Paisaje de otoño
(serie Mario Conde 4)
de Leonardo Padura
Jesús Guerra
Paisaje de otoño es la cuarta novela de la serie del investigador habanero Mario
Conde, de Leonardo Padura, la cual cerró la tetralogía Las cuatro estaciones,
lo cual no impidió que la serie creciera por encima de los límites
originalmente planeados, y hasta la fecha Padura ha escrito y publicado cuatro
novelas posteriores. Esta obra fue escrita, según la firma al final, en
Mantilla (en La Habana), entre noviembre de 1996 y marzo de 1998, y fue
publicada por Tusquets en septiembre de ese año, e inmediatamente ganó el
Premio Hammett (de la Asociación Internacional de Escritores Policiacos, a la
mejor novela policiaca escrita en español, el cual se entrega durante la Semana
Negra de Gijón).
En la primera novela, Pasado perfecto (que se
desarrolla en enero de 1989, es decir en invierno), Mario Conde investiga la
desaparición de un funcionario gubernamental. En Vientos de Cuaresma
(primavera de 1989), el Conde investiga el asesinato de una profesora de una
preparatoria. En Máscaras (verano de 1989), el Conde lleva el complejo
caso del asesinato de un travesti. Paisaje de otoño nos dice en el mismo
título la estación en la que se desarrolla, del mismo año que las tres
anteriores, y en este caso Mario Conde investiga el asesinato de un ex
funcionario de gobierno, muy importante en su momento, quien años atrás desertó
en Madrid durante el regreso de un viaje a la Unión Soviética, luego se
estableció en Miami, y durante el otoño del 89 regresó a La Habana,
oficialmente para ver a su padre enfermo, y apareció una mañana asesinado en
una playa. El nombre del muerto: Miguel Forcade Mier, quien «fue en los años
sesenta el segundo jefe de la dirección provincial de Bienes Expropiados, y era
el subdirector nacional de Planificación y Economía cuando se quedó en Madrid
en 1978...»
Edición en inglés |
En las novelas anteriores leímos que paralelamente a los
casos tratados por la policía, la central policiaca era a su vez investigada
para acabar con los policías corruptos. Debido a esto, varios investigadores
que el Conde consideraba intachables fueron sancionados y despedidos, y aunque
el jefe de la central, el mayor Rangel, no fue encontrado culpable de
corrupción, lo fue de negligencia, así que Rangel, a quien el Conde llama de
cariño el Viejo, también fue eliminado, en este caso, jubilado antes de tiempo.
Por todo esto, y por su siempre ambivalente percepción de sí mismo como
policía, Mario Conde decide renunciar a su cargo. Y así están las cosas al
inicio de Paisaje de otoño, mientras Cuba y el Conde, en particular,
esperan la llegada del ciclón Félix («Cada año los cubanos esperaban al ciclón
como a los catarros de invierno o a las infecciones estomacales del verano: era
algo seguro, inevitable y cíclico, con lo que se debía pasar unos días, por
puro e inalterable fatalismo geográfico»). El nuevo jefe de la policía, el
coronel Alberto Molina, siempre ha sido un hombre de oficina, y está consiente
de no estar a la altura de Rangel («¿Usted sabe de dónde yo vengo? Pues de la
Dirección de Análisis de la Inteligencia Militar, que no tiene nada que ver con
lo de ustedes.»), y como el caso del asesinato de Miguel Forcade, debido a su residencia
estadounidense puede tener repercusiones internacionales, le pide al Conde que
le resuelva ese asunto lo más pronto posible, y tan pronto lo termine, él, el
coronel Molina, le firma la baja. Mario Conde no tiene alternativa. Además, por
supuesto, el caso le interesa. Está a unos días de cumplir 36 años y le gusta
la idea de llegar a esa fecha como ex policía.
En cada caso del Conde siempre hay una mujer que le gusta,
le interesa y le intriga, y en la investigación por el asesinato de Miguel
Forcade es la viuda, Miriam, obviamente guapísima, quien según sus cálculos
debía de ser unos 20 años más joven que su marido muerto.
Edición francesa |
En esta novela aparecen también todos los personajes que
son importantes en la vida del Conde, y si no aparecen en persona se encuentran
presentes en el recuerdo. Su mejor amigo, el Flaco Carlos, la mamá del Flaco,
Jose, que quiere y alimenta al Conde como a un hijo, el Conejo, y el resto de
los amigos. Aquí, Andrés, el médico, de quien todos piensan que tiene una vida
exitosa, les dice que ya comenzó con el papeleo para irse de Cuba, y les
explica sus motivos. Si bien la vida del Conde es un reflejo de lo mismo,
Andrés es quien se encarga de ordenar en un discurso claro la quiebra de su
generación, su desencanto, su completa decepción.
La investigación del asesinato de Forcade lleva al Conde y
a su inseparable Manolo al mundo del arte, así como Máscaras lo obligó a
penetrar en el universo del teatro. El Conde, quien sobre todo sigue sus
instintos, sus corazonadas, cree que el hecho de que el asesinado fuera
funcionario de alto nivel en la dirección provincial de Bienes Expropiados debe
de haberle conseguido muchos enemigos, y pronto formula la teoría, muy lógica,
que tal vez Forcade dejó algo de mucho valor en la isla y que ahora regresó
para llevárselo y resolver con eso sus penurias económicas en Miami. De ser así
las cosas, aún debe encontrar qué objeto de valor es ése, quién mató a Forcade
y por qué.
Edición italiana |
Una de las pistas lo lleva hasta un cuadro de Matisse, el
cual según su dueño, un ex compañero de trabajo de Forcade, es original, y lo
tiene él debido a la corrupción de la antigua dirección de Bienes Expropiados.
El nombre del cuadro es el título de la novela. Sin embargo, encontrar ese
cuadro, una pieza absurda en La Habana, aún no le ha solucionado el caso al
Conde...
El hecho de que esta novela ganara el Premio Hammett en
España es particularmente interesante debido a que, en efecto, el fantasma de
Hammett se encuentra entre las páginas de esta novela. En primer lugar, en la
dedicatoria, junto a los otros nombres que ahí se encuentran, está esta frase:
«Para Dashiell Hammett, por El halcón maltés». Y esta dedicatoria está
ahí no sólo por la admiración que Padura siente por el autor estadounidense y
por esta obra en particular, sino porque hay una sección de la novela que está
construida como un homenaje a la novela citada, y ése es uno de los muchos placeres
que esta novela nos reserva a sus lectores.
Al finalizar esta novela —que cierra de manera muy
brillante la tetralogía de Las cuatro
estaciones, y por tanto el año de 1989 para el Conde, por lo menos en
cuanto a investigaciones se refiere—, Mario Conde cumple 36 años de edad,
comienza con cierta seriedad a escribir, y ya no es policía. Pero, por fortuna
para nosotros, sus investigaciones y sus aventuras existenciales continúan.
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Paisaje de otoño. Leonardo Padura. Tusquets editores.
Colecciones Andanzas y Maxi. Serie Mario Conde. 260 págs.
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Te puede interesar leer:
(Haz clic en los títulos)
Pasado perfecto [Mario Conde 1],
Primeras líneas de Pasado perfecto, en dos idiomas
Vientos de Cuaresma [MC 2],
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Máscaras [MC 3]
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La cola de la serpiente [MC 7].
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