El enigma de la habitación 622
de Joël Dicker
Jesús Guerra
Los primeros días de este mes, Alfaguara publicó, en e-book, la más
reciente novela de Joël Dicker —el famoso escritor suizo, nacido en 1985, autor
del súper célebre thriller La verdad sobre el caso Harry Quebert—,
llamada El enigma de la habitación 622, y la publicó casi de manera
simultánea con la edición francesa de Éditions de Fallois, que apareció a fines
de mayo pasado. La edición impresa de Alfaguara estará en librerías a fines de
este mes.
Ningún autor es del todo consistente en su calidad, eso lo sabemos
bien, sin embargo, el caso de Joël Dicker es algo extraño en este sentido. La
calidad de sus novelas ha ido disminuyendo, aunque esto es discutible pues
muchos de sus fans no piensan lo mismo. Su primera novela no la he leído aún (Los
primeros días de nuestros padres), pero la obra que lo lanzó a la fama, la
ya mencionada La verdad sobre el caso de Harry Quebert, publicada cuando
Dicker tenía 28 años, es verdaderamente extraordinaria, tanto en su argumento,
como en su estructura, en sus personajes y en la calidad de su escritura. Su
novela siguiente, El libro de los Baltimore, no es propiamente un
thriller, aunque sí tiene secretos y suspenso, es más bien un drama familiar,
de la familia de Marcus Goldman, el personaje-escritor que narra el libro y
narró también la novela de Harry Quebert. Decepcionó a algunos lectores
por no ser un thriller, pero el libro, me parece, es estupendo, aunque quizá no
sea tan bueno como el anterior. Con su siguiente novela, La desaparición de Stephanie Mailer, Dicker volvió al thriller, y otra vez, al igual que sus
dos libros anteriores, se desarrolla en los Estados Unidos, con personajes
estadounidenses, pero en este caso el escritor-narrador Goldman ya no apareció.
La novela está narrada por varios personajes. Es un thriller muy entretenido,
muy interesante, y para mi gusto muy bien estructurado, aunque, en efecto, no
tiene la calidad de Harry Quebert.
En El enigma de la habitación 622, el autor escribe de nuevo un
thriller mezclado con diversos dramas familiares, pero cambia de escenario,
ahora se desarrolla en su propio país, Suiza, específicamente en Ginebra y en
un pueblo de los Alpes llamado Verbier; y utiliza también un personaje-escritor
que narra la historia: él mismo, Joël Dicker o, si prefieren, su versión
literaria.
Edición francesa |
Joël Dicker trabaja en su departamento de Ginebra en un libro sobre su
recién fallecido editor, amigo y mentor Bernard de Fallois, pero por esos días
conoce a una vecina del edificio, Sloane, comienzan una relación que no
funciona y decide irse a pasar 15 días a un conocido hotel de lujo de los
Alpes, a hora y media de Ginebra en carro, el famoso Palace de Verbier. Le dan
la suite 623. Y pronto entabla amistad con su vecina de habitación, una inglesa
llamada Scarlett, que está alojada en el cuarto 621 bis, que está entre el 623
y el 621. Les llama poderosamente la atención por qué no existe la habitación
622 y van a preguntar a la administración. Les dan una respuesta cualquiera,
que no los convence, y deciden investigar el asunto. Así, en un libro comprado
por Scarlett en el pueblo cercano al hotel, encuentran que sí existía esa
habitación, y luego, revisando los archivos de un periódico local, descubren
que hace años hubo un asesinato en la habitación 622. Un asesinato del que
nunca logró la policía descubrir al culpable.
Así inicia esta obra. De entrada, no se sabe quién fue el asesino, pero
tampoco quién fue la víctima, y para saber esto último se tiene que leer hasta
la mitad de la novela y para saber lo primero hasta las últimas páginas. Como
ya es una costumbre, o el estilo estructural («la receta», dirán algunos) de
Dicker, la historia es contada a través de tres tramas paralelas en tres
momentos diferentes, aunque todas, finalmente, son parte de la misma. Uno:
Dicker cuenta lo que sucede en el presente (2018), mientras Scarlett y él
realizan la investigación y, al mismo tiempo, Dicker va escribiendo la historia
(y aquí intercala, en conversaciones con Scarlett, su homenaje a su amigo, el
editor Bernard de Fallois, homenaje que, a pesar de estar un tanto metido con
calzador, es interesante en sí mismo y muy emotivo). Dos: luego está el tiempo del
crimen (desde meses antes hasta meses después) y Tres: lo sucedido en una fecha
muy significativa 15 años antes del crimen (también, desde meses antes hasta
meses después de esa fecha).
En realidad, se trata del pasado de los personajes 15 años antes del
asesinato, en una fecha particular y por motivos especiales, que de alguna
manera pone las cosas en marcha para que después suceda lo que sucedió. Luego,
en otra fecha especial, la realización de un asesinato y sus consecuencias. Y
el presente en el que el escritor investiga lo sucedido y nos lo cuenta.
Como ya se ha dicho de sus obras, se trata de un mecanismo de
relojería (obviamente suizo), de una precisión asombrosa, sumamente eficaz, que
nos mantiene leyendo para saber qué sigue. Por supuesto, el camino está lleno
de giros y vueltas de tuerca inesperados. Lo primero que uno piensa de este
argumento es que es inverosímil. Y es cierto. Pero eso, a fin de cuentas, a mí
no me molesta demasiado (hay una enorme cantidad de películas y novelas que son
inverosímiles y que de todas maneras disfrutamos muchísimo). Pero sí es cierto
que si lo contado está en el ámbito de lo increíble, la novela, por realista
que sea su ambientación, pasa a otro nivel, por lo menos mental, y se convierte
en una especie de juego, pues tampoco es una obra del género fantástico.
Entonces, para quedar claros, a mí esta historia, con todo y que me
parece increíble, me gusta, y me gusta la estructura utilizada para contarla,
aunque también es cierto que los saltos de una trama a la otra son tantos que
por momentos la novela marea. No tiene el nivel de equilibrio de Harry
Quebert, obviamente.
En cambio, lo que no me gustó de esta obra es su escritura. Me parece
plana, a veces hueca, tanto que por momentos parece que el autor cuenta, de
manera muy simple, lo que será su novela en lugar de narrarnos la novela. Y los
diálogos son, en general, muy malos. Al grado de que uno se pregunta en ciertas
secciones de la novela si no se tratará en realidad de una comedia, una comedia
que no es lo suficientemente graciosa y por eso nos damos cuenta tan tarde.
Ahora bien, si a final de cuentas uno decide que esta obra es en realidad un
juego, el hecho de que tenga secciones en un aparente tono de comedia tiene
sentido, pero los lectores nos sentimos un tanto ofendidos por habernos dejado
afuera del conocimiento oportuno de este detalle.
Y el otro gran problema es que todos los personajes hablan igual.
Están, en general, bien trazados, aunque no desarrollados a profundidad. Sin
embargo, entendemos bien las características de los personajes principales (que
son bastantes), pero todos hablan igual, lo cual no es lógico. En un principio
pensé que podría ser un problema de la traducción (no necesariamente porque sea
una mala traducción sino porque a veces es muy difícil o imposible recrear en
otra lengua características específicas del habla de un personaje), pero al
revisar en Internet encontré que muchos lectores de lengua francesa se quejan
de lo mismo.
Me parece, pues, que El enigma de la habitación 622 es la peor
de las novelas de Dicker hasta el momento, o si prefieren, «la menos buena»
(aunque estoy convencido de que alguno de los próximos libros del autor nos
sorprenderá de nuevo en el futuro por su gran calidad en todos los rubros). Es
la que menos he disfrutado en términos de lenguaje, incluso me llegó a molestar
en algunos pasajes, sin embargo, en ningún momento pensé en dejar de leerla,
porque su argumento me gusta (aunque sí creo que le sobran páginas). Ahora
bien, si esta novela es un juego, tal vez sea el último homenaje posible de
Joël Dicker a Bernard de Fallois: mostrarnos cómo le hace falta a un novelista,
y a Dicker en particular en esta novela, la guía de un editor genial.
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El enigma de la habitación 622. Joël Dicker. Traducción de María Teresa Gallego
Urrutia y Amaya García Gallego. Alfaguara, colección Narrativa Internacional
[1a. ed., junio 2020]. 624 págs. [Estará en librerías el 25 de junio. La edición
digital se publicó a principios de junio 2020.]
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