Aquello estaba deseando ocurrir
de Leonardo Padura
Jesús Guerra
Recientemente recomendé aquí la novela Oona y Salinger, del francés Frédéric Beigbeder, quien evidentemente es un
gran admirador de J.D. Salinger, como muchos otros escritores, entre ellos el
cubano Leonardo Padura, pero Padura admira tanto a Salinger que incluso
su personaje Mario Conde, el detective habanero, gran lector y eterno aspirante
a escritor, es también gran admirador del narrador estadounidense, y comenta
sus libros y presta ejemplares de sus libros a otros personajes. El libro de
cuentos de Padura que hoy les recomiendo, que tiene el estupendo título Aquello
estaba deseando ocurrir, tiene también una conexión con el escritor
estadounidense, pues el título proviene del epígrafe del primer relato del
libro, firmado por Marco Aurelio, pero una nota al epígrafe nos informa que
esta frase está escrita detrás de la puerta de Seymour y Buddy Glass, en el
libro Franny y Zooey, de J.D. Salinger.
Aquello estaba deseando ocurrir está compuesto de 13 cuentos, de
diferentes épocas. El más antiguo es de 1985, y el más reciente es de 2009, es
decir que se trata de relatos compuestos a lo largo de casi un cuarto de siglo;
el volumen funciona muy bien tanto para quienes no han leído nunca a este autor
como para sus seguidores ya que nos permite apreciar los diferentes registros
de su escritura. Los cuentos no están ordenados de manera cronológica, lo que
implica una propuesta de lectura específica por parte del autor o del editor, propuesta
que como lectores tenemos el derecho de subvertir, si así lo queremos,
leyéndolos en el orden que se nos antoje. Los títulos de los cuentos y su año
de escritura son los siguientes: «La puerta de Alcalá» (1991), «Nueve noches
con Violeta del Río» (2001), «Adelaida y el poeta» (1988), «Sonatina para
Rafaela» (1988), «Según pasan los años» (1985), «Los límites del amor» (1987),
«La muerte feliz de Alborada Almanza» (2009), «El destino: Milano-Venezia (vía
Verona)» (1996), «La pared» (1989), «Mirando al sol» (1995), «La muerte
pendular de Raymundo Manzanero» (1993), «Nochebuena con nieve» (1999) y «El
cazador» (1990).
El personaje principal y narrador de «La puerta de
Alcalá», Mauricio, es un periodista cubano que ha sido castigado y enviado a la
guerra de Angola, en donde ya ha cumplido casi dos años. En la capital, Luanda,
en una librería de libros usados en idiomas diversos, Mauricio compró hace
tiempo, sin saber muy bien por qué, un libro sobre el pintor español Velázquez.
El libro perteneció a una mujer, pues lo firmó: María Fernanda. Y la antigua
dueña subrayó diversos párrafos a lo largo del volumen que se vuelven
significativos para Mauricio. El libro contiene también reproducciones de los
cuadros del pintor. Hay dos, en particular que le gustan a Mauricio, dos que no
son de los más conocidos, llamados La tarde y El mediodía. Un
día, en un periódico, leyó una pequeña nota que decía que del 30 de enero
próximo al 30 de marzo estaría en exhibición, en el Museo del Prado de Madrid,
una exposición que reuniría toda la obra de Diego Velázquez, y como en enero
cumpliría sus dos años de servicio y tendría que regresar, le pidió a su jefe
en Angola, Alcides, que le consiguiera regresar a su país pasando por Madrid,
para poder ver la exposición. Alcides le dice que lo va a intentar, pero que no
se quede en España porque eso les daría la razón a los funcionarios que lo
castigaron, y de paso porque lo metería en problemas a él. En Madrid, como pasa
con frecuencia, no sucede lo que Mauricio esperaba, pero suceden otras cosas,
como su reencuentro, por pura casualidad, con uno de sus grandes amigos de la
juventud, quien un día se fue, en secreto, a los Estados Unidos. Un cruce de
caminos, una capital europea, una tarde, una plaza, un reencuentro breve de dos
amigos que han estado fuera de su país... La historia es relativamente
sencilla, pero tiene un impacto emocional muy fuerte. Como diría el Conde: es
un relato escuálido y conmovedor.
«Nueve noches con Violeta del Río» es la historia de un
muchacho de provincia que llega a estudiar a La Habana a mediados de los años
60, una Habana en la que aún quedan algunos elementos prerrevolucionarios, como
los centros nocturnos de la avenida que los habaneros llaman La Rampa, avenida
que tiene fascinado al joven. En el cabaret La Gruta canta todas las noches
Violeta del Río. El joven ve primero la fotografía de la cantante, afuera del
cabaret, y le encanta. Al cumplir los 18 años pide a su familia que le regalen
dinero, y al regresar a La Habana va a La Gruta a escuchar, y a ver por primera
vez en persona, a Violeta del Río. Describe a la perfección las sensaciones de
la fascinación que le produce la cantante. El joven va al centro nocturno con
tanta frecuencia como su tiempo y su bolsillo se lo permiten, hasta que decide
que, teniendo en cuenta su timidez y suponiendo que jamás será capaz de
acercarse a la cantante de sus sueños, es mejor alejarse de ahí, lo cual logra
cumplir durante algunas semanas, hasta que una noche son sus amigos los que
proponen ir a escuchar a la cantante. Esa noche cree ver un reconocimiento de
la cantante hacia él, y luego que sus amigos se van, se atreve a acercarse a la
barra en donde Violeta se toma su ron, su único ron de la noche. En efecto,
ella lo reconoce, y lo invita a acompañarla... Este encuentro tendrá
repercusiones en este joven para toda la vida, joven que se convertirá en un nostálgico
hombre maduro. El cuento es estupendo y terrible, y uno de mis preferidos de
esta colección. Vale la pena apuntar que Violeta del Río —lo ha dicho el autor
en alguna entrevista— es un personaje inventado por Padura a partir de varias
cantantes de boleros de los años 50, el cual aparece, con el mismo nombre y con
características fascinantes similares, en este relato y en la espléndida novela
La neblina del ayer, aunque el destino de la mujer es
completamente diferente en la novela y en el cuento.
Edición francesa |
En «El destino: Milano-Venezia (vía Verona)», Miguel
Fonseca, un periodista cubano que está de viaje en Italia está a punto de
cumplir uno de sus deseos, conocer Venecia, pero en el camino se le atraviesa
una guapa italiana que podría, tal vez, cambiar el destino de Miguel.
Encuentros afortunados, impulsos, esperanzas, desilusiones. El relato nos
muestra, entre otras cosas, que un mismo evento puede significar cosas
completamente diferentes para dos personas, en este caso una europea y un
cubano, no sólo por circunstancias personales sino también nacionales.
En los relatos en los que el personaje central es cercano
al autor, los personajes son periodistas que pueden, por diversos motivos,
viajar por el mundo, pero también hay relatos con personajes completamente
diferentes, por ejemplo, en «Mirando al sol», son adolescentes cubanos que
viven en el límite de la barbarie (como muchos adolescentes de muchas otras
partes del mundo), que viven la vida como llega, con mucho alcohol, pastillas,
y relaciones efímeras. Algunos se quieren ir del país, por lo que han oído que
hay afuera, o porque sus familias se quieren ir, otros se quieren quedar porque
han escuchado que la competencia es muy fuerte y hay que trabajar duro, aunque
haya de todo en el extranjero. Son ignorantes y salvajes. Y una noche, por
hacer una estupidez, su vida cambia de manera radical, en más de un sentido.
Hay relatos kafkiano-caribeños, como «La muerte pendular
de Raymundo Manzanero», escrito como una crónica periodística; y uno que no sé
si es un relato erótico en tono de comedia triste, o una comedia dramática con
elementos eróticos, aunque también podríamos decir que es una fantasía
masculina convertida en relato, llamado «Nochebuena con nieve», de 1999, aunque
los hechos narrados suceden la nochebuena de 1993. En el fondo está muy
emparentado a «Nueve noches con Violeta del Río» y también con ciertos pasajes
de las novelas policiacas del autor, en particular con ciertos elementos
eróticos y nostálgicos de la biografía de Mario Conde. Triste y divertido y
espléndido.
En «La pared», oficinista cubano está aburrido de su
trabajo y por la ventana ve a un niño jugar a la pelota, lanzándola contra una
pared y cachándola con un guante. Le recuerda su propia infancia, cuando él
quería ser beisbolista. Baja y platica con el niño, que de grande quiere ser
pelotero e ingeniero, para salir del país y ganar mucho dinero. Le da algunos
consejos al niño y sube a su oficina de nuevo, pensando en todo lo que las
políticas del país le hicieron, obligándolo a abandonar sus sueños y ser lo que
ahora es. El libro tiene relatos, también, sobre una señora de provincia que
participa en un taller literario porque está sola luego de la muerte de su
hija; sobre una anciana moribunda que en sueños recupera los pequeños placeres
perdidos con la llegada de la revolución; sobre una pianista que aparentemente
es una artista y que sueña con serlo de verdad, pero que en realidad es una
especie de obrera de la cultura en una sociedad cerrada en la que todo está
determinado, hasta el número de piezas que debe interpretar a la hora del
almuerzo, por la «norma para músicos de centros gastronómicos de categoría
uno».
Algunas de las constantes de estos cuentos son la revisión
de las circunstancias que hicieron que los personajes se encuentren en ese
momento en el lugar y en la situación en las que se encuentran, todo lo que
tuvo que suceder para que se diera ese momento; o, al revés, los instantes que
hicieron que todo cambiara y el destino deseado no pudiera producirse. O los instantes
en que el destino pudo haber cambiado, pero no lo hizo. Las circunstancias que
rompieron los sueños de un personaje. Las relaciones de pareja, las rupturas, los
equívocos, las nostalgias. Todo esto, que es universal, visto desde la
perspectiva y las circunstancias particulares de los cubanos. Quizá el cruce de
caminos sea la nostalgia. Aquello estaba
deseando ocurrir es un muy buen libro, que contiene algunos relatos
espléndidos. Sumamente recomendable.
. . . . . . . . . . . . . . .
Aquello estaba deseando ocurrir. Leonado Padura. Tusquets Editores,
Colección Andanzas. 1a ed. España, febrero de 2015; 1a ed. México, mayo de
2015. 260 págs.
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