UNA ENTREVISTA CON JUAN ANTONIO
VILLARREAL
En el
infinito mundo de las jirafas humanas
(Primera de dos partes)
Cirilo Recio Dávila
El actor y
director de teatro Juan Antonio Villarreal ha publicado un breve libro: La inconfesable vida de un hombre jirafa, un conjunto de viñetas en las que Toño
expone pulsiones, vivencias paradojales, angustias en el límite del decoro, en
fin, la reflexiones kafkianas de un hombre jirafa, un alter ego de Toño —es
posible, pero también un ser que se le escapó de la conciencia.
Cirilo Recio Dávila: ¿En tu caso, cómo afecta el teatro a la escritura?
Juan Antonio Villarreal: Yo creo que me ha hecho verla de otra
manera. Creo que siempre hay algo incompleto en lo que le sucede al personaje
en el escenario, porque hay una historia que precede y otra que le sucederá
después, entonces creo que la literatura me sirve bastante porque puedo recrear
lo que no está ahí. Están los textos que dicen los personajes, pero también
está lo que no se dice, lo que no sabemos o, lo que es todavía más importante,
los subtextos, y a mí en lo particular es lo que más me llama la atención…
CRD: ¿Conoces esa novela de Javier Marías,
La negra espalda del tiempo, que se refiere a las alternativas que
hubieran vivido los personajes de haber tomado una decisión diferente en cada
momento de su vida…? Lo que dices me la recuerda…
JAV: No, no
la conozco, pero si a los personajes les ponemos otra vida, otras
circunstancias, vemos que van a actuar de una manera muy distinta, entonces
tenemos que investigar profundamente las posibilidades que tiene ese personaje.
El lector y el espectador tienen que pensar, que investigar, qué les pasó a
esos personajes para llegar a donde están. Por ejemplo, en un relato que está
en este libro, que es una descripción de una habitación donde están unas
personas, el lector o el espectador tiene que descubrir por qué están en esas
circunstancias. El tipo que está por ahí en esa habitación llena de humo, y la
mujer que descorre las cortinas y no dice nada, y la jaula por el otro lado, y
no nos está diciendo nada, pero sabemos que algo está sucediendo…
CR: Sí, me recuerdo un poco a T.S. Eliot o
a Beckett… Una caja negra en la que tenemos que adivinar cuál es su contenido
sin abrirla. Hay que ir interpretando la obra o el texto, ¿no?
JAV: Hay, por
ejemplo, una obra que pusimos, Naturaleza
muerta con Marlon Brando, sobre la que alguien escribió, «no entiendo lo
que quiso decir el autor» pero es una obra que nos confronta a los
espectadores, de modo que la tienes que seguir y meter en tu cabeza, no la
puedes diluir o esquivar…
CR: En el prólogo de tu libro se dice algo
así como que ésta es la parte del ser humano que no se puede ver, me pregunto,
entonces, qué es, ¿perversión, crimen, o simplemente el subconsciente o el inconsciente,
o tal vez sea sólo el pudor, el lado oscuro del corazón?
JAV: Es,
digamos, todas esas cosas que nos dan temor de investigar en nosotros mismos, o
que a veces queremos negarlas, no en el sentido de perversidad realmente… Más
bien, ¿hasta dónde somos capaces de aceptarnos como somos? No hay perversidad,
ni juicio tampoco, sino más bien saber hasta dónde somos capaces de aceptarnos.
Se trata de investigar hasta qué extremos puedo llegar y preguntarme qué pasaría
en mí si así fuera, no hay una moralidad tajante que nos impida avanzar o
llegar a otros lugares.
CR: ¿No se trata tampoco de algo así como
Edgar Allan Poe, o Lovecraft, la literatura del horror?
JAV: No, no,
es algo más sencillo, es expresar aquello que por educación, por religión o
miedo no nos atrevemos a decir y mejor le damos la vuelta, más cercano a todas
estas cosas oníricas que uno se niega a abordar, por lo que sea, por lo que
pueda desatar…
CR: En este sentido, ese lado oscuro tal
vez sería el más luminoso, el más verdadero…
JAV: Yo creo
que sí, porque es tal vez lo que nos vuelve más vulnerables, lo que más
protegemos, lo que hacemos a puertas cerradas, en el silencio más absoluto, en
la soledad más tajante…
CR: Los deseos inconfesables, las
angustias interiores… Por otra parte, es evidente que el espectador ejerce una
influencia sobre el actor a través del aplauso y sus reacciones, pero en la
literatura la lectura generalmente se hace en soledad, ¿cómo asumes tú esa
relación entre espectador y actor, y entre lector y autor?
JAV: En el
teatro el espectador está ahí, más allá de las palabras, a nivel de energía lo
percibes; en la literatura es más difícil porque cada quien se va por su lado y
a lo mejor jamás vuelven a coincidir, pero de pronto es algo más mágico, porque
te encuentras al cabo de algún tiempo, en otra circunstancia, alguien que leyó
aquello, y hay un comentario, algo, cualquier cosa; precisamente por eso dejé
mi correo electrónico en el libro, para aquella persona que quiera pueda dejar
alguna expresión, una palabra, para que algún lector haga algún comentario,
alguna cosa…
CR: Percibo un sentimiento existencialista
que creo que no te ha abandonado en ningún momento desde que te conozco…
JAV: Pues… (Ríe).
CR: Algo así como que alguna vez una gota
de agua llegará al mar al que alimenta, pero el mar es demasiado grande para la
gota, que en ese momento se perderá en el infinito de un océano que la ignora…
JAV: Sí, son
cosas así. Como el tipo en el aeropuerto que espera a alguien, a partir de esa
teoría de que si se piensa mucho en alguien ese alguien va a aparecer. Son los
juegos que hace uno para, digamos, para estar vivos. Estas relaciones son muy
agradables cuando se cierra el círculo y tiene sentido lo que se hace encima
del escenario porque impactamos a alguien, y le pasó algo por la piel, el
corazón o la mente.
CR: Sí, a todos nos ha pasado algo así,
pero a veces estamos muy aislados unos de otros…
JAV: Así es. Cuando
leemos a alguien y eso nos conmueve o nos excita, creo que el autor puede
llegar a captar eso y le influye de alguna forma. En el teatro eso es más
directo, fácil de captar. En ese sentido, mi aspiración con el libro es que sea
recurrente y se encuentre en la cabecera de la cama de los posibles lectores, o
que lo detesten, como esas obras que decimos «la odio porque me está diciendo
cosas que son importantes, que me cuestionan…», y lo que yo intento lograr es más
un diálogo que un monólogo con el lector.
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