Ecos de la FIL-Saltillo 2011
Claudia Piñeiro en la FIL-Saltillo 2011. Foto: Jesús Guerra |
Entrevista a
Claudia Piñeiro
(Segunda de dos partes)
Ana Laura Cadenas
¿Cómo empezaste a escribir y por qué?
¿Escribir? Desde que yo sé escribir, agarrar
una lapicera y escribir letras, escribo. Y siempre escribía cosas y las guardaba en
mi casa y demás. Es al revés de otros escritores que no recuerdan haber
escrito, que leyeron mucho y algún día dijeron yo también quiero escribir. En mí, la cuestión de querer expresarme a través de la palabra
escrita me viene desde muy temprana edad porque me acuerdo de siempre estar
escribiendo y siempre querer hacer composiciones en el colegio y contar
historias y demás, y eso me llevó a la lectura, a ver qué contaban otros, no al
revés.
Eres dramaturga,
escribes literatura infantil y novela. De esas, digamos, tres diferentes formas
de expresión de la palabra
escrita, ¿qué te gusta más?, ¿tienes
una favorita?
Sí, en realidad, lo que más me gusta es escribir
novelas porque me da el tiempo para desarrollar
los personajes que es lo que más me interesa, ¿no?, ir viendo quiénes son esos personajes, etcétera. Lo que pasa es que
una novela es un proyecto de largo aliento, uno se pone a escribir una novela y
sabe que va a estar años en esa novela. Entonces, cuando terminás una novela, y
por no quedarte con esa angustia de no estar escribiendo nada, generalmente
entre novela y novela me gusta escribir cosas para chicos en una época o dramaturgia en otra porque son proyectos más cortos. Una novela para chicos en general la resolvés en menos tiempo y el
teatro también, en general lo resolvés en menos tiempo. Entonces me permite
como un descanso. Y también las dos, tanto el teatro como la literatura para
chicos tienen más libertad, en el sentido que en la novela te sentís como más apretado
con determinadas cosas, que si son muy fantasiosas, que si son así, ¿no? En
cambio en el teatro hay mucha más libertad poética y en la literatura para
chicos hay mucha más libertad narrativa, de qué contar. Entonces son como
vacaciones en medio de una novela y otra.
Claudia Piñeiro y Marcela González Durán. |
Y ahora, por
ejemplo, entre escribir una obra y verla puesta en escena, y escribir una novela
y que te la hayan llevado al cine… En una tú tienes más control de lo que estás viendo, en la otra no tanto. ¿Cómo te sientes respecto a eso?
En el teatro yo tuve más trabajos de equipo porque yo escribo la obra y
generalmente la pone en escena un director amigo, entonces yo voy a ver los
ensayos. Hay como una posibilidad más de trabajo en equipo, ¿no?, de corregir el texto en función de lo que
te dicen, o de lo que ves, o de lo que aportan los actores también. En el caso
de la novela, Graham Greene dijo que él había vendido muchas novelas
para el cine y que lo que hay que hacer es cobrar y salir corriendo, una cosa
así. Entonces, bueno, no digo que
sea así, a mí no me resulta difícil porque como yo soy
guionista sé que lo que voy a ver es algo distinto a la novela. Pero la realidad es que uno tiene que
desprenderse del texto y ver qué hace el otro artista con ese texto, agregándole su propia impronta
artística. Porque si no, sería el director un empleado del escritor que tiene que hacer exactamente la novela como
la pensó y muchas veces la novela pensada desde lo literario
no es lo mismo que lo que funciona en el cine. Por ejemplo, en Las viudas de los
jueves cuando se adaptó hubo que sacar muchos personajes. La gente se enoja
con eso porque dice «¿por qué sacó tal personaje?»; bueno es que para hacer una película hace
falta concentrarse en los personajes, concentrarse en
el tiempo, tomar determinadas resoluciones. A mí no me cuesta ver una
película donde se hizo
eso con mi texto. Tengo amigos escritores que les cuesta muchísimo hasta que
les cambien una palabra porque dicen «es que yo esa palabra la pensé durante tres días seguidos y vas y la cambias».
O sea que para ti
es, hasta cierto punto, por ejemplo, como ver la interpretación de Picasso de las Meninas.
Exacto. Qué provocó eso en el otro. Es que es una obra aparte.
Disparada por lo que hiciste vos, pero en definitiva es una obra aparte.
Entonces, problemas
de ego artístico, no tienes.
No. Además así, si la película fracasa, es mucho mejor
para mí que sea una obra aparte. [Nos reímos.]
¿Hay planes de llevar alguna otra novela al cine?
Sí, Las
grietas de Jara tiene una opción de compra, Elena sabe también, y Betibú, que es la nueva novela que saqué en Argentina, también está en proyecto de ser
llevada al cine. Así es que de todas las novelas que hice he tenido una
propuesta de llevarlas al cine. Lo que pasa es que a veces desde que se hace la opción de compra hasta que
se genera el proyecto pasa mucho tiempo, porque son proyectos donde hay que juntar mucho dinero y demás, y capaz que pasan dos o
tres años hasta que la película se realiza, y a veces no se realiza, ¿no?,
pero todas despertaron interés para ser llevadas al cine.
Y después de la experiencia de Las viudas de los
jueves, aunque no tienes ese problema de ego ni de tener
que colaborar, ¿te ha surgido a lo
mejor el deseo de ver si en los siguientes proyectos colaboras?
Sí, por ejemplo, ahora en la de Betibú, que está en proyecto de firmarse —el contrato todavía no se firmó—, me propusieron si
de alguna manera quería mirar el guión, participar de alguna especie de supervisión
del guión y sí, ahora tengo el deseo, porque me dan ganas de poder por lo menos marcar algunas cosas que yo
creo que son fundamentales y que ésas no se cambien, después las demás sí, pero hay ciertas cosas que cambian la ideología del texto que me interesaría tener un control y
poderlo ver, sí.
Hablando de Betibú, platícame un poco. Sé que no se va a presentar en México hasta el año que entra, pero…
Sí, en febrero. Bueno, es una novela que arranca
con la muerte de un hombre en un barrio muy privilegiado, y este hombre aparece
muerto de la misma manera en que mataron a su mujer tres
años atrás. Todavía
no hay nadie preso por la muerte de su mujer pero el consenso de la gente es
que cree que él la mató. Entonces, como él aparece muerto de la misma manera
que la mataron a ella, da la sensación que alguien se vengó o que lo mató el mismo que mató a la
mujer; algo relacionado con la muerte de la mujer. Luego transcurre la novela y
uno se entera más por qué aparece muerto de esa manera, pero digamos que los
protagonistas no son ellos, digamos los muertos, sino la periodista, la
escritora de policiales a la que le encargan instalarse en este lugar donde vive el hombre a averiguar qué fue lo que pasó, y dos periodistas del diario El Tribuno que es un diario muy importante en la novela y que
está enemistado con el gobierno; entonces tiene problemas
así de cómo se lleva con el poder, y que mandan a investigar a un chico joven, que recién aprende y que lo único que hace es buscar en Google las cosas, y
hay otro periodista, que es el tercero en este grupo de investigadores, que es el que conoce la calle, el
que sabe cómo se investiga, y de ahí se va a armar un equipo
entre los tres donde cada uno le va prestando al otro de sus saberes como para
encontrar un punto satisfactorio entre los tres.
Ayer platicabas un
poco en la presentación el hecho de que en
tus otras novelas hay algún crimen, que no ocupa
necesariamente el primer plano, o una investigación y el trasfondo de algo que
pasó, de una muerte que pasó. Y comentabas que en ésta, en Betibú, te lanzaste ya de lleno como a decir bueno, éste va a ser el plano primordial. ¿Por qué entrar a la novela policial en este momento?
Porque quería hacerme cargo del género, ¿no?, como que en
las otras el género era secundario y hay una cuestión como de temor, porque a
los escritores a veces nos parece que el género policial está visto como un
género menor y entonces tratás de defender la novela, de decir, «bueno es
policial pero tiene un montón de otras cosas», como que uno tuviera que estar siempre dando explicaciones
de por qué escribió una novela policial. Entonces acá es como de alguna manera madurar con respecto a ese tema y decir, «bueno, es policial pero
igual vale la pena leerla, desde mi punto de vista, y si querés leéla, pero es policial».
¿Tú crees que tus novelas anteriores te llevaron a este
género? ¿A decir abiertamente, «ya, lo asumo»?
Yo creo que sí, porque en todas las novelas, aunque yo no las
pensé de ninguna manera
como novelas policiales, aparece el crimen, aparece el enigma, aparece la
búsqueda de la verdad y eso me va llevando de alguna manera hacia el género
policial. Entonces, creo que ellas me fueron llevando al género, sí. Totalmente.
Al tratar de poner a los personajes frente a situaciones límite y demás,
hicieron que me encontrara dándole vueltas al género policial.
¿Es un género en el que te piensas quedar?
No lo sé. Ahora la novela que empecé a escribir no es para
nada claramente género policial pero yo siempre empiezo a escribir y después
aparece un muerto, y ahí voy de nuevo para el género policial. [Ríe.] Pero de momento diera la sensación de que ésta no es de género policial pero yo desconfío de mi misma. [Ríe.] No sé si en algún momento irrumpirá esa obsesión, así como otros escritores tienen otras obsesiones.
A ti: el muertito
que sale del clóset.
Sí, a mí siempre me sale un muerto del clóset. [Ríe.]
Yo tuve mucha suerte que a todas las novelas les
fue muy bien. La novela por la que me conoció todo el mundo, que
no es la primera novela mía sino la segunda, es Las viudas de los jueves, y fue una novela que fue no solamente un best-seller así muy impactante en la Argentina, sino que además es lo que se llama un
long-seller porque hoy, cinco o seis años después, se sigue vendiendo muchísimo; entonces, además es una novela que ha
permanecido. A las otras novelas también, a todas, les fue
muy bien. Ahora Betibú que salió a fines de abril, y
de fines de abril hasta ahora sigue entre las
cinco más vendidas. Además de que, digamos, la crítica la acompaña, tiene buenas críticas, hay un público lector que está esperando mis
novelas y eso a mí me pone muy contenta, porque uno sabe que ese acto de
comunicación que empieza con eso que uno está escribiendo va a llegar a otras
cabezas donde se va a completar. Así que, bueno, por ahora es así, eso no quiere decir que
no me pase en algún momento que uno escribe algo
que a la gente no le importe, no le interese, no le llame la atención; pero hasta ahora tuve suerte con todo lo que he escrito.
¿Eso te pesa? ¿Te da una carga de responsabilidad? ¿Un cierto estrés?
El estrés tiene más que ver con escribir algo que no está bien o
que no está tan pulido, qué se yo, y que a los editores igual les interese publicarlo porque saben que hay
como una masa de gente que está esperando la próxima novela. Hay otros
escritores que lo que les pasa es
que tienen miedo que no los publiquen u otro tipo de cosas. A mí lo que me pesa un poco es que en las novelas que
escribo yo intento ser en cada una, en algo, un
poquito mejor que en la anterior, ¿no?, para no descansar sobre eso de «ah, bueno, como la otra la leyó tanta gente a ésta la va a leer también tanta gente».
Exacto. En términos literarios, exactamente. Tratar de
tener un desafío en cada novela, de experimentar alguna cosa diferente que a lo mejor
para el público es transparente y no se da cuenta, pero para mí como escritora
sí hay un desafío en casi todas con respecto a la anterior, para lograr algo
distinto a lo que venía haciendo hasta ese momento.
¿Tú sigues preparándote?
Sí, a mí me gusta mucho rechequear lo que escribo. Yo fui muchas veces a
talleres de escritura creativa, con maestros que son escritores que les dan
cursos a otros escritores. Pero además ahora, hace un tiempo, nos
juntamos con varios amigos escritores todos los lunes a leernos lo que estamos
escribiendo. Entonces funcionamos así: no hay un profesor,
sino que cada uno llevá lo que escribe y entre todos opinamos
sobre ese texto. Y a mí me sirve mucho hacerlo mientras estoy
escribiendo; me interesa ese proceso. Hay otros escritores
que no, que escriben todo hasta el final y hasta el final no se lo muestran a nadie. A mí me sirve irlo mostrando y ver qué pasa con eso.
Ayer mencionabas
que tú ves una obra como una imagen y vas desarrollando esa
imagen, luego empiezas a plasmarla en papel y a veces el
final que tú pensabas no resulta
ser el final que la obra misma te llevo a tener. ¿Tú empiezas con un final
fijo? ¿Vas desarrollando la novela como viene?
No, cuando yo empiezo con esa primera imagen y ese
primer conflicto, lo que dispara la historia, lo tengo muy claro cuando me pongo a escribir. Y no me pongo a escribir hasta pensar
por lo menos hacia dónde va la historia y cómo va a ser el final. Lo que sucede es que cuando empiezo a
escribir, muchas veces el final no es el que corresponde. Incluso me ha pasado estar escribiendo, ir por la mitad de la novela y estar trabada,
trabada, y en ese momento descubrir que estoy trabada porque estoy queriendo ir
hacia el final que había previsto cuando empecé a escribir y que ya no es el posible para ese
desarrollo y esos personajes. Entonces, por una
cuestión de obsesión y de sentirme tranquila, yo me siento a escribir pensando que sé el
final, pero generalmente lo modifico, en casi todos los casos lo he modificado.
Para terminar, ¿escribes todos los días? ¿Tienes un horario?
Mientras mis chicos eran chiquitos, yo escribía con mucho método mientras ellos estaban en el
colegio. Los llevaba a las ocho al colegio y los iba a buscar a las cinco y tenía todas esas horas como disponibles para escribir.
Ahora que son más grandes y están menos pendientes de mí y me dejan mucho más tiempo libre, lamentablemente, porque uno quisiera
también que sigan pendientes de uno [ríe], me desordeno un poco, en el sentido de que sé que si una mañana no puedo escribir a la tarde seguramente voy a poder escribir, o en la noche voy a poder
escribir. Yo creo que, digamos, casi todos los escritores, por lo menos en Latinoamérica, con muy pocas excepciones, tenemos otros trabajos porque no podemos vivir de
lo que escribimos nada más. Entonces también escribo para
publicaciones, para revistas o cuentos para antologías o lo que sea, y además doy clases también de escritura creativa;
entonces el tiempo de escribir termina siendo, como siempre, un tiempo robado a
otras cosas, o a los chicos o al otro trabajo o a lo que sea, pero sí que lo
que más me interesa es robarle el tiempo a otras cosas para escribir o para
leer, así es que estoy muy atenta de eso.
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