jueves, 8 de agosto de 2019

Siempre nos quedará París, de Ray Bradbury





Siempre nos quedará París
de Ray Bradbury

Jesús Guerra

Ray Bradbury nació en 1920 y murió en 2012, a los 91 años. Su primer libro de cuentos (Dark Carnival) lo publicó en 1947 (tendría 26 o 27 años) y el último (A Pleasure to Burn) en 2010, a los 89 o 90. Entre esas fechas publicó libros de no ficción, guiones de cine, guiones de televisión, teatro, poesía, novelas y, sobre todo, cuentos. Publicó alrededor de 37 libros de cuentos. El penúltimo que publicó (en 2009) se llama Siempre nos quedará París (We'll always have Paris: stories), la famosa frase con la que se despiden los personajes centrales de la película Casablanca (Michael Curtiz, 1942), Rick e Ilsa, es decir Humphrey Bogart e Ingrid Bergman. El libro en cuestión no se publicó en nuestro idioma sino hasta 2015, con traducción de Miguel Antón, en España en abril y en México en septiembre, por la Editorial Planeta bajo el sello editorial Minotauro.

Siempre nos quedará París contiene 21 cuentos y un poema, además de una brevísima introducción del autor, en la cual, después de señalar que «Massinello Pietro» (el relato que abre la colección) es su preferido, apunta: «El resto de los relatos, uno tras otro, me los ha inspirado la vida, desde mi juventud hasta la mediana edad y estos últimos años. Todos y cada uno de ellos han sido una pasión. Los escribí porque tuve que hacerlo.»

Aquí encontramos por lo menos una de las posibles variantes de lo que puede suceder cuando tienen un encuentro la madre de un joven fallecido y el joven que ha recibido uno de los órganos del muerto («La visita»); un encuentro fortuito entre dos hombres aparentemente diferentes en las calles semidesiertas de la noche parisina («Siempre nos quedará París»); la narración deliciosamente ambigua de los problemas de un matrimonio cuando cambian de parejas («Dobles»); el relato sorprendente del caso del perro de un sacerdote que realiza las labores de su dueño ante los moribundos de un hospital («Pater Caninus»). Encontramos a una mujer que se ha dado cuenta de la enorme importancia de las lecturas de su marido en su matrimonio («Encuentro literario»); y a una pareja que inventa un personaje femenino que les ayuda en su comunicación, relato que parece advertirnos que hay que tener cuidado con los personajes que creamos, o los fantasmas que cargamos, o quizá las fantasías a las que pasamos a la sala («La señorita Appletree»).


«Si los caminos vuelven a cruzarse» es uno de esos relatos fascinantes, reflexivos, ambiguos y poéticos de la producción de Bradbury. No requiere de muchas páginas para introducirnos en una especie de burbuja desde la que podemos ver la vida desde otras perspectivas. Los personajes centrales son un hombre y una mujer que son novios desde hace unos pocos meses y no es sino hasta ese momento que se ponen a conversar sobre la vida de cada uno de ellos en años anteriores que descubren algunas coincidencias asombrosas, que pueden tener implicaciones para su futuro...

En «Remembranza, Ohio» los lectores no sabemos quiénes son realmente los personajes, esa pareja a la que seguimos y escuchamos su conversación, no sabemos qué quieren hacer, de dónde vienen, por qué están en donde están, sin embargo, el autor nos mantiene pegados al libro. Suponemos que al terminar de leer el relato encontraremos las respuestas, pero es posible que encontremos más preguntas. Y es que la ambigüedad y cierta voluntaria confusión son algunas de las características del libro.

«Corazón de manzana Baltimore» es uno de los títulos que no entendemos sino hasta las últimas líneas del relato, que, si no trata precisamente de una venganza, trata por lo menos de una especie de desahogo. Y «Charla de desalmohada» es un cuento tierno, breve, simpático y casi completamente dialogado, que perfectamente podría funcionar como guion para un cortometraje. Si este relato tuviera un tema musical sería la canción «I'm Not in Love» del desaparecido grupo 10cc.
Edición en Booket

Siempre están por ahí, en las orillas existenciales de la sociedad, al margen, por lo general, de los caminos que recorren las personas comunes, que tienen ocupaciones serias, que son responsables y tienen familia. Siempre hay alguno de estos marginales que sonríen, aunque los demás no entiendan por qué, y que parecen más felices que las personas con rutinas, que cumplen con su deber. Al caminar parece que bailan, que escuchan una música que los demás no oyen, y les dan de comer a las palomas en las plazas, y a los gatos y a los perros callejeros. De un personaje de este tipo trata el relato que a Bradbury más le gustaba de esta colección, «Massinello Pietro». Cuando lo lean, entenderán por qué.

En esta colección de relatos sólo hay uno de ciencia-ficción: «Lejos de casa», típico de Bradbury, estupendo, en el que de nuevo nos hace viajar a Marte, desde una Tierra que sigue en los años 50. Pero tiene cuentos extraños («Venga conmigo»), nostálgicos (un hombre viejo narra un episodio de su infancia —¿el propio Bradbury?— en «Veraniega Pietà»), siniestros («Cuando la rama se quiebra»), tristes («Llegada y salida»), extravagantes («Risas postreras»), aciagos («Los campos crepusculares»), macabros («El asesinato») e inquietantes y visionarios («Mamá Perkins viene para quedarse»).

No creo, personalmente, que éste sea uno de los mejores libros de cuentos de Ray Bradbury, y sin embargo contiene algunos relatos memorables. Lo que sucede es que nos dejó malacostumbrados. Incluso cuando no es de lo mejor, el libro es interesante, ameno y profundo. Es Bradbury. Como dice el texto de contraportada: «Por suerte, siempre nos quedará Bradbury».

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Siempre nos quedará París. Ray Bradbury. Traducción de Miguel Antón. Editorial Planeta bajo el sello editorial Minotauro (España, abril 2015; México, septiembre 2015). 208 págs.


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