martes, 30 de agosto de 2011

Una desolación, de Yasmina Reza





Una desolación,
de Yasmina Reza

Jesús Guerra

Luego de cuatro obras teatrales de enorme éxito (Conversation après un enterrement; L´Homme du hasard; La traversée de l´hiver y Art), y de un libro de relatos muy comentado (Hammerklavier), Yasmina Reza incursionó en la novela corta en 1999 con el libro Una desolación (Une désolation), un monólogo de un anciano (Samuel) a las puertas de la muerte (o que se siente ahí, por lo menos), dirigido a su hijo, en el cual le expresa su desolación.

El hombre despotrica contra todo, contra la vida y la muerte, la edad, la ausencia de deseo, la estupidez y la superficialidad de la gente, nuestra época, los seres humanos en general pero, sobre todo, los patéticos optimistas, y contra su hijo mismo, el cual, considera el viejo, se ha convertido en lo peor: un ser adaptado a la sociedad, un tipo que persigue la felicidad.

El hombre va de la exasperación a la burla, pasando por la nostalgia y la ternura, el alarido y los murmullos, el odio, la confesión, la indignación, la sorpresa, el miedo, la aceptación de su destino, siempre con una inteligencia endiabladamente clara y nunca, jamás, con indiferencia.

La novela está escrita con una gran inteligencia y nos conduce por una serie de emociones, además, nos obliga a reflexionar, con sus espléndidas escenas, narradas por Samuel, y con muchas de sus logradas frases, similares a conocidos aforismos de Cioran; y, sobre todo, nos permite reírnos (a veces un poco asustados) de todo.

En cuanto a las frases del discurso de Samuel, unos ejemplos: «...si no me he enfrentado a la felicidad, digo, tal vez sea porque es el único estado del que es imposible salir bien parado» (p. 12). «Pues sí. Vamos de final en final, muchacho. De final en final. Las cosas se agotan una tras otra. Del esplendor a la oscuridad» (p. 30). «...hace falta algún tiempo para admitir que la alegría es un canto fúnebre» (p. 33). «Detesto el entusiasmo de las masas por la belleza» (p. 49). «Y jamás he confundido el amor con la felicidad» (p. 70). «Hijo mío, ya no puedo, ya no puedo en absoluto hablar con quien no duda, con quien se ha atrincherado en una simplificación común, con quien me pone delante, en bloque, su visión edificante del mundo» (p. 96). «Por qué, cuando uno ya no tiene nada que perder, hay que despedirse de los caprichosos azares de la existencia» (p. 105).



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Una desolación. Yasmina Reza. Traducción de Joaquín Jordá. Anagrama, colección Panorama de Narrativas. Barcelona, 2000. 115 págs.



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