martes, 13 de octubre de 2009

Miradas. De poetas, escritores y artistas





Miradas. 
De poetas, escritores y artistas,
de Juan Gelman


Cirilo Recio Dávila


Sólidamente situado en el bélico y contradictorio mundo del siglo XX y aún del XXI, Juan Gelman ha vivido los avatares que de un extremo ideológico hasta el extremo contrario han marcado la historia de los últimos 100 años. Su posición política en una nación —Argentina— en la que dominaba una visión unilateral y excluyente de la derecha, le llevó a padecer el exilio y la separación forzada de sus seres queridos.



Esa distancia de su país y ese dolor se volvieron en una constante presión sentimental, un acicate intelectual y una fuente de desesperación ante la crueldad y la injusticia. Es que el desamparo es más profundo cuando es el propio ser humano el que lo provoca, porque entonces la vida se vacía del sentido que le daría el hombre mismo.


En su libro Miradas. De poetas, escritores y artistas, que cubre un conjunto de 77 artículos y ensayos periodísticos publicados en un diario de Buenos Aires entre octubre de 1998 y febrero del 2004, Juan Gelman recorre los entretelones de una porción del universo creativo del siglo XX. Relata y comenta a partir de una precisa mirada los aspectos ocultos, vedados a veces a la construcción amañada y cuidadosa de la publicidad, la propaganda y la leyenda, pero no por ello son menos significativos en su dimensión humana y creativa.


De esa constelación de autores y circunstancias son notables las paradojas que la vida impone. Ejemplo de esto es el artículo “Escribir para comer”, dedicado a Raymond Chandler, en el que refiere el poema “Nocturno de ninguna parte” de este autor: “No hay país tan bello/ como la Inglaterra que recorro en las horas nocturnas/ de esta tierra prometedora y desconsolada/ de exilio y desaliento”. El poema fue escrito por Chandler en Los Ángeles en la década de los 30, y señala Gelman: “En 1931 la policía angelina levantó barricadas en el perímetro de la ciudad para cortar el flujo de los nuevos nómadas, que llegaban a razón de dos mil por semana. En ese contexto Chandler empezó a escribir. Para comer.”


Enseguida explica que Chandler nació en Chicago, “[…] pero la nostalgia británica del poema tiene su explicación: en 1896, a los 8 años de edad Chandler viaja a Inglaterra y vive con su madre hasta los 14.” En este escrito destaca justamente esa fina ironía vital a pesar del éxito y popularidad de este autor (su primera novela, El gran sueño, fue llevada al cine con Humphrey Bogart, reseña Gelman), su prestigio decayó en “ciertos círculos intelectuales yanquis” aunque “sencillamente fue un gran escritor”.


El extenso recorrido de los ensayos de Miradas refiere constantemente situaciones semejantes a la que describe de Chandler. La extraña locura de una mujer de extraordinaria lucidez como lo fue Virginia Woolf; la incomprensión de un público que compraba todo lo que el sobresaliente pintor expresionista ruso, emigrado a Estados Unidos, Mark Rothko producía en los años 50, por considerar su pintura decorativa, cuando el autor trataba de cambiar el mundo con su obra; el insomnio del filósofo nihilista Emil Cioran, de quien —consigna Gelman— George Steiner se preguntara si su nihilismo era histriónico o verdadero y para “quien dormir era el secreto de la vida… porque permite que la existencia sea soportable, consiguió el olvido sólo poco antes de morir: la enfermedad de Alzheimer le procuró una amnesia total”. O la búsqueda insaciable de sentido que se deja ver en el texto titulado “Electricidades” donde escribe de las disciplinas y conocimientos que el ser humano ha relacionado con la música —matemáticas, teosofía, magia, psicología, medicina, etcétera—, argumenta sobre los intentos infructuosos de establecer sistemas de relación entre la música y diversas realidades filosóficas, cita las poéticas palabras que Beethoven dedicara a la escritora alemana Bettina Brentano: “la música es la tierra eléctrica en que el espíritu florece, vive, inventa”, y concluye que tal vez Beethoven se refería a otra cosa, al misterio aún sin develar del origen de las emociones que la música verdadera concita, porque hablar de electricidad en el tiempo de Beethoven era referirse a algo casi desconocido.


Con estos escuetos ejemplos es posible trazar un mapa de comprensión sobre estos textos sabios y certeros de Gelman, vemos una mirada —valga la expresión— que descree de prepotencias y condescendencias interesadas, una visión lúcida de la humana condición falible. Pone en la mesa de las discusiones una y otra vez el humano fracaso ante la persecución infinita de lo sublime aunque eso sublime a veces se encuentre solamente en la imaginación. Esos pequeños y entrañables dramas de autores que tuvieron —como todos— que luchar contra las minucias de su tiempo, su circunstancia y sus semejantes. Combates nada banales por cierto aunque muchas veces definitivos en la consecución de una obra o en su desarrollo y destino, aunque a veces también sea apenas obra negra.


Sin embargo no se piense que Miradas es un libro que solamente apunta las paradojas propias de la creación artística. En sus páginas encontramos muy claras expresiones de libertad. Una franca posición contraria a la prepotencia, la arbitrariedad injusta, el abuso o el autoritarismo a través de una escritura directa y sencilla, que no vacila en proponer paralelos históricos que reafianzan su argumento para referirse a hechos más cercanos a nuestra época. Tal ocurre en el artículo “Rufianes” en el que escribe del novelista norteamericano John Cowper Powys (1872-1963) y al citarlo, cuando éste se refiere a Oscar Wilde retoma: “Vivimos en una era donde el mundo, por primera vez en su historia, está literalmente bajo el dominio de la más estúpida, la más embotada, la menos inteligente y la menos admirables de todas las clases de comunidad”. Y enseguida Gelman agrega una expresión que revela magistralmente su ingenio, lucidez y profunda ironía: “Se refería a ‘los rufianes comerciales’. En la Argentina, y no sólo, se aplicaría a ‘los rufianes financieros’. Y no sólo.”


El aliento de libertad que recorre los textos de Juan Gelman nace de una profunda convicción humanista que se revela a través de un sentido del humor sencillo y sensible. El poeta que obtuvo el premio Cervantes del 2007 escribe con conocimiento de causa y autoridad moral de esas paradojas humanas que nos revelan ese debatirse entre mundos, convicciones o realidades en conflicto. Como al comentar el caso de un John Wayne que se rehusó ir a la guerra, pero en cambio con inaudita valentía incitaba a sus compatriotas a “cazar herejes comunistas” en una guerra cruel y sin sentido. O de cómo fue que mientras Arthur Miller prefirió el juicio legal adverso antes que delatar a sus colegas sospechosos de ser comunistas —en pleno macartismo—, Elia Kazan denunció a ocho de sus compañeros de Hollywood y cuando en 1999 a Kazan se le otorgó el Oscar por trayectoria, Miller —autor de Las brujas de Salem— apoyó su nominación.


Plantado con firmeza en su tiempo y en el mundo, Gelman deja constancia de la justicia y la libertad a pesar de la mezquindad que en demasiados momentos habita el corazón humano. Tal vez esa amplia visión, llena de coraje, humor y amor por la vida, provenga de su propia historia, quizá de su innata sensibilidad, posiblemente de ambas cosas, pero eso es tema aparte.



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Miradas. De poetas, escritores y artistas. Juan Gelman. Ediciones ERA. México. Primera edición: 2006. 241 págs.


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