miércoles, 3 de septiembre de 2014

Máscaras, de Leonardo Padura





Máscaras
(serie Mario Conde 3)
de Leonardo Padura

Jesús Guerra

Máscaras es la tercera novela del detective habanero Mario Conde, la tercera de la tetralogía Las Cuatro Estaciones, de Leonardo Padura, a las que el autor ha agregado otras cuatro novelas posteriores. (La información de estas novelas y de la tetralogía la pueden encontrar en las reseñas que he escrito hasta el momento, aquí —la ligas se encuentran al final del comentario—: Pasado perfecto [Mario Conde 1], Vientos de Cuaresma [MC 2], Adiós, Hemingway [MC 5] y La cola de la serpiente [MC 7].) Las novelas de la tetralogía original se desarrollan en el año 1989, la primera en enero de ese año, por tanto en invierno, la segunda en la primavera, y Máscaras en verano. «Tenía que ser el verano más caliente que había vivido, concluyó mientras se desvestía para darse una ducha».


Las tres obras son espléndidas, están muy bien escritas, los personajes, sobre todo los habituales, están muy bien desarrollados, y son deliciosamente atmosféricas; los casos policiacos, además, han ido aumentando su intensidad y se han vuelto más complejos. En Pasado perfecto Mario Conde se ocupa de la desaparición de un funcionario del gobierno, en Vientos de Cuaresma del asesinato de una profesora de Química de una preparatoria de la capital cubana, y en Máscaras investiga otro asesinato, uno mucho más complejo, con muchos elementos simbólicos: el de un travesti en el Bosque de La Habana. Si en las dos primeras novelas muchos hilos partían de un sitio conocido para el Conde, un sitio añorado de una época mitificada, la preparatoria en donde estudió y en donde conoció a sus mejores amigos, en la tercera aventura el investigador debe de entrar a un mundo desconocido para él, el ambiente gay y de travestis.

En el lugar del crimen, un forense le dice al investigador: «—¿Qué te parece, Conde? Sí, es un hombre. Vestido y maquillado de mujer. Ya tenemos hasta travestis asesinados, casi somos un país desarrollado. A este ritmo ahorita fabricamos cohetes y vamos a la luna...» La víctima se llamaba Alexis Arayán; murió el 6 de agosto, día de la Transfiguración de Cristo (esto lo encuentra el Conde, ateo con pasado católico). La víctima fue asfixiada con una banda de seda roja, y todo indica que el victimario lo asfixió de frente y que, al parecer, la víctima no opuso resistencia. Para complicar las cosas, se entera después el Conde, Alexis era homosexual pero no era travesti. Y para complicarlas más aún, en el plano político, era hijo de un diplomático importante, Faustino Arayán, «último representante cubano en la Unicef, diplomático de largas misiones, personaje de altas esferas».
 
Edición inglesa
El Conde ni siquiera tendría que estar al frente de esta investigación, junto con su asistente, el sargento Manuel Palacios —Manolo—, pues estaba suspendido, condenado a realizar tareas administrativas menores por su pleito con otro policía (que leímos en Vientos de Cuaresma), pero el mayor Rangel, su jefe, quien realmente aprecia al Conde pero casi nunca se lo demuestra, le levanta temporalmente el castigo por andar corto de personal, y porque el Conde es su mejor investigador (y más si el caso puede tener consecuencias políticas). Así que el Conde está feliz de salir del submundo de los papeleos burocráticos y el caso le parece estimulante, sin embargo Mario es —supongo que como reflejo del mundo en el que se mueve y por la cultura que lo rodea—, homofóbico. Sin embargo, el Conde es también sensible y culto, amante de los libros, buen lector y aspirante perpetuo a escritor, así que es previsible su metamorfosis en este sentido para el final del libro, y esto gracias a un personaje maravilloso, que intriga y termina por fascinar al Conde: Alberto Marqués, otro personaje con apellido de resonancia aristocrática.

Edición francesa, con un
cintillo humorístico que dice:
"Este policiaco no es sueco.
Ron, puros, corrupción:
investigación en Cuba".
Alberto Marqués vive en el «número 7, de la calle Milagros, entre Delicias y Buenaventura. ¿Sería un invento de Alberto Marqués aquel número y aquellos tres nombres de calles para ubicar su casa en un rincón del Paraíso Terrenal, dentro de una gloria perfecta y edénica?» El primer encuentro entre el Conde y el Marqués se produce porque en casa de este último vivía Alexis. Pero entonces el Conde se topa no sólo con el Marqués, sino con su historia y su personaje (pues todo en el mundo del Marqués y en el de los travestis es teatral): un dramaturgo y director de teatro importante que fue obligado por el régimen a abandonar sus tareas artísticas años atrás, y obligado a trabajar como bibliotecario en una pequeña biblioteca pública, debido a su homosexualidad y a que sus obras no tenían los «parámetros» ideológicos requeridos. Esto resuena en el investigador, quien ya había sufrido una represión mínima, a nivel escolar, cuando escribió su primer cuento para una revista de la preparatoria (historia que leímos en Pasado perfecto), y el Conde comienza a sentir una especie de simpatía y hasta admiración por Marqués, quien además es cultísimo y sumamente inteligente. Y es Alberto Marqués quien guía al investigador al mundo habanero homosexual y travesti, y quien le cuenta historias y le da claves para entender, finalmente, lo sucedido.
 
Edición en alemán
El propio Marqués guía también al Conde, aunque de manera involuntaria, hacia Poly, Poly polifónica como la llama el Conde, su Dulcinea provisional, una chica que provoca una de las escenas más candentes de las ya de por sí exaltadamente eróticas escenas amatorias del Conde, muy inusuales en la literatura policiaca. Cuando el Conde va a una reunión gay para ver a algunos travestis (fiesta en la que conoce a Poly), la descripción que se hace a sí mismo de los asistentes y el diálogo posterior con Poly son muy divertidos y terriblemente ciertos. Concluye luego que «En el aire se respiraba una libertad de gueto, pequeña pero bien aprovechada».
 
Edición griega
Miki, el amigo escritor (malo y vendido al poder) del Conde le explica quién es Marqués, y le dice que si se pusiera de pie en la puerta del café de la Unión de Escritores y gritara ¿quién es Alberto Marqués?, «enseguida van a salir doscientos tipos, se van a arrodillar en el piso, van a hacer reverencias y te van a decir: Es Dios, es Dios, y si los dejas un rato más le organizan un homenaje...», pero, le dice Miki, si hubiera gritado la pregunta 15 años antes, los mismos doscientos tipos le hubieran respondido «Es el Diablo, el enemigo de clase, el apóstata [...] Porque esto aquí es así, Conde: antes era mejor ni hablar de él, y ahora es el monumento vivo a la resistencia ética y estética...»
 
Edición italiana
Mientras el Conde investiga un asesinato, el Conde descubre una Habana completamente diferente a la suya, y encuentra a personajes que sufrieron una cruel represión debido a sus ideas estéticas, políticas y a sus preferencias sexuales, hechos que agravan el estado de ánimo del investigador y oscurecen su visión del mundo. «Llévame para mi casa, creo que me hace falta dormir. Tal vez soñar —citó, encendió un cigarro y escupió hacia la calle—. Qué mierda, ¿no?»

Máscaras está firmada en Mantilla, 1994-1995. En el 95 ganó el Premio Café Gijón de Novela, convocado por el Ayuntamiento de Gijón y patrocinado por la Caja de Asturias. La primera edición en la colección Andanzas de Tusquets Editores es de febrero de 1997. La primera edición en Maxi, en Tusquets Editores México, es de enero de 2012.

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Máscaras. Leonardo Padura. Tusquets Editores (se encuentra en las colecciones Andanzas y Maxi). 233 págs.

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Te puede interesar leer también:
(haz clic en los títulos)

Pasado perfecto [Mario Conde 1],

Primeras líneas de Pasado perfecto, en dos idiomas


Primeras líneas de Vientos de Cuaresma, en dos idiomas


Primeras líneas de Adiós, Hemingway, en dos idiomas






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