El orden del día
de Éric Vuillard
Jesús Guerra
El orden del día es una novela corta sorprendente, tanto por su estilo como por su
tema, que provoca un efecto doble en el lector: el placer y la emoción de la
lectura debido al estilo y a la inteligencia del autor, y una especie de
desilusión, tristeza y miedo debido al contenido histórico y sus implicaciones
en el presente y en el futuro del planeta. Y es que, aunque se trata de una
obra de ficción, en realidad está basada en hechos históricos. ¿Por qué
entonces decimos que es una novela? Porque las escenas relatadas han tenido que
ser inventadas o reinventadas por el autor, pero lo que está alrededor de
dichas escenas y el resultado de las mismas es verídico. Es decir, se sabe que
sucedieron, pero los registros de estas o no existen tal cual, o se encuentran
en libros de memorias y en diversos tipos de documentos y el autor las ha
ensamblado de una nueva manera.
El autor de esta obra es el francés Éric Vuillard. La
novela se ganó el Premio Goncourt 2017, el premio literario de mayor prestigio
en Francia para autores de lengua francesa. Como ya señalé, la novela es
bastante breve, está dividida en 16 capítulos, que se extienden por sólo 141
páginas. Cada dos o tres capítulos nos narran una escena, o diversos aspectos
de una escena (o una secuencia) de una historia mucho más grande que, a grandes
rasgos (pero no del todo bien), ya conocemos: el ascenso de Hitler al poder y
el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Cada escena es autónoma con respecto a
las demás del libro, y cada una es sorprendente. Como ejemplo, menciono la
escena inicial en la que 24 grandes empresarios alemanes asistieron a una junta
secreta, convocada por el partido nazi, para recabar fondos para las siguientes
elecciones.
Edición francesa |
Esos empresarios eran las cabezas de compañías que aún hoy
están entre nosotros, y que crecieron con la guerra, y siguieron creciendo
después, algunas de ellas, en la Alemania nazi incluso construyeron fábricas
cercanas a los campos de concentración para utilizar mano de obra esclava. ¿Y a
quienes estaban detrás de esas empresas alguien les pidió cuentas por su
actuación en la guerra? Por supuesto que no. Estamos hablando de BASF, Bayer,
Agfa, Opel, IG Farben, Siemens, Allianz, Telefunken... El autor escribe: «Están
ahí, en todas partes, bajo la forma de cosas. Nuestra vida cotidiana es la
suya. [...] Y los 24 sujetos presentes en el palacio del presidente del
Reichstag, ese 20 de febrero, no son sino sus mandatarios, el clero de la gran
industria; [...] Y se mantienen ahí, impasibles, como 24 calculadoras en las
puertas del Infierno».
Está también la escena en la que «Halifax, lord presidente
del Consejo británico, acudió a Alemania, a título personal, invitado por
Hermann Göring», y el político inglés no sólo cenó y se divirtió con su
anfitrión, y además conoció a Hitler, sino que a su regreso escribió: «El
nacionalismo y el racismo son fuerzas pujantes, ¡pero no las considero ni
contra natura ni inmorales!»
Los estridentes prolegómenos para la anexión de Austria.
Las reuniones de políticos alemanes e ingleses. Una comida planeada para
retrasar la reacción británica ante la invasión de Austria... Y esa escena
patética en la que los alemanes no llegaron a Viena —aunque ya el pueblo
austriaco los esperaba en las calles, ondeando banderitas nazis— porque la
«impresionante maquinaria alemana de la guerra» en realidad todavía no estaba a
punto y se quedó tirada, descompuestos los tanques y los demás vehículos,
apenas pasada la frontera, y tanto el temor como la admiración se debía a la
propaganda cinematográfica nazi, ésa sí, en todo su esplendor. El autor apunta:
«Y lo que sorprende de aquella guerra es el inaudito triunfo de la desfachatez,
por lo que debemos tener presente una cosa: el mundo se rinde ante el bluff».
Edición en inglés |
Göring realizaba llamadas con otros funcionarios siguiendo
un guion, porque en realidad eran llamadas destinadas a los espías británicos.
Y sus llamadas, digámoslo así, secretas, eran transcritas por personal a su
servicio, por órdenes suyas, quizás pensando en la posteridad, cuando los nazis
gobernaran el mundo. Pero fue en los juicios de Núremberg en donde se leyeron
transcripciones de llamadas contradictorias. En efecto: el bluff y la propaganda.
El autor nos dice, en el capítulo «Sonrisas y lágrimas»,
de esta especie de ensayo novelado, que todas las películas que tenemos de los
enormes mítines nazis y de muchos momentos de la guerra, hasta antes de la
llegada de los soviéticos y los norteamericanos, son en realidad películas
propagandísticas, en las que además de los seguidores convencidos estaban los
acarreados, y en donde el audio ha sido arreglado para que las reacciones
populares ante los discursos de Hitler fueran grandiosas (emotivas o
intimidantes, según el punto de vista). Todas esas imágenes en movimiento del
nazismo en ascenso forman parte, en realidad, del filme dirigido en última
instancia por Goebbels.
La Segunda Guerra Mundial no fue como nos la han contado
en el cine. En todas las guerras, pasadas y presentes, hay demasiados hechos
secretos, demasiados tratos realizados en la oscuridad, demasiada injusticia, demasiado
dinero involucrado, demasiados negocios de por medio... Necesitamos tanto los
grandes libros de historia de investigadores independientes como ensayos
novelados breves, como éste, que en pocas páginas nos muestren un poco de lo
mucho que desconocemos y nos dejen sin aliento.
Edición mexicana |
Éric Vuillard, el autor de esta novela sorprendente nació
en la ciudad francesa de Lyon en 1968. Es escritor, dramaturgo y cineasta. Es
autor de Conquistadores (2009), de Congo (2012), de La batalla
de Occidente (2013), de Tristeza de la tierra: una historia de Buffalo
Bill (2014) y de 14 de julio (2016), todas ellas ganadoras de
importantes premios, y hasta donde entiendo, ninguna aún traducida a nuestra
lengua.
Mi recomendación: consigan de inmediato este libro y
léanlo tan pronto puedan. En una o dos tardes lo van a terminar y lo más
probable es que al acabarlo comiencen a leerlo de nuevo.
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La orden del día. Éric Vuillard. Traducción de Javier
Albiñana. Tusquets Editores (1a. ed. en España, marzo 2018; 1a. ed. en México,
abril 2018). 144 págs.
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