lunes, 19 de agosto de 2019

Cadáveres en la playa, de Ramiro Pinilla





Cadáveres en la playa
de Ramiro Pinilla

Jesús Guerra

Cadáveres en la playa (Tusquets, 2014) es el tercer caso del detective vizcaíno Samuel Esparta (el primero es Sólo un muerto más [Tusquets, 2009], y el segundo El cementerio vacío [Tusquets, 2013]), escritos por Ramiro Pinilla (Bilbao, Vizcaya, 13 de septiembre de 1923-Baracaldo, Vizcaya, 23 de octubre de 2014). El narrador vivió 91 años y publicó alrededor de 25 libros y yo he venido a conocerlo a través de su última novela, cinco años después de publicada y, por tanto, cinco años después de su muerte: Tusquets la editó, en España y México, el mismo mes del fallecimiento del autor, octubre de 2014. Así son los libros, una vez impresos adquieren una vida propia.

Ramiro Pinilla tuvo una carrera literaria un tanto extraña. En 1957 se ganó el Premio Mensajero por El ídolo; en 1959 el Premio Mansilla por Soporte para una mesa; en 1960 el Premio Nadal por Las ciegas hormigas; en 1962 el Premio de la Crítica (también por Las ciegas hormigas) y en 1971 fue finalista del Premio Planeta por Seno. Y en ese momento se retiró del mundo literario nacional y se recluyó en el ambiente literario de Bilbao, autoeditándose en una pequeña editorial fundada por él y distribuyendo sólo a nivel local.

No fue sino hasta el año 2004 que una editorial grande, Tusquets, comenzó a publicarlo y a distribuir sus libros no sólo a nivel nacional sino internacional: La trilogía Verdes valles, colinas rojas (compuesta por La tierra convulsa [2004], Los cuerpos desnudos [2005] y Las cenizas del hierro [2005]), La higuera (2006), Sólo un muerto más (2009), Los cuentos (2011), Aquella edad inolvidable (2012), El cementerio vacío (2013) y Cadáveres en la playa (2014).

Y el autor comenzó a ganar premios de nuevo: Premio Euskadi de Literatura en castellano por La tierra convulsa; Premio de la Crítica y Premio Nacional de Narrativa por Las cenizas del hierro; y otra vez el Premio Euskadi de Literatura en castellano por Aquella edad inolvidable. Fue un hombre de convicciones, marcado por la guerra civil y por la dictadura franquista, y un estupendo narrador que ha dejado una obra importante en nuestra lengua, una obra que haríamos bien en leer.

Como toda buena novela policiaca contemporánea, Cadáveres en la playa nos cuenta un caso terrible, narrado con una prosa despejada que no deja de lado el sentido del humor. La historia se ubica en la ciudad de Getxo (así se escribe en vasco, en español se escribe como se pronuncia: Guecho) en el año 1972. El personaje central es Sancho Bordaberri, un cincuentón dueño de una librería y papelería, que de joven quería escribir novelas policiacas y se dio cuenta que carecía de la imaginación necesaria para lograrlo, sin embargo, a lo largo de los años ha realizado un par de investigaciones criminales y luego las ha escrito como novelas (que son los dos primeros casos de esta miniserie). Como es admirador de las obras de Dashiell Hammett y de Raymond Chandler, cuando actúa como investigador en el pueblo, toma el nombre de Samuel Esparta, en homenaje a Sam Spade. Se pone una gabardina y un sombrero americano (que en su personalidad del librero Sancho Bordaberri jamás utiliza), se compra unos cigarrillos Lucky Strike y con la ayuda de su ayudante en la librería, antes la joven, ahora la señora Koldobike, pone manos a la obra. Para él los términos caso y novela son intercambiables, porque al investigar está pensando también en la novela que escribirá.




El caso arranca cuando llega a su oficina de la librería una mujer más o menos de la misma edad de Sancho, llamada Juana Ezquiaga, quien le pide que investigue la muerte de su novio, Estebe Barrondo, ocurrida 35 años atrás, es decir, en 1937, durante la guerra civil (1936-1939). En el presente de la novela (1972), las corrientes marinas se están llevando la arena de la playa del pueblo. El nivel ha disminuido de manera alarmante. Y el antiguo «bañero» del pueblo (es decir, el empleado municipal que ayuda a los bañistas de la playa rentándoles sillas y sombrillas), llamado Higinio Sanjuanena, que tiene más de 90 años, sabe que en algún momento la playa desvelará su secreto, así que él decide, a pesar de que la dictadura franquista continúa, contarle a Juana lo que presenció una noche de 1937, escondido y sin que nadie lo supiera nunca: el asesinato de varias personas en la playa por tres falangistas, y cómo, cuando éstos estaban enterrando a los muertos en la playa, llegó un hombre con un cadáver en una carretilla de madera, habló con los falangistas, y echó el cadáver en la misma fosa. Y una de las pocas cosas que pudo escuchar fue el nombre del muerto de la carretilla: Estebe Barrondo.

Pero Juana Ezquiaga no sólo le lleva a Sancho/Samuel un misterio y un testimonio, sino los nombres de cuatro sospechosos: los integrantes del grupo de amigos de Estebe: el propio hermano del asesinado, Sergio Barrondo, y los tres amigos: Peru Mugarte, Xabier Pagoeta y Jokin Arzubialde. ¿Por qué ellos? Porque los cuatro estaban enamorados de ella y porque la noche en que desapareció Estebe (que en ese tiempo vivía en la casa de los padres de Juana, al igual que se hermano Sergio, porque habían desertado del ejército poco antes de la caída de Bilbao, y era menos probable que los encontraran ahí que en su propia casa) se escuchó en la calle un silbido particular, el que utilizaban los cinco amigos para llamarse unos a otros. Ese silbido fue la causa de que Estebe saliera a la calle la noche en que desapareció.

Samuel/Sancho no está convencido. Le parece que el asesino pudo ser otra persona ya que eran tiempos en que la violencia de los falangistas azotaba a toda España, y los cinco amigos eran desertores. Se pregunta cómo le va a hacer para investigar un crimen cometido 35 años atrás. Pero el caso le interesa. Ya imagina la novela que escribirá.

La novela es sumamente interesante y está muy bien escrita, lo que permite una lectura rapidísima. Además, está aderezada de elementos humorísticos deliciosos a pesar de la seriedad del caso investigado. Es una obra rica que muestra el ambiente social de los últimos años del franquismo, en la cual hasta se hacían apuestas en los bares con fechas para la muerte del dictador. Muy recomendable.

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Cadáveres en la playa. Ramiro Pinilla. Tusquets Editores, colección Andanzas. 1a. ed., España y México, octubre de 2014. 242 págs.




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