La lechuza ciega
de Sadegh Hedayat
Jesús Guerra
La lechuza ciega es un libro extraño, pero (o: y)
fascinante. Comienzo con mi historia con el libro: Hace un buen número de años
compré, en una librería de viejo de la Ciudad de México, este libro de título
raro, La lechuza ciega, de un autor, en ese entonces, completamente
desconocido para mí, llamado Sadegh Hedayat. Había sido publicado otros tantos
años antes, en octubre de 1966, por la editorial mexicana Joaquín Mortiz, en su
famosa Serie del Volador, y el original había sido publicado en iraní, o persa,
o farsi —como quieran llamar al idioma de Irán—, pero no en Irán sino en La
India, con un tiraje pequeñísimo, en el año de 1936. La traducción al español
es de Agustí Bartra, a partir no de alguna edición en farsi sino de la
traducción al francés, a cargo de Roger Lescot, que se había publicado en
Francia en 1953.
Cuando lo adquirí lo leí, o quizá sólo lo medio leí, y lo
guardé. Y el libro, junto con el resto de mis libros de entonces, me acompañó
en varias mudanzas y luego se quedó en la sección de libros en «añejamiento»,
hasta que hace poco lo rescaté y lo leí. Lo leí casi de un tirón, pues se trata
de una novela corta, y si bien su redacción es perfectamente comprensible, y
tiene pasajes deslumbrantes, su significado y su interpretación no son
sencillos. Entre otras cosas por su utilización de una mezcla de simbolismos,
de la cultura folclórica de Irán —aunque por fortuna cuenta, por lo menos la
edición de Joaquín Mortiz, con un apartado de notas—, y simbolismos oníricos y
por tanto psicoanalíticos, especialmente jungianos, y algunos otros que no soy
capaz siquiera de percibir, ya no digamos de interpretar.
Ahora, gracias a Internet —instrumento inexistente para el
público cuando adquirí el libro—, me entero de que el libro está considerado
como la obra maestra de Sadeg Hedayat, y el escritor como uno de los grandes
autores de Irán del siglo XX. Sin embargo, así como fue de extraña y, en parte,
tremenda, la vida del autor así ha sido también la trayectoria de este libro,
el cual, como comenté, se publicó en La India en 1936, con la nota de que
estaba prohibida su venta y su publicación en Irán, pues en esos momentos
políticamente el libro no hubiera sido bien recibido, por decir lo menos.
Cuando finalmente se publicó en Irán, en los años 40, la novela causó revuelo y
muy pronto sufrió de intentos de censura, y uno de sus defensores, fuera de
Irán, fue André Bretón, pues a los surrealistas franceses les había
entusiasmado mucho la obra. Finalmente, el libro fue censurado, así como otras
obras de Hedayat (y muchos otros autores), y con la revolución islámica de
1979, la censura de libros no ha hecho más que empeorar en ese país.
Sadegh Hedayat —su nombre también puede aparecer en
español como Sadiq Hidayat—, nació en 1903, en Teherán, en el seno de una
familia aristocrática; tuvo muy buena educación y fue a estudiar su carrera a
París a fines de los años 20. Iba a estudiar odontología, carrera que abandonó
para estudiar una ingeniería, carrera que abandonó igualmente para estudiar
literatura, gracias a su contacto, ahí, con la literatura occidental. Varios
años después regresó a Irán y comenzó a publicar cuentos y ensayos, y a
traducir del francés obras de Maupassant, de Sartre, de Chéjov y de Kafka, y se
convirtió en una figura importante del panorama intelectual y literario de su
país. Al parecer, sin embargo, para fines de los años 40 se dio cuenta que no
podía producir las obras que quería y que su público esperaba de él, y también
estaba decepcionado de la vida política de Irán. Su única esperanza era
regresar a vivir a París, lo cual hizo en 1950, pero ya fuera porque el París
de la postguerra no era la ciudad que conoció en su juventud, ya por la
frustración que sentía por no poder escribir como deseaba, ya porque estaba
demasiado imbuido del pensamiento del absurdo de la época, ya porque fuera un
solitario melancólico, o porque —lo diríamos hoy— sufría de depresión, o quizá
por todo eso junto, se quitó la vida en su departamento rentado de París en
abril de 1951, dos meses después de haber cumplido 48 años de edad.
¿Pero de qué trata el libro?, se preguntarán ustedes.
Bueno, eso depende, pues como comenté antes, tiene varias interpretaciones
posibles. El narrador escribe para su sombra, para la sombra que proyecta sobre
la pared mientras escribe y que parece una lechuza que fuera leyendo al mismo
tiempo que él redacta. Según unas interpretaciones el narrador es un demente,
según otras es un pintor fumador de opio y el texto es su delirio, según otra
es un muerto que describe su confusión... Por supuesto, estas interpretaciones
no son excluyentes: podría perfectamente tratarse de un adicto al opio cuyos
delirios son idénticos a los de un demente que describe las sensaciones y la
confusión de un muerto, o bien de un muerto que describe sus pensamientos y
sensaciones creyendo estar en el delirio del opio, o cualquier variación que se
les ocurra. En todo caso, hay una obsesión con el delirio onírico y con la
muerte, y el personaje-narrador, que en ciertos pasajes está solo y, en otros,
acompañado de algunos personajes misteriosos y siniestros, va participando a lo
largo de la narración de la identidad de los otros personajes...
En todo caso, el libro es una locura, y, como apunté ya,
es una obra fascinante. Curiosamente hay una adaptación cinematográfica de esta
novela, de 1987, una adaptación muy libre del realizador chileno de cine de arte Raúl Ruiz, quien hizo toda
su carrera en Francia (murió en el año 2011).
Si les interesa leer esta novela, evidentemente no van a
conseguir ya, a menos de que sea en una librería de viejo, la edición mexicana
de Joaquín Mortiz, pero hay ediciones españolas recientes, una de Ediciones
Hiperión (su edición lleva el título El
búho ciego) y otra de Ediciones Siruela, con traducción de María Isabel
Reverte y María Teresa Gallego Urrutia. Esta edición de Siruela, se consigue
con cierta facilidad y consta de 120 páginas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario