Antología Z
(volumen 4)
Zombimaquia
(Segunda de dos partes)
Jesús Guerra
En la entrada anterior comento algunos de los cuentos de
la Antología Z, volumen 4, Zombimaquia, de Dolmen Editorial, unos
cuentos de muertos vivientes bastante interesantes. Algunos aterradores, otros
muy divertidos, y algunos otros verdaderamente sorprendentes. En esta entrada
comento otros relatos del libro. Como ya había apuntado, esta antología
contiene 20 narraciones, 19 de ellas son de autores españoles y la otra es una
traducción de un relato de un autor estadounidense muy conocido, sobre todo en
los ámbitos de la fantasía y la ciencia-ficción. Este autor es Mike Resnick, de
quien comentaré una novela corta en fechas próximas.
El relato de Mike Resnick que aparece en esta antología se
llama «Una chica muy especial», y así como la chica del título, este texto es
también muy especial; es de un humor negrísimo y es una especie de caos
controlado, en el que puede suceder cualquier cosa. El narrador es un tipo que
maneja apuestas en los barrios bajos de Chicago, y su nombre es Harry el
Libro —porque, por supuesto, todos los personajes tienen apodos, que la
verdad suenan mejor en inglés, pero ni modo—; otros de los personajes son Benny
Quinta Calle, Gently Dawkins y Joey Chicago, éste último es el dueño y bar-tender del bar en el que Harry tiene
su «oficina provisional». Longshot Lamont le debe tres mil dólares de
unas apuestas perdidas, y Harry utiliza como cobrador a Punto Muerto Dugan,
que tiene la característica de ser un zombi. Un zombi que entiende y habla,
aunque su mente no es muy brillante, y por supuesto, huele horrible.
Cuando Punto Muerto Dugan regresa al bar sin los
tres mil dólares que le cobró a Lamont, Harry, con mucha paciencia, le pegunta
qué hizo con el dinero. Y la respuesta del zombi es sorprendente: se lo regaló
a una chica a la que acaba de conocer y de la que dice que es el amor de su
vida... (o de su muerte, agrega alguien más).
Otro de los relatos de este libro se llama «Génesis zombi»
y es de Loli González Prada. La narradora de esta historia se llama Silvia y
escribe su relato como una crónica de los terribles eventos que le han toca
vivir. Se encuentra en el edificio más alto de la ciudad (aunque no nos dice
cuál) y está acompañada de varios sobrevivientes más. Han logrado acumular
latas de comida y contenedores de gasolina porque han escuchado que en el sur
del país (o sea de España) aún están más o menos libres de la plaga de los
muertos vivientes y quieren irse para allá, pero no han logrado encontrar un
auto que funcione cerca de donde están. Todas las tardes y noches ven desde los
pisos altos a un número enorme de zombis que se agolpan en las entradas del
edificio y golpean las puertas. Saben que algún día lograrán entrar. Y, en efecto, un día lo logran... Si bien
este cuento no agrega nada nuevo al género, salvo la lucha contra los zombis en
un rascacielos, y es de esos cuentos clásicos de zombis equivalentes a ver un
capítulo de The Walking Dead, pero con otros personajes y en España, sí
es una narración muy intensa.
«Tiempo muerto», de Sergi Llauger, narra los
acontecimientos de un programa de televisión, con público en vivo, como una
pelea de box o de lucha libre, pero en este caso son peleas a muerte con
zombis. Todos los días se realizan estas peleas, y cada domingo se lleva a cabo
una gran final con los ganadores de la semana. Si el humano vivo logra
deshacerse de todos los zombis y termina sin haber sido mordido, gana una buena
cantidad de dinero. Si los zombis ganan, es decir matan al humano vivo, son
sacrificados en la arena, porque el público está sediento de sangre... Lo
bueno, para los productores, es que zombis sobran... La gran final que leemos
tiene unos luchadores muy originales y un final fuera de lo común. El relato
está bien escrito y es muy ágil. Es un texto satírico que lleva al extremo el
tipo de sociedad que, lamentablemente, comenzamos a ser. Es uno de esos cuentos
que nos muestra con mucha claridad quién es el verdadero monstruo en las
historias de monstruos.
Volumen 5 |
El cuento llamado «Z-O-M-B-C-N», de Ignacio Javier Borraz,
nos muestra cómo el ser humano es capaz de sacar provecho incluso de las
tragedias más terribles. Es decir que es un relato emparentado en su intención
con el que les acabo de comentar, aunque la narración es muy diferente. Una
compañía crea una atracción turística en una Barcelona devastada e inundada de
zombis. El relato es bastante bueno, con mucha acción y algunas sorpresas interesantes.
Y ojo, si creen que es sólo una crítica a las compañías capaces de crear una
atracción como ésta, tienen que ver las cosas con más calma: ¿Qué hay de los
turistas capaces de pagar por vivir una experiencia así? La pregunta clave es,
finalmente, la misma: ¿quién es el verdadero monstruo en los relatos de
monstruos?
«El crucero del terror», de José Vicente Ortuño, está
narrado por un escritor español de novelas de terror que está muy atrasado con
la entrega de su más reciente obra, y se siente incapaz de escribir ni una sola
línea. Así que toma un crucero de un mes, pensando que el cambio de ambiente lo
ayudará a escribir. Por supuesto, está equivocado. El barco tiene encima tres
mil turistas que quieren hacer la fiesta las 24 horas del día y en todas las
áreas del barco. Y entonces llega el verdadero problema: un pasajero que bajó
en uno de los puertos del viaje enfermó repentinamente en el barco y pocas
horas después murió... y poco tiempo después se levantó y mordió a varias
personas que a su vez... Bueno, ya saben lo que pasa en estos casos. Este
relato pertenece a la variante tradicional, pero en un contexto novedoso: un
gran barco de recreo con miles de personas. Está bastante bien escrito,
mantiene nuestro interés en todo momento y es muy efectivo.
Como pueden ver, los tonos, los contextos y los puntos de
vista son muy variados a pesar de que, en apariencia, todos los relatos tratan
de lo mismo.
El cuento llamado «La muerte del hombre blanco», de Tony
Jiménez, es bastante original. Se ubica a mediados del siglo XIX en el Lejano
Oeste. Como en otros relatos de esta misma antología, los zombis de esta
historia tienen un origen mágico. La idea me gusta mucho, el argumento es
bastante bueno, auque la escritura es algo deficiente. Además, aquí hay una
doble venganza que es muy efectiva. Si este relato fuera adaptado al cine, el
realizador perfecto para dirigir la versión fílmica sería, sin duda, Quentin
Tarantino.
«Oma Claudine» se llama el cuento escrito por José Luis
Cantos Martínez. La narradora de la historia es la hermana Letha. El relato
está ubicado en un convento, y aunque el tiempo no se menciona de manera
específica, debe de ser algún momento del siglo XVIII o del XIX. La hermana
Letha es la «sanadora» del convento. Una noche, ya tarde, una monja de mayor
rango le pide que prepare un compuesto llamado vinagre de los Cuatro
Ladrones, el cual, se supone, es muy potente y se utiliza en males graves.
Ya de madrugada, cuando el compuesto está preparado, conducen a la sanadora a
la recámara de la superiora, la madre Oma Claudine. Y Letha se asusta al verla.
El estado de la superiora es terrible, y es mantenido en secreto. La enferma
está inconsciente y tiene fiebre, y su cuerpo está lleno de llagas
nauseabundas.
Luego, por otras noticias, se dan cuenta de que algo
extraño y terrible sucedió en el pueblo que visitó la madre superiora antes de
caer enferma... Para mi gusto, éste es uno de los mejores relatos de esta
antología. Es muy clásico en tanto que cuento de terror, pero es muy novedoso
como cuento de zombis, y esta mezcla de perspectivas y el hecho de que se
ubique en un convento lo hacen un relato estupendo. Además, está escrito con
elegancia y con una muy buena administración del suspenso.
Volumen 6 |
Otro de mis relatos preferidos de esta antología es «The
Karate Kiz», así, con 'z' al final en lugar de la letra 'd': The Karate Kiz en
lugar, por supuesto, de The Karate Kid. Su autora es Nuria C. Botey.
Resulta que un hombre recibe una llamada a su casa, una llamada muy tarde.
Luego de unos momentos de conversación comprendemos que quien recibe la llamada
es Ralph Macchio, el actor que de jovencito estelarizó tres películas de la
serie The Karate Kid, junto al actor Pat Morita, quien interpretaba a su
maestro. Y quien llama —aunque no se conocen personalmente— es el también actor
Will Smith. ¿Y para qué es la llamada? Pues según Will Smith, Pat Morita entró
a su casa de California, y secuestró a su hijo, Jaden. ¿Pero cómo si Pat Morita
murió en el año 2005?, pregunta Ralph. Ya lo sé, le dice Will, pero te juro que
era Pat Morita quien se lo llevó y lo único que decía era tu nombre. Es decir
que la idea es que Ralph Macchio ayude a Will Smith a ir tras un fantasmal o
muerto animado Pat Morita para salvar al hijo de Smith... La idea original es
descabellada y, por lo tanto, estupenda para un relato de zombis. Además, está
bien escrito, con sentido del humor, con intensidad, con acción y con suspenso.
Muy disfrutable.
Otro de los relatos interesantes por su punto de vista se
llama simplemente «Z» y su autor es Pedro Escudero Zumel. Y es interesante
porque, aunque pertenece a los relatos clásicos de este género, está contado
desde la perspectiva de un soldado. Casi siempre los relatos clásicos están
narrados por los sobrevivientes del ataque zombi, que son civiles, quienes
primero esperan ser ayudados por la policía o el ejército y luego se dan cuenta
de que la ayuda no va a llegar porque el ejército ya no existe, ni el país, ni
la civilización. El hecho de que el punto de vista sea el de un soldado cambia
el panorama pues equivale a ver la parte que siempre ha quedado oculta en los
relatos clásicos.
Este cuento tiene otra novedad, que no les voy a mencionar
para que ustedes la descubran, y esto influye de tal manera en el relato que
éste termina por no ser tan clásico como pensábamos en un inicio. Está bien
contado, tiene acción, suspenso, tensión, y nos da una panorámica muy amplia,
además, del inicio de la plaga en varias ciudades de España.
Otro texto panorámico es el muy apropiadamente llamado
«Movimiento de cámara», escrito por el coordinador de esta antología, Rubén
Serrano. El cuento está dividido en seis partes, y cada una lleva como título
el nombre del personaje principal de ese fragmento de la historia, aunque todas
las partes forman una historia mayor cuyo personaje central es Alba, una
reportera de televisión para un canal de Madrid.
Hugo y Alba son compañeros de trabajo. Ella es la
reportera y Hugo es el camarógrafo. Pero a ellos les piden los reportajes
menores, los más rutinarios, los que menos interés tienen. Una tarde están
grabando uno de esos reportajes en las calles de la ciudad, cuando son testigos
de un ataque zombi, aunque de momento no saben lo que es. Encuentran un lugar
en donde refugiarse y Hugo sigue transmitiendo con la cámara, con la esperanza
de que en la estación se den cuenta de que está transmitiendo en vivo. Es su
gran oportunidad de que los reconozcan como equipo de trabajo. Cuando Hugo es
sorprendido por uno de los muertos vivientes y es herido de muerte, Alba toma
la cámara, huye y sigue transmitiendo. Su viaje desesperado por la ciudad es el
que la va llevando a encontrarse con diferentes personas. Cada una y su
enfrentamiento al ataque es una de las microhistorias de este relato. El texto
es interesante, entre otras cosas, porque en pocas páginas nos presenta
diversas historias, como una panorámica de una cámara de televisión.
Volumen 7 |
Con esto terminamos la revisión de los cuentos que
componen esta antología de cuentos de zombis. Espero haber logrado despertar su
interés por este libro y por este género del terror.
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Antología Z, volumen 4, Zombimaquia. Coordinador: Rubén Serrano. Dolmen
Editorial. 310 págs.
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