domingo, 28 de agosto de 2011

Imágenes de la postmodernidad





IMÁGENES DE LA POSTMODERNIDAD

Gerardo Carrera


Iniciaré con una frase del filósofo J.F. Lyotard: “Todo lo real es racional: y sucedió Auschwitzs”, o en palabras del poeta Eduardo Milán “…escribir poesía después de Auschwitzs”. Tomando este acontecimiento como prueba dolorosa de la modernidad, entendemos el desencanto que ronda en el mundo actual.

La modernidad es una etapa de la humanidad, no como corriente estética o escuela, sino como un gran bloque temporal que homogeneizó las esperanzas del pensamiento occidental. Algunos autores la sitúan con la Ilustración y la Revolución Francesa. Inicia el concepto de nación y los primeros ejercicios de democracia, se rinde culto al conocimiento y los conceptos, se erige el estandarte de la razón y los postulados son libertad, fraternidad y derechos humanos, la ciencia y la tecnología se vislumbraban como panacea para solucionar las problemáticas del hombre, tiempo de revoluciones e ideologías y la gran historia construida con fechas y monumentos para registrar el avance de la sociedad hacia un mundo feliz.

Pero algo pasó en el camino, el arte con su poder de revelación comenzó a hablar de vacío y desencanto.

Recordemos a Kafka, Musil, Camus y Joyce quienes plantearon la soledad y el aislamiento como una condición del ser humano, o las vanguardias europeas de principios del siglo XX que intentaron terminar con la razón y propusieron un discurso de lo subjetivo valorando los sueños, el inconsciente y la destrucción del arte y la historia.

Del dadá no es nada a la escritura automática y las posturas existenciales o los textos beat de los años cincuenta, la literatura señaló que el proyecto de modernidad estaba desintegrándose. Pero al igual que la literatura todas las disciplinas humanísticas empezaron a generar un malestar y reacomodo de sus postulados e interpretaciones que desembocó en el anuncio general de la caída de la modernidad.

No hemos alcanzado la democracia en el mundo y ésta se convirtió en un instrumento de control y de poder; la acumulación de conocimiento no solucionó los problemas ni las angustias del mundo si bien nos ayudó a interpretarlos; los conceptos se desplazan.

La razón y su linealidad temporal y discursiva parcelaron la esfera humana. La ciencia y la tecnología solucionaron algunas cosas, como en salud y comunicaciones, pero crearon otros problemas, ahora vivimos bajo la sombra de las armas de destrucción masiva y el deterioro del planeta. No hemos aprendido a ser libres y los derechos humanos se siguen pisoteando. Nos tocó ver el derrumbe de las ideologías y la gran historia.

Si aceptamos que la sociedad vive esta crisis cultural entonces todos somos postmodernos.

La situación de la actualidad produce otras imágenes del mundo y de nosotros mismos, obliga a hacer un alto en el camino para analizar y reinterpretar nuestro ser en el mundo, valorar las urgencias éticas del siglo XXI y equilibrar la balanza del humanismo ante esta sociedad global donde el valor radica en el mercado y el hedonismo.



Al perder la esperanza en un proyecto de transformación global, sólo nos queda refugiarnos en el “yo”. La postmodernidad nos lleva, como individuos, a plantearnos nuevas formas de ser, nuevos objetivos y nuestras formas de comunicarnos entre nosotros. Lipovetsky llama a esta nueva significación “la lógica del vacío”. Algunas imágenes de esta lógica del vacío son:

Individualismo: trazamos metas sin compromiso con la sociedad, ni con la historia; importo yo, mi placer y mi grado de adquisición. Indiferencia.

Personalidad fragmentada: ante el cúmulo de información no procesada y el rechazo a la razón prevalecen las situaciones contradictorias, decisiones tomadas por la emotividad o la angustia.

Visión de mercado: lo que se vende es lo importante.

Pérdida de confianza: en las instituciones, en las grandes doctrinas, en las cosmovisiones, en el otro.

Democratización de la palabra. Tomo a Lipovetsky:
cuanto mayores son los medios de comunicación menos cosas se tienen por decir… nadie en el fondo está interesado por esa profusión de expresión con una excepción importante del emisor o el propio creador; indiferencia por los contenidos.

Esta aproximación a la postmodernidad nos llevaría a replantear la pérdida de fe, la desvalorización del arte ante un mercado de consumo, el rol de los nuevos tipos de familia, el papel de los medios de comunicación, el culto a la imagen, el Internet que al mismo tiempo nos une en la red y nos aisla, las actitudes de indiferencia ante el dolor de la humanidad, la desesperanza ante el mundo actual y su futuro. El papel del docente dentro de este clima de crisis y vacío.

Cuánto tarda un ciclo en cerrarse y cuál es nuestro papel para que se den los cambios que anhelamos. Nos resignaremos cada uno desde nuestras trincheras para pulir el corazón.

“Sólo la poesía nos puede salvar”, afirmó Brodsky, o diremos como Cioran: “Me ha sucedido que me compadezco de un pedazo de metal, de cualquier cosa, porque todo lo que existe me parece abandonado, desdichado, incomprendido. El granito tal vez sufra también. Todo lo que tiene forma sufre, todo lo que está separado del caos para seguir un destino aislado, la materia está sola. Todo lo que es, está solo. ¡Nadie, ningún Dios puede librar a este mundo de tan añeja soledad!”

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Lipovetsky, Gilles. La era del vacío. Ed. Anagrama. Barcelona, 2003.
Lyotard, J.-F. La condición posmoderna. Ed. Planeta–Agostini. Barcelona, 1992
Cioran, E. M. “Cuadernos inéditos”. Revista Vuelta año XXI. Noviembre de 1997, núm. 252, p.20

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