El ruido de las cosas al
caer
de Juan Gabriel Vásquez
Maru
Galindo
Una sola sombra larga
Nunca será uno de mis muertos
La mitad de los ausentes
Somos todos escapados
What's there to live for?
Arriba, arriba, arriba
¿Qué hay detrás del hombre? Una
historia, profunda, misteriosa, mágica, trágica, en fin cada uno de nosotros
tenemos una y ésta novela trata, en un hilo narrativo principal, de la
reconstrucción de una vida, la de Ricardo Laverde, resultado de un momento
histórico donde el miedo colectivo y la violencia sofocaban, nadie se sentía
seguro y de alguna u otra manera eran cómplices o víctimas.
La historia es relatada por un
narrador —Antonio Yammara— quien vive su propio proceso de cuestionamiento
interno con respecto a su vida profesional y familiar, motivo que da como
resultado esta intensa y conmovedora narración. Encontramos varias vidas unidas
por el azar y en el contexto de la terrible historia del narcotráfico. Una
historia de amor, de miedo colectivo, de invasión norteamericana, contada en
primera persona con una técnica narrativa impecable y con un magistral juego
del tiempo.
La acción se
desarrolla en Colombia, específicamente en Bogotá y sus alrededores, después de
que trascurrieran diez años de la época más violenta que haya vivido la
sociedad colombiana debido al esplendor, primero, de la marihuana, y después de
la cocaína, durante las décadas de los ochenta y noventa.
Edición en inglés |
Es la narración de
una sociedad que no termina de sanar sus heridas ni de sentirse vulnerable como
tampoco ha dejado de escuchar el ruido de las cosas al caer. «He leído en
alguna parte que un hombre debe contar la historia de su vida a los cuarenta
años, y ese plazo perentorio se me viene encima: en el momento en que escribo
estas líneas, apenas unas cuantas semanas me separan de ese aniversario
ominoso. La historia de su vida. No, yo no contaré mi vida, sino apenas unos
cuantos días que ocurrieron hace mucho, y lo haré además con plena conciencia
de que esta historia, como se advierte en los cuentos infantiles, ya ha
sucedido antes, y volverá a suceder. Que me haya tocado a mí contarla es lo de
menos». (p. 15.)
Una noticia en la
televisión detona toda la historia, que se va tejiendo con una magnifica
técnica narrativa y en uno de sus hilos queda adherido Antonio Yammara, joven
abogado y profesor universitario, casado con Aura, a quien conoce como alumna
en la universidad. «Por esos días mi ciudad comenzaba a desprenderse de los
años más violentos de la historia reciente. No hablo de la violencia de
cuchilladas baratas y tiros perdidos, de cuentas que se saldan entre
traficantes de poca monta, sino la que trasciende los pequeños resentimientos y
las pequeñas venganzas de la gente pequeña, la violencia cuyos actores son
colectivos y se escriben con mayúscula: el Estado, el Cartel, el Ejército, el
Frente». (p.18.)
Otra edición en inglés |
La misma noticia comenta Ricardo
Laverde, ex presidiario, quien era cliente del mismo billar en la calle 14 que
también frecuentaba Antonio Yammara. «Billarista que comentó sobre los animales
del zoológico de Pablo Escobar: a ver qué van hacer con los animales, dijo. Los
pobres se están muriendo de hambre y a nadie le importa». (p. 20.) «Era tan
delgado que su estatura engañaba, y había que verlo de pie junto a un taco de
billar para percatarse que apenas si llegaba al metro setenta; su escaso pelo
del color de los ratones y su piel reseca y sus uñas largas y siempre sucias
daban una imagen de enfermedad o delgadez... acababa de cumplir 48, pero
parecía mucho más viejo». (p. 21.)
Ahí en el billar y así, comentando
la noticia de los animales, se conocen Ricardo Laverde y Antonio Yammara, quienes
se convierten en compañeros de juego. «Piloto que no me permitió saber más y
del cual yo concluí: este hombre no ha sido siempre este hombre. Este hombre
era otro hombre antes». (p. 29.)
Edición italiana |
Dos sucesos que se encadenan los
unen: escuchar la cinta de la caja negra de un avión Boeing que cae cuando
cubría la ruta Miami-Cali entre cuyos pasajeros se encontraba la ex esposa del
piloto, Elaine Fritts. «Huérfana, Elaine Fritts se crió con sus abuelos y éstos
la apoyaron en todas sus decisiones, solamente cuando les dijo que se iría a
Colombia el abuelo le dijo: que no te quedes por allá, como tantos otros. Está
muy bien ayudar, pero tu país te necesita más». (p. 140.) «Llegó al centro de
Estudios Universitarios Colombo-Americanos en donde todos eran jóvenes cansados
de su país, de las guerras, de Vietnam, de Cuba, de Santo Domingo, una
generación que sufrió la infamia de la historia, la muerte de Malcolm X,
Wharlest Jackson, Fred Conlon... Somos todos escapados». (p. 142.) «Elaine deja
el cuarto de huéspedes para rentar en otro lado, mejor. Ahí conoce a Ricardo Laverde,
se enamoran y se casan. Él como nieto de un héroe de guerra adquirió el gusto
por los aviones, primera sorpresa que le prepara a Elaine el día de su boda: la
lleva con los ojos vendados a bordo de un Cessna Skylark que su abuelo le consiguió
para impresionar a la novia». (p. 174.)
El otro suceso es el asesinato de
Ricardo Laverde, quien iba acompañado de Antonio, que sobrevive, pero cae en
una profunda depresión de la que no logra salir, afectando así su vida
familiar. Sin embargo, esa situación le intriga y lo lleva a investigar por qué
sucedió el crimen y así saber quién era en realidad ese conocido solitario y
taciturno que alguna vez lo invitara a conversar después de echarse unos tragos
a la salida del billar. Momento que desaprovechó Yammara.
«Lara Bonilla, ministro de Justicia,
primer enemigo público del narcotráfico, y el más poderoso entre los legales;
la modalidad del sicario en moto, por la cual un adolescente se acerca a un
carro donde viaja la víctima y le vacía una mini Uzi sin siquiera reducir la
velocidad, comenzó con su asesinato». (p. 227.) «Vivir así, pendiente de la
posibilidad de que se nos hayan muerto los otros, pendiente de tranquilizar a
los otros para que no crean que uno se encuentra entre los muertos. Vivíamos en
casas particulares, ¿se acuerda?, evitábamos los lugares públicos... Cualquier
casa era preferible a un lugar público...» (p. 230.)
La vida de Antonio Yammara sufre una
severa crisis a partir del suceso. No puede reponerse porque el miedo lo
sobrepasa y la angustia lo invade. La comunicación entre él y su esposa y la
hija de ambos, Leticia, se modifica caóticamente. Antonio recibe una sorpresiva
llamada de Maya Fritts, única hija de Elaine y Laverde, quien le pide que se
reúnan en una finca, La Dorada, ubicada entre Bogotá y Medellín, porque ella no
se anima a ir a Bogotá, la ciudad la asfixia y le trae recuerdos muy tristes. La
hija de Laverde le cuenta a Antonio: «Ese es uno de los poquísimos recuerdos de
verdad que tengo. Mi papá cuidando a los caballos. Mi papá acariciando al perro
de mi mamá. Mi papá regañándome por no dar de comer al armadillo. Los únicos
recuerdos de verdad, los demás son inventados, Antonio, recuerdos de mentira.
Lo más triste que puede pasarle a una persona, tener recuerdos de mentira». (p.
238.)
Antonio llega a la finca y se
encuentra con una mujer joven, solitaria y desconfiada; poco a poco la plática
fluye. «Maya Fritts tenía los ojos verdes más claros que he visto nunca, y en
su cara se daban cita la piel de una niña y la expresión de una mujer madura y
trasegada: su cara era como de una fiesta de la cual ya se han ido todos. No
había adornos en ella, salvo por dos chispas de diamante...» (p. 100.)
«En la oscuridad del cuarto pensé en
eso, aunque pensar en la oscuridad no es conveniente: las cosas parecen más
grandes o más graves en la oscuridad, las enfermedades más destructivas, la
presencia del mal más cercana, el desamor más intenso, la soledad más profunda».
(p. 242.)
Edición de bolsillo, en francés |
Y así, a través de
anécdotas, fotografías y cartas que Maya guardó, arman la vida de Laverde. Y simultáneamente
ella conoce los últimos días de su padre perfectamente descrita a través de una
metáfora que utiliza los siguientes versos: «Eso me gustaría saber, cuántos
salieron de mi ciudad sintiendo que de una u otra forma se salvaban, y cuántos
sintieron al salvarse que traicionaban algo, que se convertían en las ratas del
proverbial barco por el hecho de huir de una ciudad incendiada. Yo os contaré
que un día vi arder entre la noche / una loca ciudad soberbia y populosa, dice
un poema de Aurelio Arturo. Yo, sin mover los párpados, la miré desplomarse, / caer,
cual bajo un casco un pétalo de rosa». (pp. 254-255.)
«Hay un ruido que nunca he logrado
identificar: un ruido que no es humano o es más que humano, el ruido de las
vidas que se extinguen pero también el ruido de los materiales que se rompen.
Es el ruido de las cosas al caer desde la altura, un ruido interrumpido y por
lo mismo, eterno, un ruido que no termina nunca, que sigue sonando en mi cabeza
desde esa tarde y no da señales de querer irse… Ese ruido es lo último que se oye
en la cabina del vuelo 965.» (p. 83.)
¿Encontrará Antonio Yammara su
equilibrio en ese país tan convulsionado por la violencia? ¿Cómo recordará Maya
a sus padres? ¿Leticia recuperará a su padre? Pero sobre todo, ¿qué hay detrás
de todos estos personajes y cómo lidian con la vida diaria, cómo superarán el
dolor y las heridas que ha dejado el narcotráfico?
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El ruido de las cosas al caer. Juan Gabriel Vásquez.
Premio Alfaguara 2011. Alfaguara. 260 págs.
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Juan
Gabriel Vásquez
Escritor colombiano, Juan Gabriel
Vásquez pasó dos años
en París estudiando Literatura Latinoamericana en La Sorbona. Tras un período en
Bélgica se asentó en España, concretamente en Barcelona. Es colaborador
habitual de numerosos periódicos de España y de Latinoamérica. En 2011 resultó
ganador del prestigioso Premio Alfaguara con su novela El ruido de las cosas al caer. La traducción al inglés de esta
novela (The sound of things falling)
fue considerada por The New York Times
como una de las obras notables de 2013. Otras obras del autor: El doble, Las reputaciones, El arte de la distorsión y Los
informantes.
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