personaje de Drácula, tanto física, psicológica y
moralmente, y en este punto es notoria la influencia de la película Drácula
de Bram Stoker (Bram Stoker's Dracula, 1992), de Francis Ford
Coppola, y cambian, por lo tanto, a Mina también; y el hecho de que Drácula sea
capaz de hacer varias cosas que no se supone que hagan los vampiros. Me parece
increíble que los autores de esta novela que lleva por título “el no muerto” no
comprendan lo que ese concepto significa, o se supone que significa. Aunque en
realidad no hay algo que sea lo más grave, en esta novela todo es grave,
todo está mal: el hecho de que el estilo narrativo sea completamente diferente
entre esta novela y la original, los cambios de tono al interior de la obra
(por momentos es un melodrama, luego horror gore, más adelante parodia
involuntaria y después un cómic de superhéroes), y el hecho terrible de que
esta novela (como el Drácula de Coppola) torne el subtexto en texto,
pues así la trama pierde profundidad.
Tampoco es justo que debido
a que uno de los autores, Dacre Stoker, lleve el mismo apellido del autor de la
novela original, ya que es su sobrino-bisnieto, se publicite como “la secuela
oficial” de Drácula. La única continuación oficial posible la tendría
que haber escrito el mismo Bram Stoker.
Drácula, el no muerto es
una mala novela, sin duda, pero para los amantes de la novela de Bram Stoker de
todas maneras tiene interés, aunque sea sólo para que nos lleve de nuevo a los
lugares de esta historia y nos permita seguir otra vez a estos personajes, a
pesar de que nos moleste lo que sucede en la nueva trama y terminemos echando
pestes de ella. Para los fans del Drácula original, esta obra es uno de
esos libros que hay que leer, aunque finalmente nos decepcione.
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Drácula, el no muerto.
Dacre Stoker e Ian Holt. Roca Editorial (1a. ed. en inglés, 2009; 1a. ed. en
español, 2010). 448 páginas.
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