domingo, 11 de diciembre de 2011

París era una fiesta, de Ernest Hemingway





París era una fiesta
de Ernest Hemingway

Jesús Guerra

Hay muchas maneras de construir una secuencia de lecturas. Se puede leer a partir de las listas de los libros más vendidos, o seguir las lecturas de un crítico literario; se puede leer lo que nos recomiendan los amigos, o leer una sección determinada de la biblioteca del abuelo, o, como uno de los personajes de la novela La náusea, de Sartre, se puede leer una biblioteca en orden alfabético. Se puede leer por autores o por géneros; se puede leer «lo que nos caiga en las manos» o se puede hacer un análisis muy serio de los libros disponibles.

Otra de las maneras, quizá una de las más divertidas, es dejarse guiar por los propios libros. Por ejemplo, en la entrada anterior de este blog comenté el libro Adiós, Hemingway, de Leonardo Padura, y una de sus dos tramas transcurre durante los últimos meses que pasó el escritor norteamericano en su casa de las afueras de La Habana, la Finca Vigía, cuando escribía, quizá, A moveable feast, cuyo título en castellano es París era una fiesta. ¿Qué lectura es la más recomendable, siguiendo el método de dejarse llevar por los libros, después de leer la novela de Padura? Pues ese libro que Hemingway escribía en esos momentos, el cual, aunque fue publicado de manera póstuma, en 1964, es ahora uno de los más conocidos y gustados del Premio Nobel.



París era una fiesta es un libro un tanto extraño, es un libro de memorias que según el propio autor puede leerse como una obra de ficción, cosa que, por otra parte, podemos hacer con cualquier libro de memorias, no sólo por la voluntad consciente del autor de embellecer ciertos pasajes de su vida, sino, sobre todo, por los mecanismos inconscientes que ya se encargan de hacerlo de manera natural. Pero no es por eso que digo que este libro es algo extraño, sino por su fragmentariedad. Más que unas memorias propiamente dichas es un libro de recuerdos —por decirlo de alguna manera y aunque parezca que son lo mismo—, como si se tratara de relatos que, a pesar de que forman una unidad a final de cuentas (o de cuentos), conservan su autonomía. A Hemingway esto le gustaba, no por nada fue uno de los maestros del cuento durante la primera mitad del siglo pasado. En algunos casos la anécdota es la importante, en otros el ambiente. Hay momentos, incluso, en que nos parece que nos está contando chismes… chismes de escritores, claro. Y a este respecto, contiene pasajes que hoy son célebres y que muchos lectores, pero sobre todo muchos escritores, conocen de memoria.

Y precisamente quienes desfilan por estas páginas son muchos escritores (es decir, los recuerdos quizá ficticios de Hemingway sobre esos escritores), algunos de los cuales fueron muy buenos amigos del que sería, años después, Premio Nobel de Literatura, con los que, por lo menos algunos de ellos, terminó peleado. En el desfile encontramos a Gertrude Stein, James Joyce, Aldous Huxley, Sherwood Anderson, Marie Belloc Lowndes, Ford Madox Ford, Scott Fitzgerald y Ezra Pound, entre otros. A algunos sólo se les menciona, se cuentan cosas sobre ellos, a otros los encontramos en plena interacción con Hemingway, bebiendo, hablando de literatura y paseando por París, o por otras ciudades de Francia, como el viaje que hizo el autor con Scott Fitzgerald.

En este libro el autor nos habla de la pesca en el Sena, de carreras de caballos, de leche de cabra, de vivir el presente, del hambre, de su interesante aprendizaje acerca de la literatura a partir de las pinturas que veía en museos, de los cafés, de la gente que iba a esos cafés, de viajes a España y a Austria, de las calles y los parques y los monumentos de París, de librerías, de libros, de la librería Shakespeare & Company y de su dueña, Sylvia Beach, quien le prestaba libros al joven periodista y aprendiz de escritor, de escritura y de su manera de escribir; y tiene páginas detalladas acerca de su aprendizaje de la escritura.

Esta obra, que nos relata hechos de los años que van de 1921 a 1926, contiene frases contundentes que nos permiten entender un poco la psicología de los sobrevivientes de la Primera Guerra Mundial, como ésta: «En aquellos días, no teníamos confianza en nadie que no hubiera estado en la guerra, pero además no teníamos plena confianza en nadie…» Espléndidos consejos de lectura, como éste que le dio Gertrude Stein a Hemingway: «Debería usted leer sólo lo verdaderamente bueno o lo francamente malo».

Contiene también la anécdota sucedida a Gertrude Stein que terminó por darle nombre a la generación literaria a la que pertenecía Hemingway, la famosa Generación Perdida. Es interesantísimo cómo una frase que ella escuchó en un taller mecánico terminó por imponerse. Luego, Hemingway nos dice que después de la conversación con ella, él pensó la siguiente frase, terrible y verdadera: «…Pensé que todas las generaciones se pierden por algo y siempre se han perdido y siempre se perderán…»

El libro, bastante breve en realidad, está lleno de frases memorables, que ya forman parte de la mitología hemingwayana, como el epígrafe: «Si tienes la suerte de haber vivido en París cuando joven, luego París te acompañará, vayas adonde vayas, todo el resto de tu vida, ya que París es una fiesta que nos sigue». Y por supuesto el final: «Yo he hablado de París según era en los primeros tiempos, cuando éramos muy pobres y muy felices». Claro que esta frase suena mucho mejor en inglés, con ese engañoso inglés «sencillo» que hizo famoso a Hemingway: «But this is how Paris was in the early days when we were very poor and very happy». Y es que la traducción de Gabriel Ferrater si bien no es mala, no es tampoco siempre acertada, pero hay que concederle que traducir a Hemingway no debe ser nada sencillo, precisamente por la aparente sencillez de su estilo. Además, está en español ibérico y tenemos que aguantarnos frases como «Oh, por favor, no te me pongas pelma», donde en inglés dice «Oh Dear. Don’t be so tiresome».

Hemingway viajaba mucho. Cuando vivía en París iba a España y a Austria, entre otros lugares, con su primera esposa, Hadley Richardson. Cuando se mudó a Florida, con su segunda esposa, Pauline Pfeiffer, viajaba a París y se quedaba en el hotel Ritz. En algún momento de esos viajes, alrededor de principios de los años 30, quizá, Hemingway dejó en ese hotel una maleta llena de escritos suyos, notas y borradores… y la recuperó en los años 50. Esos papeles le ayudaron a escribir París era una fiesta. Llama la atención lo detallado de ciertos pasajes. Hemingway apuntó las direcciones de los departamentos en los que vivió con Hadley (74, rue du Cardinal-Lemoine, primero, y luego en 113, rue Notre-Dame-des-Champs), del hotel en el que rentaba un cuarto que usaba como oficina para escribir (39, rue Descartes), del edificio en donde se encontraba el departamento de Gertrude Stein (27, rue de Fleurus), y muchos sitios y direcciones más. Están también los muchos bares y cafés citados: Les Deux Magots, la Brasserie Lipp, el Café de Flore, La Closerie des Lilas, La Coupole, La Rotonde, Le Dôme, el Café de la Paix, Harry’s New York Bar, y muchos más… además de mencionar varias veces los Jardines de Luxembourg y las calles y avenidas por donde le gustaba pasear. Tan conocido es su circuito de los años 20 que en París se puede incluso hacer un «Tour Hemingway», guiado o solo, para caminar por las calles que él caminaba, ver los monumentos y plazas que él veía, beber y comer donde bebió y comió, y pararse delante de los edificios en los que habitó.

París era una fiesta es, sobre todo, un libro de una nostalgia estremecedora y contagiosa, a ratos tierno, a ratos sorprendente, a ratos muy divertido.

El libro con el que contamos en español es la traducción del libro «clásico», el publicado de manera póstuma en 1964, editado por su cuarta esposa, Mary Welsh, quien en el prólogo da a entender que Hemingway dejó el libro terminado. Ahora sabemos que no fue exactamente así, pues en 2009 apareció en inglés una nueva edición llamada A Moveable Feast: The Restored Edition (si utilizamos el mismo nombre que conocemos en español, sería «París era una fiesta: la edición restaurada»), editado por Sean Hemingway, nieto del autor de su segundo matrimonio. Según el prólogo de esa nueva edición, el libro no tiene demasiados cambios, pero sí significativos. Por mencionar alguno, el capítulo final del volumen «clásico», llamado «París no se acaba nunca», en realidad no existía como tal. Hemingway dejó dos capítulos diferentes, dos borradores, completos pero no revisados, que llevaban cada uno su propio título, y así aparecen en la nueva edición. En la «clásica» estos dos capítulos fueron editados y fundidos en uno, y el título, mencionado en el texto, se lo puso su segunda esposa.

Pero esto, en realidad, es un asunto para especialistas y fanáticos de Hemingway. Con el libro que tenemos es suficiente. Yo le sugiero que corra a conseguirlo y lo lea, y se deje llevar por esta nostalgia de Hemingway por el París de los años 20 del siglo pasado. Esa época en esa ciudad es famosísima, por su importancia literaria, sobre todo para la literatura norteamericana y su «generación perdida», y, de hecho —lo dejo como una nota final—, es el fondo que utiliza el cineasta estadounidense Woody Allen en su más reciente y espléndida película, Medianoche en París («Midnight in Paris»), la cual, por cierto, también le recomiendo que corra a rentar para que la disfrute hoy mismo.

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París era una fiesta. Ernest Hemingway. Traducción de Gabriel Ferrater. Seix Barral. Biblioteca Ernest Hemingway. Colección Booket. Buenos Aires, 2004. 208 págs.

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Para leer sobre la vida y obra de Hemingway:



5 comentarios:

  1. Hola! Muy buen informe, me dieron muchas ganas de correr a comprar el libro. Ademas estuve recientemente en paris, lo que me da todavia mas ganas! Saludos

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    1. Muchas gracias por tu comentario. Si ya conoces París el libro te será doblemente placentero, sin duda. Saludos.

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  2. Me gusto mucho la forma que nos cuentan un poco de lo que trata el libro, en lo personal, me pareció un excelente libro, me encanta la forma en la que el autor describe sus vivencias. París es una ciudad hermosa y Ernest nos la describe aun más hermosa, excelente libro!

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  3. Es envidiable. La época actual es odiosa, pacata, superflua, sin gusto y aburrida. saludos Rolf

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  4. Hola, tengo una pregunta: ¿la traducción de Gabriel Ferrater fue la primera que se hizo? ¿Existe otra antes? Muchas gracias, espero su respuesta.

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